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Los siete hábitos de los libertarios altamente efectivos

¿Qué significa ser un defensor efectivo de la libertad? Significa amar lo que haces y adoptar modelos sostenibles de pensamiento y de vida que contribuyan a hacer del mundo un lugar más libre.

La sostenibilidad es la clave. La mayoría de los ataques de hoy a los amantes de la libertad incluye la falacia de que el libertarismo es una ideología para idealistas (o tal vez para engañados) o niños, no para adultos. Claro, uno puede sentirse extasiado por los escritos de Bastiat, o Rand, o Rothbard cuando está en la escuela secundaria o en la universidad. Pero, una vez que se ingresa en el mundo real, dicen, uno madura y renuncia a las ilusiones de un mundo más libre.

Yo no lo creo. Dentro del campo de la libertad encontramos el camino de la prosperidad, la paz social y el florecimiento humano. Cada limitación a la libertad de pensamiento, la acción y la propiedad priva al mundo de creatividad, riqueza y progreso.

Y, sin embargo, la libertad no acaba de consolidarse en un mundo amenazado constantemente por diversas formas de despotismo. Hay que ganarla de nuevo en cada generación. De hecho, son los que se consideran a sí mismos adultos —capaces de tomar decisiones importantes para el resto de la humanidad— quienes se convierten en la nueva generación de déspotas.  Resistir este nivel de arrogancia y reconocer la verdad de nuestras limitaciones constituye el fundamento mismo de la madurez intelectual y moral.

Seguramente, la madurez nos permite ver los límites del poder. Seguramente, la causa de la libertad merece nuestro esfuerzo de toda una vida.

No obstante, existe una plausibilidad superficial en las reclamaciones de los críticos, porque existe una tendencia en los libertarios a renunciar a la esperanza. Yo he conocido a muchos que perdieron su entusiasmo por la libertad por diversas razones, ninguna de ellas estrictamente intelectual. Las personas pueden comenzar a sentirse desmoralizadas al descubrir lo poco que pueden hacer para cambiar el mundo. La brecha entre los sueños y la realidad se hace muy grande. El idealismo se desvanece cuando uno siente que está golpeando la cabeza contra un muro de ladrillos.

¿Qué se puede hacer para mantener la pasión por la libertad durante toda la vida? Aquí están mis sugerencias: siete hábitos para fomentar el apego a la libertad a lo largo de toda la vida, y para vivir una vida que suponga la mejor contribución posible al bienestar humano.

1. Opóngase a la opresión, pero ame aún más la libertad.

El despertar de la conciencia libertaria se produce con frecuencia en dos etapas.

En primer lugar, uno se da cuenta de que no existe tal cosa como un Estado distinto de la sociedad en general, un hecho que amplios sectores de las ciencias sociales (por no hablar de los grandes medios de comunicación) tratan de encubrir. En segundo lugar, está la nueva conciencia de que el Estado es distinto de todas las demás instituciones de la sociedad, ya que utiliza la fuerza agresiva para lograr sus objetivos. Además, el Estado en realidad no logra los objetivos que promete. Más bien vulnera derechos, socava logros económicos, fomenta la dependencia, y sirve a una clase dominante y no al público en general.

En este punto de su trayectoria intelectual, uno se da cuenta de que las alternativas convencionales de la izquierda y de la derecha dejan mucho que desear; ninguna de ellas implica la aplicación totalmente coherente de una oposición de principios al poder.

Surge un nuevo conocimiento. Puede dar lugar a un justo enfado. Uno ve por primera vez la diferencia entre cómo es el mundo (que a menudo puede parecer oscuro y sombrío) y cómo podría ser. Puede ser tentador centrarse en los aspectos negativos: las guerras, los abusos policiales, la corrupción, el saqueo de personas productivas, las injerencias políticas, etcétera.

Este enfado es el motivo que explica por qué tantas fuentes de noticias de tendencia libertaria están repletas de noticias terribles. Pero ¿cuántas malas noticias puede asumir una persona? No tenemos medios para corregir directamente los errores o para cambiar el mundo a mejor de una sola vez. Fijarse en el mal que no podemos cambiar sólo puede conducir a la desesperación: una trampa en la que caen muchos libertarios.

Es crucial no sólo pensar en el problema, sino también fijarse en las soluciones que se dan a nuestro alrededor. Tenemos que aprender a fijarnos en las maravillosas empresas que comienzan y tienen éxito todos los días, en la belleza de la interacción humana espontánea, en el orden y la prosperidad que surgen del ejercicio de la elección humana. Debemos emocionarnos por la variedad de formas en que las personas llevan sus vidas desafiando informalmente el plan central. Podemos admirarnos por las creaciones que nos rodean y que nunca fueron proyectadas ni aprobadas por políticos, ni por expertos  pagados por ellos.

En otras palabras, centrarse en las soluciones, y no sólo en los problemas, puede alegrarnos el día y dar lugar a creatividad al servicio del bien. La libertad no es sólo la ausencia de opresión; es la presencia de vida bien vivida, y de las instituciones que surgen a pesar de todos los esfuerzos por impedirlas. En este sentido, la libertad está floreciendo en todo el mundo. Si somos capaces de concentrarnos en promover el cambio positivo, en lugar de insistir en lo que está mal en el mundo, nuestra tarea se vuelve más agradable, y la dedicación a la libertad se vuelve más sostenible.

2. Lea abundantemente y tenga confianza en sus ideas.

Los debates políticos pueden ser divertidos, pero también pueden ser estridentes y poco productivos, con dos bandos que se pelean y no hacen ningún progreso intelectual. Producen más calor que luz. Si uno quiere cambiar ese patrón, debe tener la confianza de poder escuchar con atención otras ideas y no sentirse amenazado por ellas. La confianza intelectual permite que uno pueda responder de forma bien fundamentada, en lugar de beligerante. Permite ser reflexivo, en lugar de reactivo.

Piense en la diferencia  que existe en el modo en que un matón callejero y un experto en artes marciales se comportan en un combate. Uno es iracundo, amenazante, y temerario. El otro es tranquilo, inteligente y eficaz. En un combate mano a mano entre los dos, será este último quien gane. ¿Por qué? Porque el experto en artes marciales tiene habilidad real, mientras que el agresor sólo tiene pose y emoción. Los libertarios deben ser como expertos cualificados, y mostrar la confianza que se deriva de esa disciplina. Pero convertirse en cinturón negro en libertad lleva tiempo y aprendizaje; no sucede de un día para otro.

También debemos conocer los argumentos de nuestros oponentes mejor que ellos, y estar preparados para responderles de modo justo y sin caricaturizar, elaborando nuestros propios argumentos de modo que sean realmente persuasivos, y no sólo convincentes o llamativos. Ello requiere que pasemos algún tiempo leyendo y estudiando otras tradiciones de pensamiento. Nuestra biblioteca debe ser amplia, y debe incluir todas las disciplinas y puntos de vista.

Nunca debemos rehuir ideas que son diferentes a los nuestras. A veces nuestros adversarios intelectuales —incluso cuando están completamente equivocados— son nuestros más valiosos benefactores. Nos ayudan a resolver problemas, a afinar nuestras habilidades, y nos inspiran para investigar y leer más. Este es el modo en que mejoramos. Después podremos aceptar debates sin temor.

Este enfoque nos hará mucho más eficaces a largo plazo. La grandilocuencia o los tópicos pueden dejar fuer de juego a los oponentes, pero ¿es lo que gana los corazones y las mentes? No es probable. Como Ludwig von Mises subrayó en su gran libro de 1927 El liberalismo, son la razón, los buenos argumentos y la reflexión —en combinación con un genuino deseo de hacer un mundo mejor— los que salen victoriosos.

No queremos silenciar a nuestros oponentes, haciendo que se refugien en su manera cómoda y acostumbrada de pensar. Queremos que nuestros oponentes sigan haciéndonos preguntas, para seguir poniendo a prueba nuestras ideas mientras les convencemos. Queremos que ellos sigan hablando con nosotros y con los demás. Que haya debate es un signo de curiosidad y apertura al que debemos dar la bienvenida.

3. Mire más allá de la política.

Para la mayoría de los libertarios, la política es el punto de partida. No hay nada de malo en ello. Es típico de la cultura americana, que lleva a cabo campañas para que la gente se interese por las grandes cuestiones como el significado de la libertad humana, el papel del Estado, si la guerra es necesaria, etcétera.

Pero sólo se necesitan una o dos campañas antes de que la gente se dé cuenta de que la política no es un modo muy efectivo de cambiar el mundo a mejor. Nuestros votos importan muy poco, si es que importan en absoluto. Por lo general votamos sólo personas, no políticas. Y la gente en política tiende a traicionar los principios. Si apostamos demasiado fuerte por los políticos —cuando hasta el mejor de ellos enfrenta un sistema mucho más grande de lo que puede controlar—, nos sentiremos frustrados e impotentes. Además, no hay asunto más desagradable en el planeta. El mundo político está definido  por las calumnias y los engaños.

Trabajar en las campañas como un bien de consumo está muy bien, si ese es el tipo de cosas que a uno le gustan. Algunas personas lo disfrutan. Pero seamos realistas. Considerándolo como una bien productivo —como un medio de producir buenos rendimientos— es en gran medida una ilusión. La política tiende a ser un factor de retraso del cambio social, más que de fomento. Los primeros pasos hacia el cambio son culturales, y no políticos. La política es reactiva, no proactiva. Si somos capaces de hacer una contribución a la evolución intelectual y de fomentar la cultura de la libertad, el resto vendrá por sí solo.

Existen muchas otras formas de marcar la diferencia fuera de la política. Piense en el modo en que la economía de las aplicaciones móviles está desafiando el statu quo en casi todas las áreas del comercio. Monopolios municipales de taxi están sufriendo la competencia de las aplicaciones de intercambio de transporte. Las soluciones habitacionales peer-to-peer están poniendo patas arriba las leyes de zonificación. La criptodivisa está desafiando al dinero nacionalizado y a los sistemas de pago anticuados. La educación en el hogar y la educación online están desbordando incluso el sistema educativo del Estado. Estos esfuerzos ya han logrado más que cualquier reforma de arriba hacia abajo.

De hecho, todas las empresas start-up representan una especie de acto revolucionario contra el statu quo, a pesar de los reglamentos y los saqueos del Estado que han conspirado para prevenirlo. Su existencia es una prueba de que no existe una cantidad de control tal que pueda detener la creatividad humana. Al fin y al cabo, al mirar en retrospectiva nos daremos cuenta de que las empresas de nueva creación han contribuido de manera más intensa a la libertad que todas las campañas políticas juntas. Los libertarios han entendido desde hace tiempo que las soluciones de abajo hacia arriba a los problemas sociales funcionan mejor que las iniciativas de arriba hacia abajo. Lo mismo ocurre con la construcción de una sociedad libre.

4. Vea a todo el mundo como un amigo ideológico.

¿Conoce a alguien que realmente se oponga a la libertad humana? Yo no. Lo que sucede es que todos tenemos diferentes formas de entender esa idea, y tenemos también diferentes niveles de tolerancia en lo que respecta a su aplicación incoherente. Debemos ver a todos como aliados potenciales en una gran causa, sin distinción de sexo, raza, religión o condición en la vida.

La política democrática moderna divide a las personas por su pertenencia a grupos de interés. De acuerdo con el espíritu que prevalece, las mujeres deben preferir un conjunto de políticas, y los hombres otros. Los negros quieren las cosas de una manera, los blancos de otra, y los hispanos de otra distinta. Jóvenes y viejos se oponen entre ellos, al igual que ricos y pobres. De esta forma, tal y como Frédéric Bastiat no se cansó de señalar, la política divide a la gente, creando una guerra de todos contra todos.

Pero los liberales clásicos siempre hicieron hincapié en que la libertad significa la armonía de intereses entre todos los grupos. Sólo los verdaderos liberales favorecen el bien común de todos, porque quieren eliminar la principal fuente de división en la sociedad. Ellos están a favor de permitir que todos los grupos y personas cooperen, se asocien, intercambien, y produzcan en su beneficio mutuo. La sociedad puede regularse mejor a sí misma de lo que puede hacerlo cualquier planificador central.

Darse cuenta de esto hoy en día, en una época de guerra fría entre los grupos, requiere cierta mentalidad magnánima. A menudo es necesario reconocer la justicia de las reclamaciones colectivas de víctimas, y llamar la atención sobre cómo el Estado ha creado el problema en primera instancia. Esto es pertinente para una amplia gama de problemas de la sociedad, desde el desempleo hasta el racismo institucionalizado o la pobreza crónica, la explotación y la guerra. No es que todos tengamos diferentes objetivos; es que no estamos de acuerdo en los medios para alcanzar dichos objetivos.

Inicie todas las discusiones presumiendo que la otra persona es un potencial amante de la libertad. Cuando alguien diga algo correcto y verdadero, hágalo suyo y extraiga de él toda la verdad que contenga. No se desanime si no logra un converso inmediatamente. Al igual que con todos los intercambios de ideas, el objetivo debe consistir en plantar las semillas, no en cosecharlas. Estos esfuerzos sutiles pero persistentes son el medio que permite ganar los corazones y las mentes para la causa de la libertad.

5. No tenga todas las respuestas.

Es típico de los no libertarios exigir respuestas completas y exhaustivas para todos los problemas humanos que en la actualidad se abordan mediante fórmulas estatistas. ¿Quién va a cuidar de los pobres? ¿Cómo funcionará la educación? ¿Cómo obtendrá la gente un seguro sanitario? ¿Qué se debe hacer al respecto de los problemas de racismo, de misoginia y de intolerancia religiosa? Y, por encima de todo, ¿quién construirá las carreteras? (No importa que en la actualidad las carreteras estén construidas por empresas privadas mediante contratos con el Estado.)

Resulta tentador tratar de dar respuestas completas. Y la historia puede ofrecer algunos consejos y guías importantes al respecto que nos dan una visión de lo que podría ser. Merece la pena llamar la atención sobre cómo la intervención gubernamental ha desplazado a una amplia gama de industrias privadas: escuelas, carreteras, ayuda mutua, registros de propiedad, tribunales, y muchas más. Al mismo tiempo, debemos evitar la tentación de construir un plan central diferente para la libertad. Si mordemos ese anzuelo, estamos abocados al fracaso.

No tenemos todas las respuestas. En libertad, descubrimos las respuestas a través de un proceso continuo de prueba y error. Una sociedad abierta existe para dejar la máxima cantidad de espacio a la innovación y al descubrimiento.

Hayek tenía razón en su increíble ensayo “Los fundamentos de la libertad“:

La libertad que se concede sólo cuando se sabe de antemano que sus efectos serán beneficiosos no es libertad. Si supiésemos cómo iba a emplearse la libertad, el debate al respecto de ella en gran medida desaparecería…  Nuestra fe en la libertad no se basa en los resultados previsibles en circunstancias particulares, sino en la creencia de que, en conjunto, libera más fuerzas para lo bueno que para lo malo… Es precisamente porque no sabemos cómo van a emplear su libertad los individuos por lo que es tan importante.

Como Leonard Read solía decir, la característica más notable de la libertad individual es su humildad. Se remite a los resultados de la acción humana, y no trata de diseñarla con antelación. La libertad no significa el gobierno a cargo de los libertarios inteligentes que saben más que nadie. Significa la eliminación de las fuentes institucionalizadas de poder que gobiernan con la arrogante presunción de que sólo hay una manera de administrar la sociedad, y que la sociedad puede y debe ser gestionada.

No hay nada de malo en responder a los críticos de la libertad diciendo “No conozco las respuestas, pero tampoco las conocen los políticos y los burócratas, de modo que no están en condiciones de imponer sus ideas sobre el resto de nosotros. Necesitamos libertad para resolver los problemas sociales por nosotros mismos. Si usted ve un desafío que debe ser resuelto, puede estar seguro de que otros también ven el mismo problema. Trabajemos juntos para encontrar las respuestas. La libertad es una condición necesaria para encontrar las mejores soluciones”.

6. Haga su vida.

Una vez que uno se da cuenta de que vivimos bajo un plan central que tiene por objeto nuestra vida y nuestra propiedad, puede uno empezar a ser creativo sobre la búsqueda de alternativas. Puede usted emplear tecnologías para encontrar un nuevo enfoque de la educación. Puede encontrar mejores vías hacia el éxito personal. Puede administrar mejor sus finanzas sin la deuda personal alentada por las políticas de la Reserva Federal. Puede usted modificar sus aparatos domésticos de forma que los haga funcionar mejor de lo que permiten las regulaciones.

Un modo en que los grupos de presión estatistas han aumentado el poder del gobierno ha sido encontrando formas de aplicar sus principios en la vida pública. Los verdes se han convertido en maestros de esta técnica. Ellos han construido toda una liturgia para nuestras vidas que hace que reciclemos, montemos en bici, racionemos las basuras, tomemos duchas cortas, y así sucesivamente —sin importar que estas cosas no hagan casi nada por el medio ambiente. La clave es personalizar la política (lo contrario del principio de la izquierda de politizar a las personas).

Nosotros los libertarios podemos personalizar la política mediante la búsqueda de vías alternativas para el plan central. Estos pasos son muy importantes porque contribuyen a la libertad real en nuestras vidas. No es sólo una abstracción que albergamos en nuestras mentes, una vaga esperanza de un mundo que puede ver la luz o no en el futuro. Las oportunidades para vivir en libertad están a nuestro alrededor. Lo único que necesitamos es ojos para ver, y valor para actuar.

Antes de que Ayn Rand escribiese La rebelión de Atlas, ella sabía que no bastaba con escribir una novela sobre un orden social en descomposición bajo la mano de hierro de un gobierno corrupto. Necesitaba personajes que se sintieran facultados para hacer algo al respecto. Ella acabó creando una historia épica sobre toda una generación de empresarios que se traslada a La quebrada de Galt para construir un mundo mejor. Su plan de acción, tal como se presenta en este libro, ha influido en los libertarios durante medio siglo.

No, eso no quiere decir que todos debamos retirarnos y mudarnos a New Hampshire. Lo que significa es que todos debemos buscar la manera de vivir e innovar sin permiso de la clase dominante, abrazando la libertad, les guste o no a nuestros líderes políticos.

7. Sea alegre.

El faccionalismo es una causa importante de muerte de la alegría. Existe la tentación de encerrarse demasiado en un pequeño círculo de opinión, buscando diferencias (por mínimas que sean), y discutiendo tempestuosamente. Cuando los debates son civilizados y justos, pueden contribuir al crecimiento intelectual. Cuando se vuelven personales y conducen a afirmaciones de que tal o cual no es un libertario real, pueden romper amistades y producir una acritud general.

Nadie gana en esas luchas sin alegría, que hacen que las personas pierdan de vista el objetivo fundamental, que es el aumento de la libertad, y la retirada de todo lo que se interponga en su camino. Los medios sociales son algo maravilloso, pero la tecnología puede a veces exacerbar las disputas, en lugar de construir una comunidad real. Recuerde que se necesitan dos para pelear, y siempre puede uno alejarse. Ello requiere disciplina y humildad, pero conserva las relaciones. Por nuestro propio bienestar, tenemos que centrarnos en la creación de una comunidad de ideas, no en purgas basadas ​​en la falsa esperanza de purificar el movimiento.

Algo falla estrepitosamente si el amanecer de la conciencia libertaria conduce a una actitud austera y triste hacia el mundo y hacia todas sus obras. Debería ser fácil adoptar una visión alegre del mundo, especialmente en nuestra época.

Estamos asistiendo al fracaso de las medidas estatistas del siglo XX en cada área de la vida. Todos los planes estatistas: fiscales, monetarios y reguladores, todos han fracasado. Sus programas se están poniendo en evidencia. Los gobiernos y sus líderes nunca han sido más impopulares. El comercio está desbordando todos sus planes a diario.

Estas deben ser causas de gran alegría. Los libertarios estamos en el bando correcto de la historia. Celebramos y tratamos de defender los derechos humanos en contra de todos los que desearían acabar con ellos. Se trata de un feliz objetivo, uno que aporta un sentido y un significado añadidos a nuestra vida.

Murray Rothbard solía decir que la lucha contra el Estado debería ser una labor alegre. En el fondo, la tiranía no puede funcionar. Es algo sencillamente maravilloso darse cuenta de ello y observar cómo se plasma en el mundo real. Tener tanta alegría no representaba ningún esfuerzo para Rothbard, porque era parte de su personalidad. Para el resto de nosotros, requiere un poco de práctica. Debemos sonreír ante los inevitables fracasos del Estado, sentirnos felices por la libertad a nuestro alrededor, y consolarnos con la esperanza de un futuro de libertad que es realizable, en parte gracias a nuestros propios esfuerzos.

¡Adelante!

Recordemos que, cuando estamos hablando de la libertad humana, estamos hablando de todo lo que hace hermosa la vida misma. Se trata de algo gigantesco. Hay muchos caminos hacia las ideas de libertad, y muchas formas de vivir esas ideas, también. Esta es una verdad hermosa, que merece toda una vida de atención y compromiso. Para que sea efectiva, no debemos olvidar jamás que la libertad tiene que ver con la vida real, no con una simple abstracción intelectual.

Imagine un pequeño grupo de personas que van por el mundo armadas con estos siete hábitos. Muy pronto, ese optimismo contagioso ayuda al grupo a crecer, a medida que más y más personas se sienten atraídas por su luz. Los que dudan, critican, y se aferran al poder acabarán siendo vistos, no como el pensamiento progresista y que empuja hacia adelante, sino más bien como los anclados en los viejos métodos que no funcionan. Y el grupo coordinado de agentes de cambio demostrará su valía mediante tentativas, de una en una. La gente no recurrirá a los políticos y a los expertos a sueldo, sino a los geeks, voluntarios y empresarios —a los que tienen una visión de un futuro hermoso. La libertad se parece a eso. Y así es como uno cambia el mundo con ella.


Publicado originalmente el 17 de abril de 2015. Traducido del inglés por Jon Rouco.El artículo original se encuentra aquí.

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