Aboliendo el Estado. ¿Por qué el Estado debe ser abolido?

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Brad Edmonds escribió seis artículos que tuvieron mucho éxito en Estados Unidos sobre la abolición del estado. Estos artículos han sido traducidos al castellano por Fernando LdL y posteriormente publicados por Manuel Lora en Vanguardist.org.

Los lectores normalmente no comprenden mi posición fundamental y se extrañan cuando digo cosas semejantes a “la constitución de los EE.UU. es un error irrelevante e ineficaz” o “no deberíamos bombardear ciudades en Irak y Afganistán “. Los lectores a veces me acusan de ser comunista o algo parecido cuando digo algo contrario a los postulados del Partido Republicano o los neoconservadores.

Primero, una cosa debe ser aclarada: La democracia representativa republicana no es lo opuesto al comunismo. Bajo nuestro sistema de gobierno actual todo el mundo es animado a votar lo que desee. Después, el Estado apunta sus armas contra la díscola minoría, que discrepa de la mayoría, y fuerza a los primeros a pagar dinero para sufragar aquello que no quieren. Esto es la perversión de la justicia. Es una concepción netamente errónea. Incluso en nuestros albores, cuando los senadores para el Congreso de EE.UU. no eran elegidos por el pueblo, sino designados por las asambleas legislativas de cada Estado (y por consiguiente, por extensión por los supuestamente mejores y más lúcidos), nuestra forma de gobierno no era más que una forma disfrazada del gobierno de la turba.

Lo verdaderamente opuesto al comunismo es el anarcocapitalismo, bajo el cual no hay Estado opresor, y ningún adulto está obligado a hacer aquello que no desee. Esto se extiende incluso a la justicia criminal. Los datos empíricos respaldan mi reivindicación de que este tipo de civilización sería más pacífica y próspera que cualquiera impuesta coercitivamente, y abarcan todos los años de la historia conocida, pudiendo ser descubierto en cualquier civilización que miremos. Para esto, sindico al lector a todo aquello que pueda encontrar en LewRockwell.com, Mises.org y, en Amazon.com, a buscar autores como Lew Rockwell, Mary Ruwart, Hans-Hermann Hoppe, y Bruce Benson. Si sigue mi consejo y lee todo lo que pueda de estos autores, en seis meses tendrá una nueva biblioteca, una montaña de conocimiento a lo que recurrir, y la convicción de que de que el coactivo Estado debe ser desmantelado.

Mientras tanto, el lacónico razonamiento de por qué debe ser abolido el Estado se sustenta en dos exposiciones. El Estado es una institución inmoral y es siempre ineficiente en la práctica.

El Estado es inmoral

Por tradición y lógica, el Estado para lograr sus fines tiene que recolectar tributos. Esto requiere robar, a punta de pistola dinero (propiedad privada) a todos sus súbditos, incluso a aquellos que no desean sus proyectos. Esto es robo a mano armada. No hay otro término que lo pueda definir. El Estado prosigue en su labor, primero porque tiene más armas que los saqueados, y segundo porque la población ha llegado a creer, tras tantos años de adoctrinamiento público, que semejante latrocinio es necesario para la conservación y progreso de la civilización.

Los filósofos más retorcidos están invitados a escribirme para discrepar, pero sostengo que es evidente que no hay ningún buen acto que para ser llevado a cabo requiera otro malo. Por ejemplo, “matar poca gente para salvar a mucha” nunca ha encontrado en la historia humana aplicación práctica fuera de la guerra, la cual siempre concierne a Estados, quienes imponen sus ideas y moral a los demás. No hay una emergencia natural o escasez de recursos que requiera la perpetración del mal para conseguir un bien. No está permitido conseguir un bien comenzando por un mal.

El Estado no funciona

No se ha encontrado un solo ámbito en el que la acción del Estado sea más eficiente o eficaz que la proveída por los empresarios en el mercado. Esto se refiere también, obviamente, a la sanidad y educación pública; incluso el público en general sabe esto. Ya es menos obvio (excepto para estudiosos de historia), que esto puede ser aplicado a las carreteras, la justicia y la defensa militar. Para datos empíricos sobre todo esto vuelvo a remitirme a los autores que ya nombré.

Hay dos razones por las que el Estado nunca funciona en la práctica. Primero, el 100% de los empleados estatales operan bajo incentivos distorsionados. Ningún empleado del gobierno tiene como regla cardinal el servir al cliente (este acicate empresarial), mientras que el 100% de los empresarios si. Los empleados del gobierno electo tienen incentivos solo para servir a la mayoría, y esto ha de conseguirse siempre a expensas de la minoría. La vía por la que esto funciona es para el Estado rapiñar lo máximo posible a la minoría para entregar bienes gratuitamente a la mayoría.

Los designados funcionarios de carrera tienen como incentivo expandir su territorio y agradar a sus jefes. Si sus jefes son electos –ver el párrafo anterior. Si sus jefes son burócratas de carrera, el incentivo de los funcionarios subordinados es gastar todo el dinero posible, y después decir al año siguiente que necesitan más. De esta manera, su objetivo es ineficiente –lo opuesto de servir lo mejor al cliente.

Finalmente, los funcionarios son sindicalistas irredentos. Los sindicatos trabajan para salvar empleos, pero siempre a expensas de los consumidores. Lo único que interesa a estos últimos es juzgar y recompensar a cada empleado individualmente, basándose en el servicio dado. Los sindicatos trabajan por el objetivo opuesto, siempre pidiendo mayores salarios y menos trabajo. Únicamente para esto pagan los sindicalistas sus cuotas.

La segunda razón por la cual el gobierno nunca puede funcionar se debe a la creación de leyes que impone coactivamente a la totalidad de la población. Primero, las leyes estatales pueden tener –la mayoría de las veces así ocurre – consecuencias imprevistas.: Las leyes de salario mínimo siempre desembocan en más paro y crimen; las leyes de “igualdad de oportunidad” en el trabajo provocan siempre la contratación basada en el color de la piel en vez de aquella fundamentada en la capacidad individual. La Ley de Americanos Discapacitados ha provocado muchos conflictos en los lugares de trabajo, especialmente en el servicio de Correos de USA, etc.

Segundo, las leyes del Estado son utilizadas siempre para aventajar a aquellos que tienen incentivos para hacer el mal. Por poner un ejemplo, los contaminadores tienen permitido contaminar hasta cierto nivel por la EPA (Environmental Protection Agency). De esta manera, los contaminadores no tienen responsabilidad alguna para con los terratenientes cuya flora y fauna han destruido en tanto en cuanto pueden probar que están dentro de la ley. Si la gente tuviese auténticos derechos de propiedad, buscarían la restitución apoyándose en los daños ocasionados, y no en las leyes obedecidas. Bajo las circunstancias actuales los juicios se pierden o ganan teniendo en cuenta solamente si se respetaron las leyes positivas, y el daño irrogado es irrelevante. En otro caso, Enron utilizó leyes contables para evitar perdidas en la balanza de pagos de otras compañías de las que ellos eran copropietarios. Enron realizó compañas de contribución para comprar el favor y el silencio de los legisladores americanos. Fue la bolsa la primera que advirtió de los “problemas” de Enron.

Tercero, el Estado crea ineluctablemente perdedores, consiguiendo escenarios de ganar/perder, mientras que en el mercado son de ganar/ganar. Todas las leyes gubernamentales crean ganadores y perdedores, excepto las leyes penales, que nos hacen perdedores a todos. Bajo el Estado coercitivo, normalmente los criminales salen de las prisiones peor de como entraron, y las víctimas son obligadas a punta pistola a pagar la estancia y mantenimiento de estos. Además, las víctimas tienen escaso derecho a la restitución. Mencioné las leyes de medio ambiente, las cuales hacen parcialmente ganadores a los contaminadores y totalmente perdedores a todos los demás. Elija la ley que desee y encontrará inmediatamente un perjudicado.

Pues tal es mi postura. No confundan la crítica hacia la constitución de los USA, a la jura de lealtad, o a la guerra preventiva americana, con el comunismo. Ambos, el sistema americano de gobierno y el anticuado soviético comunista, tienen de base el mismo mecanismo: La fuerza letal aplicada a la totalidad de la población para abastecerse (el Estado) de lo necesario sin tener que justificarse.

Que el Estado es moralmente inicuo es razón suficiente para abolirlo, incluso si las soluciones del mercado no fueran una mejoría. Que estas soluciones son siempre mejores –más eficaces, más pacíficas, más justas, más productivas- debería ser todo lo necesario para convencer hasta al estatólatra más impenitente de que todos los gobiernos deberían ser desmantelados. Lastima que las estadísticas se encuentren denigradas por sus motivaciones personales.


Brad Edmonds es Licenciado en Artes, Master en Administración de Empresas, MS (Master en Ciencias de la Psicología) y DMA (Doctor en Artes de la Música). Actualmente es banquero en Alabama, y escribe regularmente en LewRockwell.com y en el Ludwig von Mises Institute. Ha publicado un libro llamado “There’s a Government in Your Soup“.

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