10 lecciones de economía (que los gobiernos quisieran ocultarle) – Capítulo 4

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Los Estados son los causantes de las recesiones y depresiones como la de 1929 y la actual (2008- )

La historia y teoría de los ciclos económicos es sin duda uno de los campos más apasionantes de la Economía. Se ha buscado explicación en el cambio tecnológico (Kondratieff), inversión para infraestructura (Kuznet) y otros pero sin duda las tres teorías más importantes las propusieron los líderes de las tres escuelas de Economía más importantes de la disciplina. Keynes, reviviendo las viejas falacias mercantilistas planteaba que podía haber subconsumo en el sistema económico y por ende el Estado debía entrar a poner las cosas en movimiento por medio de gasto público e inflación que vuelva nuevamente rentables los proyectos empresariales. Milton Friedman de la Escuela de Chicago se adhiere parcialmente al keynesianismo y refuta la existencia de un efecto multiplicador del gasto público por medio de una investigación que reveló la nula utilidad durante 40 años de dicha política, pero sigue considerando la política monetaria (es decir, el inflacionismo) como indispensable para evitar una supuesta recesión. En claro contraste con keynesianos de izquierda y derecha, se yerguen las figuras de Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, de la Escuela Austriaca.

En su “Teoría del dinero y el crédito”, Mises aplica el análisis marginalista al dinero, haciendo por la ciencia económica lo que Menger, Walras y Jevons habian hecho para todo el resto de bienes en la llamada revolución marginalista. El aporte vital de Mises consiste en explicar la aparición del dinero como un producto del uso repetido y el trial and error, y exponer mediante su teorema de la regresión, el por qué la gente acepta papel-moneda cuando evidentemente está respaldado en promesas de la clase gobernante. Voltaire ya dijo en su momento que el papel-moneda tiende a su valor intrínseco, es decir, a cero. Mises nos explica rigurosamente entonces la importancia de las instituciones como el dinero, la banca y los contratos financieros. Y sobre todo, de la tasa de interés. Esta constituye el precio de precios, el precio más importante y delicado de una economía. ¿Por qué? Las distintas agendas de consumo, ahorro e inversión en una sociedad se ven reflejadas en la tasa de interés, cuyo origen para empezar, es la preferencia temporal de los actores humanos. Pero una distorsión de este precio causada por intervención gubernamental, no es como una intervención sobre cualquier otro bien.

Es cierto, la carestía y los mercados negros serán efectos inevitables también. Pero en este caso, la tasa de interés es un precio referencial para la evaluación de proyectos. Y como el profesor de Mises y ex ministro de finanzas de Austria que evitó una hiperinflación como la que asolaba a Alemania en su tiempo -Eugen Böhm Bawerk- enseñó, los procesos más largos y productivos se emprenden solamente cuando existe ahorro previo suficiente y por ende, cuando la tasa de interés es baja reflejando la realidad del crédito. ¿Qué ocurre si la tasa de interés es intervenida por la banca central u otros mecanismos perversos? Muy simple: se emprenderá proyectos que son inviables desde el punto de vista de su demanda efectiva e insustentables desde el punto de vista de su financiamiento. ¿Y qué ocurre si esa distorsión ocurre via expansión artificial del crédito por encima del ahorro real de la gente como se vuelve posible cuando existe banca central? Mucho peor, pues la distorsión será mucho más severa, llevándonos a un escenario aún más complejo de boom-recesión, con la inevitable destrucción de riqueza en el proceso, dejando a las sociedades más pobres.

 

Es decir que presenciaremos el proceso siguiente en una economía moderna:

 

1º La banca concede masivamente nuevos préstamos y se reduce la tasa de interés.

2º La expansión crediticia se traslada en forma de malas inversiones hacia proyectos alejados del consumo que antes de la misma no resultaban rentables.

3º Sube el precio de los bienes de capital.

4º Sube la Bolsa.

5º Se alarga artificialmente la estructura productiva.

6º Aparecen importantes beneficios contables en el sector de bienes de capital.

7º El sector de bienes de capital demanda más trabajadores

8º En algún momento se detiene el ritmo de crecimiento de la expansión crediticia: sube el tipo de interés. Cae la bolsa (crash).

9º Los precios de los bienes de consumo comienzan a crecer en términos relativos más que los salarios.

10º El sector del consumo experimenta beneficios contables (aumenta su demanda).

11º El sector de bienes de capital experimenta grandes pérdidas contables.

12º Se despiden trabajadores de las industrias de bienes de capital.

 

Refinar y presentar esta teoría del ciclo económica basada en las realidades e implicaciones de la acción humana, le valió al alumno de Mises, Friedrich A. Hayek, el premio Nobel en 1974, y su exposición más completa hasta el momento se encuentra en “Dinero, crédito bancario y ciclos económicos” del prof. Jesús Huerta de Soto, catedrático español.

Ante este panorama de causas intervencionistas y de ninguna manera endógenas al mercado, cabe preguntarse si las medidas anticíclicas pueden hacer algo distinto que retrasar la recuperación. Un artículo del New York Times del 26 de Enero de 2009, evaluaba por parte de investigadores bastante imparciales la efectividad de las medidas keynesianas a lo largo del siglo XX en las recesiones estadounidenses. El veredicto no era nada halagador: en la mayoría de los casos o no se aplicaron o se aplicaron tarde dichas medidas, y la recuperación vino por sí sola, es decir porque el mercado generó nuevamente procesos de coordinación y siguió su marcha hacia adelante. Es decir, que a fin de cuentas la Ley de Say prevalecía por sobre la visión keynesiana. Pero las medidas monetaristas de Friedman y la Escuela de Chicago tampoco alivian las recesiones. Para empezar pues carecen al igual que los Keynesianos de una teoría medianamente satisfactoria del capital y la estructura intertemporal de la producción, por lo cual creen que pueden manipular variables sin consecuencias inintencionadas por doquier. Pero además su aversión a las deflaciones como si estas fueran causa y no efecto de las recesiones, les afecta adicionalmente en su comprensión del fenómeno. Cuando existe una caída de precios por productividad, bajan precios de bienes de consumo pero también de los factores de producción, por lo cual la rentabilidad y hace más fácil a los emprendedores pagar los créditos bancarios. Por ende no tiene nada de malo y todo de favorable. A la que habría que prestar atención es a la deflación recesiva, que es algo totalmente distinto en orígenes, pero también es inevitable para que los precios se ajusten a la nueva situación. Las rigideces de salarios y otros precios generadas por el intervencionismo solamente entorpecen pero no impiden esta segunda clase de ajuste de precios a la baja.

Es más, debe decirse que el crash de 2008 y la recesión de 2009- se deben precisamente a que las ideas de Friedman sobre el dinero y el credito fueron las predominantes. Y podemos ver en la política de Bernanke y Paulson precisamente eso: ya que restituir la tasa de interés a niveles en el 2008 desató la parte final del proceso antes descrito, ahora pretenden sacar a los EEUU (y en buena parte a mitad del planeta) de una recesión que se agrava a cada momento, por medio de nuevas inyecciones de crédito. Como vemos, ni el gasto público ni la inflación monetaria son beneficiosos en este punto.Esto sólo puede crear distorsiones adicionales entre consumo e inversión, que se sumarán a las anteriores e impedirán la recuperación. Desde luego, lo que se necesita a todas luces es un proceso de liquidación de malas inversiones, que libere recursos para emprender procesos productivos asentados en la realidad del ahorro y la capacidad de consumo -ahora disminuida- de los estadounidenses.  En realidad, la recesión post-boom es una fase muy deseable, pues implica el saneamiento de la economía y el retorno a un cauce de crecimiento sobre bases reales. Intervenir para cualquier cosa que no sea eliminar intervenciones previas, liberalizar precios y proteger a los asalariados y ahorristas de mayores depredaciones estatales, traerá efectos peores como lo demuestra la historia del siglo XX y sus bancas centrales, empezando por la Gran Depresión de los 1930’s.

El problema con las políticas monetaria y fiscal propias del intervencionismo es que siguen siendo política. Es decir, imposición por la fuerza, por sobre las preferencias y los precios formados en intercambios legítimos de propiedad, es decir, en el mercado. Pero para quienes la ética no sea una preocupación esencial, bastará con señalar si son efectivas o no. Y el veredicto es que no sólo no ayudan sino que empeoran gravemente la situación que pretenden mejorar. Si la primera regla del código hipocrático de la medicina es “ante todo, no dañar”, la primera regla de un código similar para economistas debe ser: “si no lo entiende por favor no ayude, que me está haciendo daño”.


El resto del libro lo pueden encontrar en formato Kindle (para iPad o PC también) en http://bit.ly/10Lecciones.

Juan Fernando Carpio es economista de la Escuela Austriaca, coach empresarial e individual (motivación, liderazgo, crecimiento personal) y articulista bajo la perspectiva libertaria. Escribe regularme en el Instituto Ludwig von Mises Ecuador y en su blog personal que pueden encontrar aquí.

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