Cuatro formas de construir una sociedad libre

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Jeff Deist at Mises Phoenix Circle[Este artículo está adaptado de un discurso pronunciado en el evento del Circulo Mises del pasado fin de semana en Phoenix]

El tema de nuestros simposio esta mañana es “Qué debe hacerse”, que originalmente era el título de un discurso realizado por el Dr. Hans-Hermann Hoppe en una conferencia del Instituto Mises en 1997. Hoppe propuso su título como declarativo, pero también es la cuestión con la que todos nos enfrentamos como libertarios en un mundo tan dominado por el estado y sus apologistas.

Y es una pregunta que oímos una y otra vez en el Instituto Mises: ¿Qué podemos hacer para responder al gobierno? Todos entendemos el problema, pero ¿cuál es la solución? ¿Qué podemos hacer en el entorno actual para ayudar a construir un mundo más sensato y libertario? ¿Y cómo podemos encontrar hoy cierta medida de libertad en nuestras vidas, para vivir nuestras vidas más libremente?

Cuatro estrategias comunes

Cuando los libertarios hablan de lo que debe hacerse, las discusiones tienden a girar en torno a cuatro opciones estratégicas comunes. Ninguna de ellas son mutuamente exclusivas y puede haber bastante solapamiento entre ellas.

1.     La opción política

A la primera la llamaremos la opción política o, por tomar una expresión cansina, “trabajar dentro del sistema”.

El argumento es más o menos este: el gobierno y el proceso político que lo circunda son inevitables en el mundo real. Por tanto los libertarios no debemos permanecer impasibles en la banda mientras los políticos nos roban inexorablemente nuestras libertades. Por el contrario, debemos organizarnos y ser activos políticamente, bajo la enseña del vehículo de un tercer partido como el Partido Libertario o trabajando dentro del Partido Republicano, porque queramos o no implicarnos en la política, la política se implica con nosotros.

La acción política puede verse como una forma de autodefensa. Esta aproximación normalmente tiene un enfoque nacional (como presentar un candidato presidencial) aunque también contempla acción a nivel estatal y local. Apela a los libertarios con prisa, por así decirlo. En definitiva, al menos en teoría, la opción política trata de imitar e invertir el incrementalismo que ha tenido tanto éxito para la izquierda política en el último siglo.

Dejadme que os diga que la opción política, al menos en términos de política nacional, me resulta la alternativa menos atractiva entre las que tenemos hoy disponibles.

La cantidad de tiempo, energía y capital humano que se han invertido tratando de ganar batallas políticas y legislativas es impactante, pero ¿qué tenemos que mostrar para ello? El siglo XX representa el triunfo total del progresismo de izquierdas en la esfera política: banca centralizada, impuesto de la renta, New Deal y planes de derechos de la Gran Sociedad fueron todos enormes victorias políticas que cambiaron para siempre el panorama. Todo se ha politizado: desde los servicios que deberían usar los transexuales a si debería permitirse el futbol de fantasía. Los progresistas lantean todas las preguntas como “¿Qué debería hacer el gobierno?”

Así que tenemos que entender la opción política dentro del contexto del triunfo progresista.

2.     Retirada estratégica

Una segunda aproximación que consideran a menudo los libertarios podría calificarse de forma vaga como retirada estratégica. Puede que hayáis oído hablar de la “opción Benedicto” discutida por los católicos descontentos con la dirección de la Iglesia y la cultura en general. Los seguidores de Ayn Rand hablan de “hacer un Galt”, en referencia a la huelga de la clase productiva que tiene lugar en La rebelión de Atlas.

Esta aproximación implica independizarse, retirarse o segregarse de alguna forma de una gran sociedad y el panorama política. Afirma que el entorno actual es en buena medida desalentador para lo libertarios política y culturalmente y por tanto tratar de jugar a un juego en el que las normas  están tan fuertemente inclinadas a favor del estado resulta una locura.

Es mejor retirarse, al menos por ahora, y construir una vida fuera de los parámetros del estado en la mayor medida posible. En este sentido, la opción de la retirada es atractiva tácticamente: como ciertas artes marciales, intenta desviar y redirigir una fuerza superior en lugar de afrontarla de lleno.

Una retirada estratégica puede tomar muchas formas dentro de un rango de alternativas, desde la independencia absoluta o cambio bastante sutiles en tu estilo de vida. En algunos casos, esta estrategia puede significar desarraigarse físicamente de verdad de donde uno vie y trabaja. Tenemos ejemplos en el Free State Project en New Hampshire o Liberland en Europa, junto con diversas propuestas de ocupación del mar e intentos de crear hogares libertarios en Centroamérica y Sudamérica.

Pero la retirada puede adoptar otras formas. Algunos libertarios deciden vivir fuera de la red, tanto literal como metafóricamente. El movimiento survivalista representa un forma de estrategia autosuficiente, que consiste sencillamente en elegir mudarse a un área rural o remota.

Alejarse del estilo estadounidense de consumo y deuda sin fin (“vivir pequeño”) ofrece otra forma de retirada estratégica y a menudo permite a los libertarios no solo llevar vidas más felices, sino también minimizar o evitar las garras regulatorias y fiscales del estado.

Por supuesto, la educación en el hogar es una de los mayores ejemplos de retirada estratégica libertaria en la época moderna, permitiendo a millones de niños y padres escapar del complejo educativo estatal. Y la retirada puede ser tan sencilla como abandonar los medios estatales o desenchufarse del ruido digital de fondo que nos rodea.

Finalmente, el exilio (votar con los pies) es una estrategia histórica vigente para abandonar un estado tiránico. Esto ocurre internamente en EEUU, con gente huyendo de los estados con impuestos altos, así como cruzando fronteras. Estoy seguro de que mucha gente en esta sala al menos ha considerado abandonar EEUU y números crecientes de estadounidenses están haciendo no solo eso, sino también renunciando a su ciudadanía. ¿Quién podría juzgar a un joven hoy que mira a su alrededor y decide abandonar EEUU en busca de pastos más verdes o más libres?

3.     Corazones y mentes

A una tercera táctica que defienden a menudo los libertarios podríamos llamarla “ganarse corazones y mentes”. Esta aproximación es múltiple, incluyendo educación, universidad, medios tradicionales y sociales, religión, libros y artículos, literatura e incluso cultura pop. Por corazones y mentes tenemos conferencias como esta. La estrategia de corazones y mentes trata de educación, persuasión y venta, a todos los niveles. Y es la aproximación a través de la cual creo que el Instituto Mises ha tenido mayor evolución.

Una estrategia de corazones y mentes argumenta que no puede producirse ningún cambio hasta que una parte importante de una población concreta se sacuda sus ideas malas y adopte ideas sensatas, particularmente en las áreas de la política, la economía y la teoría social. La política es un indicador retrasado y deriva directamente de la cultura. Deberíamos centrarnos en la enfermedad subyacente, no en los síntomas. Igual que los progresistas de izquierdas han capturado las instituciones de Occidente (universidad, medios de comunicación, gobierno, iglesias, Hollywood, editoriales, medios sociales), los libertarios tendríamos que centrar nuestros esfuerzos en reclamar estas instituciones para la libertad y para un futro más halagüeño. Así que tiene sentido lanzar a gente preocupada por la libertad a las corrientes de la universidad, la empresa, los medios y la religión. Así es como atacamos la raíz o al menos la rebajamos, en la mente de los defensores del estado.

Está claro que un ataque con todo contra estas instituciones es una tarea abrumadora. Es una partida larga. Pero el argumento es este: hasta que no ganemos corazones y mentes apenas importa a quién elijamos, qué leyes se aprueben o cómo dispongamos nuestras vidas personales y profesionales. La misma mentalidad estatista resurgirá una y otra vez para ir contra nosotros.

Es verdad que la estafa de la educación estatal ofrece el objetivo más maduro para esta aproximación. Mientras las escuelas públicas se deterioran en zonas de corrección política sin sentido y mientras las universidades siguen produciendo graduados completamente endeudados con perspectivas inciertas de empleo, resulta cada vez más evidente para la gente que todo el modelo es insostenible.

Por eso tenemos una oportunidad como nunca antes para apelar directamente a la audiencia profana inteligente y llevar la economía austriaca y la teoría libertaria a las masas con muy pocos costes. La revolución digital ha sido la gran niveladora y deberíamos utilizarla con todas sus ventajas para cambiar tantos corazones y mentes como sea posible.

Pero esta estrategia no es para cobardes y no promete un resultado rápido. Es una estrategia para gente sobria con horizontes a largo plazo.

4.     Resistencia

Por supuesto, otra estrategia a menudo discutida entre libertarios implica simplemente resistencia al estado, ya sea abierta u oculta. Esta táctica contempla acciones como desobediencia civil, protestas por impuestos, evadir o ignorar resoluciones y dedicarse al agorismo y los mercados negros.

También contempla el uso de avances tecnológicos para avanzar en la libertad. Los tecnólogos libertarios de la “tercera vía” promueven esta aproximación, citando avances como el cifrado, las ciberdivisas y plataformas como Uber, todas las cuales cuando se desarrollaron por primera vez existían en una especia de área gris con respecto a su legalidad.

El agorismo fue la opción preferida del último teórico libertario Sam Konkin, que animaba a la gente a sobrepasar al estado dedicando sus vidas económicas a actividades de mercado negro o gris, evitando así impuestos y regulaciones y ayudando a encoger a la bestia. Kokin lo llamaba “contraeconomía”.

El agorismo y sus variantes fueron criticados por Murray Rothbard, que consideraba la antipatía de Konkin por el trabajo asalariado los “mercados blancos” como antimercado: después de todo, ¿qué ofrece al agorismo a la enorme mayoría de trabajadores asalariados? ¿Y quién proporcionaría bienes y servicios “legítimos” como automóviles y acero? Rothbard consideraba que los agoristas “olvidan la abrumadora mayoría de la vida económica para concentrarse en lo marginal”.

Y seamos francos: la idea de vivir una vida agorista en la sombra, sin, por ejemplo, tener permiso de conducir o poseer inmuebles podría no atraer a las masas.

Respecto de aplicar nuevas tecnologías para sobrepasar al estado, estoy totalmente de acuerdo. Cualquier innovación que haga más difícil que el estado nos gobierne es algo a celebrar. Pero deberíamos prevenirnos contra las falsas esperanzas: la misma tecnología que sirve para facilitar la privacidad o las transferencias de derechos o el movimiento sigiloso de dinero o gente, puede ser explotada por aparato de espionaje del estado. Y ninguna innovación puede cambiar las preguntas fundamentales de si los asuntos humanos deberían ser organizados por el estado y cómo.

La revolución de Hoppe

Así que estas cuatro aproximaciones básicas (política, retirada, “corazones y mentes” y resistencia) nos proporcionan un marco a considerar, en un mundo no libre, lo que debe hacerse.

Estas cuestiones nos devuelven al profesor Hoppe y su discurso antes mencionado. Os animo a leerlo, es un tema fascinante y su tratamiento es agudo como una navaja.

Tened en cuenta que cuando Hoppe dio este discurso en 1997, la revolución digital estaba en pañales. No existían medios sociales ni dispositivos móviles. Varios acontecimientos precipitadores (la introducción del euro, los ataques del 11 de septiembre, las guerras en Iraq y Afganistán, el crash de 2008, el hiperimpulso monetario de  Greenspan y Bernanke, la aparición de Obama y el completo contagio de la corrección política en Occidente) no se habían producido aún.

Cada uno de estos acontecimientos intensificó el crecimiento y escala de poder público centralizado. Pero incluso en lo que ahora parece el año tranquilo de 1997, el enfoque explícito de Hoppe era la lucha esencial contra todos y cada uno de los poderes políticos centralizados.

El problema de la centralización

Y, de hecho, la centralización es un eje que conecta las cuatro aproximaciones tácticas mencionadas antes. Si hay un principio y solo un principio, que los libertarios tendrían que aplicar cuando consideren una estrategia, es este: la descentralización radical del poder estatal debe ser nuestro objetivo incesante.

El siglo XX, el siglo progresista, fue testigo de una centralización sin precedentes del poder político y económico en manos de la clase política. Vemos esto en Washington, en Bruselas, en la ONU, en la Fed, en el banco Central Europeo. Nuestro objetivo principal debe ser por tanto invertir esta terrible tendencia para crear una masa crítica de “territorios implícitamente secesionados”.

Hoppe prescribe una estrategia de abajo arriba que identifique a las élites naturales que no se encuentren entre la clase política, sus intelectuales cortesanos o sus aliados relacionados con el estado. Estas élites se consiguen sencillamente, honrando a los ciudadanos locales. Estas élites naturales forman el contrapeso de los centralizadores parasitarios y sirven como vanguardia de la revolución de abajo arriba.

Hoppe plantea tres claves estratégicas para esta revolución:

  • Primero, protección, defensa y justicia deben desmonopolizarse. Estas son las mismas áreas (policía, tribunales, ejércitos) en las que los libertarios a menudo titubean en su defensa de una sociedad verdaderamente privada. Pero aquí debemos ser firmes: si estas funciones permanecen bajo el poder único de un monopolio del estado central, no es posible ningún progreso hacia la libertad. No podemos confiar en un estado con armas de fuego, abogados y prisiones.
  • Segundo, debe buscarse implacablemente la descentralización política y aquí Hoppe defiende que votar en asuntos locales puede estar justificado moralmente justificándose en la defensa propia.
  • Tercero, la democracia como concepto debe ser atacada y ridiculizada siempre que sea posible. La propiedad privada forma la base de una sociedad libre, mientras que la norma de la mayoría (es decir, el sistema que permite el robo de propiedad privada) forma la antítesis de una sociedad libre.

Conclusión

Dejadme concluir con una cita de Rod Dreher, escribiendo en The American Conservative acerca de la opción Benedicto que mencioné antes:

La caída de Roma significó una enorme pérdida. La gente olvidó cómo leer, cómo cuidar la tierra, cómo gobernarse a sí misma, cómo construir casas, cómo comerciar e incluso qué había significado una vez ser un ser humano.

¿Ha caído el mundo tanto en el estatismo reflexivo que hemos olvidado cómo ser libres? ¿Estamos viviendo, como dice Benedicto, al borde de una nueva edad oscura? ¿O se está gestando un revolución hoppeana radicalmente descentralizada “de abajo arriba”? ¿Es el retroceso que vemos en todo el mundo, contra los estados centrales y sus fronteras empedradas, contra las élites políticas, contra la ONU y el FMI, contra el euro, contra los rescates por los contribuyentes, contra los compinches, contra la corrección política, contra la emigración manufacturada y contra las leyes contra las drogas, un último aliento? ¿O la señal de un movimiento mundial hacia la descentralización política?

Finalmente, recordemos que toda sociedad que merezca la pena tener, toda sociedad liberal avanzada, fue creada por personas con horizontes a largo plazo. Horizontes más allá de sus vidas. Y generalmente las sociedades se construyeron bajo circunstancias y condiciones muy difíciles de dureza material mucho más allá de las que probablemente vayamos a afrontar. Así que apelemos a nuestra mejor naturaleza y convirtamos “lo que debe hacerse” de una pregunta en una declaración.


Publicado originalmente el 10 de noviembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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