¿Puede ser privados los diques? Argumentos contra la teoría de los bienes públicos

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[Este artículo se publicó originalmente en el Journal of Libertarian Studies Volumen 20, Nº 4 (Otoño de 2006): 21-40]

Lo mejor que haya conocido nunca la humanidad:
La libertad y la vida solo la consiguen
Quienes las conquistan cada día de nuevo.
— Johann Wolfgang von Goethe[1]

Según muchos economistas, necesitamos al estado para que proporcione bienes públicos.[2] La afirmación parece ser tan cristalina que no merece siquiera explicación en la corriente principal. Un ejemplo típico y popular de bienes públicos en Alemania es el caso de los diques o presas. En Vahlens Kompendium der Wirtschaftstheorie und Wirtschaftspolitik (2003), tal vez el libro de texto alemán de economía más ampliamente utilizado, Heinz Grossekettler proclama:

El objetivo del estado debería ser satisfacer las necesidades de quienes estén dispuestos a pagar, salvo que esta voluntad se inhiba por costes organizativos que sean demasiado altos. (…) Los altos costes organizativos existen (…) principalmente en el área de los bienes públicos. Las aplicaciones más importantes son bienes de infraestructura como diques y redes de carreteras. (Grossekettler 2003, p. 564)[3]

Aunque Walter Block (1983) ha demostrado la debilidad del alegato de las carreteras públicas, el argumento alemán para los diques como bien público sigue pendiente de que alguien se ocupe de él. Después de del Huracán Katrina y el desplome de la infraestructura  pública de diques (o presas) de Nueva Orleáns, el argumento de los diques podría también ganar impulso en Estados Unidos. En este artículo, examino los aspectos teóricos, así como las evidencias históricas de la región de Frisia en Alemania para este argumento legitimador del gobierno.

La economía de los diques

El argumento es el siguiente: Los diques son bienes proto-públicos, ya que se cumplen las dos características de un bien público. Primero, es un consumo sin rivales. Eso significa que si se construye un dique para una persona, consumidores adicionales pueden beneficiarse de sus servicios, es decir, de la protección ante inundaciones. La segunda característica es la imposibilidad de exclusión de los bienes públicos. Una vez se ha construido un dique, a nadie que viva detrás de ese dique se le podrá excluir de su servicio, haya participado o no en su financiación. Por tanto, se nos dice, en el mercado aparece un problema de free-riders. La gente espera a que otros construyan un dique esperando disfrutar de este sin tener que pagarlo. Pero cuando todos esperan, no se construye el dique que todos necesitan.

Así que la gente y las propiedades podrían ahogarse en la próxima inundación. Todos pierden. El problema es que, en principio, la gente estaría dispuesta a pagar por un dique, pero los altos costes organizativos impiden el acuerdo y la construcción del dique. Aquí aparece el gobierno y “activa” (por la fuerza) la voluntad de pago.[4] El gobierno grava a la gente para el futuro dique y ve que se construye. Se resuelve el problema y todos ganan.

Este razonamiento sufre algunos defectos típicos de la economía de la corriente principal. Se olvidan las acciones individuales y su secuencia en el tiempo. Por tanto, no se ven los pasos y procesos intermedios. Además, la existencia y detección de una voluntad colectiva se asume sin dudar.

Los diques mediante trabajo individual aislado

Para devolver a su lugar la acción individual, veamos un escenario sencillo para un posible proyecto de dique y veamos si podría ser necesaria o estaría justificada la acción del estado. Imaginemos a una persona A que llega a un terreno cerca del mar, ocupándolo o comprándolo. Podría haber varias razones por las que A elija abandonar el antiguo terreno cultivado. Por ejemplo, quiere abandonar la servidumbre en las tierras cultivadas o podría sentirse atraído por la perspectiva de arrancar terrenos muy fértiles al mar: la razón no es relevante para esta explicación.

La persona A tiene ahora que tomar la decisión de si construir un dique a su costa para proteger su propiedad, que sería un dique proporcionado por un trabajo individual aislado, o vivir con un alto riesgo de inundación. Cuando no construye un dique, demuestra claramente por su propia inacción que está dispuesto a asumir el riesgo más alto.[5] Por tanto, no aparece ningún problema que tenga que arreglarse por acción del estado en este escenario.

Diques mediante cooperación sin pago

Pero imaginemos ahora que después de sopesar las ventajas y desventajas, una persona B, siguiendo el ejemplo de la persona A, abandona su viejo hogar y considera establecerse  junto a A. Consideremos cuatro opciones que afronta la persona B.

Primero, podría establecerse y construir un dique él mismo a su costa, lo que nos llevaría de vuelta al caso del trabajo individual aislado. Debería apuntarse que, en nuestro escenario, el problema de la no exclusión podría resolverse fácilmente. B podría sencillamente construir un dique solo en torno a su propiedad. Desde una perspectiva dinámica podría haber también otras formas de exclusión. Si no hay actualmente ninguna posibilidad de excluir a alguien de un bien, aparece una oportunidad de negocio para emprendedores para encontrar una forma de excluir a otros. Podrían aparecer formas muy innovativas y eficientes de exclusión en el caso de los diques, hoy desconocidas.

Segundo, podría preguntar a A si quiere compartir la carga de la construcción  de un dique si A no lo ha construido aún. Es el caso de la cooperación sin pago, en el que un grupo de individuos acuerda financiar un proyecto. Por un lado existe, por supuesto, la posibilidad de que, después de la propuesta de B, A prefiera construir un dique ya que así comparte los costes. Podría asimismo considerar las sanciones sociales que afrontaría si no ayuda a construir el dique, ocasionando malas relaciones en el vecindario. Además, caridad, orgullo, honor, amistad u otras razones podrían inducir a A a participar en la financiación del dique.

Cuando A y B lleguen a un acuerdo para construir un dique probablemente incluyan una cláusula para garantizar el futuro mantenimiento de este. En la cláusula pueden incluir restricciones a las propiedades protegidas por el dique que se mantendrían aunque se vendieran a un nuevo propietario. Las restricciones las propiedades protegidas por el dique y especificadas en la cláusula podrían incluir normas acerca de la división de costes del mantenimiento y la reparación de este y procedimientos para cambiar los términos de la misma. De esta forma, A y B podrían conseguir una cooperación a largo plazo para reducir el riesgo de inundación.

Si por otro lado A continúa prefiriendo tomar el riesgo en lugar de financiar la otra parte del dique, B vuelve a la opción 1. A podría asimismo no estar dispuesto a negociar con B en absoluto, porque prefiera hacer otra cosa. En este caso, los costes, a veces llamados costes de transacción, son demasiado altos como para llegar a un acuerdo. Aun así, ¿por qué sería malo para A estar dispuesto a asumir los riesgos de inundación y usar sus recursos para otros usos? Los costes son un concepto subjetivo. Por tanto, no tiene sentido afirmar que obligar a A a construir la presa rebajaría los costes (de transacción). Tal vez A incluso ame la aventura de sentarse en su tejado rodeado por el espumoso mar azul.

En el mundo real, un tipo de coste subjetivo que afrontan los individuos es el coste de transacción. Si los costes subjetivos, incluyendo los de transacción, son muy altos, la mejor alternativa, desde el punto de vista de los individuos que interactúan libremente podría ser no construir el dique. ¿Por qué alguien, un estado, estaría legitimado para obligar a A a hacer algo que evidentemente no quiere hacer para ayudar a B? ¿Está B siempre autorizado a utilizar la violencia cuando A rechace ayudarle? ¿Qué pasa si A rechaza jugar con él al tenis? ¿No sería necesaria una teoría ética fuera del ámbito de la economía libre de valores para hacer la afirmación de que B debería obligar a A a cooperar? ¿Y por qué mejoraría A si se ve obligado por el gobierno a financiar el dique?

Pero si B cree que necesita un dique para su seguridad y A rechaza ayudarle a construirlo, hay una tercera opción, que es no construirlo ahí. Podría mudarse a otro lugar que considere más seguro sencillamente quedarse en su lugar original.

La cuarta opción para B es pedir al gobierno o a algún otro que obligue a A a ayudarle a construir el dique. En esta cuarta opción es difícil ver que tanto A como B mejoren como indican algunos economistas, ya que A demuestra que prefiere otra acción en lugar de participar en el proyecto del dique.

Debería quedar claro que este análisis no se limita a dos personas A y B, sino que es también aplicable a situaciones que afecten a grupos mayores de recién llegados y colonos. En otras palabras, el análisis no cambia cualitativamente con el añadido de las personas C, D, E, etc. o cuando llegan grupos de personas al mar con el propósito de establecerse. Sin embargo, al aumentar la cifra de individuos que quieren construir un dique, la presión social sobre uno a participar en el proyecto del dique podría asimismo aumentar.

Diques mediante cooperación con ánimo de lucro

Sin embargo, hay otra posibilidad para la construcción del dique: el empresario C podría ver una oportunidad de lucro construyendo el dique y vendiendo (o alquilando) los espacio a A y B. De hecho, siempre hay empresarios buscando proyectos rentables en la mejora de la tierra. Como ha apuntado MacCallum:

Al modificar el entorno de un lugar (y por tanto su posición económica) en formas que hacen que el sitio esté mejor preparado para su pretendido rango de usos, los propietarios de terrenos lo hacen más valioso para dueños presentes o futuros que estén así más dispuestos a ofrecer más por ellos. (2003, p. 3)

Construir un dique en torno a un lugar cerca del mar o de tierras recuperadas al mar mediante un dique podría realmente mejorar mucho su valor de mercado. Por tanto, el proyecto de dique podría ser una oportunidad rentable de negocio. Sin embargo, al asumir esa tarea, el empresario afrontaría riesgos: por ejemplo, el dique podría destruirse por inundaciones tormentosas durante su construcción o podría no encontrar gente dispuesta a comprar o alquilar el terreno a un precio rentable una vez se acabe el dique. El empresario probablemente añada una cláusula para hacer más atractivas las tierras a los colonos al imponer restricciones en las propiedades que aseguren que los compradores puedan esperar una protección a largo plazo de los diques frente al mar. Por ejemplo, podría crear una asociación del dique. Así que llegar a un acuerdo para un posterior mantenimiento del dique y hacer que la gente lo acepte es algo que, en el caso de la cooperación con ánimo de lucro, realiza el empresario C.

Este tipo de división del trabajo en la provisión de la cláusula, es decir, la “producción” de un acuerdo respecto del proyecto del dique, tiene la ventaja de que los empresarios especializados redactarían a acuerdos relativamente rápido a los cuales los colonos interesados podrían sencillamente consentir comprando las propiedades. Esto podría reducir mucho los “costes de transacción” y por tanto ser atractivo para los colonos.

Una variación de la cooperación con ánimo de lucro y un oportunidad teórica final para un dique a construir sería que C comprara el terreno y construyera un dique en torno a la propiedad de A y B.[6] Si se produce una inundación tormentosa y el agua sube en torno al dique, C podría pedir a A y B que le transfieran una cantidad concreta de bienes y servicios como pago por mantener aseguradas las compuertas de inundación hasta que se retiren las aguas de la inundación. Aunque este caso es teóricamente imaginable, no es probable que se produzca. C no podría estar seguro de que A y B cumplan con sus demandas e incluso si lo hicieran, los ingresos de C en esta situación probablemente serían irregulares e inseguros. Otra razón que sugeriría que esta situación no podría producirse es la anticipación de A y B de dicha posibilidad. En ese caso podrían o elegir comprar o apropiarse del terreno para evitar la posibilidad de que un proyecto de diques pudiera cambiar al severidad de cualquier daño de inundación si las compuertas se rompieran o se abrieran durante dicha inundación; o si C ya ha construido su dique, podrían elegir construir un dique de su propiedad dentro de los límites del dique de C.

Alternativas del mercado frente a mandato del estado

Toda persona que viviera en el antiguo terreno cultivado podría clasificar en su escala de valores los escenarios antes mencionados respecto de la construcción de diques. Cada escenario conlleva riesgos u oportunidades. Todos elegirían la combinación que mejor les fuera: (1) el individuo podría sencillamente quedarse conde está, (2) confiar en el trabajo individual aislado, (3) disfrutar de un lugar cerca del mar sin diques, (4) tratar de conseguir una cooperación sin pago o (5) organizar o recurrir a cooperación con ánimo de lucro. Por tanto, si A en nuestro escenario no está dispuesto a financiar el dique, sea por cooperación sin pago o con ánimo de lucro, ha demostrado su preferencia a vivir cerca del mar sin protección. Sería por tanto absurdo y una interpretación orwelliana decir que su “no” a la financiación del dique signifique “sí” y reclamar que el gobierno debería gravar a A y a B por el dique y después construirlo.

Pero cambiemos de nuevo nuestro escenario para llegar más cerca de la forma en que se presenta el argumento en la corriente principal económica. Supongamos que A y B ya se han asentado durante algunos años cerca de la costa y cambian de opinión. Repentinamente, temen subjetivamente al mar más que antes o un viejo dique se desploma o cambios naturales aumentan el nivel del mar. La gente que ya vivía cerca del mar quiere de repente un dique. ¿Cómo se financiaría? ¿No aparecería ahora mismo un problema de free-riders? ¿No se necesitaría ahora la acción del estado?

De nuevo es básicamente el mismo escenario anterior. A y B podrían asumir el mayor riesgo subjetivo o llegar a un acuerdo de compartir la carga. También A y B podrían abandonar esta zona peligrosa y vender sus propiedades. ¿Por qué debería ser colonizado todo lugar peligroso de la tierra? ¿Qué lugares deberían colonizarse? ¿Debería dejarse esta decisión a individuos ponderando costes y beneficios o a planificadores estatales? La venta de propiedades también daría al empresario C la posibilidad de dedicarse a la cooperación con ánimo de lucro comprándoles, construyendo el dique y luego revendiéndolas o alquilándolas.

Las decisiones de libre mercado de cuántos, qué altos y qué tipo de diques hay que construir se dejan a la acción individual basada en preferencias subjetivas en un proceso dinámico. La interferencia del gobierno en este proceso solo puede empeorar el resultado desde la perspectiva de los individuos que actúan libremente.

La historia de los diques

Los inicios de la construcción privada de diques+

Echemos ahora una mirada a la historia. Como otros bienes públicos que supuestamente necesitan provisión pública,[7]se han construido diques en el mercado privado desde hace mucho tiempo. En Alemania, principalmente en Frisia y Dithmarschen, los primeros diques se construyeron sin ninguna ayuda pública hace unos 1.000 años.[8]

Antes de la invención de los diques, lo habitual eran las colinas de escombros (Jacob-Freisen 1937, p. 106). Allí se construían casas. Cuando había una inundación, la gente se refugiaba en la colina y esperaba a que pasara la marea. La gran desventaja de esta estrategia es que los campos se inundaban como agua marina salada, lo que los hacía menos fértiles. En algún momento, alguien vio una oportunidad de lucro en la construcción de una dique circular (dique en anillo) alrededor de toda la población, incluyendo casas, establos y campos (Reinhardt 1983, p. 15). Igual que en nuestro análisis teórico, podría haber sido un grupo de gente, una familia, un clan o una comunidad agraria la que forjó un acuerdo para construir un dique, La invención del dique puede considerarse como un tremendo éxito y así nació una oportunidad de beneficio empresarial. Los granjeros abandonaron las áreas muy pobladas, en las que el terreno fértil era más escaso y trataron de arrancar más terrenos al mar con estos nuevos diques en anillo. Este procedimiento nos proporciona un ejemplo muy claro en el que puede verse la naturaleza creativa de la ocupación.[9] Se puso en uso terrenos muy fértiles para la humanidad. Deus mare, Frise litora fecit (Dios creó el mar, los frisones crearon el litoral).

En muchos casos, el proceso de ganar tierras tuvo éxito, aunque se produjeron algunos errores de cálculo empresariales, como cuando las tormentas inundaron el área de los diques y la reparación se hizo demasiado costosa como para reconstruir el dique dañado y recuperar el terreno. En estos raros casos, se abandonó el terreno y este volvió al mar (Schröder 1999, p. 34; Woebcken 1987, pp. 74 y 204). Como en la opción de nuestro análisis teórico, la gente llegó a la conclusión de que era mejor abandonar ese peligroso lugar.

Con los años, las villas crecieron y con ellas los diques en anillo. Al irse conectando los diques en anillo entre sí, aumentó la cantidad de nueva tierra ganada al mar. En 1300, el territorio entre los diques en anillo en Frisia estaba completamente conectado y se formó un castillo marítimo, el “Anillo de Oro” (Schröder 1999, p. 15; Reinhardt 1983, p. 21). Este magnífico resultado derivaba de las decisiones de individuos libres, formando cooperativas sin ninguna intervención del estado. Sin embargo, sí estaba implicada la iglesia. Como los monasterios poseían mucha tierra en la zona, eran miembros de las asociaciones de diques (Deichverbände) y participaban en sus convenciones. Los monjes no evitaban ayudar en casos de emergencia, pero la mayoría de los miembros de la asociación eran granjeros libres.

La población creció rápidamente en estas áreas muy fértiles accesibles gracias a los diques. A medida que la población crecía y se volvía más rica, se construían iglesias monumentales, que simbolizaban el éxito de la construcción privada de diques (Rheinhardt 1983, p. 22).

La ausencia del estado en las zonas de diques

Las nuevas zonas de los diques eran territorios casi independientes. Aunque nominalmente formaban parte del Sacro Imperio Romano, solo en algunos casos se les obligó a apoyar al ejército en caso de guerra y a pagar impuestos (Goldbeck 1981, p. 70).[10] Eran asimismo autónomas con su propia jurisdicción y contactos diplomáticos (Brandt 1957, p. 86; Mangels 1957, p. 5; Marten y Mäckelmann 1927, p. 52). Los miembros de las asociaciones de diques eran siempre los territorios. Sin embargo, las estructuras organizativas sociales dentro de estos territorios se solapaban. Los miembros de las diversas estructuras sociales podían también ser personas. Los factores determinantes eran las relaciones de sangre, la comunidad agraria o la parroquia. En otras palabras, una persona en un lugar concreto podía ser miembro de más de una estructura social (Goldbeck 1991, p. 70).

Mientras que en las zonas recién creadas la gente era libre, en las áreas previamente cultivadas no lo eran (Mangels 1957, p. 134). De ahí que la posibilidad de vivir en una comunidad libre haya sido un fuerte argumento para poner diques en zonas nuevas. Goldbeck apoya esta opinión acerca de las intenciones de las comunidades de diques al decir que: “La vida en las comunidades se organizaba en torno a la libre decisión de vivir juntos cooperativamente y defenderse del interés de las autoridades” (Goldbeck 1991, p. 66).

En la Europa feudal, el país de los frisones no tenía un orden feudal ni señores feudales. Ni el sistema feudal ni el imperio consiguieron establecer un gobierno permanente en el área costera. La lucha contra el mar había producido la construcción de diques, una empresa que desarrolló en autogobierno y resistió todo intento de los príncipes extranjeros para afianzarse allí. (Hatch y Hatch 1999, p. 14)

A veces las nuevas zonas incluso disfrutaban de la ventaja de estar protegidas por el mar por delante y por los pantanos por detrás, haciéndolas inaccesibles a ataques de caballería (Lammers 1953, p. 51). Según Mangels (1957, p. 134), esto explica el calmado desarrollo interior y la prosperidad del siglo XIV en la región de Hadeln.

Por tanto, los diques no solo tenían el incentivo para crear tierras nuevas fértiles y rentables sino asimismo para crear tierras libres. Aquí viene a la mente la analogía con el Salvaje Oeste, en donde los individuos escapaban de la esclavitud o la pobreza en Europa para ocupar terrenos en América. Los diques podían considerarse como una oportunidad para independizarse de los antiguos territorios. La institución de los diques podría haber sido una de las principales razones para la libertad en Frisia junto con la “autonomía única” (Woebcken 1987, p. 222) de la que disfrutaron los frisones en Alemania.

Las libertades únicas que disfrutaban los frisones podrían haber sido el resultado de, primero, la lucha diaria pro mantener a raya al mar, que casi con seguridad fortaleció la cohesión de la comunidad contra enemigos externos[11] y el resultante orgullo de ser independiente. Segundo, si un rey o otra autoridad llegara a convertirse en demasiado opresiva, los súbditos podían sencillamente independizarse mediante diques, así que podía abandonar el territorio y la autoridad usurpadora. Así que, desde el principio, impidieron que el gobierno se afianzara en las zonas.

En las comunidades libres, se desarrolló un cuerpo legal especial para gestionar los diques debido a las estructuras organizativas de las comunidades y el peligro del mar. Como apunta Waldemar Reinhardt:

El trabajo común de todos los asociados lleva a la práctica de la autonomía, a la co-determinación y a la responsabilidad conjunta, a acuerdos legales y por tanto a un cuidado por la ley como base parauna vida en común bajo condiciones naturales duras. (1983, pp. 22-23)

Las tareas de mantenimiento del dique se asignaban al principio verbalmente. En el siglo XV encontramos los primeros ejemplos de codificación del derecho común de los diques (Stadelmann 1981, p. 124). Había dos principios fundamentales en el derecho de los diques: la obligación de mantener cada uno su propia sección del dique y la de ayudar a otros en caso de reparaciones de emergencia de los diques. Como en el análisis teórico de una cláusula, ambas obligaciones estaban ligadas a la propiedad, de forma que esta solo podía venderse con aquellas.

Las sanciones por violar el derecho común de los diques podían ser bastante draconianas. Quien no ayudara en el mantenimiento del dique o no ayudara en una emergencia perdería su propiedad dentro de la zona del dique: “Quien no trabaje en el dique, tiene que irse” (Marten y Mäckelmann 1981, pp. 124–25). Según el derecho de los diques de Steding (una región cerca de Brema y Oldenburg), quien no gestione su parte del dique y por tanto sea causa de una ruptura del dique será enterrado vivo en el dique. Un miembro de la asociación que quisiera renunciar a su tarea en el dique pondría una pala en el dique renunciando así a su propiedad. Sin embargo, el derecho de los diques permitía, para las cargas de tareas extraordinarias, como la reparación de un daño severo por una inundación extraordinaria, que las realizara la asociación del dique.

El segundo pilar del derecho de los diques, la obligación de ayuda en caso de emergencia, se refería a casos de ruptura de diques e inundaciones tormentosas. Las sanciones por no cumplir con esto eran asimismo bastante duras. En 1533, se decapitó a ciertos frisones que no ayudaron a la isla de Pellworm en una ruptura de un dique (Stadelmann 1981, pp. 124-125).

En la jurisdicción del dique, el alguacil era una figura importante. Presidía el tribunal del dique con la ayuda de jurados (Mangels 1957, p. 28). El alguacil del dique, junto con sus jurados, estaba asimismo a cargo de la inspección del dique (Deichschau), en la que se examinaba su estado. El alguacil del dique era, dependiendo de la región, o elegido por la asociación del dique o nombrado por el duque o arzobispo. Normalmente era el alcalde de la comunidad y tenía una propiedad de tamaño mínimo en la asociación. A vece el derecho del dique reclamaba que fuera de nacimiento legítimo y de una edad concreta. Su trabajo era honorario y el cargo a menudo cambiaba entre un pequeño número de familias principales (Mangels 1957, p. 7).

Es chocante apreciar que los diques no solo se construyeron sin el estado, pero asimismo que las zonas de diques pueden considerarse como territorios independientes, que eran casi sociedades de derecho privado. “El gobierno de Frisia en el siglo XIII se ha calificado como una ‘anarquía inocua’. Los cargos no los nombraba una autoridad superior sino que se elegían por los granjeros libres” (Hatch y Hatch 1999, p. 16).

Por tanto, la Frisia medieval podría servir como ejemplo histórico de lo que Hoppe califica como las consecuencias de la secesión, que describe como una estrategia hacia la libertad:

Cuanto más lejos llegue el proceso de secesión (…) más probable será que unos pocos individuos, basándose en el reconocimiento popular de su independencia económica, grandes logros profesionales, vida personal moralmente impecable, juicio superior, coraje y gusto, aumenten las filas de las élites naturales, voluntariamente reconocidas y den legitimidad a la idea de un orden natural de pacificadores, jueces y jurisdicciones superpuestas en competencia (no monopolista) y libre (y voluntariamente) financiados como existen incluso ahora en el campo del comercio y el transporte internacional. Una sociedad de puro derecho privado, como respuesta a la democracia y a cualquier otra forma de gobierno político (coactivo). (Hoppe 2001, p. 106)

Sí parece aquí en el caso de los diques que la estrategia de secesión que recomienda Hoppe fue usada por las comunidades frisonas. Aunque no esté claro si la libertad política fue la intención principal de hacer diques y colonizar el nuevo terreno, en la práctica sí alcanzaron la libertad política. Había autonomía. Había jurisdicciones superpuestas en competencia.[12] Había evolucionado una élite natural. El resultado fue una sociedad próspera, amante de la libertad y orgullosa (Brandt 1957, p. 197; Woebcken 1949, p. 46; Lammers 1953, p. 122).[13]

La aparición de un negocio – El sistema de “Oktrois”

No es sorprendente que poco a poco el estado se implicara en el lucrativo negocio de los diques. En un caso, el obispo de Brema firmó un contrato con un grupo de colonos holandeses a los que se concedió permiso para construir un dique y poner terrenos vírgenes en uso para la humanidad. Como escribe Reinhardt:

La primera indicación de una colonización planificada en el arzobispado de Brema aparece en un documento de 1106 (…) El contenido es un contrato de colonización, que el arzobispo Federico I firmó con un grupo de holandeses del área de Utrecht: “Damos a los solicitantes aquí nombrados los pantanos sin cultivar ubicados en nuestra diócesis”. (…) Le sigue un acuerdo acerca de los intereses a pagar. Luego se concede la libre jurisdicción. La alta jurisdicción sigue en poder del obispo. (1983, pp. 24)

Posteriormente, los soberanos quisieron participar en el “sector del dique” que empezaba a florecer. Robert Stadelmann escribe:

Aunque originalmente los granjeros fueron los responsables de la construcción de diques, desde 1500 cada vez más soberanos y príncipes se interesaron por el negocio de ganar terrenos y construir diques. Más tarde también los mercaderes ricos empezaron en el negocio de “ganar tierras”. (1981, p. 123)

Los soberanos empezaron a reclamar Außendeichregal (señorío sobre los diques exteriores). En otras palabras, reclamaban la propiedad de los “pólderes” (terreno ganado al mar) que iban a construirse en virtud de “decreto soberano”. Estas demandas encontraron una fuerte oposición. Sin embargo, Schleswig y Holstein mantuvieron su confederación con los reyes daneses de su tiempo y por tanto allí se aplicó la Außendeichregal. Esto llevó a un sistema de “oktrois” (Goldbeck 1991, pp. 143, 166, 171). El oktrois era el derecho a construir un dique y esta práctica fue común en los Países Bajos. En ese tiempo escribe Stadelmann:

Los “oktrois”, como se llamaban estos derechos, estaban ligados a cierto número de libertades, por ejemplo, exenciones de impuestos y cargas, derechos de propiedad sobre extracciones, libertad para posadas, cervecerías y molinos, libre caza y pesca, libertad para la construcción de iglesias y escuelas, etc. A menudo, los pólderes de los “oktrois” eran autónomos, teniendo su propia jurisdicción y poder de policía. (1981, p. 123)

Debido a las extensas libertades, los derechos del pólder del oktrois eran muy atractivos. Refugiados religiosos, incluso de los Países Bajos, llegaron por esta razón.[14] Los derechos los vendían las autoridades a grupos bien financiados, como funcionarios, empresarios, soldados y mercaderes, que luego comerciaban con los derechos. Los grupos financieros financiarían el dique asumiendo el riesgo de que una inundación tormentosa destruyera el lugar durante su construcción y venderían las parcelas. A veces, el príncipe ayudaría a fundar una asociación del dique. Los constructores de diques también creaban las normas para el mantenimiento del mismo y otros asuntos del pólder (Goldbeck 1991, p. 182). Por eso, el ejemplo histórico del oktrois puede considerarse como un buen ejemplo del caso de la cooperación con ánimo de lucro mencionada antes en nuestro análisis teórico en el que un empresario construye un dique para mejorar un sitio y vende las parcelas a los individuos.

Para el príncipe con una baja preferencia temporal, el sistema de  pólder del oktrois era una inversión muy lucrativa. Al vender el derecho al dique al principio, recibiría un pago por estos derechos limitados en el tiempo. Luego por una serie de años contratados la comunidad prosperaría en un estado de anarquía y la población aumentaría. Después de unos años de libertad, el príncipe podría fijar impuestos, como el impuesto de propiedad, que generarían ingresos constantes. Por tanto, el sistema de oktris funcionaba muy bien, como demuestra el hecho de que en Schleswig y Holstein en el siglo XVI se hicieron diques para 19 pólderes y en el siglo XVII se hicieran diques para 26 pólderes (Goldbeck 1991, p. 179).[15]

El fin de la construcción privada de diques

Las asociaciones de diques tuvieron una autonomía que los estados territoriales en desarrollo encontraban difícil de tolerar. A lo largo de 500 años, los soberanos de los estados cercanos fueron ganando control sobre los diques y sus zonas empleando una estrategia de palo y zanahoria. Como dice Goldbeck:

Las ambiciones de los soberanos, primero de los condes del este de Frisia y luego de los reyes de Prusia y Hannover, para ganar influencia sobre la autonomía y jurisdicción de las asociaciones de diques, no prevalecieron ad hoc. Sin embargo, con el tiempo, se produjo una cierta transferencia de poder de algunas unidades administrativas a las instituciones políticas superiores. Este proceso tuvo lugar gradualmente y puede trazarse a través del desarrollo de una legislación sobre diques cada vez más engarzada. (Goldbeck 1991, p. 142)

En el este de Frisia, el desarrollo de la construcción y administración públicas de diques que se inició con los duques de Cirksena empezó a expandir su influencia en las zonas de diques y sobre las familias colonizadores: la dinastía de los duques de Cirksena gobernó hasta 1744, cuando se extinguió. En ese momento, el este de Frisia pasó al gobierno prusiano (Woebcken 1949, p. 89; Teschke 1966, p. 55). En Dithmarschen no llegó al poder ninguna dinastía comparable a un condado y la república agraria permaneció independiente durante más de 300 años (Marte y Mäckelmann 1927, p. 207). Como escribe Goldbeck (1991, p. 104):

La república de los granjeros solo perdió su estatus en 1559 después de largas y esforzadas batallas, cuando perdió contra un ejército aliado del rey danés y los duques de Schleswig y Gottorfish. (Brandt citado en Goldbeck 1991, p. 104)

Los frisones de Wursten, que habían creado una comunidad comparable, se pusieron bajo el feudo del arzobispo de Brema y sufrieron el mismo destino. (Lehe citado en Goldbeck 1991, p. 104)

La derrota militar fue consecuencia de nuevos avances en los métodos de drenaje que hicieron posible secar los pantanos. Antes de esto solo había una o dos entradas a las marismas; ahora con la capacidad de secarlas, las enormes caballerías de los ejércitos eran capaces de llegar a los territorios independientes libres (Goldbeck 1991, p. 105).

Pero la extensión del poder del estado no estuvo siempre acompañada por una abierta violencia sangrienta. Normalmente se alcanzaba gradual y seductoramente. Uno de los primeros pasos dados por los soberanos era conseguir mayor influencia en la asociación del dique eligiendo el jurado de los diques. Otra forma era su reclamación de Außendeichregal debido a un interés fiscal, que generaba resistencia por parte de los granjeros libres. En respuesta, los granjeros libres se quejaron al Káiser alemán acerca de sus soberanos (Goldbeck 1991, p. 147). Esta controversia con las asociaciones de los diques solo se resolvió en 1744, cuando Frisia cayó bajo el gobierno prusiano. Después de las inundaciones tormentosas de 1717 y 1721 y la consiguiente reconstrucción, las asociaciones de diques de Frisia tenían grandes deudas. En 1744 Prusia asumió los pagos de deuda de las asociaciones de diques y empezó a hacer diques por su cuenta. En 1752, se acabó el primer dique de un pólder en nombre del rey Federico II y el terreno se vendió en parte a personas privadas y en parte de la comunidad de frisones del este (Hoogstraat 1996, p. 37; Woebcken 1949, p. 136).

El soberano también intentaba refundir las asociaciones de diques en otras más grandes y ganar influencia en la administración de los diques. Se introdujo la supervisión del estado y una restructuración organizativa en la Allgemeines Deichreglement (regulación general de los diques) en 1805. Se nombró por parte de Prusia un comisario de diques como funcionario en 1807. En 1815, después de Congreso de Viena, Frisia se puso bajo el gobierno del Reino de Hannover. En 1853 se adoptó la DSOfO [Deichund Sielordnung für Ostfriesland] (legislación de diques y compuertas), que dio a las agencias del gobierno poder supervisor sobre las asociaciones de diques (Goldbeck 1991, p. 149). Por tanto, las antiguamente autónomas asociaciones de diques se convertían cada vez más en entidades del estado en el siglo XIX.

El estado pagaba por esta creciente influencia con subvenciones en forma de créditos o avales. A este respecto, la DSOfO también indicaba que si la carga de las reparaciones era demasiado pesada para una asociación de diques, el estado pagaría dos tercios de los costes (Goldbeck 1991, p. 153). Además, se recurrió a soldados y prisioneros para ayudar a construir y reconstruir diques, sin salario. Se obligó a otros trabajadores a trabajar por salarios inferiores a los del mercado. Por fin, en el siglo XX, la jurisdicción de los diques recayó en entidades estatales, es decir, en Prusia, que en 1866 había alcanzado el control completo sobre Schleswig-Holstein y Hannover. La Wassergesetz (ley del agua) prusiana de 1913 mostraba otro fuerte cambio de poder de la asociación de diques al estado de Prusia. Las protección de los diques y las ganancias de tierras fueron realizadas cada vez en mayor medida por organizaciones públicas con el departamento prusiano de agricultura teniendo el control definitivo (Goldbeck 1991, p. 196).

Con las nuevas leyes del agua de 1937 (Wasserverbandsgesetz y Verordnungen über Wasser- und Bodenverbände), el estado finalmente controlaba todos los elementos de las asociaciones de diques. No es sorprendente que los nacionalsocialistas doblaran la financiación del estado a la construcción de diques desde un millón de Reichsmarks a dos. Se argumentaba que allí donde no fuera rentable para un negocio privado recuperar tierra alemana (Lebensraum) haciendo diques en el mar, el estado debería intervenir. Para lo nacionalsocialistas la financiación estatal tenía otras dos ventajas. Desde un punto de vista ideológico se crearían nuevas comunidades agrarias alemanas autónomas. Además, los enormes proyectos de construcción servirían para proporcionar empleo público para posibles partidarios. Así que se construyeron monumentos para dos de sus líderes, la Adolf-Hitler-Koog y la Hermann-Göring-Koog.[16]

En 1963, la legislación en la Baja Sajonia fue parcialmente reformada para proporcionar obra pública y en Schleswig-Holstein la legislación se complementó en 1971 y cambió en 1979. Las leyes del agua de Schleswig-Holstein del 7 de junio de 1971 (§58a, par. 2), muestran un cambio total final de responsabilidad de todos los aspectos de gestión del dique, desde la construcción a la reparación de daños del propietario al estado:

El mantenimiento y reconstrucción de los diques de protección de tierra y diques en “holms” [terrenos bajos llanos rodeados por agua], que son ahora tarea de las asociaciones de agua y terreno, quedan bajo responsabilidad del derecho público desde el 1 de enero de 1971, tras el cierre de estas asociaciones por el estado. Simultáneamente, las propiedades de las  asociaciones de agua y terreno pasan libres de cargas al estado. (Stadelmann (1981, p. 123)

Stadelmann apunta que

La nueva ley es una renuncia radical a los principios que estuvieron en vigor durante1.000 años, empezando con la construcción de los primeros diques en el norte de Frisia: El propietario en la marisma y en el pólder deja de tener responsabilidad personal en el dique. (1981, p. 123)

Para los diques que no sean de protección de tierra o estén en holms, de los que el estado no ha asumido explícitamente la propiedad y mantenimiento, el estado ha dulcificado el control de las asociaciones de diques con más subvenciones. Hoy el presupuesto financiero de las asociaciones de diques se divide en dos categorías. La primera categoría cubre los gastos ordinarios. La segunda categoría cubre los gastos extraordinarios. Los gastos ordinarios los pagan los miembros de las asociaciones de diques. Estos gastos financian la dirección y gestión diaria de la asociación del dique (aperturas de diques, máquinas de achique de aguas, etc.).

Los gastos extraordinarios, que son financiados por el estado, sirven para la construcción de nuevos diques (Goldbeck 1991, p. 207). El estado, habiendo acabado el periodo de las empresas privadas de diques, se ocupa ahora de la construcción de nuevos diques, no solo para proteger terrenos antiguos, sino asimismo para conseguir nuevas tierras del mar (Stadelmann 1981, p. 124). El presupuesto para gastos extraordinarios también sirve para aumentar la altura de los diques existentes, construir nuevos Landesschutzdeiche (diques de protección de terrenos), mejorar las entidades de protección del agua, barreras contra inundaciones, construcción de rompeolas[17] y obras en promontorios (Goldbeck 1991, p. 211). Los costes se dividen entre los estados y el gobierno federal. Una asociación de diques recibe subvenciones si la cuota de los miembros es mucho mayor que la de otras asociaciones y si hay daños extraordinariamente graves en el dique.

Como hemos visto, el estado hoy se implica en el mantenimiento y construcción de diques. Pero esto sencillamente no demuestra que los diques no se construirían sin el mandato del estado. Por el contrario, los registros históricos demuestran que ha habido diques (sin mandato del estado) y que estos diques sirvieron como protección para comunidades de gente libre. Aún en el siglo XX, se construyeron tres diques en el norte de Frisia por medios privados (Stadelmann 1981, p. 124). Solo con el paso del tiempo el gobierno ha asumido el control sobre los diques por la fuerza o mediante subvenciones corruptoras. Ahora el gobierno mantiene el control sobre los antes casi independientes territorios, cuyos residentes están encantados con las subvenciones. Los políticos pueden afirmar haber protegido las tierras frente al mar mediante diques públicos y subvenciones, pero el coste en realidad lo paga el gran público contribuyente. Desarrollar una argumentación, en Alemania, a favor de las provisión de bienes públicos por el estado sobre bases históricas, parece por tanto ridículo.

Tabla 1 La historia de los diques en Alemania: Visión general
1000 d C Se construyen los primeros diques a lo largo del Mar del Norte.
1300 Se completa el Anillo Dorado que protege toda Frisia.
1300-1500 Hay un periodo de gran prosperidad en la zona de los diques.
Siglo XV Se codifica el derecho común de los diques
Desde 1500 Los soberanos se implican en la floreciente industria de los diques privados (Se desarrolla un sistema de oktrois).
1559 Dithmarschen es conquistado por los duques de Schleswig y Gottorf y el rey danés.
1744 Prusia gobierna Frisia y empieza a asumir el poder de las asociaciones de los diques mientras empieza a subvencionarlas.
1853 El DSOfO aumenta más el control del gobierno sobre diques y los subsidios a estos.
1913 La Wassergesetz (ley de aguas) prusiana atribuye más responsabilidad al estado de Prusia.
1937 Una nueva ley de aguas permite un control total sobre las asociaciones de diques.
Siglo XX Se construyen en Alemania los tres últimos diques privados.
1971 Se aprueban las leyes del agua de Schleswig-Holstein; los diques se convierten parcialmente en propiedad pública; aumentan los diques públicos mientras se elimina la responsabilidad privada en los diques.

Conclusión

A primera vista, el argumento de los bienes públicos tiene sentido y está bien pensado, especialmente en casos como los diques. Pero no se cumple, al menos en el caso de los diques. No hay necesidad de que el gobierno proporcione los bienes públicos de los diques. Los análisis de acciones humanas individuales han demostrado que si la gente no construye diques o no “suficientes” diques, demuestra que quieren utilizar sus recursos para algo que valoran más. Si la gente no está de acuerdo en asumir la carga, obligándoles con impuestos a un “acuerdo” que no desean y construyendo un dique, evidentemente se rebaja el bienestar social. Al interpretar simplemente un “no” individual como un “sí” de la voluntad colectiva, el gobierno justifica su provisión de diques. Pero interpretar un “no” como un “sí” no puede justificar nada.

Hemos visto que empíricamente el negocio de la construcción y mantenimiento de diques ha sido históricamente privado, pero con el paso de los años esa responsabilidad fue asumida por el estado ansioso de poder. Los pólderes de los diques fueron zonas parcialmente autónomas que pueden considerarse  como sociedades independientes de derecho privado. Hoy la provisión pública de diques se ha convertido en un simple dispositivo para redistribuir riqueza a aquellos que se benefician de los diques. Confiar en la protección del gobierno frente al mar puede tener consecuencias devastadoras. Pues a veces no es siquiera una protección adecuada, como ha demostrado el caso de la mala gestión pública con respecto al huracán Katrina y el fallo de las compuertas en Nueva Orleáns.

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[1] Goethe (1990, part 2, pp. 468–69). Las siguientes son las palbras del agonizante Fausto al describer a Mefistófeles su máxima admiración por los héroes de la construcción gratuita de diques.

Ja! Diesem Sinne bin ich ganz ergeben,
Das ist der Weisheit letzter Schluß:
Nur der verdient sich Freiheit wie das Leben,
Der täglich sie erobern muß.

[2] Para una crítica general de la teoría de los bienes públicos, ver Block (1983), Fielding (1980), Hoppe (1989), Holcombe (1997) y Rothbard (2001, pp. 883-890).

[3] Sorprendentemente, Grossekettler califica y contradice posteriormente esta opinión diciendo que serían posibles proyectos de diques privados, aunque sigue viendo otros problemas (Grossekettler 2003, p. 576).

[4] Ver para esta línea de razonamiento, ibíd., p. 564.

[5] Sobre el concepto de la preferencia demostrada, ver Rothbard (1997, p. 212).

[6] Estoy en deuda con Gabriel Calzada Álvarez por apuntarme esta posibilidad.

[7] Para ejemplo históricos de producción privada de supuestos bienes públicos, ver Coase (1974) and Hoppe (2003).

[8] Frisia es una región costera en el rincón sudeste del Mar del Norte que se extiende desde el noroeste de Holanda a través del noroeste de Alemania y una pequeña parte del sudoeste de Dinamarca. Dithmarschen está también en el Mar del Norte, en la costa oeste de la península de Jutlandia, entre los ríos Eider y Elba y ahora forma parte del área de Schleswig-Holstein de Alemania.

[9] El proceso creativo de los diques está bellamente descrito en la literatura alemana y se hizo famoso por Goethe en su Fausto. Aquí Fausto quiere crear su propia tierra, una tierra fértil, confortable y libre, habitada por gente libre que merezca su libertad por luchar por ella cada día. Entusiásticamente, busca entre los trabajos de los constructores de diques y muere en lo que es para él su momento más feliz. Ver Goethe (1990, parte 2, pp. 464-469).

[10] Ver también Aubin (1955a, p. 25). En la p. 27, Aubin usa el término “anarquía” para describir la zona.

[11] Teschke (1966, p. 33) relaciona las libertades de los frisones con la institución de los diques. Aubin (1955b, p. 328) ve la construcción de los diques como un poder de construcción de comunidades.

[12] Sobre el concepto de jurisdicciones funcionales, superpuestas y en competencia, ver Frey y Eichenberger (1999).

[13] Aubin (1952, p. 30) describe a los frisones amantes de la libertad diciendo: Lieber tot als Sklav! (“¡Mejor muerto que ser un esclavo!”)

[14] El este de Frisia fue también refugio para todo tipo de sectas religiosas que no eran bienvenidas en sus patrias (Grochowina 2003, p. 395). De nuevo se viene a la cabeza la analogía con las colonias en América y la libertad religiosa.

[15] Bantelmann et al. (1996, p. 137), nombran 50 pólderes con diques en el norte de Frisia en los siglos XVI y XVII.

[16] Ver, para la construcción de diques nacionalsocialista Stadermann (1937, pp. 62-70).

[17] Un rompeolas en este caso es un muro construido en una playa para recoger y mantener piedras y guijarros.

Publicado el 15 de junio de 2007. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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