Independiente de los votantes, pero no de los políticos
Es importante que el banco central es independiente de los ciudadanos en este sentido, pero, en la práctica, no es independiente de los políticos. Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal, es citado declarando: “Nunca dije que el banco central sea independiente”, aludiendo a declaraciones similares en dos libros que ha escrito y apuntando a presiones políticas desde un banco para limitar significativamente el rango de discreción del Comité Federal de Mercados Abiertos. Este banco central institucionalmente independiente, pero dirigido políticamente, encabeza un proceso que permite un gasto público en buena medida ilimitado. Expande el crédito y permite dinero fiduciario, que se produce sin limitación en la práctica. El dinero fiduciario permite al gobierno emitir deuda, algo que, al menos hasta ahora, también se ha realizado sin restricciones. La deuda pública ilimitada permite un crecimiento sin restricciones en el gasto público. La ciudadanía no tiene poder para cambiar esto mediante ningún mecanismo de voto. Así que el estado se libra de tener que recaudar impuestos antes de poder gastar y, como explicaba Mises, en ese caso no hay limitación en absoluto para el gobierno:
El gobierno solo tiene una forma de ingresos: los impuestos: Ningún impuesto es legal sin consentimiento parlamentario. Pero si el gobierno tiene otras fuentes de renta puede librarse de este control.
En otras palabras, cuando afrontan la posibilidad de represalias de los votantes, los miembros del Congreso son reticentes a aumentar los impuestos. Pero si el gasto público ya no necesita impuestos, el gobierno es mucho más libre para gastar. Sin restricciones en el gasto público, no hay restricciones a la misión del gobierno o al crecimiento de la burocracia que administra el gasto. El resultado es un continuo aumento en las regulaciones y una continua expansión del poder del estado.
¿Se ha autolimitado el banco central?
En los cien años desde la creación de la Reserva Federal en 1913, el gasto público federal de EE. UU. ha crecido de 15.900 millones de dólares a un presupuesto de 3.778.000 millones de dólares en 2014 (una cifra a la que ahora nos referimos como 3,8 billones para que el numerador no parezca tan indignante). El gasto en porcentaje del PIB ha pasado del 7,5% al 41,6% en el mismo periodo. Una comparación del crecimiento de la regulación es más difícil, pero hoy se publican anualmente más de 80.000 páginas en el Registro Federal, frente a las menos de 5.000 anuales en 1936. Por tanto, lo evidente es que votar no supone ninguna diferencia para este río de lava de gasto y regulación. Sea cual sea la voluntad de la mayoría del momento, el gasto público y el poder del gobierno continuarán expandiéndose, con la consecuente reducción en el crecimiento económico que es el objetivo principal de la sociedad que está siendo gobernada. John Locke opinaba que, cuando los gobiernos “actúan contrariamente al fin para el que fueron constituidos”, están en un “estado de guerra” con los ciudadanos y la resistencia es legítima. (Dos tratados del gobierno, p. 74). La teoría y la práctica de los mercados no intervenidos y la libertad individual son particularmente relevantes en tiempos de elecciones.
Publicado originalmente el 10 de diciembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.