Conservadurismo católico: la vía latinoamericana al socialismo

0

¿Por qué no hay «derecha» en América Latina?

Si crees que la «nueva izquierda» posmoderna es el principal problema de la falta de libertades y el dominio político y cultural de la «vieja izquierda» en América Latina, y crees que el conservadurismo político de inspiración católica es la solución… te falta aprender más historia política de América Latina. Hoy descubrirás por qué la «derechita cobarde» y los tontos útiles (¿o los líderes?) del anticapitalismo latinoamericano son los mismos conservadores.

En América Latina no hay derecha, al menos no como se entiende en Norteamérica o en Europa Occidental, una derecha liberal. El conservadurismo latinoamericano (al que llamamos corrientemente «la derecha») es «de centro», aunque muchos asocien al conservadurismo con «la derecha» y esto les pueda sorprender o enredar. La comprensión de este asunto también depende de qué definamos por «derecha», aquí la definiremos provisionalmente como apoyo al capitalismo o economía de mercado en contraste con la izquierda la cual definiremos como el apoyo al socialismo. Quizá no todos estén de acuerdo con esta definición (derecha vs izquierda no tienen significados fijos en realidad, a lo largo de la historia han mutado su contenido, y pueden significar cosas distintas a la dicotomía capitalismo/socialismo). Sin embargo, el conservadurismo católico, en sus textos políticos, tiende a compartir esta apreciación de estar fuera de la dicotomía capitalismo/socialismo, así que es la que usaremos aquí provisionalmente para facilitar el entendimiento.

A lo que tradicionalmente le decimos «derecha» en América Latina son normalmente partidos católicos «de centro» —llámense demócrata cristianos o socialcristianos y las astillas que quedaron luego de que el socialismo castrochavista continental los reventara a inicios del siglo XXI—, son organizaciones que resultan de la mezcla de los lemas del Partido Demócrata Cristiano de Alemania (cuyo conservadurismo es «pragmático») y el catolicismo de corte pobrista y lastimero de América Latina (con alta influencia de la «doctrina social de la Iglesia» y su —para muchos, por su ambigüedad centrista— consecuencia lógica, el socialismo católico y la Teología de la Liberación). La Internacional Conservadora Católica y Cristiana se llama Internacional Demócrata de Centro, cuya regional en América Latina es la Organización Demócrata Cristiana de América.

América Latina sufre las consecuencias de una Iglesia católica que juega a ser partido político, para continuar siendo parte del poder político, por no superar del todo su trauma por la llegada del Estado laico.

Trataremos de definir los tres elementos del catolicismo político de América Latina (e inclusive España): conservadurismo/relativismo político, democristianismo y doctrina social de la Iglesia.

El conservadurismo como relativismo u oportunismo político para preservar el statu quo

Para los partidos conservadores, conservadurismo significa acción política a través de consensos con la izquierda (estatismo) y la derecha (liberalismo) para preservar el orden social político, y en el caso de los partidos conservadores católicos, el orden social religioso (como también lo cultural asociado estrechamente a esto). Por eso, aunque en el habla coloquial identificamos a los conservadores con la derecha porque a veces asociamos «derecha» con la defensa de las tradiciones sociales, lo cierto es que el conservadurismo en la real politik tiende al centrismo, a la tibieza y al oportunismo, si eso le permite mantener inamovible el núcleo del orden establecido oligárquico que les favorece.

El democristianismo como reemplazo eclesiástico oficial al integrismo católico

Los partidos democristianos y socialcristianos son los antiguos partidos conservadores católicos del siglo XIX —¿pensaron que habían desaparecido así de fácil?— que pasaron por un cambio de imagen auspiciado por la Iglesia católica para desligarse del fascismo que había infiltrado los partidos católicos en los años 30. La Iglesia católica hizo un trabajo de relaciones públicas para desligarse de los integristas, que eran la forma de política favorecida por el clero en el siglo XIX.

Los integristas promovían la no separación de la Iglesia y el Estado para mantener el monopolio de la fe en los países de mayoría católica. El integrismo se hacía cada vez más inaceptable social y políticamente, situación empeorada por tendencias como el nacionalcatolicismo, una forma fascistoide de integrismo que apareció en los años de entreguerras del siglo XX. Los jerarcas de la Iglesia empezaron entonces a hacer un cambio, y dieron preferencia a un movimiento alterno del catolicismo político que hasta el momento había sido opacado por el integrismo.

La democracia cristiana tiene sus orígenes primitivos en el intento fallido de León XIII en 1891 de crear una ideología política y económica católica específica basada en gremios (el corporativismo). Unos gremios a cargo de la economía y la política en un Estado confesional, propuesta que se expresa en la encíclica Rerum Novarum. Este proyecto fue suspendido, pero sirvió de inspiración a los movimientos democristianos. Mientras el corporativismo gremial fue mutando de un proyecto de ideología política y sistema económico en concreto, que daba poder político a gremios politizados, a una ambigua noción de «subsidiariedad» de los llamados «cuerpos intermedios» entre el Estado y el individuo.

Tanto el integrismo como el democristianismo habían recibido la influencia de la propuesta de León XIII del corporativismo gremial, y el corporativismo gremial había logrado influenciar el fascismo; pero la democracia cristiana había logrado ofrecer una propuesta menos rígida y más adaptable a los Estados laicos del liberalismo político y el sistema de partidos, y se había opuesto abiertamente al fascismo a diferencia de los movimientos integristas. Con la aprobación oficial de los documentos del Concilio Vaticano II, el democristianismo recibía la bendición eclesiástica como el movimiento católico político oficial y el integrismo recibía el repudio definitivo.

Los asuntos relacionados a los derechos de propiedad o la libertad individual han sido en el mejor de los casos secundarios para los movimientos democristianos, y a pesar de las diferencias de matices que pudiesen haber entre ellos, estos movimientos están unidos por la lealtad a la agenda cultural de la Iglesia católica. Nada nuevo bajo el sol hay en considerar que las «batallas culturales» de preservación del statu quo jurídico-cultural —como impedir la legalización del divorcio en su momento, o de la fecundación in vitro, del matrimonio igualitario, de la eutanasia o del aborto— son lo que distinguiría a la oposición al socialismo cuando se ignora que el socialismo puede ser conservador y prohibicionista respecto a las libertades civiles. Este tipo de pensamiento antiizquierdista que asume que la izquierda es de base un movimiento de preferencias «culturales», cuando es llevado a sus consecuencias lógicas, llega a la conclusión de que las reformas por la libertad económica son irrelevantes o secundarias, e incluso puede llegar a la conclusión de que en restringir libertades económicas se puede llegar a alegres consensos con los partidos socialistas (en muchos casos líderes socialistas católicos con la misma agenda cultural conservadora).

El resultado suele ser el de siempre, la derrota política y cultural de la oposición al socialismo, que no conquista ni libertades civiles ni económicas, y termina desprestigiado; luego una nueva generación conservadora cree que problema del socialismo de corte «izquierdista» se responde con una «batalla por la cultura cristiana» y se repite así el ciclo de auge y caída de los movimientos conservadores. Este fenómeno repetitivo obstaculiza el crecimiento de una derecha realmente comprometida y fundamentada en el capitalismo de libre mercado, que requiere ser culturalmente pluralista debido a la diversidad de elecciones individuales, para con la fuerza de la libertad y la diversidad poder enfrentarse al socialismo.

Del corporativismo gremial a la doctrina social de la Iglesia

León XIII en la década de 1890 quería que el catolicismo entrase a competir en el mercado de ideas políticas y económicas modernas de organización social con el corporativismo, y no solo como religión oficial de Estado. Sus asesores le sugirieron no continuar con un proyecto político tan específico como propuesta oficial del catolicismo romano, pues esto sería poco estratégico ante el hecho de que ya había políticos católicos en diferentes partidos políticos de diversas ideologías políticas. Era más estratégico tener católicos en diferentes partidos políticos que probar un experimento de ideología política católica oficial más allá del confesionalismo o la no separación de la Iglesia y el Estado.

Del intento fallido de establecer el corporativismo gremial, surge lo que hoy llamamos doctrina social de la Iglesia, como directrices ambiguas para que puedan ser adoptadas por políticos católicos de diferentes partidos. La doctrina social de la Iglesia (DSI) que plantea en términos generales —en la práctica más allá de su propia declaración de principios— que no hay que ser ni de izquierda ni de derecha, o no es recomendable serlo, sino ser de lo que convenga para garantizar el mantenimiento del statu quo de las ‘naciones católicas’.

Sería la doctrina social de la Iglesia lo que los partidos democristianos adoptarían como ideología oficial de sus partidos. Propuestas sumamente flexibles y de interpretación ambigua para jugar al oportunismo político propio de las tradiciones intelectuales conservadoras. Cuando convengan adoptarán el liberalismo y cuando convenga adoptarán el socialismo, la doctrina social de la Iglesia tiene esa capacidad. Adoptar un credo tan móvil y retórico le dio la superioridad adaptativa al democristianismo sobre el integrismo.

El relativismo político de la doctrina social de la Iglesia

La doctrina social de la Iglesia (DSI), en primer lugar, no es dogma, es decir, se puede no creer en ella y seguir siendo católico; en segundo lugar, es algo reciente, nace en un contexto de lucha política de la Iglesia, de intentar preservar su influencia política cuando luchaba en desventaja por seguir siendo religión de Estado en los países católicos; y en tercer lugar, es vaga, ambigua, con un Papa significa una cosa, con otro Papa significa otra, se puede tomar una encíclica de DSI para defender una posición y tomar la de años antes o posteriores para defender la contraria.

Para que lo tengan de referencia, han dicho apoyarse en la doctrina social de la Iglesia tanto partidos y gobiernos socialistas como fascistas, así como demócrata-cristianos de posguerra. Del fascismo falangista a la teología marxista «de la liberación», de los católicos por el Estado de bienestar a los católicos liberales por el libre mercado; en la España franquista como en la Nicaragua sandinista, o en la Alemania socialcristiana. De conceptos como el principio de subsidiariedad podemos bien decir que el Estado se debe encargar de mucho o de poco, según si se cree que el sector privado puede abarcar mucho o poco. Un día la DSI es una cosa poética, aleccionadora de la moral, y otro día es una directriz de modelo económico.

En los países de mayoría católica: conservadurismo=democristianismo=centrismo=intervencionismo

Lo que usualmente llamamos «derecha latinoamericana» está rebosante de ideas intervencionistas, estatistas, de Estado de bienestar y de victimismo de izquierda, porque está dominada política y electoralmente por el movimiento conservador católico. La política de mitad-del-camino entre liberalismo (capitalismo) y socialismo es la base idiosincrática del conservadurismo político de inspiración católica de toda la vida. Así fue en el siglo XIX con el integrismo, y en el siglo XX y actualmente con el democristianismo.

Esto explica en parte cómo se ha construido el camino para una izquierda tan poderosa en América Latina, sus mismos adversarios electorales, la misma «derecha» organizada o más bien la centroizquierda católica oligárquica-conservadora ha construido el camino al socialismo. Sea mediante las malas leyes que ha ayudado a aprobar cuando ha tenido el poder para hacerlo o mediante la masificación de sus ideas equivocadas. De poco sirve que los democristianos sostengan que la doctrina social de la Iglesia que promulgan rechaza el socialismo en la letra si en las políticas aplicadas adoptan alguna forma de anticapitalismo.

Comentarios finales

Derecha propiamente dicha (sea como liberalismo económico o como nacionalismo cívico) en América Latina no existe, al menos no de forma organizada, y apenas se está configurando de forma incipiente. Prácticamente los fundadores de la derecha en América Latina, como se entiende internacionalmente, son los libertarios.

Los grupos emergentes que hoy se reclaman derecha lo hacen luego de ver que los libertarios empiezan a emerger. Es curioso que algunos militantes conservadores en algunos casos se hagan pasar como libertarios o quieran entrar a formar parte del movimiento libertario y actúen como si el conservadurismo católico no tuviese sus propios movimientos y partidos. ¿Son conscientes de que su mensaje en realidad es poco atractivo para los jóvenes y necesitan camuflarse en un movimiento rebelde como el libertario?

Dejo una pregunta más: sabiendo que es el conservadurismo católico el que le abre el camino al socialismo latinoamericano, ¿se entiende mejor por qué es prácticamente imposible la viabilidad de las propuestas «aliancistas» antiizquierdistas de unir a conservadores católicos con antiizquierdistas laicistas y con libertarios todos juntos contra el socialismo? Esto es porque las lealtades conservadoras no son hacia los principios de libertad y solo están contra el socialismo cuando es extremo. La lucha contra el socialismo no es una batalla del Señor de los Anillos o de Avengers: End Game que une el agua y el aceite contra un único enemigo, es hora de madurar a la hora de pensar estrategias políticas, y para eso sirve conocer mejor la historia de las ideas políticas y los movimientos políticos.

Por otra parte, sugiero que la Iglesia católica debería abandonar definitivamente estos intentos de querer competir con las ideologías políticas (que es el motivo por el que originalmente se inventó la DSI en el siglo XIX), con la ambición de controlar «indirectamente» al Estado, y dedicarse a su misión espiritual.


Citas

«La Democracia Cristiana tiene sus orígenes remotos, no en la vertiente liberal del catolicismo, como se suele creer, sino en las corrientes más conservadoras, aquellas que, en el siglo XIX, se identificaban con los postulados del integrismo, de la intransigencia y de la contrarrevolución. Para hacerle frente a los avances del “modernismo”, la Iglesia católica, liderada por Pío IX, desplegó una contraofensiva para asegurar la presencia de la religión en todos los aspectos de la vida. En esa tarea, la acompañaron, por igual, el catolicismo intransigente, el catolicismo social y la Democracia Cristiana.»

—Ricardo Arias

«El conservadurismo social cristiano se formó en los años 30 en la misma coyuntura de crisis de la sociedad liberal que el conservadurismo integrista. Ambos son críticos del capitalismo, ambos reivindican el aspecto corporativo y comunitario de la sociedad medieval. Pero ambos entienden de forma muy distinta la democracia [] La clave [democristiana] fue fundar un nuevo diálogo entre el catolicismo y la cultura secular.»

—Sol Serrano.


Referencias

Cambios en las corrientes conservadoras:
https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-04-13/resaca-covid19-happy-hour-democristianos_2540887/

Breve historia del corporativismo católico:
https://www.religionenlibertad.com/historia_en_libertad/9109/breve-historia-del-corporativismo-catolico.html

Print Friendly, PDF & Email