Centro Mises (Mises Hispano)

Corrupción y ayuda externa

Por unos pocos miles de millones de dólares podríamos esperar ser capaces de sobornar algún pequeño país del tercer mundo para que se comportara mejor, defendiera los derechos de propiedad de sus ciudadanos, proporcione una moneda estable y establezca una política económica y exterior no intervencionistas.

Con pocas Suizas y revoluciones industriales realizándose alrededor del mundo, EEUU podría proporcionar los ejemplos que establecerían un orden mundial liberal clásico en una generación con menos del 1% del presupuesto federal.

Sin embargo, los estadounidenses están unidos en su oposición a la ayuda externa (¡y por buenas razones!) La ayuda exterior, la ayuda militar, condonación de la deuda, la ayuda al desarrollo económico e incluso el dinero para ayuda ante desastres (todos con “compromisos” para asegurar el comportamiento adecuado) se asocian con “fraude, derroche y abuso”.

La ayuda de EEU pensada para traer la paz en Oriente Medio es un semillero de odio, guerra y terrorismo. Los grandes participantes en la ayuda exterior, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es más probable que traigan descalabros económicos y calamidades sociales que estabilidad económica.

Ludwig von Mises apuntaba (Planning for Freedom) que la ayuda externa no crea amigos en el extranjero: crea enemigos ideológicos que quieren hacernos daño:

Estados Unidos, piensan, les está ayudando porque su pueblo tiene una mala conciencia. Ellos mismos se embolsan este soborno, pero sus simpatías van al sistema socialista. Las subvenciones estadounidenses hacen posible que sus gobiernos oculten parcialmente los desastrosos efectos de las distintas medidas socialistas que han adoptado.

Mises se refería aquí a nuestros “amigos” en Europa, pero lo mismo podría aplicarse a Oriente Medio, África, el hemisferio occidental y Asia, con la única posible excepción de países como Vietnam y Australia, que reciben poca o ninguna ayuda de Estados Unidos o de las organizaciones internacionales que controlamos.
¡El fraude y el fracaso de la ayuda externa son hoy tan evidentes que han acabado en las páginas de la American Economic Review!

Los economistas Alberto Alesina y Beatrice Weder hacen una sencilla pregunta: “¿Reciben menos ayuda externa los gobiernos corruptos?” en el número de septiembre de 2002. Utilizando una serie de estadísticas económicas internacionales y varias encuestas  sobre corrupción pública, descubren que no hay evidencias de que las naciones e instituciones multinacionales dirijan su ayuda externa a gobiernos menos corruptos y la alejen de los más corruptos. Indican sus conclusiones bastante enfáticamente:

No hay evidencias de que los gobiernos menos corruptos reciban más ayuda externa. Nuestra vasta exploración de datos nunca descubrió siquiera una débil evidencia de un efecto negativo de la corrupción en la ayuda externa recibida. El mismo resultado puede aplicarse a los programas de condonación de deuda, una forma adicional de ayuda.

Los países de Escandinavia y Australia sí parecen evitar los regímenes muy corruptos, pero EEUU realmente parece favorecer gobiernos y democracias muy corruptos por encima de dictaduras (esto parece sugerir alguna correlación entre democracia y corrupción, pero que los autores no indican).

Los autores escriben que “No pretendemos afirmar que Estados Unidos favorezca a propósito gobiernos más corruptos”. Esta disculpa académica bastante audaz parece pedir una traducción: “Sí afirmamos que Estados Unidos favorecen a propósito gobiernos más corruptos, pero no podemos decir eso en la AER”.

Los autores también concluyen provisionalmente que la ayuda externa, con el tiempo, aumenta la corrupción pública en las naciones beneficiarias. En completo contraste con nuestro ingenuo modelo liberal clásico de ayuda externa, los “regalos” de gobierno a gobierno realmente empeoran al gobierno con el tiempo, tanto en términos de corrupción pública como de crecimiento económico y crean lo que los autores llaman un “efecto de voracidad” en los países receptores.

La breve revisión de los autores de la literatura académica sobre ayuda exterior y corrupción descubre lo siguiente:

  • La ayuda exterior se usa en buena parte en “corrupción pública derrochadora”.
  • El dinero de ayuda es contraproducente para unas buenas políticas públicas.
  • El dinero de la ayuda externa se da por razones “estratégicas”, no por necesidades reales.
  • La condonación de la deuda no es eficaz.
  • La corrupción tiene un efecto negativo en el crecimiento económico.

Lo que no se encuesta, estudia ni dice en el artículo es la corrupción definitiva de la ayuda exterior: Nuestro gobierno entrega el dinero de los contribuyentes y éste acaba en los bolsillos de los “amigos” nacionales de nuestros políticos: las multinacionales, los fabricantes de armas y municiones, los grandes contratistas y empresas de construcción y negocios sucios de todo tipo.

El hecho de que parte de la generosidad acabe en los bolsillos de políticos extranjeros no es sorprendente, pero lo que importa aquí es que identifica el propósito real de la ayuda externa, y no es un propósito liberal clásico, humanitario, altruista o siquiera estratégico. El propósito principal es extender la estafa semisecreta al contribuyente estadounidense.

La mayoría de los ejemplares de la American Economic Review nunca se abren y leen. Hay una buena razón para esto y es algo por lo que deberíamos estar agradecidos. Sin embargo, este artículo merece leerse, copiarse y divulgarse a todos los estadounidenses pensantes.

[El artículo en cuestión es Alberto Alesina y Beatrice Weder, “Do Corrupt Governments Receive Less Foreign Aid?” American Economic Review 92 (4): (Septiembre de 2002) pp. 1126-1137].

Publicado el 14 de noviembre de 2002. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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