Fundamentos de la acción humana

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10. La Acción como Intercambio

Hemos dicho que toda acción implica un intercambio—renunciar a una situación a cambio de lo que el actor espera será una situación más satisfactoria.[1] Ahora podemos elaborar sobres las implicancias de esta verdad, a la luz de los numerosos ejemplos que se han dado en este capítulo. Cada aspecto de la acción ha implicado una elección entre alternativas—renunciar a unos bienes para la adquisición de otros. Dondequiera que la elección ocurrió—ya sea en el uso de bienes de consumo durables, o de bienes de capital; ahorro versus consumo; trabajo versus ocio; etc.—tales elecciones entre alternativas, tal renuncia a una cosa en favor de otra, siempre estuvieron presentes. En cada caso, el actor adoptó el camino que él creía le iba a proporcionar la utilidad más alta en su escala de valores; y en cada caso, el actor renunció a lo que él creía le proporcionaría una utilidad menor.

Antes de analizar con más profundidad la gama de opciones alternativas adicionales, es necesario enfatizar que el hombre siempre tiene que actuar. Puesto que él siempre está en condiciones de mejorar su situación, incluso “no hacer nada” es una forma de actuar. “No hacer nada”—o gastar todo el tiempo en ocio—es una decisión que afectará su oferta de bienes de consumo. Por lo tanto, el hombre siempre tiene que elegir y actuar.

Dado que el hombre está siempre actuando, siempre está tratando de alcanzar lo que ocupa los lugares más altos en su escala de valores, cualquiera que sea el tipo de elección en consideración. Siempre tiene que haber espacio de mejora en su escala de valores; de lo contrario todas las necesidades del hombre estarían perfectamente satisfechas, y la acción desaparecería. Dado que este no puede ser el caso, esto significa que siempre existe para el actor la posibilidad de mejorar su situación, de alcanzar un valor más alto que aquel al que se renuncia, esto es, de obtener una ganancia psíquica. A lo que él renuncia se le puede llamar costos, esto es, las utilidades a las que está renunciando a fin de alcanzar una mejor posición. Así, los costos de un actor son las oportunidades a las que renunció para disfrutar los bienes de consumo. De forma similar, la utilidad (mayor) que espera obtener de la acción puede ser considerada su ingreso psíquico, o ganancia psíquica, que a su vez será igual a la utilidad de los bienes que el consumirá como resultado de la acción. De aquí que, al comienzo de toda acción, el actor cree que ese curso de acción, entre las alternativas, maximizará su ingreso psíquico o ganancia psíquica, esto es, alcanzará aquello que está más alto en su escala de valores.

ANEXO A – Praxeología y economía

Este capítulo ha sido una exposición de parte del análisis praxeológico—el análisis que forma el cuerpo de la teoría económica. Este análisis tiene como premisa fundamental la existencia de la acción humana. Una vez que se demuestra que la acción humana es un atributo necesario de la existencia de los seres humanos, el resto de la praxeología (y su subdivisión, la teoría económica) consiste en la elaboración de las implicaciones lógicas del concepto de acción. El análisis económico es de la forma:

(1) Afirmar A—el axioma de la acción.
(2) Si A, entonces B; si B, entonces C; si C, entonces D, etc.—siguiendo las reglas de la lógica.
(3) Por lo tanto, afirmamos (la verdad de) B, C, D, etc.

Es importante darse cuenta que la economía no proponen leyes sobre el contenido de los fines del hombre. Los ejemplos que hemos dado, tales como el sandwich de jamón, las bayas, etc., son simplemente instancias ilustrativas, y no fueron hechas para afirmar algo sobre el contenido de las metas del hombre en un momento dado. El concepto de acción implica el uso de medios escasos para satisfacer las necesidades más urgentes en un momento en el futuro, y las verdades de la teoría económica implican las relaciones formales entre los fines y los medios, y no sus contenidos específicos. Los fines de un hombre pueden ser “egoístas” o “altruistas,” “refinados” o “vulgares.” Pueden enfatizar el disfrute de los “bienes materiales” y las comodidades, o pueden enfatizar la vida de austeridad. La economía no se preocupa del contenido, y sus leyes se aplican independientemente de la naturaleza de estos fines.

La praxeología, por tanto, es diferente a la psicología y la ética. Dado que todas estas disciplinas se encargan de las decisiones subjetivas de las mentes humanas individuales, muchos observadores creen que son fundamentalmente idénticas. Este no es el caso en absoluto. La psicología y la ética se encargan del contenido de los fines humanos; se preguntan, ¿por qué el hombre elige tal o cual fin, o qué fines deben los hombres valorar? La praxeología y la economía analizan cualquier fin dado y las implicaciones formales del hecho que los hombres tienen fines y emplean medios para alcanzarlos. La praxeología y la economía son por lo tanto disciplinas separadas y distintas de las otras.

Así, todas las explicaciones de la ley de la utilidad marginal basadas en motivos psicológicos o fisiológicos son erróneas. Por ejemplo, muchos escritores han basado la ley de la utilidad marginal en una supuesta “ley de la saciedad de necesidades,” según la cual el hombre puede comer un número dado de cucharadas de helado por ocasión, etc., y luego se sacia. Sea esto cierto o no en psicología es completamente irrelevante para la economía. Estos escritores erróneamente concluyen que, al comienzo, una segunda unidad puede ser más agradable que la primera, y por tanto que la utilidad marginal puede aumentar al principio, antes de disminuir. Eso es completamente falaz. La ley de la utilidad marginal no depende de supuestos fisiológicos o psicológicos, sino que está basada en la verdad praxeológica de que la primera unidad de un bien se utilizará para satisfacer la necesidad más urgente, la segunda unidad en la siguiente más urgente necesidad, etc. Debe recordarse que estas “unidades” deben ser capaces de proporcionar el mismo servicio.

Es erróneo, por ejemplo, argumentar de la siguiente manera: los huevos son el bien en cuestión. Es posible que un hombre necesita cuatro huevos para hornear un pastel. En ese caso, el segundo huevo puede ser utilizado para un uso menos urgente que el primer huevo, y el tercer huevo para un uso menos urgente que el segundo. Sin embargo, puesto que el cuarto huevo hace posible que el pastel sea producido, que de otra forma no estaría disponible, la utilidad marginal del cuarto huevo es mayor que la del tercer huevo.

Ese argumento ignora el hecho de que un “bien” no es el cuerpo físico, sino cualquiera cosa cuyas unidades proporcionen el mismo servicio. Dado que el cuarto huevo no proporciona el mismo servicio que, y no es intercambiable con, el primer huevo, los dos huevos no son unidades de la misma oferta, y por lo tanto, la ley de la utilidad marginal no se aplica a este caso para nada. Para tratar a los huevos en este caso como unidades homogéneas de un bien, es necesario considerar cada conjunto de cuatro huevos como una unidad.

Para resumir, podemos describir la relación y las diferencias entre la praxeología y las otras disciplinas de la siguiente manera:

 

Por qué el hombre elige diversos fines: psicología.
Cuáles deberían ser los fines del hombre: ética.También: estética.
Cómo usar los medios para alcanzar los fines: tecnología.
Cuáles son y han sido los fines del hombre, y cómo ha usado el hombre sus medios para alcanzarlos: historia.
Las implicancias formales del hecho que los hombres usan medios para alcanzar varios fines elegidos: praxeología.

 

¿Cuál es la relación entre la praxeología y el análisis económico? La economía es una subdivisión de la praxeología—hasta el momento la única subdivisión completamente elaborada. Con la praxeología como la teoría general y formal de la acción humana, la economía incluye el análisis de la acción de un individuo aislado (la economía de Crusoe) y, especialmente elaborado, el análisis del intercambio interpersonal (cataláctica). El resto de la praxeología es un área inexplorada. Se han hecho intentos de formular una teoría lógica de la guerra y las acciones violentas, y la violencia en la forma de gobierno ha sido analizada por la filosofía política y por la praxeología localizando los efectos de la intervención violenta en el libre mercado. Una teoría de juegos ha sido elaborada, e interesantes primeros pasos se han dado en el análisis lógico de la votación.

Se ha sugerido que, dado que la praxeología y la economía son cadenas lógicas de razonamiento basado en unas pocas premisas universalmente conocidas, para ser verdaderamente científicas deben ser elaboradas de acuerdo con las notaciones simbólicas de la lógica matemática.[2] Esto representa un curioso error sobre el rol de la lógica matemática o de la lógica simbólica. En primer lugar, la cualidad fundamental de las proposiciones verbales es cada una es significativa. Por otro lado, los símbolos algebraicos y lógicos, tal como se utilizan en lógica matemática, no tienen significado en sí mismos. La praxeología afirma que el axioma de la acción es verdadero, y a partir de eso (junto con algunos axiomas empíricos—tales como la existencia de una variedad de recursos e individuos) se deducen, por las reglas de inferencia lógica, todas las proposiciones de la economía, cada uno de los cuales son verbales y significativas. Si la gran variedad de los símbolos de la lógica fuesen utilizados, las proposiciones no serían significativas. La lógica simbólica, por lo tanto, es mucho más adecuada para las ciencias físicas, donde, en contraste con la ciencia de la acción humana, se conocen las conclusiones en lugar de los axiomas. En las ciencias físicas, las premisas son sólo hipotéticas, y las deducciones lógicas se hacen a partir de ellas. En esos casos, no hay propósito en tener proposiciones significativas en cada paso del camino, y por tanto el lenguaje simbólico y matemático es más útil.

Desarrollar verbalmente la economía, traducirla luego en símbolos de lógica, y finalmente traducirla nuevamente a proposiciones en español, simplemente no tiene sentido y viola el principio científico fundamental de la navaja de Occam, que exige la mayor simplicidad posible en la ciencia y evitar la multiplicación innecesaria de entidades o procesos.

Contrariamente a lo que se cree, el uso de la lógica verbal no es inferior a la lógica simbólica. Por el contrario, la última es simplemente un dispositivo auxiliar basado en la primera. La lógica formal se encarga de las leyes necesarias y fundamentales del pensamiento, que deben ser expresadas verbalmente, y la lógica simbólica es sólo un sistema simbólico que utiliza esa lógica verbal formal como base. Por lo tanto, la praxeología y la economía no tienen por qué pedir disculpas en lo mínimo sobre el uso de la lógica verbal—la base fundamental de la lógica simbólica, y significativa en cada paso del camino.[3]

ANEXO B – SOBRE MEDIOS Y FINES

A menudo se denuncia que cualquier teoría basada en una separación lógica de medios y fines es poco realista ya que los dos están a menudo unidos o fusionados en uno solo. Sin embargo, si el hombre actúa intencionalmente, él por tanto busca unos fines, y cualquiera sea el camino que tome, él tiene, ipso facto, que emplear medios para alcanzarlos. La distinción entre medios y fines es una distinción lógica necesaria arraigada en toda acción humana—de hecho, en toda acción con propósito. Es difícil encontrar sentido a cualquier negación de esta verdad primordial. El único sentido que tiene tal acusación se refiere a aquellos casos en los que ciertos objetos, o mejor ciertas rutas de acción, se convierten en fines en sí mismos así como en medios para otros fines. Esto, por supuesto, a menudo puede suceder. No hay dificultad, sin embargo, en incorporarlos al análisis, como se ha hecho anteriormente. Así, un hombre puede trabajar en cierto empleo no sólo por el salario, sino también porque disfruta el trabajo o la ubicación. Además, el deseo de ganar dinero es un deseo por medios para otros fines. Los críticos de la praxeología confunden la separación necesaria y eterna de fines y medios como categorías con su frecuente coincidencia en un recurso concreto particular o curso de acción.


[1] Ver la página 16.

[2] Consultar G.J. Schuller, “Rejoinder,” American Economic Review, marzo, 1951, p. 188. Para una respuesta, ver Murray N. Rothbard, “Hacia una Reconstrucción de la Economía de la Utilidad y del Bienestar” en Mary Sennholz, ed. Sobre Libertad y Libre Empresa: Ensayos en Honor a Ludwig von Mises (Princeton, N.J.: D. Van Nostrand, 1956), p. 227. Véase también Boris Ischboldin, “Una Crítica a la Econometría,” Review of Social Economy, septiembre, 1960, pp. 110-27; y Niksa Vladimir, “El Rol del Pensamiento Cuantitativo en la Teoría Económica Moderna,” Review of Social Economy, septiembre, 1959, pp. 151-73.

[3] Consultar René Poirier, “Sobre Lógica” en André Lalande, Vocabulaire technique et critique de la philosophie (Paris: Presses Universitaires de France, 1951), pp. 574-75.


Traducido del inglés por Dante Bayona.

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