Thomas Sowell sobre los libertarios «atomísticos»

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Para que el libertarismo sea significativo en el mundo real, para que sirva como herramienta contra la predominante degradación cultural, los libertarios necesitan recordar la importancia de la salud social.

En una reciente aparición en The Rubin Report, el economista, teórico social y todo un héroe Thomas Sowell dijo al anfitrión Dave Rubin que una de sus pocas críticas sobre la etiqueta “libertario” es que “los libertarios parecen tener esta visión atomística del mundo, de la cual pienso que es completamente irreal, porque no solo en mi vida, sino en las vidas de las personas alrededor de mí, el entorno hace una gran diferencia”.

Al usar la palabra “atomística”, Sowell está repitiendo una vieja y recurrente objeción conservadora al libertarismo, es decir que los libertarios buscan abolir no solo las jerarquías políticas, sino también todas las jerarquías sociales, incluyendo la familia. Esta objeción asevera que los libertarios priorizan la libertad individual de todas las formas de autoridad por encima de todo y por lo tanto creen, implícita o explícitamente, que la sociedad debe estar compuesta de atomizados –eso es, totalmente autónomos– individuos. Sowell está en lo correcto en mirar con recelo esta idea, y en reivindicar la importancia de las estructuras sociales para los individuos. Y si los libertarios realmente tienen esta visión de la sociedad, entonces Sowell tiene razón al ser crítico de la etiqueta.

¿De dónde saca Sowell la idea de que los libertarios creen en destruir toda forma de autoridad? Tristemente, de los libertarios, de demasiados que no solo ven como su misión liberar al hombre de la coerción política, sino de toda influencia social y autoridad. Tales personas, por ejemplo, se adhieren a la “crianza libertaria de los hijos” –en la cual la disciplina parental es considerada agresión contra el niño– y creen que toda presión social es tanto una violación de la libertad individual como lo es la coerción política. Estos presuntos libertarios “gruesos” ven el libertarismo no solo como una teoría sobre el uso apropiado de la fuerza física, lo ven como una completa filosofía social.

El sociólogo Robert Nisbet observó que esta idea está fuertemente asociada con algunas escuelas de pensamiento libertario o liberal clásico, escribiendo que “Por casi todos los liberales (clásicos) ingleses del siglo XIX, la libertad era concebida no meramente en términos de inmunidades a los poderes del gobierno político sino, más significativamente, en términos de la necesidad de liberar al hombre de las costumbres, la tradición, y de todo grupo local de cualquier clase”. Nisbet, al igual que Sowell, era crítico de estas ideas, incluso aunque él no las atribuía al simple nihilismo. Claramente, escribía Nisbet, estos pensadores basaron sus conclusiones en un sincero deseo de promover la libertad individual, pero tuvieron una pobre “concepción psicológica y sociológica de las condiciones necesarias para el desarrollo de la libertad individual”.

Irónicamente, debilitando las instituciones sociales que proveen el marco para la individualidad que estos liberales clásicos estaban buscando, en última instancia socavaban la individualidad y, consecuentemente, la libertad misma. “Incluso las garantías constitucionales y las leyes orgánicas”, Nisbet escribía, “se aminoran a la visión popular cuando las identidades sociales y culturales de las personas se vuelven atomizadas, cuando la realidad de la libertad y el orden en las pequeñas áreas de la sociedad se vuelven oscuras”.
Mientras Nisbet tenía razón en que algunos pensadores en la tradición libertaria han sostenido esta visión de la sociedad, así como Sowell tiene razón en señalar que algunos libertarios aún sostienen esta visión actualmente, no es el caso de que el individualismo atomístico sea un componente necesario del libertarismo. Frédéric Bastiat, de la sorpresivamente más socialmente conservadora escuela francés de liberales clásicos, repetidamente señalaba que libertad política no era lo mismo que libertad social. Bastiat preguntó; “¿Eso lleva a que (si somos libres) debamos entonces dejar de asociarnos entre sí, ayudarnos mutuamente, amar y socorrer a nuestros desafortunados hermanos, estudiar los secretos de la naturaleza, y esforzarnos para mejorarnos hasta el máximo de nuestras habilidades?”. Para Bastiat la respuesta a esta pregunta fue no, claramente demostrando que libertad política no significa absoluta autonomía social.

El liberal clásico británico Lord Acton asoció estrechamente la libertad y el deber, incluyendo el deber social, escribiendo que “La libertad no es el poder de hacer lo que queremos, sino el derecho a ser capaces de hacer lo que debemos”. Acton creía que “La libertad… es en sí misma el fin político más alto”, pero no necesariamente el fin social más alto. Más bien, como el filósofo Gerard Casey escribió recientemente, “para los libertarios, la libertad es el menor de los valores sociales, menor en el sentido de más fundamental, una condición necesaria de una acción humana para ser susceptible de evaluación moral en cualquier forma en absoluto”. De esta manera, la libertad individual es fundacional para la sociedad, no en competencia con ella. La libertad es requerida, escribió Acton, “para la seguridad en la persecución de los objetivos más altos de la sociedad civil, y de la vida privada”. La sociedad, que se desarrolla y trasmite normas morales, es esencial para la libertad en la mirada de Acton, porque “la libertad viene no con cualquier sistema ético, sino con uno muy desarrollado”.

Por lo tanto, en contraste y oposición a los libertarios “atomísticos” que Sowell identifica, existe otro grupo de libertarios que no comete el error “socialista”, como Bastiat lo llamó, de confundir “la distinción entre gobierno y sociedad”. De hecho, el libertarismo adecuado entiende que la proscripción de agresión del libertarismo se aplica a una muy estrecha definición de agresión, una que no incluye la presión social y la jerarquía. El libertarismo, entonces, no lleva inevitablemente a la atomización de los individuos. Se concierne en sí mismo no con la destrucción de las instituciones y asociaciones sociales, sino más bien con su adecuada organización. Como Casey dice;

Los libertarios son a veces retratados como si ellos necesariamente consideraran el desorden social como algo deseable. Nada más lejos de la verdad. Aunque pueden haber libertarios individuales quienes, extrañamente, juzgan que un desordenado, hobbesiano-estado de naturaleza es una consumación para ser deseada devotamente, la mayoría de los libertarios desean vivir en una sociedad ordenada. La pregunta no es realmente si el orden es deseable; es qué clase de orden es deseable, de dónde ese orden ha de venir y cómo ha de ser mantenido. Para el libertario… el orden genuino surge intrínsecamente de la libre interacción entre los individuos y entre los grupos de individuos; no desciende de manera extrínseca desde arriba”.

Sowell, quien ha logrado más por la libertad que todos los gruesos libertarios juntos, puede ser excusado por resistirse a una etiqueta que es tan frecuentemente asociada a las personas e ideas que debilitan la sociedad. Demasiados libertarios aún no se dan cuenta de que el conservadurismo cultural, y su asistente enfoque en las asociaciones voluntarias no estatales, son esenciales para el mantenimiento de la libertad.


Publicado originalmente el 23 de octubre de 2019. Traducido del inglés por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.


Comentario editorial:

La relación entre el libertarismo como un conjunto simple de proposiciones en relación al uso justo de la fuerza y las amplias preocupaciones sociológicas es un tema que se está volviendo más discutido en los años recientes. Durante los ochenta y noventa mientras el libertarismo ganaba una audiencia más grande, los círculos Rockwell-Rothbardianos empezaron a profundizar en la importancia de la cultura luego de que los libertinos se colaran dentro del movimiento. Para ellos (los libertarios libertinos), el libertarismo era más que solamente cuestiones legales per se; era también una suerte de revolución social que buscaba socavar normas y tradiciones. Y por tanto, el paleolibertarismo nació como un intento reaccionario de aclarar el asunto de la teoría política.

El movimiento paleo se aminoró un tanto a finales de los noventa y en los dosmiles, pero como las preocupaciones culturales están aumentando otra vez, estos temas regresaron. ¿Cuál es la relación entre el libertarismo y la cultura?

Una de las formas más concretas de pensar sobre la relación entre el conservadursimo social, o por lo menos una burguesía prorriqueza y pro mentalidad de normas sociales, es como sigue:

Hans-Hermann Hoppe contempla en su libro sobre la democracia que el conservadurismo (que tiende a ser “empirista, sociológico y descriptivo”) se concentra en “las familias, la autoridad, las comunidades y las jerarquías sociales mientras que el libertarismo (que es “racionalista, filosófico, lógico y constructivista”) se concentra en los “conceptos de propiedad, producción, intercambio y contrato”. Y de este modo el primero es la “concreción” del segundo. El conservadurismo necesita una teoría y el libertarismo de expresiones prácticas: es decir, un orden natural y físico. Si el conservadurismo desea retornar a una “normalidad moral y cultural”, necesita la consistencia y el antiestatismo defendible del libertarismo.

Los conservadores tradicionalistas (Nisbet, Kirk, etc.) tienen como parte de su definición un componente antiideología de su visión del mundo. Es decir, no hay un cuerpo racionalista, normativo ni constructivista de pensamiento que pueda ser llamado la teoría política apropiada.

Esta es una de las áreas en donde discrepan con el libertarismo y el liberalismo clásico. Esto no significa que los conservadores tradicionalistas no puedan ser nuestros aliados contra el progresismo y el estatismo federal. En realidad, ellos son muy útiles para 1) defender el conservadurismo cultural tradicional contra los liberales neoconservadores; 2) oponerse a la guerra y apoyar la descentralización; 3) atacar las ideologías del progresismo y el socialismo.

Pero lo que los libertarios conservadores necesitan recordar es que existe una aguda división entre lo que es racionalista (teoría política) y lo que es empirista (sociología). Entender y separar estos dos campos de estudio puede llevar un largo camino en comprender adecuadamente la relación entre el libertarismo y las preocupaciones culturales.

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