Anticorporativismo vulgar

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Kevin Carson acuñó el útil término de “libertarismo vulgar” para referirse a la falacia de equivocar el capitalismo existente con el ideal del capitalismo laissez faire sin Estado. Carson utiliza el término principalmente para castigar a los liberales que asumen, sólo porque existe un resultado económico positivo, que éste se produjo a través de mecanismos de libre mercado. Argumenta que los diversos modelos existentes, por ejemplo, los “talleres de explotación” del Tercer Mundo de las corporaciones multinacionales se produjeron a través de una intervención gubernamental masiva. Aunque el término es utilizado principalmente por los libertarios de izquierda para describir a los  libertarios de “derecha” que hacen la suposición de que la situación X surgió a través de los mercados libres, la falacia es igualmente aplicable a los socialistas que asumen que la situación Y, surgida en el actual capitalismo existente, implica un defecto en el capitalismo sin Estado. Un ejemplo destacado es el libro de Naomi Klein, La doctrina del shock, que afirma que el régimen de Pinochet demuestra el fracaso del capitalismo laissez faire. Voy a suponer que los lectores aquí saben la diferencia entre el capitalismo estatista (conocido como corporativismo o fascismo) y el capitalismo sin Estado.

Me gustaría introducir un término similar – que describe una falacia equívoca similar. Me he dado cuenta que muchos, quizá la mayoría, de los anti-capitalistas parecen incapaces de distinguir la diferencia entre empresas o corporaciones del mercado y empresas o corporaciones políticas. (Voy a utilizar “corporaciones” de aquí en adelante, con el entendimiento de que los puntos se aplican a las empresas en general, independientemente del régimen de propiedad en particular).

Dejemos que el término “anti-corporativismo vulgar” se refiera al error de agrupar a todas las empresas en el bote político corporativista – en otras palabras, el error de suponer que todas las empresas reciben un beneficio significativo de su colusión con el Estado. De hecho, la mayoría de las empresas no gozan de grandes favores especiales y sufren un daño neto del Estado, y esto les pone en desventaja frente a sus competidores que reciben privilegios estatales. Uno pensaría que es obvio que un Apple no es un Halliburton, un Wal-Mart no es un Bechtel, y que un Ben & Jerry´s no es Blackwater. Sin embargo, una cantidad sorprendente de literatura, y un número increíble de personas no hacen la distinción. Típicamente los anti-capitalistas pintan a todas las corporaciones como cómplices del Estado que se benefician de la actual situación.

Como es lógico, ya que el saqueo del Estado y la redistribución es un juego de suma cero (o más bien negativo), no todos pueden beneficiarse. En realidad, sólo un número relativamente pequeño de individuos y empresas pueden beneficiarse de tal expoliación. Por cada empresa que se beneficia de los privilegios del gobierno, hay cientos si no miles, que se fastidian. Algunas se pueden ver, como los ejemplos de petroleras y empresas de seguridad que no reciben los lucrativos contratos gubernamentales o favores especiales que otras obtienen. Pero no debemos olvidar lo que no se ve– las empresas que hubieran existido si no se hubiera desviado el capital hacia el complejo industrial de seguridad nacional o hacia el complejo industrial de la prohibición de las drogas, o hacia la ocupación de las tierras extranjeras y el asesinato de personas.

En la práctica, podemos distinguir entre estas empresas mediante el cálculo de la parte de sus ingresos que se debe a los favores y contratos del gobierno. (1) Si un gran porcentaje de los ingresos de una empresa proviene de los pagos del gobierno o contratos (por ejemplo, Blackwater y Halliburton), entonces esa corporación casi seguramente es una corporación política. (2) Si una empresa necesita para existir de las directivas del Estado o de una ley, nuevamente esa corporación casi seguramente es una corporación política. (3) Por otra parte, si una empresa obtiene la mayor parte de sus ingresos de la producción o distribución de cosas que la gente voluntariamente compra, entonces casi seguramente es una corporación de mercado.

Por supuesto, la línea entre las corporaciones políticas y las de mercado es borrosa. A pesar de que puedan hacerse cuentas respecto a los contratos del gobierno, puede ser difícil medir los beneficios estatales indirectos, tales como los subsidios al transporte de facto resultantes de las guerras por el petróleo.

La inspiración para este nuevo término – el anti-corporativismo vulgar – es un video llamado “La Historia de las Cosas”. La narradora, Annie Leonard, pone todas las corporaciones en la clase corporativa-política sin pensarlo dos veces. Pero yo realmente no quiero meterme con ella – como he señalado, son muchos los anti-capitalistas que parecen cometer el mismo error.

¿Eres un anticorporativista vulgar? He aquí una prueba de fuego: ¿Crees que Wal-Mart es tan “mala” como la corporación Northrop Grumman o KBR? Si es así, es probable que seas anti-corporativista vulgar. Es posible criticar Wal-Mart por algunas de sus políticas. Usted puede querer verla sindicalizada, o utilizando las mejores prácticas ambientales, o deteniendo la devaluación de las pequeñas empresas locales. Pero poner Wal-Mart en la misma clase que Halliburton es un error grave. Por nuestros tres criterios, Wal-Mart es claramente una corporación de mercado. (1) Recibe poco o ningún ingreso de los contratos gubernamentales – sólo recibe beneficios del gobierno incidentales, principalmente reducción de impuestos locales o subsidios TIF que todas las empresas tratan de acaparar. (2) La venta de bienes de consumo al por menor existiría sin el Estado, y (3) la gente voluntariamente compra cosas de Wal-Mart por sus “precios siempre bajos”.

Para evitar la falacia del anti-corporativismo vulgar, debemos aprender a utilizar adjetivos como “políticas” y “de mercado” después del término “corporaciones”, según corresponda. Por ejemplo en lugar de “las corporaciones están en confabulación con el Estado”, decir, “algunas empresas están en confabulación con el Estado” o “las corporaciones políticas están en confabulación con el Estado”. Hay que reconocer explícitamente la diferencia entre los productores y los parásitos – entre emprendedores del mercado y emprendedores políticos. De lo contrario, podemos confundir la hierba con la maleza.


El artículo original se encuentra aquí. Traducido del inglés por Nelson Paz y Miño. [Fuente].

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