Centro Mises (Mises Hispano)

Por qué todo está más sucio

Soy lo suficientemente mayor como para tener un vago recuerdo de ropa tan blanca que se la calificaba como brillante. La había a pesar de la ausencia de aditivos (las ridículas variedades de aerosoles y botellas y paquetes que pueblan hoy nuestras alacenas y que echamos en el lavado para tratar de potenciar el poder limpiador de nuestras patéticas máquinas y el cada vez más inútil detergente.

Una noche experimenté un asombroso chispazo del pasado. Añadí un cuarto de taza de fosfato trisódico (TSP) sin “tratar” nada más. Los resultados fueron más que asombrosos. Todo estaba limpio, limpio de una forma que me recordaba a mi infancia.

Luego vino mi enfrentamiento con el dueño de la tintorería local, que he usado durante años. Le expliqué lo que había pasado y lo confuso que resultaba que usando TSP fuera capaz de lavar mis ropas más completa y perfectamente que su servicio comercial.

No se sorprendió. Estaba completamente de acuerdo, aunque con cierta vergüenza.

Señalé que el TSP, que es un elemento natural, es asombroso, no porque limpie (necesita jabón para hacerlo) sino más bien porque enjuaga, eliminando toda la suciedad, grasa, manchas, así como los restos del detergente. La lejía blanquea, pero arruina las telas y eso no es bueno. Lo que yo necesitaba era un buen agente enjuagador que deja la ropa no solo perfectamente limpia, sino también con un olor fantástico. El TSP lo hace y por eso ha sido durante mucho tiempo un ingrediente esencial en el detergente.

De nuevo estuvo de acuerdo.

¿Lo usa? No. ¿Y por qué no?

No es “comercialmente viable”, dijo.

¿Cómo puede ser? No es caro. Está disponible libremente en la droguería en la sección de pinturas. Si algo funciona, el servicio de lavandería gusta más a sus clientes. Eso significa más negocio y mayores beneficios. ¿No es el objetivo limpiar bien la ropa y hacer un buen trabajo para los clientes?

Sí, es verdad, dijo, pero repitió que no es “comercialmente viable”. Desvió educadamente toda pregunta posterior al Instituto de Tintorería y Lavandería, cuyo sitio web no proporciona ninguna información en absoluto a quienes no sean miembros. Sin embargo, el Instituto de Lavandería sí respondió a mi correo electrónico:

Es verdad que el fosfato trisódico produce coladas más limpias.

Bingo. Coladas más limpias. ¿Más limpias que qué? Que cualquier otra cosa. No “comercialmente viable” significa que los gobiernos ya no permiten que las lavanderías laven tus camisas. Puedes añadir TSP en casa (el gobierno aún no ha restringido eso), pero las casas comerciales no. Sin embargo el Instituto de Lavandería sí dice que “hay otras formas de conseguir una camisa limpia”. ¿Cuáles son? No lo dicen. Dicen: “tendrá que buscar un poco para encontrar un limpiador que cumpla con sus necesidades”.

¿Mis necesidades? Mis necesidades son ropa limpia, igual que las necesidades de colada de toda la humanidad desde el inicio de los tiempos. Todo el propósito de las lavanderías es atender esa necesidad.

Sin embargo, aquí está el problema. El objetivo de los reguladores que regular las lavanderías no es mejorar tu vida. Es destrozar tu vida poco a poco presionando con crecientes cantidades de restricciones y órdenes a los productores privados.

Una de estas órdenes ha eliminado el TSP del detergente, con resultados catastróficos. Nadie quiere hablar de esto. Hay una gran cultura de secretismo por que las empresas, comprensiblemente, no quieren afrontar una respuesta negativa del consumidor y el gobierno no quiere adquirir la reputación de ser el destrozador de la civilización que realmente es.

Este tipo de regulaciones son capaces de echar por tierra todo un sector, ya que la gente con un deseo intenso de ropa limpia (la misma gente que está dispuesta a pagar servicios de lavandería) recurre cada vez más al lavado y planchado en casa. Se elimina todo un escalón en la estructura de la producción, ya que la autarquía lavandera reemplaza la división del trabajo, que es fuerza motriz del esfuerzo cooperativo humano.

No sorprende que el sector no quiera hablar de este problema. Su misma razón de ser está bajo ataque. Si las lavanderías no pueden limpiar ropa, tienen que cerrar.

¿Le importa al gobierno? Si lees entre líneas en los momentos más cándidos de las declaraciones del gobierno, puedes ver qué está pasando. En 2009, Clive Davies, un ingeniero de producto de la EPA, concedía una entrevista al New York Times que se centraba en los productos domésticos. Podríais preguntaros qué hace un ingeniero de producto trabajando para el sector público en lugar del privado. Esta entrevista muestra por qué. Todas las preguntas que le hacen se refieren al efecto de los productos domésticos sobre el medio ambiente. Ninguna pone a prueba realmente la cuestión esencial de si los productos funcionan realmente.

El trabajo de Mr. Davies es decidir si se añade una calificación supuestamente valiosa a los productos: Pensado para el medio ambiente. Está bastante claro que cualquier cosa que realmente limpie, lave o friegue probablemente no pueda conseguir la calificación. Una caja vacía que afirme ser detergente tiene más posibilidades de conseguir el seño de aprobación del gobierno que un detergente que funcione de verdad.

Luego llegamos al final de la entrevista, en donde es realmente cándido acerca del objetivo: la eliminación de los detergentes (lo que significa la eliminación de la limpieza). Davies concede que sería el mejor resultado posible. ¿Y qué recomienda en su lugar? Vinagre y “grasa de codo” (la antigua expresión para “frotar más fuerte”).

Así habló el gobierno. Ese es el futuro tal y como lo ven estos burócratas. Un futuro de grasa de codo, lo que significa trabajo manual sin ayuda de ningún producto de de la libre empresa, como máquinas y detergentes que funcionan.

Es un futuro en el que nuestra ropa está sucia, no tenemos jabón que funcione para lavar nuestros cuerpos, nuestros platos están cubiertos de una capa grumosa. Nuestro suelos están mugrientos, nuestra ventanas están borrosas, todo apesta más o menos a vinagre, nuestros retretes no funcionan, nuestra basura se apila detrás y grandes cantidades de nuestro tiempo se dedican a frotar cosas en lugar de leer, cantar, escribir o conversar. Es un futuro igual que un pasado lejano, lleno de tinas de lavado, tablas de lavar y letrinas en el exterior, junto con su correspondiente suciedad, enfermedad y privaciones.

Mi propia ilustración sobre este tema se produjo el año pasado. Como millones más, había olvidado cómo se veía un plato limpio. Los jabones de los lavavajillas, sin alharacas, eliminaron el fosfato de sus fórmulas bajo presiones de la EPA y leyes de gobiernos estatales que lo prohibían. La idea era ayudar a los peces en su competencia de oxígeno con las algas (aunque la contribución familiar a la creación de algas sea mínima y la evidencia científica sobre los efectos de las algas en los peces vaya en todas direcciones).

Lo principal aquí es que los estadounidenses (también los europeos) están viendo sus niveles de vida sistemáticamente degradados por reguladores que aparentemente odian nuestras comodidades modernas, como los lavavajillas y quieren llevarnos aún más a un estado empobrecido de naturaleza.

Y no me digáis que el jabón libre de fosfatos del lavavajillas funciona igual de bien. Es algo risible. Si compras algo de fosfato y añades una cucharada a la carga, entras en un mundo nuevo una vez ha acabado el lavado. Las cosas están realmente limpias, como recordabas en la infancia. La cristalería resplandece, los platos chirrían y no hay una capa de grasa en tu vajilla. No tienes que comprar platos nuevos y no necesitas comprar un nuevo lavavajillas. Solo necesitas añadir de nuevo lo que quitaron los reguladores. No necesitas informes de consumidores. La diferencia es perfectamente evidente y quien diga otra cosa está insultando nuestra inteligencia.

Las ventas de nuevos electrodomésticos han aumentado en los últimos 12 meses, según los informes de sector. Los datos no están desglosados por tipo, pero estoy dispuesto a apostar que bastante lavavajillas se han vendido a clientes inadvertidos que no tenían ni idea de que el problema real estaba en los detergentes, no en las máquinas. Casi nadie con el que haya hablado ha entendido este problema, pero todos confirmaron el hecho de que sus platos no se limpiaban.

Obtuvo mucha menos atención esta prohibición del TSP en el jabón de lavandería que tuvo lugar a principios de la década de 1990, aparentemente codificada en una ley de 1993. La idea, o la excusa, era detener el mayor crecimiento de algas en ríos y lagos (el fosfato es también un fertilizante), aunque hay otras formas de filtrar el fosfato, el uso doméstico no contribuye prácticamente en nada al supuesto problema y no hay evidencias sólidas de que el crecimiento de plantas en ríos lagos se dañino en absoluto.

En todo caso, los consumidores advirtieron gradualmente que las manchas se volvían más difíciles que nunca y así toda una nueva gama de productos aparecieron en el mercado. Estos productos te permiten tratar tu ropa antes de lavarla. Hoy nuestros armarios están llenos de esos productos: rociar y lavar, lápices de lejía, eliminadores de manchas, potenciadores de todo tipo, y los usamos por litros.

¿Alguien se ha parado y preguntado por qué son necesarios estos productos para empezar y, si son tan buenos, por qué no están en el detergente de forma que se limpie toda la colada y no solo la parte tratada? La razón, esencialmente, es que la fórmula del detergente ha cambiado como resultado de la regulación pública.

Las diferencias no eran evidentes al principio. Pero, a medida que ha ido pasando el tiempo, han tenido lugar otros cambios, como decretos para que las lavadoras usen menos agua (como escribe Mark Thornton) junto con decretos para temperaturas más templadas en el agua de nuestras casas. Al final, resultado es tremendo. Todo esto equivale a ropas sucias y que amarillean.

Esto es exactamente lo contrario de lo que esperamos en los mercados, en los que los productos son mejores y más baratos debido a la innovación, la expansión de la división del trabajo y la competencia. Pero con regulación pública los resultados son deliberadamente los contrarios. Pagamos precios siempre más altos para resultados lamentables.

¿Vemos lo que está pasando? Podemos detectar muy poco en el conocimiento público, y mucho menos protestas. En los antiguos tiempos de la Guerra Fría, recuerdo preguntarme por qué el pueblo soviético podría haber aceptado el empobrecimiento causado por el estado década tras década y  preguntarme también por qué el pueblo sencillamente no se levantaba y expulsaba a sus empobrecedores. Estoy empezando a ver por qué. Si todo esto se produce lenta y silenciosamente, no hay punto en el que la realidad de causa y efecto pase por la cabeza de la gente.

Un apunte final sobre mi conversación con mi tintorero. Me dio el dato de que al principal ingrediente usado para la limpieza en seco, el percloretileno, no le queda mucho. California y Nueva York están considerando prohibirlo y el resto del país viene después. Después de todo, se ha acabado, y el último que abandone la civilización tendrá que recordar apagar la luz fluorescente.

Esta es la trayectoria completa de la vida bajo control del gobierno. Ellos son depredadores y nosotros somos sus presas. Y esto no va solo de platos y ropas limpias. Se aplica a toda regulación, todo impuesto, todo gasto, toda guerra estúpida y toda manipulación monetaria. Todo lo que hace el gobierno lo hace a nuestra costa y los costes se ven y no se ven.

¿Cuánto aguantará la gente hasta que disponga que los reguladores duerman con los peces?


Publicado originalmente el 23 de septiembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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