Envilecimiento de moneda y colapso social

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[En un debate reciente entre Ron Paul y Paul Krugman, el Dr. Paul dijo: “El Profesor Krugman indica que queremos volver atrás 100 años o algo así. Eso no es exactamente cierto. Queremos mejorar la vida que había entonces. Pero él quiere volver atrás 1.000 o 2.000 años, a cuando romanos y griegos (…) devaluaban sus monedas.

En La acción humana, Ludwig von Mises explicaba cómo el envilecimiento de la moneda contribuyó a la caída de la civilización clásica de la antigüedad]

El conocimiento de los efectos de la interferencia del gobierno con los precios del mercado nos hace comprender las causas económicas de un acontecimiento histórico trascendental, la decadencia de la civilización antigua.

Puede no estar claro si es correcto o no calificar de capitalismo a la organización económica del Imperio Romano. En todo caso, es seguro que el Imperio Romano en el siglo II, la era de los Antoninos, los emperadores “buenos”, había llegado a una etapa avanzada de la división social del trabajo y del comercio interregional. Varios centros metropolitanos, un número considerable de pueblos de tamaño medio y muchos pueblos pequeños eran sedes de una civilización refinada.

Los habitantes de estas aglomeraciones urbanas recibían alimentos y materias primas no solo de los distritos rurales vecinos, sino asimismo de provincias distantes. Una parte de estas provisiones fluía a las ciudades como ingresos de sus ricos residentes que poseían propiedades rurales. Pero una parte considerable se compraba a cambio de las adquisiciones de la población rural de productos de las actividades de proceso de los habitantes de la ciudad.

Había un extenso comercio entre las distintas regiones del vasto imperio. No solo en las industrias procesadoras, sino asimismo en la agricultura había una tendencia hacia una mayor especialización. Las distintas partes del imperio ya no eran económicamente autosuficientes. Eran interdependientes.

Lo que produjo el declinar del imperio y la decadencia de su civilización fue la desintegración de su interconexión económica, no las invasiones bárbaras. Los agresores extranjeros simplemente aprovecharon una oportunidad que les ofrecía la debilidad interna del imperio. Desde un punto de vista militar, las tribus que invadieron el imperio en los siglos IV y V no eran tan formidables como los ejércitos que las legiones habían derrotado fácilmente en tiempos anteriores. Pero el imperio había cambiado. Su estructura económica y social ya era medieval.

La libertad que Roma otorgaba al comercio siempre había estado restringida. Respecto de la venta de cereales y otras vituallas básicas, estaba incluso más restringida que respecto de otros productos. Se consideraba como injusto e inmoral pedir por el grano, el aceite y el vino, los alimentos básicos de esa era, más que los precios habituales, y las autoridades municipales se daban prisa en controlar lo que consideraban beneficios extraordinarios. Así que se impedía la evolución de un comercio eficiente al por mayor en estos productos.

La política de la annona, que era equivalente a la nacionalización o municipalización del comercio del grano, trataba de resolver los problemas. Pero sus efectos fueron bastante insatisfactorios. El grano era escaso en las aglomeraciones urbanas y los agricultores se quejaban por lo poco remunerativo que era cultivar el cereal.#

La interferencia de las autoridades dificultaba el ajuste de la oferta a la creciente demanda.

El enfrentamiento se produjo cuando en los problemas políticos de los siglos III y IV los emperadores recurrieron al envilecimiento de la moneda. Con el sistema de precios máximos, la práctica del envilecimiento paralizó completamente tanto la producción como la venta de alimentos vitales y desintegró la organización económica de la sociedad. Cuanto más entusiasmo mostraban las autoridades en aplicar los precios máximos, más desesperadas se hacían las condiciones de las masas urbanas dependientes de la compra de comida.

El comercio en grano y otras vituallas se desvaneció de inmediato.

Para evitar morir de hambre, la gente huyó de las ciudades, se estableció en el campo y trató de cultivar cereales, aceite, vino y otras vituallas por sí misma. Por otro lado, los propietarios de las grandes parcelas restringieron su exceso de producción de cereales y empezaron a producir en sus granjas (las villae) los productos artesanos que necesitaban. Para sus granjas a gran escala, que ya estaban seriamente afectadas por la ineficiencia de la mano de obra esclava, se perdió completamente su racionalidad cuando desapareció la oportunidad de vender a precios remunerativos.

Como el terrateniente ya no podía vender en las ciudades, ya no podía tampoco comprar a los artesanos urbanos. Se veía obligado a buscar un sustitutivo para atender sus necesidades empleando a artesanos por su cuenta en su villa. Dejo de practicar la agricultura a gran escala y se convirtió en seño, recibiendo rentas de arrendatarios y aparceros. Estos coloni eran o bien esclavos manumitidos o proletarios urbanos que se establecían en los pueblos y se dedicaban a cultivar la tierra.

Apareció una tendencia hacia el establecimiento de una autarquía en las tierras de cada señor. Disminuyó la función económica de las ciudades, del comercio y las artesanías urbanas. Italia y las provincias del imperio volvieron a una situación menos avanzada de división social del trabajo. La estructura económica altamente desarrollada de la civilización antigua retrocedió a lo que hoy se conoce como la organización señorial de la Edad Media.

Los emperadores se alarmaron con ese resultado, que socavaba el poder financiero y militar de su gobierno. Pero su contraataque fue inútil y no afectó a la raíz del mal. La coacción y la coerción a la que recurrieron no pudo invertir la tendencia hacia la desintegración social, que, por el contrario, vino causada por el exceso de coacción y coerción.

Ningún romano era consciente del hecho de que el proceso lo había inducido la interferencia del gobierno en los precios y el envilecimiento de la moneda. Resultaba vano que los emperadores promulgaran leyes contra el ciudadano que “relicta civitate rus habitare maluerit”.#

El sistema de leiturgia, los servicios que debían prestar los ciudadanos ricos, solo aceleró el retroceso de la división del trabajo. Las leyes concernientes a las obligaciones especiales de los navieros, los navicularii, no tuvieron más éxito en evitar el declive de la navegación que las leyes respecto del comercio del grano en evitar la disminución del suministro de productos agrícolas en las ciudades.

La maravillosa civilización de la antigüedad pereció porque no ajustó su código moral y su sistema legal a los requisitos de la economía de mercado. Un oren social está condenado si las acciones que requiere su funcionamiento normal se ven rechazadas por los patrones de la moralidad, son declaradas ilegales por el derecho del país y se persiguen como criminales por tribunales y policía.

El Imperio Romano se desmoronó porque la faltó el espíritu del liberalismo y la libre empresa. La política del intervencionismo y su corolario político, el principio del Führer, descompuso el poderoso imperio como siempre desintegrará y destruirá necesariamente cualquier entidad social.


Publicado el 4 de mayo de 2012. Traducido del inglés por Mariana Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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