Lo que podemos aprender de Mötley Crüe acerca de la legalización de las drogas

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Mötley Crüe escandalizaron en la década de 1980. Tocaban duro y hacían juergas aún más duras. Su estilo de vida en una mezcla tóxica de drogas, alcohol, automóviles veloces y mujeres fáciles. Su reputación de abuso de las drogas sigue siendo legendaria, rivalizando con Ozzy Osbourne, los Grateful Dead e incluso los Rolling Stones.

Cualquiera que apoye la legalización de las drogas debe reconciliar su postura con la existencia de esos fanáticos tatuados atontados por la cocaína en motocicletas. La mayoría de los ciudadanos temen que la legalización lleve a una rápida decadencia de la civilización occidental: los jóvenes se abalanzarán sobre la drogas, las habrá en todas las casas y todas las venas, la moralidad se tirará por la ventana y la vida tal y como la conocemos de derrumbará a nuestro alrededor.

Con estos “estimados” caballeros como ejemplos, solo los degenerados podrían apoyar la legalización de las drogas. Es decir, hasta que uno examina más de cerca los detalles.

Es verdad que la locura de las drogas de los Crüe llevó a incontables arrestos, innumerables divorcios, sobredosis, reyertas e incluso muertes. Los arrestos fueron por la habitual idiotez de los ebrios, intoxicaciones públicas, peleas y vandalismo.

Unos pocos miembros de la banda fueron acusados de delitos más abyectos: el cantante, Vince Neil, fue acusado de homicidio por conducir bajo la influencia del alcohol y cocaína en una juerga nocturna. Apuesto a que el accidente tuvo más que ver con el Jack Daniels que con la droga.

El guitarrista Nikki Sixx cayó tan bajo que murió de una sobredosis, para ser revivido con una inyección de adrenalina en el corazón. Horas después de llegar al hospital, Sixx se despidió, hizo autostop hasta su casa y de nuevo se inyectó heroína en su brazo.

El batería Tommy Lee tuvo una serie de divorcios y fue a la cárcel por golpear a su mujer, Pamela Anderson. Sus payasadas fuera de control dejaron un rastro de pequeños delitos y faltas.

Casi tres décadas después, 80 millones de álbumes vendidos y algunos Ferraris estrellados, Mötley Crüe siguen vivos hoy, sobrios y haciendo rock. El sentido común nos habría hecho predecir lo contrario: en el caso de las estrellas del rock, el dinero que les permite gigantescas dependencias de las drogas debería llevar a mayores problemas, no a una maravillosa rehabilitación.

Hay algo en este caso que es distinto de la mitología habitual de las drogas.

Pero tengamos en cuenta que la historia de Mötley Crüe no es única. Casi todas las grandes bandas de rock notorias por su adicción a las drogas han acabado rehabilitándose. Esta lista incluye muchísimos nombres: Led Zeppelin, Rolling Stones, Bon Jovi, Guns n’ Roses y muchos más. Los rockeros que abusan de las drogas durante más de dos décadas son la excepción, no la regla.

Los caros centros de tratamiento difícilmente pueden ser en único factor que ayude a la rehabilitación. Romper la dependencia de las drogas depende del poder de la voluntad. Todos los hombres están dotados de cantidades similares. Todo beneficio que puede conseguir el dinero viene con un vicio similar. Con suficiente dinero para pagar un centro de tratamiento de máximo nivel, una estrella del rock indudablemente tiene suficiente dinero para continuar con su debilitante estilo de vida hasta el fin.

Toda la carrera de Mötley Crüe sigue bastante bien la teoría de la legalización de la droga. Aquí tenemos a un grupo de caballeros que no tienen limitaciones monetarias para usar droga. Estos rockeros podían permitirse montañas de cocaína, campos enteros de hachís y muchísimo LSD para colmar sus deseos. El coste monetario relativo de las drogas no supone nada para ellos.

Los delitos cometidos por los Crüe eran exactamente lo que esperaba la teoría. Hubo un aumento en las faltas no violentas, los altercados domésticos, las peleas en los bares con otros borrachos y la conducción bajo estupefacientes. No hubo atracos, robos con violencia o tiroteos de bandas causados por la incapacidad de los adictos de cumplir con sus fines financieros.

Los bajos precios de la droga parecerían aumentar la adicción, no llevar a una sobriedad después de la fama. Hay algo por debajo de la superficie que debe asociarse a este fenómeno. La inmunidad legal de facto es imprescindible para su éxito en la rehabilitación. Las estrellas del rock pueden permitirse una protección legal en un grado inasequible para la mayoría de los ciudadanos. Viven como si las drogas fueran legales. Los arrestos son, como mucho, una molestia.

Los abogados de Vince Neil consiguieron defender tan bien al cantante como para reducir su sentencia por homicidio a 18 días de prisión. Tommy Lee cumplió una corta condena por violencia doméstica separado del resto de la gente de la prisión.

Sus abogados tuvieron la habilidad de librarles de delitos reales y pudieron conseguirles protección en los casos de drogas. En comparación, el ciudadano medio tiene innumerables leyes sobre drogas por las que preocuparse. La mayoría de los consumidores veteranos de drogas tienen la proverbial “lista de antecedentes penales de una milla de largo”.

Nuestras infernales prisiones convierten a los reclusos en peores criminales. Los efectos psicológicos del encarcelamiento, la violencia en las prisiones y las violaciones carcelarias pervierten las mentes de los reclusos en todo el sistema. Las prisiones transforman un mal hábito en una horrible degradación, arruinando vidas completamente.

Sin las cicatrices permanentes del sistema penal, las estrellas del rock tienen toda una vida por delante después de la adicción. La vida de un delincuente más común está torcida para siempre: sus oportunidades de trabajo se reducen a la mitad por su condena. Las drogas parecen una forma comprensible de ocuparse de esta desesperación y angustia mental por estar encerrados durante años. El tiempo para construir experiencia y capital humano les ha sido robado permanentemente por el estado.

La adicción lleva a perder el control de sus vidas. Lleva a un empeoramiento de las relaciones, la depresión y los problemas familiares. Veamos el ejemplo del alcohol. Las sustancias ilegales empiezan la caída, pero las leyes sobre drogas hacen a los delincuentes incapaces de salir del hoyo. El sistema incapacita a quienes tienen menos fuerza de voluntad y capacidad de encontrar una salida.

Muchos críticos de la legalización de las drogas afirman que el uso se dispararía después de la legalización. Después de todo, oferta y demanda sugieren que precios radicalmente más bajos llevarían a niveles extraordinarios de nuevos usuarios. Estos críticos no tienen en cuenta todos los costes asociados con las drogas. La legalización solo eliminaría problemas monetarios y legales. Todo otro problema no monetario seguiría existiendo.

Veamos de nuevo a Mötley Crüe. A pesar de tener disponibilidad e inmunidad legal siguieron decidiendo dejar de seguir este estilo de vida sin salida. Las drogas causan una variedad de problemas interpersonales que van de problemas de salud a amistades rotas y familias destrozadas. Incluso si las drogas fueran gratuitas, el coste personal de las drogas sería siempre alto. Incluso sin consecuencias legales o altos precios, el uso de drogas del calibre de Mötley Crüe seguiría siendo un caso raro y extremo.

Un aspecto importante que diferencia el uso de las estrellas del rock y el del consumidor común sería, tanto bajo la legalización como ahora, la importancia de la profesión: una estrella del rock toca en un espectáculo de dos horas cada pocos días, tal vez acompañado por una entrevista aquí o allá. Entretanto, las bandas viajan con pocas responsabilidades o preocupaciones. Esto alimenta un entorno propicio al uso de las drogas. Como se suele decir “el ocio es el taller del demonio”. La sobriedad no es un prerrequisito, ni siquiera cuando actúan. De hecho, el espectáculo podría ser algo mejor dependiendo del nivel de intoxicación.

No hay nada concreto que indique que el rock n’ roll lleve a las drogas. Si los contables trabajaran solo dos horas cada varios días con la misma paga, puedo asegurar un aumento radical en su abuso de las drogas y el alcohol. La mayoría tenemos trabajos de 9 a 5 y no podemos permitirnos drogas debido a nuestras responsabilidades. ¿Cuántos lectores tienen tiempo para fumar metanfetamina este fin de semana y estar despiertos durante 36 horas? Casi ninguno (excepto los universitarios). No es casualidad que los universitarios, con mucho tiempo en sus manos, tengan una reputación de beber mucho y usar drogas. Los estudiantes no maduran misteriosamente de los 22 a los 23 años y dejan de beber. Encuentran trabajo, lo que aumenta su coste temporal en drogas y alcohol, y eso lleva a un menor consumo.

Otros grupos asociados con altos niveles de abuso de las drogas tienen un perfil similar: mucho tiempo y pocas responsabilidades. Los pobres consumen colectivamente grandes cantidades de drogas, especialmente en el sector servicios. Tomar drogas no les hace necesariamente pobres. Los empobrecidos tienen costes no monetarios mucho más bajos por usar drogas. ¿Cuáles son los costes de oportunidad de los receptores de asistencia por tomar drogas? Hagamos la misma pregunta de tener 36 horas para fumar metanfetamina este fin de semana. Los receptores de asistencia tienen mucho tiempo para fumar cualquier droga si quieren. El coste de fumar “met” es más bajo para un receptor de asistencia empobrecido que para un director de fondos de inversión de Wall Street. Como cantó una vez Bob Dylan: “Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder”.

Los trabajos con bajos salarios tienen costes bajos parecidos en su uso de drogas. Si un camarero pierde un trabajo, puede conseguir otro en pocos días. Los currículos generalmente son innecesarios, igual que los tests de drogas. Rara vez se contacta con los jefes anteriores. Si un empleado se droga en el trabajo, empieza a llegar tarde, empieza a hacer el vago, tiene otro trabajo a la vuelta de la esquina.

Para un contable, perder un trabajo podría suponer meses de desempleo. Hay poca rotación en el sector, los currículos se examinan detalladamente, se contacta a los antiguos jefes. Nuestro desgraciado contable consumidor de drogas tendría suerte si encontrara un trabajo que se aproximara al nivel del anterior. Sus años de universidad y experiencia pueden consumirse rápidamente.

Los costes son extremadamente altos para usar drogas. Sean legales o no, estos costes siguen siendo iguales.

Con la legalización, los precios serían tan bajos como para permitir a los mendigos conseguir su dosis igual que los vagabundos lo hacen ahora con botellas de vodka de 6$. Esto desanimaría a los pobres a robar o matar por drogas. Pero el precio debería tener poco efecto en las decisiones de consumo de la mayoría de la población.

Es verdad que el uso de alguna droga podría dispararse, particularmente la marihuana. Ésta ya es la droga ilegal más utilizada. Fumar hierba tiene el menor coste temporal de todas las drogas. De hecho, el coste temporal es más bajo que el del alcohol. Una persona puede fumarse un canuto y estar sobria en una hora. Todavía no he visto al ebrio que pueda hacer lo mismo. Además, uno no puede estar tomando marihuana durante día, como puede hacerse con el crack y otras sustancias de baja duración.

Los efectos de la marihuana son inciertos, tal vez incluso sean muy positivos si la gente deja de beber alcohol dando preferencia a la hierba.

Sin que el sistema legal arruine las vidas de los usuarios de droga no violentos, habría una luz al final del oscuro túnel conocido como drogadicción. No desaparecerían todos los problemas. Las drogas continuarían estropeando vidas, igual que la dependencia del alcohol lo ha estado haciendo durante siglos. Pero esperemos que un día la drogadicción sea tratada por doctores, amigos, familia e iglesia, no por las barras de una prisión y un estado policial agresivo. Se permitiría a los drogadictos reintegrarse pacíficamente en la sociedad, convirtiéndose en miembros productivos sin las cicatrices del sistema penal. Tendrán una oportunidad para rehabilitarse y seguir adelante, igual que Mötley Crüe.


Publicado el 14 de agosto de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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