Orígenes del estado del bienestar en Estados Unidos

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Introducción

La teoría estándar ve al gobierno como funcional: aparece una necesidad social y el gobierno, casi automáticamente, acude a cubrir esa necesidad. La analogía se basa en la economía de mercado: la demanda genera la oferta (por ejemplo, una demanda de crema de queso generará una oferta de crema de queso en el mercado). Pero sin duda es forzado decir que, de la misma forma, una demanda de servicios postales dará paso a un monopolio público de Correos, prohibiendo su competencia y dándonos un servicio cada vez más pobre a precios cada vez más altos.

De hecho, si falla la analogía incluso cuando se esta proporcionando un servicio genuino (por ejemplo, el envío de correo o la construcción de carreteras), imaginémonos lo mucho peor que es dicha analogía cuando el gobierno no proporciona ningún bien o servicio en absoluto, sino redistribuyendo coactivamente la renta y la riqueza.

En resumen, cuando el gobierno toma dinero a punta de pistola de A y se lo da a B, ¿quién demanda esto? El productor de crema de queso en el mercado está usando sus recursos para atender una demanda genuina de crema de queso, no se dedica a la redistribución coactiva. ¿Pero qué pasa con el gobierno que quita a A y da el dinero a B? ¿Quiénes son los demandantes y quiénes los ofertantes? Uno puede decir que los subsidiados, los “donatarios” están “demandando” esta redistribución; sin embargo, indudablemente, sería abusar de nuestra credulidad afirmar que A, el esquilmado, también está “demandando” esta actividad. A, en realidad, es el reticente ofertante, el donante coaccionado; B gana a costa de A. Pero el papel realmente interesante aquí es el que desempeña G, el gobierno. Pues aparte del improbable caso en que G sea un altruista sin sueldo, que realiza su acción como un Robin Hood sin recompensa, G se lleva una tajada, un cargo por tratamiento, una tasa de descubrimiento, por decirlo así, en esta pequeña transacción. G, el gobierno, en otras palabras. Realiza su acto de “redistribución” esquilmando a A para beneficio de B y de sí mismo.

Una vez que nos centramos en este aspecto de la transacción, empezamos a darnos cuenta de que G, el gobierno, podría no ser solo un receptor pasivo de la necesidad sentida y la demanda económica de B, como indicaría la teoría estándar; por el contrario, el propio G podría ser un demandante activo y como un Robin Hood pagado a tiempo completo, podría incluso haber estimulado desde el principio la demanda de B, para entrar en el acuerdo. Así que la necesidad sentida podría estar en la parte del propio Robin Hood gubernamental.

¿Por qué el estado del bienestar?

¿Por qué ha crecido tanto el gobierno durante este siglo?

En concreto, ¿por qué ha aparecido, crecido y se ha convertido en cada vez más grande y poderoso el estado del bienestar? ¿Cuál fue la necesidad funcional aquí sentida? Una respuesta es que el desarrollo de la pobreza en el siglo pasado dio lugar al bienestar y la redistribución. Pero esto tiene poco sentido, ya que es evidente que en nival de vida medio de las personas ha crecido considerablemente en el último siglo y medio y la pobreza ha disminuido mucho.

¿Pero tal vez la desigualdad se ha agravado y las masas, a pesar de mejorar, están preocupadas por el aumento en la diferencia de rentas entre ellas y los ricos? Traducción al español: las masas pueden estar locas de envidia y se quejan furiosamente ante una creciente disparidad de rentas. Pero también debería resultar evidente echando un vistazo al Tercer Mundo que la disparidad de rentas y riqueza entre el rico y las masas es mucho mayor allí que en los países capitalistas occidentales. Entonces, ¿cuál es el problema?

Otra respuesta estándar afirma más convincentemente que la industrialización y la urbanización de finales del siglo XIX privó a las masas, desarraigadas de la tierra o del pueblo pequeño, de su sentimiento de comunidad, pertenencia y ayuda mutua.[1] Alienados y desarraigados en la ciudad y en la fábrica, las masas buscaron que el estado del bienestar ocupara el lugar de su antigua comunidad.

Indudablemente es cierto que el estado del bienestar apareció durante el mismo periodo que la industrialización y la urbanización pero la coincidencia no establece la causalidad.

Un defecto grave en esta teoría de la urbanización es que ignora la naturaleza real de la ciudad, al menos como ésta había sido antes de ser efectivamente destruida en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La ciudad no era una aglomeración monolítica, sino una serie de barrios locales, cada uno con su carácter distintivo, su red de clubes, asociaciones de fraternidad y reuniones en las esquinas. La memorable descripción de Jane Jacobs del barrio urbano en su Death and Life of Great American Cities fue un retrato encantador y ajustado de la unidad en la diversidad de cada barrio, del papel benigno del “vigilante de la calle” y del vendedor local. La vida en la gran ciudad en Estados Unidos en 1900 era casi exclusivamente católica y étnica y tanto la vida política como la social de los varones católicos en cada barrio giraban, y todavía giran, en cierto grado, alrededor del bar del barrio. Allí se retiraban los hombres del barrio cada tarde al bar, donde podían beber una cervezas, socializar y discutir de política. Normalmente recibirían instrucción política del dueño del bar local, que era también generalmente el activista demócrata del distrito. Las mujeres hacían vida social separada y en casa. La querida comunidad seguía aún viva y sana en la América urbana.

Además, en una investigación histórica más profunda, esta aparentemente razonable explicación del industrialismo desbarata, no solo en el problema familiar del excepcionalismo estadounidense, sino también el hecho de que Estados Unidos, a pesar de industrializarse más rápidamente, se retrasara ante los países europeos en el desarrollo del estado del bienestar. Por ejemplo, investigaciones detalladas de una serie de países industrializados, no encuentra relación alguna entre el grado de industrialización y la adopción de programas de seguro social entre la década de 1880 y la de 1920 o la de 1960.[2]

Más sorprendente es que las mismas conclusiones resultan verdad dentro de Estados Unidos, donde el excepcionalismo americano no puede desempeñar ningún papel. El primer programa masivo de bienestar en Estados Unidos fue la dispensa de pensiones tras la Guerra de Secesión a los veteranos del Ejército de la Unión y a quienes dependían de ellos. Aún así, las pensiones tras la Guerra de Secesión probablemente ayudaron más a granjeros y gentes de pueblos pequeños que a residentes en grandes ciudades industriales. Los estudios de las pensiones tras la Guerra de Secesión a nivel de condado en Ohio a finales de la década de 1880, los años de mayores pagos de estas pensiones, demuestran una correlación negativa entre el grado de urbanismo o el porcentaje de gente viviendo en casas en lugar de en granjas y las tasas de recepción de pensiones. El autor del estudio concluye que “generalmente, las pensiones se distribuyeron en la áreas predominantemente rurales y anglosajonas”, mientras la gran ciudad de Cleveland tuvo el nivel más bajo por cabeza de recepción de pensiones.[3] Además, los pioneros en el seguro de desempleo y otra legislación social fueron a menudo los estados menos industrializados y más rurales, como Wisconsin, Minnesota, Oklahoma y Washington.[4]

Otra visión estándar, la liberal de izquierda o “modelo socialdemócrata”, como la llaman sus practicantes, sostiene que el estado de bienestar aparece no por el funcionamiento casi automático de la industrialización, sino más bien por movimientos concienciados de las masas desde la base, movimientos generados por las demandas de los presuntos beneficiarios del estado del bienestar: los pobres, las masas o la oprimida clase trabajadora. Esta tesis ha sido resumida audazmente por uno de sus defensores.

En todas partes, dice, el estado del bienestar ha sido el producto de un movimiento sindical altamente centralizado, con una base de miembros de varias clases en coordinación cercana con un partido reformista-socialista unificado que, principalmente basándose en un apoyo masivo de la clase obrera, es capaz de alcanzar un estatus hegemónico en el sistema de partidos.[5]

Indudablemente, mucho de esta tesis es exagerado incluso para Europa, donde mucho del estado del bienestar lo trajeron lo burócratas conservadores y liberales, en lugar de los sindicatos o los partidos socialistas. Pero dejando eso aparte y concentrándonos en Estados Unidos, para empezar, no ha habido un partido socialista con apoyo masivo, no digamos ya que haya conseguido un “estatus hegemónico”.

Así que nos quedan los sindicatos como el único posible apoyo para el modelo socialdemócrata en Estados Unidos. Pero aquí los historiadores, casi uniformemente arrobados partidarios de los sindicatos, han exagerado enormemente la importancia de éstos en la historia estadounidense. Cuando se habla de románticas historias de huelgas y conflictos industriales (en los que el papel del sindicato inevitablemente se blanquea, cuando no se glorifica), no siquiera a los mejores historiadores económicos les preocupa informar al lector del mínimo papel o importancia cuantitativa de los sindicatos en la economía estadounidense. De hecho, hasta el New Deal, y con la excepción de breves periodos en los que la sindicalización se imponía coactivamente por parte del gobierno federal (durante la Primera Guerra Mundial y en los ferrocarriles durante la década de 1920), el porcentaje de los miembros de los sindicatos entre la mano de obra normalmente varía de un minúsculo 1% al 2% durante las recesiones hasta el 5% o 6% durante los auges inflacionistas, cayendo luego  a la cifra ridícula en la siguiente recesión.[6]

Además, en auges y declives, los sindicatos, en el entorno del libre mercado, serían solo capaces de asentarse en trabajos y áreas de la economía concretos. En concreto, los sindicatos solo podrían florecer como sindicatos de trabajadores especializados (a) que puedan controlar la oferta de trabajo en la profesión causa del pequeño número de trabajadores afectados; (b) donde este número limitado constituyera una pequeña fracción de la plantilla y (c) donde, a causa de factores tecnológicos, el sector en cuestión no fuera muy competitivo activamente a través de regiones geográficas. Una forma de resumir estos factores es decir, en jerga de economistas, que es inelástica la proyección de demanda de los empresarios para este tipo de trabajo, es decir, que una pequeña restricción en la oferta de dicho trabajo podría dar lugar a un gran aumento salarial para los restantes trabajadores. Los sindicatos podrían florecer, además, en industrias geográficamente no competitivas como el carbón de antracita, que solo se encuentra en una pequeña área del nordeste de Pennsylvania y los distintos trabajos de la construcción (carpinteros, albañiles, electricistas, etc.), ya que la construcción de edificios, por ejemplo, en Nueva York es solo remotamente competitiva con una construcción similar en Chicago o Duluth. Por el contrario, a pesar de un esfuerzo determinado, a los sindicatos les fue imposible prosperar en sectores como el carbón bituminoso, que se encuentra en grandes áreas de Estados Unidos, o la fabricación de ropa, en la que la fábricas pueden trasladarse a voluntad a otras áreas no sindicalizadas.

Fue una sagaz comprensión de estos principios lo que permitió que prosperaran Samuel Gompers y los sindicatos de artesanos en su American Federation of Labor, mientras que otros sindicatos más radicales y socialistas, como The Noble Order of the Knights of Labor, se derrumbaron rápidamente o desaparecieron de la escena.[7]

Debería por tanto ser evidente que la aparición y crecimiento del estado del bienestar en Estados Unidos tuvo poco o nada que ver con el crecimiento del movimiento obrero. Por el contrario, el crecimiento del sindicalismo en Estados Unidos (durante la Primera Guerra Mundial y durante la década de 1930, sus dos grandes brotes de actividad) se produjo por coacción gubernamental superior. Los sindicatos, por tanto, fueron más bien un efecto que una causa del estado del bienestar, al menos en Estados Unidos.

El pietismo postmilenarista yanqui

Si no fueron el industrialismo ni los movimientos de masas de la clase trabajadora los que trajeron el estado del bienestar a Estados Unidos, ¿qué fue? ¿Dónde tenemos que buscar las fuerzas causales? En primer lugar, debemos darnos cuenta de que las dos motivaciones más poderosas en la historia humana han sido siempre la ideología (incluyendo las doctrinas religiosas) y el interés económico y que una unión de estas dos motivaciones puede ser directamente irresistible. Fueron estas dos fuerzas las que se unieron poderosamente para traer el estado de bienestar.

La ideología se vio impulsada por una doctrina religiosa intensamente sostenida que se extendió y controló prácticamente todas las iglesias protestantes, especialmente en áreas “yanquis” del norte, desde 1830 en adelante. Igualmente, una creciente ideología corolario de estatismo y socialismo corporativo se extendió entre intelectuales y ministros al final del siglo XIX. Entre los intereses económicos promovidos por el floreciente estado del bienestar había dos en particular. Uno era la creciente legión de intelectuales, tecnócratas y “profesiones auxiliares” educados (y a menudo sobreeducados), que buscaban poder,  prestigio, subvenciones, contratos, trabajos cómodos del estado del bienestar y restricciones de entrada en su campo mediante licencias. El segundo eran los grupos de empresarios, que, después de fracasar en alcanzar un poder monopolístico en el libre mercado, se dirigían al gobierno (local, estatal y federal) para que se lo concedieran. El gobierno aportaría subvenciones, contratos y, particularmente, una cartelización forzosa. Después de 1900, se fusionaron estos dos grupos, combinando dos elementos cruciales: riqueza y poder de moldear la opinión pública, éste último ya no dificultado por el resistencia de un Partido Demócrata comprometido con la ideología del laissez faire. La nueva coalición se unió para crear y acelerar un estado del bienestar en Estados Unidos. Esto no solo era cierto en 1900: hoy sigue siendo cierto.

Quizá el más funesto de los acontecimientos que dieron lugar y moldearon el estado de bienestar fue la transformación de protestantismo estadounidense que tuvo lugar en un periodo notablemente breve a finales de la década de 1820. Siguiendo una oleada europea, alimentada por un emotivismo intenso a menudo generado por reuniones de avivamiento, este Segundo Gran Despertar conquistó y remoldeó las iglesias protestantes, dejando atrás formas más antiguas como el calvinismo. El nuevo protestantismo estaba encabezado por el emotivismo de las reuniones de avivamiento que realizaba por todo el país el Rev. Charles Grandison Finney. Este nuevo protestantismo era pietista, desdeñando la liturgia por papista o formalista, y desdeñaba igualmente los formalismos del credo o la organización de la iglesia calvinista. Por tanto, el denominacionalismo, la ley de Dios y la organización de la iglesia ya no eran importantes. Lo que importaba era que cada persona alcanzara la salvación por su propio libre albedrío, al “renacer” o ser “bautizado en el Espíritu Santo”. Un protestantismo emotivo, vagamente definido como pietista, sin credo y ecuménico iba a reemplazar las estrictas categorías de credos o liturgias.

El nuevo pietismo adoptó distintas formas en diversas regiones del país. En el sur, se convirtió en personalista o salvacional: el énfasis se ponía en que cada persona alcanzara su renacimiento de salvación por sí misma, en lugar de a través de la acción social o política. En el norte, especialmente en las áreas yanquis, la forma del nuevo protestantismo fue muy diferente. Era agresivamente evangélico y postmilenarista, es decir, la tarea sagrada de cada creyente era dedicar sus energías a tratar de establecer un Reino de Dios en la Tierra, establecer la sociedad perfecta en Estados Unidos y posteriormente en el mundo, eliminar el pecado y “hacer santo Estados Unidos”, como preparación esencial para la posterior Segunda Llegada de Jesucristo. Las tareas de todo creyente iban mucho más allá del mero apoyo a la actividad misionera, puede una parte esencial  de la nueva doctrina sostenía que quien no hiciera todo lo posible por maximizar la salvación de otros no sería salvado. Después de solo unos pocos años de activismo, estaba claro para estos nuevos protestantes que el Reino de Dios en la Tierra solo podría establecerlo el gobierno, al que se le pedía que facilitara la salvación de los individuos eliminando las ocasiones para el pecado. Aunque la lista de pecados era inusualmente extensa, los pietistas postmilenaristas destacaban en particular la supresión de Demonio del Ron, que nubla las mentes de los hombres impidiéndoles alcanzar la salvación; cualquier actividad en sábado excepto rezar o leer la Biblia y cualquier actividad del anticristo en el Vaticano, el Papa de Roma y sus agentes concienciados y dedicados que constituían la Iglesia Católica.

Los yanquis que abrazaron en concreto esta opinión eran un grupo étnico cultural descendiente de los puritanos originales de Massachussets, quienes, desde la Nueva Inglaterra rural se mudaron hacia el oeste y se establecieron en el norte del estado de Nueva York (“el Burned-Over District”), el norte de Ohio, el norte de Indiana, el norte de Illinois y zonas cercanas. Ya en los tiempos de los puritanos, los yanquis estaban dispuestos a coaccionarse a sí mismos y a sus vecinos: las primeras escuelas públicas estadounidenses se establecieron en Nueva Inglaterra para inculcar obediencia y virtud cívica a sus alumnos.[8]

La concentración de los nuevos estatistas en áreas yanquis no fue nada remarcable. Desde el Rev. Finney a virtualmente todos los intelectuales progresistas que marcaron el rumbo a Estados Unidos en los años posteriores a 1900, casi todos nacieron en áreas yanquis: la Nueva Inglaterra rural y sus descendientes emigrados en el norte y el oeste de Nueva York, el nordeste de Ohio (la “reserva occidental”, originalmente propiedad de Connecticut y colonizada pronto por los yanquis de Connecticut) y las cuencas al norte de Indiana e Illinois. Casi todos nacieron en familias sabatarias muy estrictas  y a menudo su padre era un predicador y su madre la hija de un predicador.[9] Es muy probable que la propensión de los yanquis, en particular, a adoptar tan rápidamente el aspecto coactivo y de cruzada del nuevo pietismo protestante fuera un herencia de los valores, costumbres y visión del mundo de sus antecesores puritanos y de la comunidad que habían establecido en Nueva Inglaterra. De hecho, se nos han recordado sorprendentemente en años recientes los tres grupos muy diferentes y en conflicto, todos protestantes, que vinieron de distintas regiones de Gran retaña y se establecieron en distintas regiones de Norteamérica; los coactivos y orientados a la comunidad puritanos de West Anglia que colonizaron Nueva Inglaterra; os caballeros anglicanos orientados a las heredades y plantaciones, que venían de Essex  y se establecieron en las orillas del sur y los batalladores e individualistas presbiterianos de la frontera que llegaron del país fronterizo entre el norte de Inglaterra y el sur de Escocia y se establecieron en el sur y oeste del país.[10]

El Rev. Charles Grandison Finney, que lanzó esencialmente la oleada pietista, era un yanqui prácticamente paradigmático. Había nacido en Connecticut; muy joven, su padre se unión a la emigración llevando a su familia a una granja del oeste de Nueva York, en la frontera con Ontario. En 1812, 2/3 de las 200.000 personas que vivían en el oeste de Nueva York habían nacido en Nueva Inglaterra. Aunque nominalmente presbiteriano, en 1821, con 29 años, Finney se convirtió al nuevo pietismo, experimentando su segundo bautismo, su “bautismo del Espíritu Santo”, viéndose muy ayudado en su conversión por el hecho de que era autodidacta en religión y no tenía ninguna formación religiosa. Dejando aparte la tradición calvinista de enseñar la Biblia, Finney fue capaz de forjar su nueva religión y ordenarse a su nueva versión de la fe. Lanzó su notablemente exitoso movimiento de avivamiento en 1826 cuando era abogado en el nordeste de Ohio y su nuevo pietismo arrasó las áreas yanquis del este y medio oeste. Finney acabó en el Oberlin College, en el área de la reserva occidental de Ohio, donde se convirtió en presidente y transformó Oberlin en el principal centro nacional para la educación y divulgación del pietismo postmilenarista.[11]

Los pietistas pronto se acostumbraron al paternalismo estatista a nivel local y estatal: a tratar de eliminar el Demonio del Ron, la actividad en sábado, el baile, el juego y otras formas de diversión, así como a tratar de perseguir las escuelas parroquiales católicas y a expandir las escuelas públicas como dispositivo para hacer protestantes a los niños católicos o, en frase común de finales del siglo XIX, para “cristianizar a los católicos”. Pero la utilización del gobierno nacional llegó también pronto: trataron de restringir la inmigración católica, en respuesta a la influencia católica irlandesa de finales de la década de 1840; de restringir o abolir la esclavitud; de eliminar el pecado de llevar correo el domingo. Por tanto le fue fácil a los nuevos pietistas expandir su conciencia para favorecer el paternalismo en asuntos económicos nacionales, utilizando el gran gobierno para crear una economía perfecta que pareciera emplear ese gobierno para eliminar el pecado y crear una sociedad perfecta, Pronto, los postmilenaristas empezaron a defender la intervención del gobierno para ayudar a los intereses de los negocios y proteger a la industria estadounidense de la competencia de las importaciones extranjeras. Además, tendían de defender las obras públicas y la creación por el gobierno de un poder adquisitivo masivo mediante papel moneda y banca central. Por tanto, los postmilenaristas pronto se acercaron al Partido Whig y luego al vehementemente anticatólico Partido de América, culminando finalmente con un apoyo completo al Partido Republicano, el “partido de las grandes ideas morales”.[12]

Por otro lado, todos los grupos religiosos que no querían someterse a la teocracia postmilenarista (católicos, luteranos alemanes de la Alta Iglesia o litúrgicos, calvinistas de la vieja escuela,  secularistas y salvacionistas personales del sur) se aproximaban naturalmente al partido político del laissez faire, los demócratas. Empezando a conocerse como el “partido de la libertad personal”. Los demócratas defendían el gobierno pequeño y el laissez faire también a nivel económico nacional, incluyendo la separación de gobierno y negocios, el libre comercio y la moneda fuerte, lo que incluía la separación del gobierno del sistema bancario.

El Partido Demócrata fue el defensor del laissez faire, el gobierno mínimo y la descentralización hasta su absorción por la fuerzas ultra-pietistas de O’Bryan en 1896.  Después de 1830, la postura demócrata de laissez faire se vio muy fortalecida por un influjo de grupos religiosos apuestos a la teocracia yanqui.

Si el protestantismo postmilenarista ofreció un impulso crucial hacia el dictado del Estado sobre la sociedad y la economía, otra fuerza vital en nombre de la asociación entre gobierno e industria fue el celo de empresarios e industriales ansiosos por subirse al carro de los privilegios del estado. Por tanto, fueron vitales para la coalición republicana los grandes ferrocarriles, dependientes de la subvención pública y fuertemente endeudados y la industria del hierro y el acero de Pennsylvania, casi crónicamente ineficiente y en perpetua necesidad de altos aranceles para protegerse de la competencia de las importaciones. Cuando los industriales, como era a menudo el caso, eran al mismo tiempo pietistas postmilenaristas yanquis buscando imponer una sociedad perfecta y asimismo industriales buscando ayuda del gobierno, la fusión de doctrina económica e interés económico se convertía en una fuerza poderosa que guiaba sus acciones.

Las mujeres yanquis: La fuerza motriz

De todos los activistas yanquis a favor de la “reforma” estatista, tal vez la fuerza más formidable fue la legión de mujeres yanquis, en particular las de origen en clases medias y altas y especialmente solteras cuyas inclinaciones de cotillas no se cumplían con las responsabilidades de casa y corazón. Una de las reformas favoritas de los postmilenaristas fue conseguir el sufragio femenino, que se consiguió en varios estados y localidades mucho antes de que una enmienda constitucional lo impusiera en todo el país. Una razón importante: era obvio para todos que, ante la posibilidad de votar, la mayoría de las mujeres yanquis acudirían rápidamente a las urnas, mientras que las mujeres católicas creían que su lugar estaba en casa y con la familia y no les preocuparían las consideraciones políticas. Por tanto, el sufragio femenino era una forma de aumentar el voto total hacia los postmilenaristas y alejarlo de los católicos y los luteranos de la Alta Iglesia.

El impacto de la transformación del avivamiento del protestantismo en las décadas de 1820 y 1830 en el activismo femenino está bien descrito por la historiadora feminista Carroll Smith-Rosenberg:

Los movimientos religiosos de mujeres se multiplicaron. Las convertidas al avivamiento formaban Bandas Sagradas para ayudar al evangelista en sus obras de avivamiento. Se reunían con él al amanecer para ayudar a planear sus estrategias diarias de avivamiento. Ponían carteles en lugares públicos solicitando la asistencia a reuniones de avivamiento, presionaban a los comerciantes para que cerraran sus tiendas y acudieran a los servicios de oración y obligaban a contestar a los pecadores y rezaban con ellos. Aunque “simples mujeres”, lideraban las vigilias de oración en sus casas que se extendían hasta muy tarde por las noches. Estas mujeres estaban en su mayor parte casadas, eran miembros respetados de de comunidades respetables. Aún así, transformadas por el celo milenarista, ignoraban casi cualquier restricción en el comportamiento femenino. Dirigían farisaicamente su propio espacio sagrado. Llevaban audazmente el mensaje de Cristo a las calles, incluso en los nuevo barrios urbanos pobres.[13]

Las primeras líderes sufragistas empezaron como ardientes prohibicionistas, la mayor preocupación política de los protestantes postmilenaristas. Eran todas yanquis, centrando sus primeras actividades en el corazón del territorio yanqui del norte del estado de Nueva York. Así, Susan Brownell Anthony, nacida en Massachussets, fue la fundadora la primera liga de la templanza (prohibicionista) de mujeres, en el norte del estado de Nueva York en 1852. La colíder de Susan B. Anthony en generar actividades sufragistas y prohibicionistas para mujeres, Elizabeth Cady Stanton, provenía de Johnston, Nueva York, en el corazón del distrito over-burned de Nueva York. El prohibicionismo organizado empezó a florecer en el invierno de 1873-74, cuando surgieron “Cruzadas de Mujeres” espontáneas en las calles, dedicadas a la acción directa para cerrar los bares. Iniciadas en Ohio, miles de mujeres tomaron parte en esas acciones durante ese invierno. Después de que se apagara la violencia espontánea, las mujeres organizaron la Woman’s Christian Temperance Union [Unión de Mujeres Cristianas por la Templanza]  (WCTU) en Fredonia (cerca de Buffalo), Nueva York, en el verano de 1874. Extendiéndose como un incendio, la WCTU se convirtió durante décadas en la principal fuerza a favor de la prohibición del alcohol.

Lo que es menos conocido es que la WCTU no era una organización de una sola causa. En la década de 1880, la WCTU estaba impulsando, en estados y localidades, un completo programa estatista para la intervención del gobierno y el bienestar social. Estas medidas incluían la prohibición de burdeles con licencia y distritos de prostitución, imponiendo una jornada laboral de un máximo de 8 horas, el establecimiento de instalaciones públicas para niños abandonados y dependientes, guarderías públicas para hijos de madres trabajadores, instalaciones públicas de recreo para los pobres en la ciudades, ayuda federal a la educación, , educación pública para mujeres y formación vocacional pública para mujeres. Además, la WCTU impulsaba el nuevo “movimiento de guarderías”, que pretendía rebajar la edad en la que los niños empezaran a entrar en el ámbito de maestros y otros profesionales de la educación.[14]

Los progresistas y la secularización gradual del pietismo postmilenarista: Ely, Dewey y Commons

Una parte crítica, pero en buena parte no narrada de la historia política estadounidense es la gradual pero inexorable secularización del pietismo postmilenarista protestante a lo largo de las décadas de mediados y finales del siglo XIX.[15] El énfasis, casi desde el principio, se puso en utilizar el gobierno para acabar con el pecado y crear una sociedad perfecta, para traer el Reino de Dios en la Tierra. Durante décadas, el énfasis cambió lenta pero seguramente: cada vez más alejado de Cristo y la religión, que se hicieron cada vez más vagos e imprecisos y cada vez más hacia un evangelio social, con el gobierno corrigiendo, organizando y finalmente planificando la sociedad perfecta. A partir de su función como remendador paternalista de los problemas sociales, el gobierno se divinizó cada vez más, se vio cada vez más como el líder y moldeador del todo social orgánico. En resumen, whigs, el Partido de América y los republicanos se fueron convirtiendo cada vez más en progresistas, que iban a dominar la política y la cultura después de 1900; unos pocos de los pensadores más radicales eran abiertamente socialistas, contentándose el resto con ser estatistas orgánicos y colectivistas. Y al hacerse el marxismo cada vez más popular en Europa tras la década de 1880, los progresistas se enorgullecían de ser estatistas orgánicos intermedios entre el individualismo agresivo del laissez faire por un lado y el socialismo proletario por el otro. En su lugar, el progresista proporcionaría a la sociedad una tercera vía en la que el gran gobierno al servicio de las verdades unidas de la ciencia y la religión, armonizaría todas las clases en un todo orgánico.

En la década de 1880, el centro del esfuerzo cristiano postmilenarista empezó a cambiar del Oberlin College a la “Nueva Teología” liberal en el Seminario Teológico de Andover, en Massachussets.

Los liberales de Andover, como apunta Jean Quandt, destacaban “la presencia de Dios en la naturaleza y la sociedad, un concepto derivado en parte de la doctrina de la evolución”. Además, “la conversión cristiana (…) significaba cada vez más la mejora moral gradual del individuo”. Así, dice Quandt, “la identificación de Andover de Dios con todas las fuerzas regeneradoras y civilizadoras en la sociedad, junto con su énfasis arminianista en los logros morales del hombre, apuntaba a una versión crecientemente secular de la transfiguración de Estados Unidos”.[16] El Profesor Quandt resume el cambio gradual pero fatídico como un cambio que se sumó a “una secularización de la visión escatológica”. Como escribe Quandt:

Las derivaciones del Espíritu Santo que iban a traer el reino en la década de 1850 fueron reemplazadas, en la Edad Dorada y la Era Progresista, por avances en el conocimiento, la cultura y la ética cristiana. Mientras que el protestantismo evangélico había insistido en que el reino llegaría por la gracia de Dios actuando en la historia y no por ningún proceso natural, la versión posterior sustituía habitualmente a la gracia redentora por el don providencial de la ciencia. Estos cambios hacia una visión más naturalista del progreso del mundo eran paralelos a una actitud cambiante hacia las agencias de redención. Las iglesias y las sociedades benevolentes conectadas con ellas seguían siendo consideradas con instrumentos importantes para el reino venidero, pero se atribuyó entonces gran importancia a agencias mesiánicas impersonales como las ciencias naturales y sociales. El espíritu de amor y hermandad (…) se consideró (entonces) a menudo como un logro de la evolución humana con solo tenues enlaces con una deidad trascendente.[17]

Los intelectuales progresistas y los líderes sociales y políticos llegaron a su apogeo en una brillante cohorte que, curiosamente, habían nacido todos en el año 1860, o alrededor de éste.[18]

Richard T. Ely había nacido en una granja del oeste de Nueva York, cerca de Fredonia, en el área de Buffalo.[19] Su padre, Ezra, un descendiente de refugiados puritanos de la Inglaterra de la Restauración provenía de una larga línea del clero congregacionalista y presbiteriano. Ezra, que había venido del Connecticut rural, era un granjero cuyas pobres tierras solo eran apropiadas para cultivar cebada; aún así, como ferviente prohibicionista, rechazaba aprobar la cebada, ya que su principal producto de consumo era la cerveza. Muy religioso, Ezra era un sabatario extremo que prohibía juego o libros (excepto la Biblia) en sábado y odiaba el tabaco tanto como el alcohol.

Richard era muy religioso, pero no tan centrado como su padre; creció mortificado por no haber tenido una experiencia de conversión. Aprendió pronto a conseguir benefactores ricos, obteniendo prestada una cantidad sustancial de dinero de su rico compañero de clase, Edwin R.A. Seligman, de la familia de banca de inversiones de Nueva York. Graduado en Columbia en 1876, en un país en el que no había todavía programas de doctorado, Ely imitó a la mayoría de economistas, historiadores, filósofos y sociólogos de su generación viajando a Alemania, la tierra de los doctores, para obtener su doctorado. Como en el caso de sus compañeros, a Ely le encantó la tercera vía o estatismo orgánico que él y otros creyeron encontrar en Hegel y la doctrina social alemana. Para su fortuna, Ely, en su vuelta de Alemania con un doctorado a la temprana edad de 28 años, se convirtió en el primer profesor de economía política en la primera universidad de grado de Estados Unidos, Johns Hopkins. Allí Ely enseñó y descubrió discípulos en un brillante grupo de economistas estatistas, sociólogos e historiadores en ciernes, algunos de los cuales apenas eran mayores que él, como el sociólogo y economista de Chicago Albion W. Small (n. 1854), el economista de Chicago Edward W. Bemis, el economista y sociólogo Edward Alsworth Ross, el presidente del City College de Nueva York John H. Finlay, el historiador de Wisconsin Frederick Jackson Turner y el futuro presidente Woodrow Wilson.

Durante la década de 1880, Ely, notablemente enérgico como tantos pietistas postmilenaristas, fundó la American Economic Association y la dirigió con mano de hierro durante muchos años; también fundó y se convirtió en primer presidente del Institute for Christian Sociology, que prometía “presentar (…) el reino [de Dios] como el completo ideal de sociedad humana a alcanzar en la tierra”. Ely también se apropió prácticamente de todo el movimiento evangélico Chautauqua de verano y su libro de texto, Introduction to Political Economy, al ser un superventas, se distribuyó ampliamente por éste y se convirtió en lectura obligatoria para el Círculo Literaria y Científico Chautauqua, durante literalmente medio siglo. En 1891, Ely funda la Unión Social Cristiana de la Iglesia Episcopal Protestante, junto con el declarado socialista Rev. William Dwight Porter Bliss, que fue el fundador de la Sociedad de Socialistas Cristianos. Ely también etuvo prendado de la socialista One Big Union Knights of Labor, que alabó como “verdaderamente científica” y loó en su libro The Labor Movement (1886); sin embargo, los Knights desaparecieron de golpe después de 1887.

Desanimado por no obtener una plaza de profesor titular en Hopkins, Ely, a través de su antiguo alumno Frederick Jackson Turner, que estaba enseñando en Wisconsin, se las arregló no solo para conseguir una plaza de profesor en esa universidad en 1892 sino asimismo para convertirse en director, con el salario más alto del campus, de un nuevo instituto, una Escuela de Economía, Ciencias Sociales e Historia. Dotado para la construcción de un imperio académico, se las arregló para conseguir financiación para un profesor asistente, un becario y una gran biblioteca en su instituto.

Ely trajo a sus antiguos alumnos favoritos a Wisconsin y Ely y sus antiguos y nuevos alumnos se convirtieron en los asesores clave de la administración de Robert M. La Follette (n. 1855), que se convirtió en el gobernador progresista de Wisconsin en 1900. A través de La Follette, Ely y los demás fueron pioneros en programas de bienestar a nivel de un estado. Significativamente, La Follette se había iniciado en la política de Wisconsin como un ferviente prohibicionista.

La clave del pensamiento de Ely fue que prácticamente divinizó al Estado. “Dios”, declaraba, “trabaja a través del Estado en llevar a cabo Sus propósitos más universalmente que cualquier otra institución”.[20] De nuevo el Profesor Quandt resume mejor a Ely:

A los ojos de Ely, el gobierno era el instrumento dado por Dios a través del cual tenemos que trabajar. Su preeminencia como instrumento divino se basaba en la abolición post-reformista entre lo sagrado y lo secular y en el poder del Estado para implantar soluciones éticas a problemas públicos. La misma identificación de lo sagrado y lo secular (…) permitía a Ely al tiempo divinizar el estado y socializar el cristianismo: pensaba en el gobierno como el principal instrumento de redención de Dios.[21]

No debe pensarse que la visión de Ely era totalmente secular.

Por el contrario, el Reino nunca estuvo lejos en sus pensamientos. La tarea de las ciencias sociales era “enseñar las complejidades de la tarea cristiana de la hermandad”. A través de instrumentos como la revolución industrial, las universidades y las iglesias, a través de la fusión de la religión y la ciencia social, llegará, creía Ely, “la Nueva Jerusalén” “que estamos todos esperando ansiosamente”. Y luego “la tierra [se convertirá en] una nueva tierra y todas sus ciudades en ciudades de Dios”. Y ese Reino, según Ely, se aproximaba rápidamente.

Un sorprendente ejemplo de la secularización de un líder progresista postmilenarista es el del conocido fundador de la filosofía pragmática y la educación progresiva, el profeta de la democracia superior atea, el filósofo John Dewey (n. 1859). Es poco conocido que en una etapa temprana de su aparentemente inacabable carrera, Dewey fue un ferviente predicador del postmilenarismo y la llegada del Reino. En un discurso en la Asociación Cristiana de Estudiantes en Michigan, Dewey argumentaba que la noción bíblica del Reino de Dios llegado a la tierra era una valiosa verdad que se había perdido para el mundo, pero ahora, el crecimiento de la ciencia moderna y la comunicación del conocimiento había dejado al mundo maduro para la realización temporal del “Reino de Dios (…) la Vida encarnada común, el propósito (…) que anima a todos los hombres y les mantiene unidos en un todo armonioso de simpatía”. La ciencia y la democracia, clamaba Dewey, marchando juntas, reconstruyen la verdad religiosa, y con esta nueva verdad, la religión puede ayudar a traer “la unificación espiritual de la humanidad, la realización de la hermandad del hombre, todo lo que Cristo llamó el Reino de Dios (…) en la tierra”.

Para Dewey, la democracia era “un hecho espiritual”. De hecho, es el “medio por el que se produce la revelación de la verdad”. Solo en democracia, afirma Dewey, “la comunidad de ideas en intereses mediante la comunidad de acción, la de la encarnación de Dios en el hombre (el hombre, por decirlo así, como un órgano de la verdad universal) se convierte en una cosa viva y presente”.

Dewey concluye con una llamada a la acción: “¿Puede alguien pedir un trabajo mejor o más inspirador? Sin duda, fusionar en uno el motivo social y el religioso, romper las barreras del fariseísmo y la autoafirmación que aíslan pensamiento y conducta religiosos de la vida común del hombre, para entender al estado como una comunidad de verdad, sin duda es una causa por la que Mercer combatir”.[22] Así que para Dewey la secularización final está al alcance de la mano: la verdad de Jesucristo era la verdad desarrollada que trajo al hombre la ciencia y la democracia modernas. Está calor que solo era un pequeño paso para que John Dewey, igual que otros progresistas de posiciones similares, abandonara a Cristo y mantuviera su fe ferviente en el gobierno, la ciencia y la democracia para traer un Reino ateo de Dios en la Tierra.[23]

Si Richard Ely fue el líder postmilenarista y progresista en economía y ciencias sociales, el principal activista progresista fue su infatigable y querido número 2, el profesor John Rogers Commons (n. 1862). Commons fue alumno de Ely en las universidad Johns Hopkins, pero a pesar de suspender en ésta, continuó por siempre como mano derecha de Ely y perpetuo activista, convirtiéndose en profesor de economía en la Universidad de Wisconsin. Commons tuvo una fuerza importante en la Federación Cívica Nacional, que era la principal organización progresista que reclamaba el estatismo en la economía. La Federación Cívica Nacional era un disfraz financiado por las grandes empresas que redactaba y hacía campaña para realizar legislación a nivel estatal y federal favoreciendo en seguro estatal de desempleo, la regulación federal del comercio y la regulación de los servicios públicos. Además, fue la fuerza dominante en pro de la políticas progresistas desde 1900 hasta la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial. No solo eso, Commons fue el fundador y el principal impulsor en la más explícitamente izquierdista American Association for Labor Legislation (AALL), poderosa desde 1907 en adelante en reclamar obras públicas, salarios mínimos, horarios máximos y legislación a favor de los sindicatos. La AALL, financiada por los industriales Rockefeller y Morgan, fue muy influyente en las décadas de 1920 y 1930. El secretario ejecutivo de la AALL fue durante muchas décadas John B. Andrews, que empezó como becario de Commons en la Universidad de Wisconsin.

John R. Commons era descendiente del famoso mártir puritano John Rogers. Sus padres ser mudaron del Vermont rural a la sección altamente yanqui y rabiosamente postmilenarista de la Reserva Occidental del nordeste de Ohio. Su padre era granjero, su extremadamente enérgica madre era maestra y se graduó en los cuarteles generales virtuales de los postmilenaristas, el Oberlin College. La familia se mudó al nordeste de Indiana. La madre de Commons, el sostén financiero de la familia, era una presbiteriana pietista muy religiosa y una ferviente republicana y prohibicionista durante toda su vida. Mamá Commons deseaba ansiosamente que su hizo se convirtiera en ministro  y cuando Commons ingresó en Oberlin en 1882, su madre fue con él, fundando y editando madre e hijo una revista prohibicionista en Oberlin. Aunque republicano, Commons voto a los prohibicionistas en las elecciones nacionales de 1884. Commons se sentía afortunado por estar en Oberlin y por estar en los inicios de la Liga Anti-Saloon, el grupo de presión de un solo objetivo que iba a convertirse en la principal fuerza para traer la Ley Seca a Estados Unidos. El organizador nacional de la liga era Howard W. Russell, entonces estudiante de teología en Oberlin.

En Oberlin, Commons encontró a su querido mentor James Monroe, profesor de ciencias políticas e historia, que se las arregló para conseguir dos avalistas de Oberlin para financiar los estudios universitarios de Commons en Johns Hopkins. El propio Monroe era un postmilenarista, un proteccionista y un prohibicionista profundamente religioso y durante 30 años había sido congresista republicano por la Reserva Occidental. Commons se graduó en Oberlin en 1888 y se trasladó a Johns Hopkins. [24] Antes de ir a Wisconsin, Commons enseñó en varias universidades, incluyendo Oberlin, la Universidad de Indiana y Syracuse y ayudó a fundar el American Institute for Christian Sociology, favorable al socialismo cristiano.

Commons no solo fue a Wisconsin para convertirse en el principal inspirador y activista de la “Idea de Wisconsin”, ayudando a establecer el estado del bienestar y regulatorio en esa región, varios de sus alumnos de doctorado en Wisconsin iban a convertirse en muy influyentes en el New Deal de Roosevelt. Selig Perlman, que fue nombrado para la Cátedra Commons en Wisconsin, fue, siguiendo a su mentor, el principal teórico de las políticas y prácticas de la querida American Federation of Labor de Commons. Y dos de lo demás alumnos de Commons de Wisconsin, Arthur J. Altemeyer y Edwin E. Witte, fueron ambos altos cargos en la Comisión Industrial de Wisconsin, fundada por Commons para administrar la legislación prosindical del estado. Ambos, Altemeyer y Witte pasaría desde aquí a ser fundadores principales de la legislación de Seguridad Social de Franklin Roosevelt.[25]

Mujeres progresistas yanquis

Los Ely, Commons y Dewey podrían haber sido los más notables, pero las mujeres progresistas yanquis proporcionaron las fuerzas de choque del movimiento progresista y por tanto del floreciente estado de bienestar. Igual que los varones, se estableció una secularización gradual pero inexorable a lo largo de décadas. Los grupos abolicionistas y ligeramente posteriores eran fanáticamente cristianos postmilenaristas, pero los posteriores grupos progresistas, nacidos, como hemos visto, alrededor de 1860, no eran menos fanáticos pero sí más seculares y menos orientados hacia el reino cristiano. La progresión fue prácticamente inevitable; después de todo, si tu activismo como evangelista cristiano no tuviera prácticamente nada que ver con el credo o la liturgia cristiana o incluso la reforma personal, sino que estuviera centrado exclusivamente en utilizar la fuerza del gobierno para moldear a todos, eliminar el pecado y traer una sociedad perfecta, si el gobierno es realmente el principal instrumento de Dios para la salvación, entonces el papel del cristianismo en tu actividad empieza en la práctica a desvanecerse en el ambiente. El cristianismo de va por descontado, es un zumbido al fondo: la actividad en la práctica se piensa para utilizar el gobierno para eliminar el alcohol, la pobreza o lo que se defina como pecado e imponer a la sociedad los valores y principios propios.

No solo eso, sino que a finales del siglo XIX, cuando se hace mayor la generación de 1860, aparecen oportunidades mayores y más concretas para el activismo femenino a favor del estatismo y la intervención pública. Los grupos de mayores, las Cruzadas de Mujeres, eran actividad de corto plazo y por tanto podían basarse en cortos estallidos de energía de las mujeres casadas. Sin embargo, a medida que el activismo femenino se profesionalizaba y se profesionalizaba en obras sociales y casas de comunidad, quedaba poco espacio para cualquier mujer, excepto para solteras de clases altas y medias, que acudían en tropel a las llamadas. Las casas de comunidad, debe destacarse, no eran simplemente centros de ayuda privada para ayudar a los pobres, eran, muy conscientemente, las puntas de lanza del cambio social y la intervención y la reforma públicas.

La más prominente de las trabajadoras sociales progresistas yanquis, y emblemática de todo el movimiento, fue Jane Addams (n. 1860). Su padre, John H. Addams, fue un cuáquero pietista que se estableció en el norte de Illinois, construyó un aserradero, invirtió en ferrocarriles y bancos y se convirtió en uno de los hombres más ricos de esa zona. John H. Addams fue toda su vida un republicano, que estuvo presente en la reunión de fundación del Partido Republicano en Ripon, Wisconsin, en 1854 y fue senador republicano del estado durante 16 años.

Graduada en una de las primeras universidades solo para mujeres, el Rockford Female Seminary, en 1881, Jane Addams afrontó la muerte de su querido padre. Inteligente, de clase alta y enérgica, afrontó el dilema de qué hacer con su vida. No le interesaban los hombres, así que casarse no entraba en sus planes; de hecho, en su vida parece haber tenido varias intensas relaciones lesbianas.[26]

Después de ocho años de indecisión, Jane Addams decidió dedicarse al trabajo social y fundó la famosa casa de comunidad, Hull House, en los barrios bajos de Chicago en 1889. Jane se inspiró en la lectura del muy influyente crítico inglés de arte John Ruskin, que era profesor en Oxford, socialista cristiano y ácido crítico del capitalismo de laissez faire. Ruskin era el líder carismático del socialismo cristiano en Inglaterra, que influyó en la filas del clero anglicano. Uno de sus discípulos fue el historiador Arnold Toynbee, en cuyo honor el canónigo Samuel A. Barnett, otro seguidor de Ruskin, fundó la casa de comunidad de Toynbee Hall en Londres en 1884. En 1888, Jane Addams viajó a Londres para ver Toynbee Hall y allí se encontró son el canónigo W.H. Freemantle, amigo íntimo y mentor de Barnett y esa visita le decidió, inspirándole a volver a Chicago y fundar Hull House, junto con su antigua compañera de clase e íntima amiga lesbiana Ellen Gates Starr. La principal diferencia entre Toynbee Hall y su equivalente estadounidense es que la primera empleaba a trabajadores sociales varones que permanecían allí unos pocos años y luego se dedicaban a sus carreras, mientras que las casas de comunidad estadounidenses constituían casi todas carreras para toda la vida para señoras solteras.

Jane Addams fue capaz de utilizar sus conexiones de clase alta para conseguir fervientes apoyos, muchos de ellos mujeres que se convirtieron en amigas íntimas de Addams y probablemente lesbianas. Un importante apoyo financiero fue Mrs. Louise de Koven Bowen (n. 1859), cuyo padre, John de Koven, un banquero de Chicago había amasado una gran fortuna. Bowen se convirtió en íntima amiga de Jane Addams; también se convirtió en la tesorera e incluso construyó una casa para la institución. Otras mujeres colaboradoras de la sociedad de Hull House incluían a Mary Rozet Smith, que tuvo una relación lésbica con Jane Addams, y Mrs. Russell Wright, madre del futuro renombrado arquitecto Frank Lloyd Wright. Mary Rozet Smith, de hecho, fue capaz de reemplazar a Ellen Starr en el afecto lésbico de Jane Addams. Lo hizo de dos maneras: siendo totalmente sumisa y autocrítica ante la militante Addams y proporcionando un copioso apoyo financiero a Hull House. Mary y Jane se declaraban “casadas”.

Una de las colegas cercanas de Jane Addams, y posible amente lesbiana, en Hull House fue la dura y truculenta Julia Clifford Lathrop (n. 1858), cuyo padre, William, había emigrado del norte del estado de Nueva York a Rockford, en el norte de Illinois.[27] William Lathrop, un abogado, descendía del eminente inconformista inglés y ministro yanqui, el Reverendo John Lathrop. William se convirtió en miembro del consejo del Rockford Female Seminary y fue elegido senador republicano por Illinois. Su hija Julia se graduó en Rockford antes que Addams y luego acudió al Vassar College. Julia Lathrop se mudó a Hull House en 1890 y a partir de allí desarrolló una carrera de trabajo social y servicio al gobierno durante toda su vida. Julia fundó el primer Tribunal de Menores en el país, en Chicago en 1899 y luego continuó para convertirse en la primera mujer miembro del Consejo Estatal de Caridad de Illinois y en presidente de la Conferencia Nacional del Trabajo Social. En 1912, Lathrop fue nombrada por el Presidente Taft como presidenta de la primera Oficina del Niño de EEUU.

Instalada en el gobierno federal, la Oficina del Niño se convirtió en un baluarte del estado del bienestar y el trabajo social dedicándose a actividades que recuerda inquietante y desagradablemente a la era moderna. Así, la Oficina del Niño fue un incansable centro de propaganda y defensa de las subvenciones, programas y propaganda federales a favor de las madres e hijos de la nación, una especie de anticipo espeluznante de los “valores familiares” y las preocupaciones de Hillary Rodham Clinton por “los niños” y el Fondo de Defensa de los Niños. Así, la Oficina del Niño proclamó la “Semana del Bebé” en marzo de 1916 y de nuevo en 1917 y designó a todo el año 1918 como “El Año del Niño”.

Después de la Primera Guerra Mundial, Lathrop y la Oficina del Niño cabildearon e impulsaron en el Congreso a finales de 1921 la Sheppard-Towner Maternity and Infancy Protection Act, que otorgaba fondos federales a los estados que crearan oficinas de higiene y bienestar infantil, así como instrucción pública en cuidados maternales e infantiles por parte de enfermeras y médicos. Aquí tenemos los inicios de la medicina socializada, así como de la familia socializada. La instrucción pública se proporcionaba en conferencias locales y centros de salud y a profesionales de la atención sanitaria en cada área. También se disponía escalofriantemente que estos estados, ante la zanahoria de la subvención federal, sacaran a los niños de las casas de padres que ofrecieran una “inadecuada atención en el hogar”, siendo determinado el patrón de adecuación, por supuesto, por el gobierno y sus supuestos profesionales. También iba a haber un registro obligatorio de nacimiento de todos los bebés y ayuda federal a la maternidad y la infancia.

Julia Lathrop fue esencial para persuadir a Sheppard-Towner a cambiar la propuesta original de una medida de bienestar para aquéllos incapaces de pagar a una propuesta pensada para abarcar a todos. Como dijo Lathrop: “La propuesta está pensada para recalcar la responsabilidad pública en la protección de la vida igual que ya reconocemos mediante las escuelas públicas la responsabilidad pública en la educación de los niños”. La lógica del gobierno acumulativo era irresistible; es una desgracia que nadie diera la vuelta a la lógica e institucionalizara una vía para la abolición de las escuelas públicas.

Si ninguno de los oponentes de Sheppard-Towner llegó a pedir la abolición de las escuelas públicas, James A. Reed (Demócrata de Missouri), el senador defensor del laissez faire, lo hizo bastante bien. Cáusticamente, el senador Reed declaró que “Ahora se nos propone otorgar el control de la madres del país a unas pocas mujeres solteras que tienen cargos públicos en Washington (…). Sería mejor dar la vuelta a la propuesta y crear un comité de madres que se encargara de las viejas doncellas y les enseñara cómo conseguir un marido y tener bebés propios”.[28] Tal vez el senador Reed diseccionara así el motivo de las progresistas yanquis.

Aproximadamente al mismo tiempo que Jan Addams y sus amigas estaban fundando Hull House, se estaban empezando a fundar casas de comunidad en Nueva York y Boston, también por mujeres yanquis solteras y bajo la inspiración de Toynbee Hall. En realidad, el fundador de la primera y efímera casa en Nueva York fue el varón Stanton Coit (n. 1857), natural del norte de Ohio, hijo de un próspero comerciante y descendiente del yanqui puritano de Massachussets, John Coit. Coit se doctoró en la Universidad de Berlín, trabajó en Toynbee Hall y luego estableció la Neighborhood Guild, de corta vida, en Nueva York en 1886; ésta quebró al año siguiente. Sin embargo, inspiradas por este ejemplo, tres lesbianas yanquis le siguieron fundando la College Settlement Association en 1887, que estableció College Settlements en Nueva York in 1889 y en Boston y Philadelphia varios años después. La principal fundadora femenina fue Vida Dutton Scudder (n. 1861), una rica bostoniana e hija de un misionero congregacionista en la India. Después de graduarse en el Smith College en 1884, Vida estudió literatura en Oxford y se convirtió en discípula de Ruskin y en una socialista cristiana, acabando enseñando en el Wellesley College durante más de 40 años. Vida Scudder se convirtió en episcopaliana, una abierta socialista y en miembro de la Women’s Trade Union League. Las otras fundadoras de los College Settlements fueron Katharine Coman (n. 1857) y su por mucho tiempo amante lesbiana Katharine Lee Bates. Katharine Coman había nacido en el norte de Ohio de un padre que había sido un ferviente abolicionista y maestro en el norte del estado de Nueva York y que se mudó a una granja en Ohio como consecuencia de las heridas sufridas en la Guerra de Secesión. Tras graduarse en la Universidad de Michigan, Coman enseñó historia y economía política en Wellesley y fue más tarde presidenta del departamento de economía de Wellesley. Coman y Bates viajaron a Europa para estudiar y promover el seguro social en Estados Unidos. Katharine Bates fue profesora de inglés en Wellesley. Coman se convirtió en una líder de la Liga de Consumidores Nacionales y de la Women’s Trade Union League.

La fundadora del concepto de la Oficina del Niño, Florence Kelley, que cabildeó tanto por la Oficina del Niño como por la Sheppard-Towner, fue una de las pocas activistas femeninas que era de alguna manera única y no paradigmática. En muchos aspectos, compartía los rasgos de otras damas progresistas. Nació en 1859, su padre fue un rico congresista siempre republicano de Philadelphia, William D. Kelley, cuya devoción por los aranceles proteccionistas, especialmente por la industria del hierro de Pennsylvania, era tan intensa como para ganarse el sobrenombre de “lingote de hierro” Kelley. Irlandés protestante, era un abolicionista y una republicano radical.

Florence Kelley se distinguía de sus colegas en dos cosas: (1) era la única que era abiertamente marxista y (2) estaba casada y no era lesbiana. Sin embargo, a la larga, estas diferencias no importaron mucho. Porque le abierto marxismo de Kelley no era, en la práctica, muy distinto, en sus conclusiones políticas, al menos sistemático socialismo Fabiano o progresismo de su hermandad. Con tal, fue capaz de ocupar su lugar al final del espectro que realmente no estaba muy lejos de la generalidad de las damas no marxistas. Respecto del segundo punto, Florence Kelley se la arregló para deshacerse pronto de su marido y encasquetar la cría de sus tres hijos a buenas amigas. Así que el hogar y el corazón no resultaron ningún obstáculo para la militancia de Florence Kelley.

Graduada en Cornell, Florence viajó para estudiar en la Universidad de Zurich. Allí se convirtió pronto en marxista y tradujo al inglés La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Engels. En Zurich, Florence conoció y se casó con un judío ruso marxista estudiante de medicina, Lazare Wischnewetsky, en 1884, mudándose con su marido a Nueva York y teniendo tres hijos para 1887. En Nueva York, Florence pronto formó la Liga de Consumidores de Nueva York e hizo que se aprobara una ley para la inspección de mujeres en fábricas. En 1891, Florence abandonó a su marido con sus hijos y se fue a Chicago por razones desconocidas para sus biógrafos. En Chicago, se aproximó inevitablemente a Hull House, donde permaneció durante una década. Durante este tiempo, la grande, volcánica y temperamental Florence Kelley ayudó a radicalizar a Jane Addams. Kelley cabildeó con éxito en Illinois a favor de una ley que creara una jornada laboral máxima de ocho horas diarias para las mujeres. Luego se convirtió en primera inspectora jefe en el estado de Illinois, incorporando con ella un personal completamente socialista.

El marido de Florence Kelley, el Dr. Wischnewetsky, ha desaparecido de las páginas de la historia. ¿Pero qué pasó con sus hijos? Mientras Florence se dedicaba a la tarea de socializar Illinois, fue capaz de pasar la crianza de sus hijos a sus amigos Henry Demarest Lloyd, famoso periodista de izquierdas del Chicago Tribune, y su esposa, la hija de uno de los propietarios del Tribune.

En 1899, Florence Kelley regresó a Nueva York, donde residiría el siguiente cuarto de siglo en lo que era entonces la casa de comunidad más importante en la ciudad de Nueva York, la Henry Street Settlement en el Lower East Side. Allí fundó Kelley la Liga de Consumidores Nacionales y fue la principal cabildeera para la Oficina federal del Niño y la Sheppard-Towner. Luchó por leyes de salario mínimo y horarios máximos para mujeres, por una enmienda de igualdad de derechos en la Constitución y fue miembro fundador de la NAACP. Cuando se le acusó de ser una bochevique en la década de 1920, Florence Kelley apunto hipócritamente a su herencia de sangre azul de Philadelphia, ¿cómo podría alguien de una familia así ser marxista?[29]

Otra importante y muy rica mujer yanqui en la ciudad de Nueva York fue Mary Melinda Kingsbury Simkhovitch (n. 1867). Nacida en Chestnut Hill, Massachusetts, Mary Melinda era la hija de Isaac Kingsbury, un importante congregacionista y comerciante republicano. Era sobrina de un ejecutivo de la Pennsylvania Railroad y prima del jefe de la Standard Oil de California. Graduada en la Universidad de Boston, Mary Melinda viajó por Europa con su madre, estudió en Alemania y se vio muy influida por el socialismo y el marxismo. Prometida con Vladimir Simkhovitch, un intelectual ruso, se reunió con él en Nueva York cuando adquirió un puesto en Columbia. Antes de casarse con Simkhovitch, Mary Melinda se convirtió en residente jefe en el College Settlement en Nueva York, estudió más el socialismo y aprendió yiddish para ser capaz de comunicarse mejor con sus vecinos del Lower East Side. Incluso después de casarse con Simkhovitch y tener dos hijos, Mary Melinda fundó su propia casa de comunidad en Greenwich House, se unió a la Liga de Consumidores de Nueva York y a la Women’s Trade Union League y luchó por pensiones públicas para los mayores y viviendas públicas.

Particularmente importante para el estatismo de Nueva York fue la familia Dreier, rica y prominente socialmente, de la que salieron varias hijas activas. Los Dreier eran germano-estadounidenses, pero bien podrían haber sido yanquis, ya que eran fervientes (si no fanáticos) pietistas evangélicos alemanes. Su padre, Theodore Dreier, fue un inmigrante de Bremen que había llegado a ser un comerciante de éxito; durante la Guerra de Secesión, volvió a Bremen y se casó con su joven prima, Dorothy Dreier, hija de un pastor evangélico. Cada mañana, las cuatro hijas de Dreier y su hermano, Edward (n. 1872) se dedicaban a la lectura de la Biblia y el canto de himnos.

En 1898 murió Drier padre, dejando varios millones de dólares a su familia. La mayor de las hijas, Margaret (n. 1875) fue capaz de dominar a sus hermanos para dedicarse a actividades radicales y filantrópicas a su entera disposición.[30] Para manifestar su altruismo y supuesto “sacrificio”, Margaret Dreier vestía ropa de mala calidad. Activa en la Liga de Consumidores, Margaret se unió y financió fuertemente la nueva Women’s Trade Union League a finales de 1904, uniéndosele su hermana Mary. Pronto Margaret fue la presidenta de la WTUL de Nueva York y tesorera de la WTUL nacional. De hecho, Margaret Dreier presidió la WTUL de 1907 a 1922.

En la primavera de 1905, Margaret Dreier conoció y se casó con el aventurero progresista residente en Chicago, Raymond Robins (n. 1874). Se conocieron, muy apropiadamente, cuando Robins dio una conferencia sobre el evangelio social en una iglesia evangélica en Nueva York. Los Robins se convirtieron en la principal pareja progresista del país; las actividades de Margaret apenas disminuyeron, ya que Chicago era un centro como mínimo tan activo como Nueva York para los reformistas del bienestar.

Raymond Robins tenía una accidentada carrera como vagabundo y nómada. Nacido en Florida, abandonado por su padre y en ausencia de su madre, Robins vagó por el país y se las arregló para licenciarse en derecho en California, donde se convirtió en un progresista sindical. Buscando oro en Alaska, tuvo una visión de una cruz en llamas en territorio salvaje y se convirtió en pastor dedicado al evangelio social. Tras trasladarse a Chicago en 1901, Robins se convirtió en un destacado trabajador en casas de comunidad, asociado, por supuesto, a la Hull House y a “Santa Jane” Addams.

Dos años después del matrimonio Robins-Dreier, la hermana Mary Dreier se dirigió a Robins y le confesó su desbocado amor. Robins convenció a Mary para que convirtiera su vergonzosa pasión secreta en el altar de la reforma social izquierdista y los dos se dedicaron a una correspondencia secreta que duró toda la vida basada en su “Orden de la cruz llameante”, de dos personas.

Tal vez la función más importante de Margaret Dreier para la causa fue su éxito en obtener el apoyo financiero y político de las mujeres más ricas a sus programas izquierdistas y de estado del bienestar de la Women’s Trade Union League. Entre las seguidoras de la WTUL estaban Anne Morgan, hija de J. Pierpont Morgan; Abby Aldrich Rockefeller, hija de John D. Rockefeller, Jr.; Dorothy Whitney Straight, heredera de la familia Whitney, ligada a los Rockefeller; Mary Eliza McDowell (n. 1854), exalumna de la Hull House cuyo padre poseía una acería en Chicago y la riquísima Anita McCormick Blaine, hija de Cyrus McCormick, inventor de la cosechadora mecánica, que ya había sido reclutada para el movimiento por Jane Addams.[31]

No deberíamos abandonar la escena de Chicago sin apuntar a una activista y académica crucial de transición a la siguiente generación. Sophinisba Breckenridge (n. 1866) fue una importante académica rica y soltera, que provenía de una importante familia de Kentucky y era la biznieta de un senador de EEUU. Tampoco era una yaqui pero está bastante claro que era lesbiana. Infeliz como abogada en Kentucky, Sophinisba fue a la escuela de grado de la Universidad de Chicago y se convirtió en la primera mujer doctora en ciencias políticas en 1901. Continuó enseñando ciencias sociales y trabajo social en la Universidad de Chicago el resto de su carrera, convirtiéndose en mentora y probablemente por mucho tiempo compañera lesbiana de Edith Abbott (n. 1876). Edith Abbot, nacida en Nebraska, había sido secretario de la Boston Trade Union League y había estudiado en la London School of Economics, donde se vio fuertemente influida por los Webb, líderes del socialismo fabiano. Vivió y trabajo presuntamente en una casa de comunidad de Londres. Luego Edith estudió para su doctorado en economía en la Universidad de Chicago, cosa que consiguió en 1905. Al convertirse en instructora en Wellesley, Edith pronto se reunió con su hermana algo más joven Grace en Hull House en 1908, donde las dos hermanas vivieron durante los siguientes doce años, Edith como directora de investigación de la Hull House. A principios de la década de 1920, Edith Abbott se convirtió en decana de la Escuela de Administración del Servicio Social de la Universidad de Chicago o coeditara de la Social Service Review de la escuela, con su amiga y mentora, Sophinisba Breckenridge.

Grace Abbott, dos años más joven que Edith, siguió más de una vía de activismo. La madre de las hermanas Abbott provenía del norte del estado de Nueva York y se graduó en el Rockford Female Seminary; su padre era un abogado de Illinois que fue vicegobernador de Nebraska. Grace Abbot, que también vivió en Hull House y fue amiga íntima de Jane Addams, se convirtió en ayudante de Julia Clifford Lathrop en la Oficina federal del Niño en 1917 y en 1921 sucedió a su mentora Lathrop como jefea de dicha oficina.

Si las activistas femeninas de la reforma social fueron casi todas yanquis, a finales del siglo XIX las mujeres judías empezaron a aportar su granito de arena. Del grupo esencial de la década de 1860, la judía más importante fue Lillian D. Wald (n. 1867). Nacida en una familia judía alemana y polaca de clase media alta en Cincinnati, Lillian y su familia se mudaron pronto a Rochester, donde se convirtió en enfermera. Luego organizó, en el Lower East Side of New York, la Comunidad de Enfermeras, que pronto se convertiría en el famoso Henry Street Settlement. Fue Lillian Wald la primera en sugerir una Oficina federal de Niño al Presidente Theodore Roosevelt en 1905 y quiene lideró la agitación a favor de una enmienda constitucional que prohibiera el trabajo infantil. Aunque no era yanqui, Lillian Wald seguía la tradición dominante de ser lesbiana, teniendo la larga relación lésbica con su socia Lavina Dock. Wald, aunque no era rica, tenía una extraña habilidad para obtener financiación para Henry Street, incluyendo a los grandes financieros judíos como Jacob Schiff y Mrs. Solomon Loeb, de la empresa de banca de inversión de Wall Street, Kuhn-Loeb, y Julius Rosenwald, entonces jefe de Sears Roebuck. También fue importante en la financiación de Henry Street el Milbank Fund, de la familia relacionada con Rockefeller dueña de la Borden Milk Company.

Redondeando el importante contingente de judías activistas socialistas estaban las cuatro hermanas Goldmark, Helen, Pauline, Josephine y Alice. Su padre había nacido en Polonia, se convirtió en médico en Viena y fue miembro del Parlamento Austriaco. Huyó a Estados Unidos tras la fallida revolución de 1848 y se convirtió en médico y químico, se hizo rico inventando cápsulas fulminantes y ayudó a organizar el Partido republicano en la década de 1850. Los Goldmark se establecieron en Indiana.

El Dr. Goldmark murió en 1881, dejando a su hija mayor Helen como cabeza de la familia. Helen se casó con el eminente Felix Adler, filósofo y fundador de la Society for Ethical Culture en Nueva York, una especie de unitarismo judío. Alice se casó con el eminente jurista judío de Boston, Louis Dembitz Brandeis, contribuyendo a radicalizar a Brandeis, que pasó de ser un liberal clásico moderado a ser un progresista socialista. Pauline (n. 1874), después de graduarse en Bryn Mawr en 1896, permaneció soltera, hizo labores de grado en Columbia y Barnard en botánica, zoología y sociología y luego se convirtió en secretaria asistente de la Liga de Consumidores de Nueva York. Aún ás exitosa como activista fue Josephine Clara Goldmark (n. 1877), que se graduó en Bryn Mawr en 1898, hizo labores de grado en Barnard y se convirtió en secretaria de publicidad de la Liga Nacional de Consumidores y en autora de los manuales anuales de la Liga. En 1908, Josephine se convirtió en presidente del nuevo Comité de Legislación de la Liga y nutro con Paulina y Florence Kelley (y Alice) convenció a Brandeis para que escribiera su famoso escrito Brandeis en el caso Muller vs. Oregon(1908), afirmando que la ley de jornada máxima para mujeres de Oregon era constitucional. En 1919, Josephine Goldmark continuó su ascenso convirtiéndose en secretaria del Comité para el Estadio de la Educación de Enfermería de la Fundación Rockefeller. Josephine Goldmark culminó su carrera escribiendo la primera biografía hagiográfica de su íntima amiga y mentora en el activismo socialista, Florence Kelley.[32]

El New Deal

No pasó mucho tiempo antes de que los progresistas y reformistas sociales ejercieran un impacto en la política nacional estadounidense. El Partido Progresista se fundó en 1912 por los Morgan (el partido estaba encabezado por el socio de Morgan, George W. Perkins) en un intento con éxito de nominar a Theodore Roosevelt y así destruir al Presidente William Howard Taft, que había acabado con las políticas pro-Morgan de su predecesor Roosevelt. El Partido Progresista incluía a todas las puntas de lanza de la coalición estatista: progresistas académicos, hombre de negocios de Morgan, pastores protestantes del evangelio social y por supuesto, nuestros amigos, los principales trabajadores sociales progresistas.

Así, los delegados en la convención nacional progresista de 1912 en la ciudad de Nueva York incluían a Jane Addams, Raymond Robins y Lillian D. Wald, así como a Henry Moskowitz, de la New York Society of Ethical Culture y Mary Kingsbury Simkhovitch de la New York’s Greenwich House. Fiel a su postura feminista, el Partido Progresista fue asimismo el primero, excepto el Partido de la Prohibición, en incluir mujeres delegadas en la convención y el primero en nombra electora a una mujer, Helen J. Scott, de Wisconsin. Después del éxito del Partido Progresista en las elecciones de 1912, los trabajadores y científicos sociales que habían afluido al partido estaban convencidos de que estaban aportando los valores (o más bien, los no valores) prístinos de la “ciencia” a los asuntos políticos. Sus propuestas estatistas eran “científicas” y cualquier resistencia a dichas medidas era, por tanto, cicatera y opuesta al espíritu de la ciencia y el bienstar social.

En su organización permanente de 1913, el Partido Progresista adoptó “Un plan de trabajo” propuesto por Jane Addams, justo después de las elecciones. Su división más importante era la de Ciencia Progresista, encabezada por la trabajadora social, abogada y socióloga de Nueva York, Frances A. Kellor. Ayudando a Frances A. Kellor como director de la Oficina de Referencia Legislativa, un departamento de la división de Ciencia Progresista, estaba el abogado sindical de Chicago Donald Richberg, que posteriormente sería importante en la Ley del Trabajo Ferroviario de la década de 1920 y en el New Deal. En la importante Oficina de Educación del partido estaba nada menos que John Dewey. Pero particularmente importante era el Departamento de Justicia Social e Industrial del partido, encabezado por Jane Addams. Por debajo de ella, Henry Moskowitz encabezaba el comité de Trabajo Masculino y la filántropa de clase alta Mary E. McDowell encabezaba el de Trabajo Femenino. El comité de Seguridad Social estaba encabezado por Paul Kellogg, editor de la principal revista de trabajo social, Survey, mientras que Lillian Wald desempeñaba un papel preeminente en el comité de Bienestar Infantil.[33]

Mas importante que los pocos años de borrachera del Partido Progresista fue sin embargo la acumulación acelerada de influencia y poder en el gobierno estatal y federal. En particular, el movimiento de las damas de las casas de comunidad ejerció una enorme influencia en configurar el New Deal, una influencia que por lo general se ha infravalorado. Tomemos por ejemplo a Mary H. Wilmarth, hija de un fabricante de instalaciones de gas y uno de miembros más conocidos de la alta sociedad de Chicago que habían entrado en el grupo de patrocinadores ricos de la Hull House. Pronto, Mary Wilmarth iba a convertirse en uno de los principales apoyos económicos de la radical Women’s Trade Union League. La hermana de Mary, Anne Wilmarth, se casó con un abogado progresista de Chicago, el gruñón Harold L. Ickes, que pronto se convirtió en consejero legal de la WTUL. Durante el New Deal, Ickes iba a convertirse en el importante Secretario del Interior de Franklin Roosevelt.

Al otro extremo del espectro social y étnico de las hermanas Wilmarth, estaba la baja, fiera y agresivamente soltera judía polaco-estadounidense, Rose Schneiderman (n. 1882). Una de las figuras más francamente izquierdistas de entre las agitadoras femeninas, Schneiderman emigró a Nueva York en 1890 con su familia, y a los 21 años se convirtió en la organizadora del primer local para mujeres del Sindicato Socialista Judío Unido de Fabricantes de Ropa, Sombreros y Gorras. Rose fue importante en la WTUL y desempeñó un papel clave en organizar el Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras del Vestido, formando parte del Comité Ejecutivo del sindicato. Rose Schneiderman fue nombrada para el Consejo Asesor Laboral durante el New Deal.

De la Liga Nacional de Consumidores de Florence Kelley, llegó al New Deal Molly Dewson, que se convirtió el miembro del Consejo de Seguridad Social de Franklin Roosevelt, y Josephine Roche, que se convirtió en Secretaria Ayudante del Tesoro en el New Deal.

Pero hubo peces significativamente más gordos que estas pocas figuras menores. Tal vez la mayor fuerza emergente del movimiento femenino estatista y de bienestar social fue nada menos que Eleanor Roosevelt (b. 1884), tal vez nuestra primera Primera Dama bisexual. Eleanor cayó bajo la influencia de la apasionadamente radical directora de la escuela preparatoria de Londres, Madame Marie Souvestre, que aparentemente indicó a Eleanor el curso de toda su vida.

De vuelta en Nueva York, Eleanor se unió a la Liga Nacional de Consumidores de Florence Kelley y se convirtió en una reformista para toda la vida. Durante la década de 1920, Eleanor también fue activa en trabajar y apoyar financieramente el Henry Street Settlement de Lillian Wald y la Greenwich House de Mary Simhkovitch. A principios de la década de 1920, Eleanor se unió a la WTUL y ayudó a financiar esa organización radical, reclamando leyes de jornada máxima y salario mínimo para las mujeres. Eleanor se convirtió en íntima amiga de Molly Dewson, que posteriormente se unió al Comité de Seguridad Social,, y de Rose Schneiderman. Eleanor también incluyó a su amiga, la esposa de Thomas W. Lamont, socio del entonces muy poderoso Morgan, en su círculo de agitadoras por la reforma social.

La mujer que llegó al rango más alto durante el New Deal y fue enormemente influyente en su legislación social, fue Frances Perkins (n. 1880), Secretaria de Trabajo y primer miembro femenino en un gabinete en la historia de EEUU. Frances Perkins había nacido en Boston; ambos padres, que provenían de Maine, eran congregacionalistas activos y su padre, Fred era un rico empresario. Frances fue a Mt. Holyoke en 1898, en donde fue elegida presidenta de clase. En Mt. Holyoke, Frances se vio arrastrada por el intenso pietismo religioso que había en esa universidad; todas las noches de sábado, todas las clases realizaban una reunión de oración.

La líder de lo que podría llamarse la “izquierda religiosa” en el campus era la profesora de historia americana Annabelle May Soule, que organizó el capítulo de Mt. Holyoke de la Liga Nacional de Consumidores, reclamando la abolición del trabajo infantil y de los talleres con bajos salario, otra importante causa estatista. Fue una charla en Mt. Holyoke de la carismática marxista y líder nacional de la LNC, Florence Kelley, lo que cambió la vida de Frances Perkins y le puso en la vía de la reforma del estado de bienestar durante toda su vida.

En 1913, Frances Perkins se caso en secreto con el economista Paul C. Wilson. Wilson era un rico y alegre, pero enfermizo reformador social, que le permitió a Frances entrar en los círculos reformistas municipales. Aunque el matrimonio se supuso que era por amor, es dudoso lo que significaba el matrimonio para la dura Perkins. Su amiga, la soltera activista del bienestar Pauline Goldmark, lamentaba que Frances se hubiera casado, pero añadía que “lo hizo para quitárselo de la cabeza”. En un gesto de temprano feminismo, Frances rechazó tomar el apellido de su marido. Cuando fue nombrada Secretaria de Trabajo por Franklin Roosevelt, alquiló una casa con una amiga íntima, la poderosa y extraordinariamente rica Mary Harriman Rumsey, hija del gran magnate E.H. Harriman. La familia Harriman fue extremadamente poderosa en el New Deal, una influencia que ha sido olvidada a menudo por los historiadores. Mary Harriman Rumsey, que había enviudado en 1922, era la presidenta de la Administración del Centro de Maternidad en Nueva York, y bajo el New Deal fue presidente del Comité Asesor de Consumo y de la Administración de la Recuperación Nacional.[34]

La relación cercana entre trabajo social, activismo feminista y financieros extremadamente ricos se ve en la carrera del amigo íntimo de Frances Perkins, Henry Bruere (n. 1882), que había sido el mejor amigo de Wilson. Bruere era hijo de un médico en St. Charles, Missouri, fue a la Universidad de Chicago, asistió a varias escuelas de derecho y luego se hizo trabajos de grado en ciencias políticas en Columbia. Después de la escuela de grado, Bruere residió en el College Settlement y luego en el University Settlement, y después se convirtió en Director de Personal de la International Harvester Corporation, de Morgan.

A partir de aquí, la vida de Bruere fue un carrusel, yendo de agencias sociales a empresas privadas y vuelta. Así, después de Harvester, Bruere fundó la Oficina de Investigación Municipal en Nueva York y se convirtió en presidente del Consejo de Bienestar Social de la Ciudad de Nueva York. De ahí pasó a ser Vicepresidente de Metropolitan Life y CEO del Bowery Savings Bank, que se convirtió en su base operativa desde el final de la década de 1920 al principio de la de 1950.

Pero Henry Bruere aún tenía bastante tiempo para buenas obras. A finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, Bruere era miembro del Comité Ejecutivo del Consejo de Bienestar de la Ciudad de Nueva York, dirigiendo la marcha hacia el prestación pública de desempleo. Bruere fue nombrado por Perkins en 1930como presidente del Comité del Estado de Nueva York para la Estabilización de la Industria, que presagiaba la idea de la Administración de la Recuperación Nacional de una cartelización coactiva de la industria por el gobierno. Durante el New Deal, Bruere se convirtió también en consejero de la federal Home Owners Loan Corporation, Federal Credit Association, para el seguro de desempleo y de ancianos y fue asesor de la Reconstruction Finance Corporation. Bruere también se convirtió en asistente ejecutivo de William Woodin, primer Secretario del Tesoro de Roosevelt.

Sin embargo, entretanto, y esto debe subrayarse, además de los altos cargos federales y los trabajos del bienestar social, Bruere también se codeaba con los grandes financieros, convirtiéndose en director del Union Pacific Railroad, de Harriman, y en tesorero del liberal de izquierdas Twentieth-Century Fund, de Edward A. Filene. Filene era el millonario vendedor que fue el principal patrocinador de actividades delgales de su amigo y a menudo consejero, Louis D. Brandeis.

Como podemos ver por el caso de Henry Bruere, después de que la mujeres yanquis fueran pioneras en las organizaciones de bienestar y trabajo social, los hombres empezaron a seguirlas. Así, estuveron muy influidos por sus estancias en la Hull House el eminente periodista Francis Hackett; el distinguido historiador y politólogo Charles A. Beard, que también estuvo en la Toynbee House en Londres; el hombre que se convertiría en uno de los más preeminentes cartelistas de estado de la industria estadounidense, Gerard Swope, jefe de la General Electric Company, de Morgan, y el hombre que se convertiría en uno de los principales activistas sociales y laborales para John D. Rockefeller y acabaría siendo el hombre de los Rockefeller como primer ministro liberal de Canadá durante muchos años, William Lyon Mackenzie King.

Pero tal vez el más importante de los trabajadores sociales masculinos que se convirtió en importante en el New Deal fue el hombre que se convirtió en el experto de Roosevelt, Secretario de Comercio y acabó siendo el virtual (aunque no oficial) Secretario de Estado en la sombra, Harry Lloyd Hopkins (n. 1890). Hopkins, junto con Eleanor Roosevelt, podría considerarse como el principal trabajador social y activista estatista del grupo de la década de 1880, la generación que siguió a los fundadores de la década de 1860.

Hopkins había nacido en Iowa, hijo de un fabricante de arneses, que posteriormente tuvo un bazar. Siguiendo el molde del evangelio social pietista yanqui, la madre canadiense de Hopkins, era profesora de religión y se había convertido en presidenta de la Sociedad de la Casa de Misión Metodista de Iowa. Hopkins se graduó en ciencias sociales en el Grinnell College de Iowa en 1912.Al trasladarse a Nueva York, Hopkins se casó enseguida con la primera de tres esposas, la heredera judía Ethel Gross. Hopkins entró en movimiento de las casas de comunidad, convirtiéndose en residente de la Christodora House en Nueva York antes de su matrimonio. Luego pasó a trabajar para la Asociación para la Mejora de las Condiciones de los Pobres (AMCP) y se convirtió en protegido del director general de la AMCP, John Adams Kingsbury (n. 1887). Kingsbury, sin relación con la acaudalada Mary Kingsbury Simkhovitch, había nacido en la Kansas rural de un padre que se convirtió en director socialista de instituto en Seattle. Kingsbury, tras graduarse en el Teachers College, Columbia, en 1909, se dedicó al trabajo social profesional.

Durante la administración reformista del alcalde de Nueva York, John Purroy Mitchell, Kingsbury se convirtió en Comisionado de Atención Pública en Nueva York y Hopkins fue secretario ejecutivo del Consejo de Bienestar Infantil, trabajando en dicho consejo junto a nacientes luminarias de la reforma social como Henry Bruere, Molly Dewson y Frances Perkins.

Desde 1917 a 1922, Hopkins administró la Cruz Roja en el sur, volviendo a Nueva York para convertirse en director adjunto de la AMCP, mientras Kingsbury se convertía en la CEO del muy influyente fondo Milbank, que financió muchos proyectos médicos y de salud y estaba en la órbita de los Rockefeller. Kingsbury financió un gran proyecto para la Asociación de Tuberculosis de Nueva York después de que Hopkins se convirtiera en su director en 1924. Kingsbury se fue haciendo cada vez más abiertamente radical, alabando enormemente los supuestos logros médicos de la Unión Soviética y reclamando un seguro sanitario obligatorio en Estados Unidos. Kingsbury se convirtió en un agotador tan significado contra la American Medical Association, que la AMA amenazó con boicotear la leche de Borden (el principal negocio de la familia Milbank) y consiguió que Kingsbury fuera despedido en 1935. Pero no hay que preocuparse: Harry Hopkins pronto hizo a su viejo amigo Kingsbury consultor para el funcionamiento de la Administración del progreso de los Trabajos.

¿Cómo ascendió Harry Hopkins de ser un trabajador en una casa de comunidad a una de las personas más poderosas en el New Deal? Parte de la respuesta fue su íntima amistad con W. Averill Harriman, miembro de la familia Harriman; su amistad con John Hertz, socio de la poderosa empresa de banca de inversión Lehman Brothers y su asociación con el ascendente líder político de la poderosa familia Rockefeller, Nelson Aldrich Rockefeller. De hecho, cuando Hopkins se convirtió en Secretario de Comercio durante el New Deal, ofreció el puesto de Secretario Adjunto a Nelson Rockefeller, que lo rechazó.

Los Rockefeller y la seguridad social

Los Rockefeller y su séquito intelectual y tecnocrático fueron, en realidad, esenciales para el New Deal. De hecho, en el fondo, el propio New Deal constituía un desplazamiento radical de los Morgan, que habían dominado la política financiera y económica de la década de 1920, en favor de una coalición encabezada por los Rockefeller, los Harriman, y las empresas  de banca de inversión Kuhn Loeb y Lehman Brothers.[35] El Comité Asesor de Negocios del Departamento de Comercio, por ejemplo, que fue muy influyente en dictar medidas del New Deal, estaba dominada por el miembro de la familia Harriman, W. Averill Harriman, y sátrapas de los Rockefeller como Walter Teagle, jefe de Standard Oil de Nueva Jersey. Aquí solo tenemos espacio para tratar de la influencia de los Rockefeller, aliados con los progresistas de Wisconsin y los graduados de las casas de comunidad, en crear e imponer en Estados Unidos el Sistema de Seguridad Social. Éste fue también el producto de un proceso lento pero seguro de secularización del ideal mesiánico de los pietistas postmilenarista. Tal vez fuera lo que correspondiera a un movimiento que empezó con las viejas brujas yanquis psotmilenaristas saliendo a las calles y tratando de destruir bares, que concluyera con los científicos sociales de Wisconsin, los tecnócratas y los expertos dirigidos por los Rockefeller manipulando los resortes del poder político para producir una revolución de arriba abajo en forma de estado de bienestar.[36]

La Seguridad Social empezó en 1934, cuando el Presidente Franklin Roosevelt comisionó una triada de sus cargos principales para seleccionar los miembros de un Comité de Seguridad Económica (CSE), que redactaría la legislación para el sistema de Seguridad Social. Los tres cargos eran la Secretaria de Trabajo, Frances Perkins, el director de la Administración Federal de Ayuda en Emergencias, Harry Hopkins, y el Secretario de Agricultura, Henry A. Wallace. La más importante de esta triada era Perkins, cuyo departamento estaba más cercano a la jurisdicción sobre seguridad social y presentó los puntos de vista de la Administración en las audiencias del Congreso. Perkins y los demás decidieron confiar todas las tareas importantes a Arthur Altmeyer, un discípulo de Commons en Wisconsin que había sido secretario de la Comisión Industrial de Wisconsin y había administrado el sistema de ayuda al desempleo de Wisconsin. Cuando Roosevelt impuso la colectivista y corporativa Administración para la Recuperación Nacional (ARN) en 1933, Altmeyer fue nombrado director de la División de Cumplimiento Laboral de la ARN. Los empresarios corporativistas aprobaron efusivamente la labor de Altmeyer en el cargo, notablemente Marion Folsom, jefe de Eastman Kodak, y uno de los miembros principales del Consejo Asesor Empresarial (CAE).

La primera elección de Altmeyer para convertirse en presidente del CSE fue nada menos que el Dr. Bryce Stewart, director de investigación para el Industrial Relations Councilors (IRC). El IRC había sido creado a principios de la década de 1920 por los Rockefeller, en concreto por John D. Jr., a cargo de la ideología y la filantropía del imperio Rockefeller. El IRC era el disfraz intelectual y activista enseña para promover una nueva forma de trabajo corporativista: la cooperación en la gestión, así como para promover las políticas a favor de los sindicatos y el estado del bienestar en la industria y el gobierno. El IRC también creó influyentes departamento de relaciones industriales en las universidades de la Ivy League, principalmente en Princeton.

Sin embargo, Bryce Stewart era reticente a ocuparse abiertamente del trabajo de la Seguridad Social en nombre del IRC y los Rockefeller. Prefería quedarse entre bambalinas, hacer consultoría asesorando al CSE y codirigir un estudio sobre seguro de desempleo para el Consejo.

Rechazado por Stewart, Altmeyer se dirigió a su sucesor como secretario de la Comisión Industrial de Iowa, el discípulo de Commons, Edwin E. Witte. Witte se convirtió en Secretario Ejecutivo del CSE, con la tarea de nombrar a los demás miembros. Ante la sugerencia de FDR, Altmeyer consultó con miembros poderosos del CAE, a saber, Swope, Teagle y John Raskob de DuPont y General Motors, acerca de la composición y políticas del CSE.

Altmeyer y Witte también prepararon nombres para que FDR seleccionara un Consejo Asesor del CSE, consistente en miembros empresarios, sindicalistas y “ciudadanos”. Además de Swope, Folsom y Teagle, el Consejo asesor incluyó dos poderosos empresarios corporativistas más. El primero, Morris Leeds, era presidente de Leeds & Northrup y miembro de la corporativa, pro-sindical y pro-estado de bienestar American Association for Labor Legislation. El segundo, Sam Lewisohn, era vicepresidente de la Miami Copper Company y antiguo presidente de la AALL. Se seleccionó para encabezar el Consejo Asesor a un hombre de paja académico, el muy querido liberal sureño, Frank Graham, presidente de la Universidad de Carolina del Norte.

Altmeyer y Witte nombraron como miembros del clave Consejo Técnico del CSE a tres distinguidos expertos Murray Webb Latimer, J. Douglas Brown y Barbara Nachtried Armstrong, que fue la primera mujer profesora de derecho en la Universidad de California en Berkeley. Los tres eran afiliados del IRC y Latimer y Brown eran, en realidad, miembros importantes de la red Rockefeller-IRC. Latimer, presidente del Consejo de Jubilaciones Ferroviarias era empleado desde hacía mucho tiempo del IRC y había realizado el estudio del IRC de las pensiones industriales, así como los detalles de la Ley de Jubilaciones Ferroviarias. Latimer era miembro de la AALL, y ayudaba en la administración de seguros y planes de pensiones a la Standard Oil de Nueva Jersey, la Standard Oil de Ohio y la Standard Oil de California.

J. Douglas Brown era el jefe del Departamento de Relaciones Industriales de Princeton, creado por el IRC, y fue el hombre clave en el CSE para el diseño del plan de pensiones para los jubilados en la Seguridad Social.

Brown, junto con los miembros de las grandes empresas del Consejo asesor, era especialmente firme en que ningún empresario escapara a las cotizaciones y los planes de pensiones para los jubilados. Brown estaba francamente preocupado por que los pequeños negocios no escaparan a las consecuencias de los aumentos de costes de estas obligaciones de cotización de la seguridad social. De esta forma, las grandes empresas, que ya estaban ofreciendo voluntariamente costosas pensiones de jubilación a sus empleados, podían usar al gobierno federal para obligar a las pequeñas empresas que les hacían la competencia a pagar costosos programas similares. Así, explicaba Brown en su testimonio ante el Comité Financiero del Senado en 1935, la gran ventaja de la “contribución” del empresario a las pensiones de jubilación es que se hace uniforme en toda la industria un coste mínimo para proveer seguridad de jubilación y protege al empresario más liberal que ahora ofrece pensiones ante la competencia del que por el contrario despide sin pensión a la persona anciana cuando se hace mayor. Nivela el coste de la protección de los jubilados entre el empresario progresista y el no progresista.[37]

En otras palabras, la legislación penaliza deliberadamente al empresario de bajo coste “no progresista” y le ataca aumentando artificialmente sus costes en comparación con el gran empresario. Por supuesto, también se daña a los consumidores y los contribuyentes que se ven obligados a pagar esta generosidad.

Por tanto, no sorprende que las grandes empresas respaldaran casi unánime e incondicionalmente el plan de la Seguridad Social, mientras que éste era atacado por las pequeñas empresas como la National Metal Trades Association, la Illinois Manufacturing Association y la National Association of Manufacturers. En 1939, solo el 17% de las empresas estadounidenses estaban a favor de la abolición de la Ley de Seguridad Social, mientras que ninguna de las grandes empresas apoyaba la abolición.

De hecho, las grandes empresas colaboraron entusiastamente con la seguridad social. Cuando el Consejo de la Seguridad Social afrontó la formidable tarea de crear 26 millones de cuentas para individuos, consultó con el CAE y Marion Folsom ayudo a planificar la creación de centros regionales del SSB. El CAE hizo que el Consejo contratara al director de la Oficina Industrial de la Cámara de Comercio de Philadelphia como registrador jefe y a J. Douglas Brown se le recompensó por sus servicios convirtiéndose en presidente del nuevo y expandido Consejo Asesor de la Administración de la Seguridad Social.

La AALL fue particularmente importante en desarrollar el sistema de la Seguridad Social. La organización izquierdista de bienestar social fundada por Commons y encabezada durante décadas por su alumno John B. Andrews, estaba financiada por Rockefeller, Morgan y otros acomodados intereses financieros e industriales liberales corporativistas. La AALL fue la principal desarrolladora de propuestas sobre invalidez y seguros sanitarios durante la década de 1920, y luego el la década de 1930 se dedicó a dar forma a propuestas estatales de seguros de desempleo. En 1932, Wisconsin adoptó el plan de la AALL y, bajo la fuerza del cabildeo de la AALL, el Partido Demócrata lo incorporó a su programa. Al desarrollar la Seguridad Social, los puestos clave de los consejos Técnico y Asesor del CSE estaban ocupados por miembro de la AALL. No solo eso, sino que a principios de 1934, la Secretaria Perkins pidió nada menos que a Paul Rauschenbush, el cabildero de la AALL en Washington, que redactara una propuesta de ley de Seguridad Social que se convertiría en la base para las posteriores discusiones en el CSE. La AALL estaba asimismo relacionada muy de cerca con la Liga Nacional de Consumidores de Florence Kelley.

El propio Paul Rauschenbush tenía un fascinante pedigrí. Paul era hijo del principal pastor baptista del evangelio social, Walter Rauschenbush. Paul estudió con John R. Commons y fue el principal autor de la ley del seguro de desempleo de Wisconsin. Había aún más casta progresista en Rauschenbush, pues se casó nada menos que con Elizabeth Brandeis, hija del famoso jurista progresista.

Elizabeth también estudió con Commons y recibió un doctorado por Wisonsin. Es más, fue asimismo íntima amiga de la marxista Florence Kelley y ayudó a editar la afectuosa biografía de Kelley de su tía Josephine Goldmark. Elizabeth también ayudó a escribir la ley de prestaciones de desempleo de Wisconsin. Enseñó economía en Wisconsin, llegando al puesto de profesora titular.

Podemos concluir apuntando, con el historiador Irwin Yellowitz, que todas estas organizaciones de reforma estaban dominadas y financiadas por “un pequeño grupo de ricos patricios, profesionales y trabajadores sociales. Las mujeres ricas, incluyendo algunas de la alta sociedad de Nueva York, fueron indispensables para su financiación y dotación de personas”.[38]


[1] Harold Wilensky lo dijo de una forma descarnada y sucinta: “El crecimiento económico es la causa última del desarrollo del estado de bienestar”. Harold Wilensky, The Welfare State and Equality (Berkeley: University of California Press, 1975), p. 24.

[2] Así, Flora y Alber no encuentran correlación entre niveles de industrialización y programas de seguro social de 12 naciones europeas entre las década de 1880 y la de 1920. Peter Flora y Jens Alber, “Modernization, Democratization, and the Development of Welfare States in Western Europe”, en Peter Flora y Arnold Heidenheimer, eds., The Development of Welfare States in Europe and American (New Brunswick, N.J.: Transaction Press, 1981), pp. 37-80. Igualmente Collier y Messick no encuentran relación entre la industrialización y la adopción de programas de seguro social en 59 naciones entre la década de 1880 y la de 1960. David Collier y Richard Messick, “Prerequisites versus Diffusion: Testing Alternative Explanations of Social Security Adoption”, American Political Science Review 69 (1975): 1299-1315. Citado en Theda Skocpol,Protecting Soldiers and Mothers: The Political Origins of Social Policy in the United States (Cambridge, Mass.: Belknap Press of Harvard University Press, 1992), pp. 559-560. [Publicado en España como Los orígenes de la política social en Estados Unidos (Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1996)].

[3] Heywood Sanders, “Paying for the ‘Bloody Shirt’: The Politics of Civil War Pensions”, en Political Benefits, Barry Rundquist, ed. (Lexington, Mass.: D.C. Heath, 1980), pp. 150-154.

[4] Edwin Amenta, Elisabeth Clemens, Jefren Olsen, Sunita Parikh y Theda Skocpol, “The Political Origins of Unemployment Insurance in Five American States”, Studies in American Political Development 2 (1987): 137-182; Richard M. Vallely, Radicalism in the States: the Minnesota Farmer-Labor Party and the American Political Economy (Chicago: University of Chicago Press, 1989) y Skocpol, Protecting Soldiers, pp. 560-561.

[5] Michael Shalev, “The Social Democratic Model and Beyond: Two Generations of Comparative Research on the Welfare State”, Comparative Social Research 6 (1983): 321. Un parecer similar es “el estado del bienestar es un producto de la creciente fortaleza del trabajador en la sociedad civil”. John Stephens, The Transition from Capitalism to Socialism (Londres: Macmillan, 1979), p. 89.

[6] El porcentaje de sindicalización de la población estadounidense de edades entre 15 y 64 años sumaba solo el 1,35% en 1871, el 0,7% en 1880 y después del desarrollo de la AFL y el moderno movimiento obrero en 1886, totalizaba un 1,0% en 1890 y un 1,9% en 1900. Lloyd Ulman, The Rise of the National Trade Union(Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1955). Las mejores obras sobre sindicalización en este periodo siguen siendo Leo Wolman, The Growth of American Trade Unions, 1880 – 1923 (Nueva York: National Bureau of Economic Research, 1924) y Leo Wolman, Ebb and Flow in Trade Unionism (Nueva York: National Bureau of Economic Research, 1936).

[7] Para la exposición clásica del sindicalismo de Gompers por un economista y estudiosos de John R. Commons, el economista institucional de Wisconsin, que fue virtualmente el teórico de Gompers, ver Selig Perlman, A Theory of the Labor Movement (Nueva York: Augustus M. Kelley, 1949); ver también el volumen que le acompañaba de Perlman, A History of Trade Unionism in the United States (Nueva York: Macmillan, 1922).

[8] Los dos grandes oponentes ideológicos y políticos de finales de la década de 1880 y principios de la de 1890, Grover Cleveland y Benjamin Harrison, encarnaron esta batalla dentro de la Iglesia Presbiteriana. Cleveland, un presbiteriano calvinista de la vieja escuela procedente de Buffalo, era hijo de un clérigo calvinista, un demócrata, un “mojado” en el tema del licor y un bon vivant en lo personal; el mojigato y adusto Harrison era un presbiteriano pietista de Indiana y republicano. Ver Richard Jensen, The Winning of the Midwest: Social and Political Conflict, 1888 – 1896 (Chicago: University of Chicago Press, 1971), pp. 79-80.

[9] Rural, porque los centros urbanos de Nueva Inglaterra como Boston se habían hecho unitarios durante el siglo XVIII. Los unitarios, por otro lado, estaban aliados con los postmilenaristas en defender una versión más secular de Reino Utópico coactivo a lacnzar por el gobierno. Sobre el unitarismo, el calvinismo y el Reino de Dios sobre la Tierra, especialmente como dominantes del movimiento por la escuela pública, ver la importante pero olvidada obra de Rousas John Rushdoony, The Messianic Character of American Education: Studies in the History of the Philosophy of Education (Nutley, N.J.: Craig Press, 1979), pp. 18-32, 40-48.

[10] Ver el enorme y fascinante libro de David Hackett Fischer, Albion’s Seed: Four British Folkways in America(Nueva York: Oxford University Press, 1989).

El si son celtas estos fronterizos o escoceses-irlandeses es algo polémico, negándolo Fischer y manteniendo esta tesis la mayoría de las demás fuentes, sobre todo Grady McWhiney y Forrest McDonald.

[11] Sobre Finney y el movimiento de avivamiento, ver Bernard A. Weisberger, They Gathered at the River: The Story of the Great Revivalists and their Impact Upon Religion in America (Boston: Little, Brown, 1958). Ver también la obra clásica de Whitney R. Cross, The Burned-Over District: The Social and Intellectual History of Enthusiastic Religion in Western New York, 1800 – 1850 (Nueva York: Harper Torchbooks, 1950).

[12] Sobre la enorme, pero olvidada, importancia del anticatolicismo y la ocupación del Partido de América en el ascenso republicano al estatus de gran partido, ver William E. Gienapp, “Nativism and the Creation of a Republican Majority in the North before the Civil War”, Journal of American History 72 (Diciembre de 1985): 529-559.

[13] Carroll Smith-Rosenberg, Disorderly Conduct (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1985), pp. 85-86.

[14] Ver Ruth Bordin, Woman and Temperance: the Quest for Power and Liberty, 1873 – 1900 (Philadelphia: Temple University Press, 1981). Sobre postmilenarismo y sufragio femenino, ver la excelente obra de Alan P. Grimes, The Puritan Ethic and Woman Suffrage (Nueva York: Oxford University Press, 1967).

[15] Pero vean el lúcido artículo de Jean B. Quandt, “Religion and Social Thought: The Secularizing of Postmillenialism”, American Quarterly 25 (Octubre de 1973): pp. 390-409. Ver también James H. Moorhead, “The Erosion of Postmillennialism in American Religious Thought, 1865 – 1925”, Church History 53 (Marzo de 1984): 61-77.

[16] Quandt, “Secularization”, p. 394.

[17] Quandt, “Secularization”, p. 396.

[18] Ver la impresionante lista de la cohorte de progresistas de 1860 y alrededores en Robert M. Crunden,Ministers of Reform: The Progressives Achievement in American Civilization, 1889 – 1920 (Nueva York: Basic Books, 1982), pp. 275-276.

[19] Para una biografía de Ely, ver Benjamin G. Rader, The Academic Mind and Reform: the Influence of Richard T. Ely on American Life (Lexington: University of Kentucky Press, 1966).

[20] Sidney Fine, Laissez Faire Thought and the General-Welfare State: A Study of Conflict in American Thought, 1865 – 1901 (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1956), p. 180.

[21] Quandt, “Secularization”, p. 403.

[22] Crunden, Ministers of Reform , pp. 57-58. Ver también Quandt, “Secularization”, pp. 404-405.

[23] Dewey, como dijo H.L. Mencken había “nacido del indestructible reserva de Vermont y era un hombre de la máxima sobriedad posible”. Dewey era hijo de un tendero de un pequeño pueblo de Vermont; su madre era una ferviente congregacionista evangélica. H.L. Mencken, “Professor Veblen”, en A Mencken Chrestomathy(Nueva York: Alfred A. Knopf, 1949), p. 267.

[24] Ver John R. Commons, Myself (Madison: University of Wisconsin Press, [1934] 1964).

[25] Ver Joseph Dorfman, The Economic Mind in American Civilization, 1918 – 1933 (Nueva York: Viking, 1959), 4, pp. 395-398.

[26] Recientes historiadoras feministas han estado encantadas de superar la reticencia de historiadores mayores y han divulgado orgullosamente el lesbianismo de Addams y muchas otras activistas progresistas yanquis solteras de este época. Probablemente estas feministas tengan razón y el lesbianismo dominante del movimiento sea crucial para una comprensión histórica de por qué se puso en marcha. este movimiento Como mínimo, no pudieron sencillamente seguir a otras mujeres y dedicarse al matrimonio y las labores del hogar.

[27] Sobre Jane Addams y sus amigas y colegas, ver Allen F. Davis, American Heroine: The Life and Legend of Jane Addams (Nueva York: Oxford University Press, 1973). Para un examen crítico de Addams, ver Christopher Lasch, The New Radicalism in America, 1889 – 1963: The Intellectual as a Social Type (Nueva York: Random House, 1965), pp. 3-37. Esta bastante claro que, en su autobiografía de 1910, Jane Addms mintió ennobleciendo sus motivos para fundar Hull House, afirmando que fue el completo horror de ver una corrida de toros en España. Nada de ese supuesto horror aparece en sus cartas de aquel tiempo.

[28] Skocpol, Protecting Soldiers and Mothers, pp. 500-501.

[29] Sobre Kelley, ver Dorothy Rose Blumberg, Florence Kelley: The Making of A Social Pioneer (Nueva York: Augustus M. Kelley, 1966). Ver también Kathryn Kish Sklar, “Hull House – the 1890s: A Community of Women Reformers”, Signs 10, nº 4 (Verano de 1985): 685-777.

[30] La única hija que rompió ligeramente con los Dreir fue Katherine (n. 1877), artista y mecenas de arte moderno que, interesada por la filosofía orgánica, se convirtió en pro-nazi durante la década de 1930.

[31] Ver Elizabeth Ann Payne, Reform, Labor, and Feminism: Margaret Dreier Robins and the Women’s Trade Union League (Urbana: University of Illinois Press, 1988).

[32] Josephine Goldmark, Impatient Crusader: Florence Kelley (Champaign: University of Illinois Press, 1953).

[33] Sobre el Partido progresista, ver John Allen Gable, The Bull Moose Years: Theodore Roosevelt and the Progressive Party (Port Washington, N.Y.: Kennikat Press, 1978).

[34] Sobre Perkins, ver George Whitney Martin, Madame Secretary: Frances Perkins (Boston: Houghton Mifflin, 1976).

[35] Ver Thomas Ferguson, “Industrial Conflict and the Coming of the New Deal: The Triumph of Multinational Liberalism in America”, en The Rise and Fall of the New Deal Order, 1930-1980 , S. Fraser y G. Gerstle, eds. (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1989), pp. 3-31.

[36] Los Rockefeller fueron originalmente fervientes baptistas postmilenaristas: John D. Sr., procedía originalmente del norte del estado de Nueva York. John D. Sr., encabezó la rama moralista, así como la filantrópica, del imperio Rockefeller, encabezando un gran jurado en la ciudad de Nueva York en 1920 dedicado a erradicar el vicio en esa ciudad. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial, la familia Rockefeller eligió personalmente a su pastor personal, el Reverendo Harry Emerson Fosdick, como punta de lanza de la dirección del “protestantismo liberal”, una versión secularizada de postmilenarismo, para rechazar una creaciente marea de “fundamentalismo” premilenarista en la iglesia. Harry Fosdick se convirtió en cabeza del Consejo Federal de Iglesias de Cristo, la principal organización liberal protestante. Entretanto, John D. Jr. hizo al hermano de Fosdick, Raymond Blaine Fosdick, jefe de la Fundación Rockefeller y acabó siendo el biógrafo oficial de John D. Jr. Fosdick había trabajado en una casa de comunidad. Los Fosdick habían nacido en Buffalo en una familia yanqui de Nueva Inglaterra. Sobre los Fosdick, ver Murray N. Rothbard, “World War I as Fulfillment: Power and the Intellectuals”, Journal of Libertarian Studies 9, nº 1 (Invierno de 1989): 92-93, 120.

[37] Jill Quadagno, The Transformation of Old Age Security: Class and Politics in the American Welfare State(Chicago: University of Chicago Press, 1988), p. 112; Jill Quadagno, “Welfare Capitalism and the Social Security Act of 1935”, American Sociological Review 49 (Octubre de 1984): 641. Ver también G. William Domhoff, The Power Elite and the State: How Policy is Made in America (Nueva York: Aldine de Gruyter, 1990).

[38] Irwin Yellowitz, Labor and the Progressive Movement in New York State, 1897 – 1916 (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1965), p. 71. Ver en particular J. Craig Jenkins y Barbara G. Brents, “Social Protest, Hegemonic Competition, and Social Reform: A Political Struggle Interpretation of the American Welfare State”,American Sociological Review 54 (Diciembre de 1989): 891-909 y J. Craig Jenkins y Barbara Brents, “Capitalists and Social Security: What Did They Really Want?” American Sociological Review 56 (Febrero de 1991): 129-132.


Publicado el 11 de agosto de 2006. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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