Entender los costes de la sanidad

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El aumento de los costes es el asunto principal en el debate sobre la reforma de la sanidad. Casi todos piensan que la sanidad es cara, pero hay mucha confusión acerca de estos costes. El 9 de septiembre, el presidente Obama intentó aclarar los asuntos de costes referidos al sector médico. El gobierno federal supuestamente reducirá costes, restringirá los abusos y hará los servicios de sanidad más asequibles.

El presidente propone la creación de un mercado de seguros de salud de bajo coste. Se requeriría a la gente previamente no asegurada, con algunas excepciones, a contratar un seguro de salud, para evitar los altos costes de las visitas de emergencia. Las empresas estarán obligadas a proveer los seguros, con algunas excepciones para las más pequeñas. El gobierno federal también promovería la salud preventiva y las clínicas sin ánimo de lucro.

El Senador Baucus ha propuesto un nuevo plan por el cual la gente que no contrate seguros de salud será multada con 3.800$. Estas multas obligarán a la gente a comprar los seguros y esto distribuirá más ampliamente los costes.

El economista Paul Craig Roberts critica las propuestas para forzar a la gente a contratar seguros. Argumenta que multar a la gente que no puede permitirse un seguro médico es como “resolver el problema de los sin techo obligándoles a comprar casas”. Roberts reconoce que las multas forzando a más gente a contratar seguros de salud equivalen a un nuevo impuesto. Se opone a este nuevo impuesto basándose en que se impone a quienes no pueden pagarlo.

Roberts cree que las tasas sobre la sanidad deberían aportarse de cuerdo con el principio de la capacidad de pago. Propugna un “sistema de sanidad sin ánimo de lucro de un solo pagador”. De acuerdo con él, la sanidad privada no funciona a causa de lo caro de la tecnología médica, las denuncias por negligencias, los costes burocráticos de terceros pagadores y el “coste” de dividendos para accionistas.

Los apuntes que el presidente, el Senador Baucus y Paul Roberts han hecho respecto de los beneficios y la compensación a los ejecutivos revelan problemas en su comprensión de la economía. Por ejemplo, el presidente considera los beneficios y los salarios de los altos ejecutivos en las compañías de salud como costes innecesarios, grasa que puede eliminarse de la industria de la sanidad. Sin embargo, en términos económicos, los beneficios representan el éxito en satisfacer a los productores de productos concretos con costes relativamente bajos.

Los ejecutivos de éxito mantienen los ingresos altos ganando cuota de mercado y satisfaciendo a los consumidores en grandes cifras. También mantienen bajos los costes financieros recortando gastos inútiles en el uso de trabajo, capital y suministros. Los altos beneficios son a menudo una señal de que esas compañías están sirviendo a sus consumidores con bajos costes.

La alusión del presidente a los beneficios y los salarios de los ejecutivos seguramente deriva de la hostilidad hacia todos los beneficios característica de muchas personas de la izquierda (como Michael Moore), en lugar de un razonamiento económico sólido.  Los ejecutivos ganan salarios altos al obtener altos beneficios para los propietarios y los altos beneficios provienen en parte en mantener los costes bajo control. ¿Un sistema sin beneficios de un solo pagador (es decir, pagado por los contribuyentes) puede también gestionarse basándose en la minimización de costes?

La elección básica que tenemos que hacer es entre sanidad basada en el principio del beneficio y sanidad basada en algún tipo de principio de servicio. Por un lado, las empresas obtienen beneficios desarrollando nuevas drogas para consumidores y fabricando nuevos suministros y equipos médicos. Por otro lado, existen clínicas sin ánimo de lucro, profesionales de la medicina realizan servicios pro bono y algunas empresas donan suministros y equipamiento médicos. Pero que sirve mejor al público: ¿la búsqueda de beneficios privada o el deseo de realizar un servicio público?

Por supuesto, no queremos suponer que todos los beneficios y los salarios a ejecutivos derivan de una gestión eficiente. Algunos ejecutivos aumentan la rentabilidad de sus operaciones haciendo lobby al gobierno para garantizarse privilegios y subsidios otorgados por el estado.

Roberts reconoce esos problemas con especial interés. El Senador Baucus propone que a la gente se la presione para contratar más seguros, pero Roberts apunta que Baucus ha recibido grandes contribuciones a su campaña por parte de compañías de seguros. El lobbying por intereses de empresas especiales genera beneficios que son “grasa en el sistema” y deben eliminarse.

¿Pero la mayor implicación del gobierno en el sector de la sanidad causa más o menos lobbying? Tanto los seguros privados obligatorios como los de único pagador y sin ánimo de lucro normalmente incrementarán el despilfarrador lobbying de los intereses corporativos.

La pregunta real es ¿hasta que punto podemos reemplazar la legítima búsqueda de beneficios con el servicio público? Alguna gente dona tiempo y bienes a la sanidad. También es verdad que hay gente que rabaja en Medicare o en el Center for Disease Control porque quieren prestar un servicio público. ¿Pero cuánto más de este servicio público consciente podemos esperar? Otra gente busca trabajos federales como una vía sencilla para una jubilación temprana o por poder. El presidente esta suponiendo una oferta disponible de servidores públicos capaces y concienciados, así como una forma eficaz de gestionar y organizar la sanidad siguiendo las líneas burocráticas.

En ausencia de precios de mercado y beneficios, la organización a gran escala requiere una planificación centralizada. La idea de esa planificación asusta a mucha gente, y con razón. La planificación de economía nacionales completas durante el siglo XX acabó en desastre. Las grandes burocracias públicas han mostrado asimismo problemas significativos con el despilfarro y la rigidez.

Estos problemas existen por razones concretas: la planificación central sufre del defecto de que es imposible que pequeños grupos de líderes o funcionarios comprendan las condiciones locales en industrias modernas como la sanidad. El mundo moderno es demasiado complejo como para ser planificado. Por supuesto que el sistema privado de ganancias y pérdidas tiene también defectos, pero debemos tener cuidado en identificar la fuente de los peores problemas en la búsqueda de beneficios.

El presidente Obama pretende politizar aún más la industria médica. Parece asumir que la búsqueda privada de beneficios es algo despilfarrador. El presidente tendría razón si criticara concretamente la beneficiarse mediante la manipulación de las políticas públicas. Como la  industria médica está muy regulada, deberíamos suponer que parte de sus beneficios sirven intereses especiales  en lugar de a los consumidores.

Pero la queja del presidente acerca de los pagos a los ejecutivos y beneficios en general está más en línea con la idea socialista de que los beneficios sirven necesariamente a un grupo de interés en particular (los capitalistas) a costa de todos los demás.

Por supuesto, hay otras fuentes de despilfarro en el actual sistema sanitario. Leyes que obligan a cubrir servicios de sanidad menores o rutinarios incrementan los costes administrativos. En ese aspecto, los impuestos sobre la renta crean una tendencia a favor de financiar la sanidad vía seguros, en lugar de cargar honorarios por servicio directamente a los consumidores. .

Los costes administrativos de terceros pueden recortarse simplemente eliminando la actual predisposición a favor de financiar la sanidad a través de los llamados seguros (en oposición a los verdaderos seguros de alto coste/baja probabilidad de eventos de salud). Demandas frívolas y fraudulentas  también han impuesto altos costes a través de tarifas infladas de seguro ante malas prácticas. ¿Disminuirían estos costes las propuestas de seguro de un pagador o de seguro obligatorio?

Tenemos tres opciones: nuestro sistema actual, lleno de beneficios politizados mal habidos y derroche en el lobbying de intereses especiales; un sistema privatizado en buena medida no ensayado, basado en el beneficio privado y una caridad privada limitada y un sistema centralizado de sanidad de un solo pagador a través de las burocracias públicas. El tipo de compromisos que el presidente propuso en su discurso del 9 de septiembre ya se ha probado y ha fracasado. Ya tenemos regulación de las agencias burocráticas.

Las burocracias públicas tiene una reputación bien conocida y bien ganada de rigidez, despilfarro y, a veces, de abuso. El sector privado tiene una mala reputación en el sector de la sanidad, pero esto se debe en buena medida al hecho de que la sanidad ya se ha politizado.

El plan de Obama es una profecía autocumplida: si politizamos más el sector de la sanidad, sus beneficios serán menos justificables y las opciones públicas garanrán legitimidad. Paul Craig Roberts ha visto más allá y reconoce que un sistema centralizado de un solo pagador podría tener algunas ventajas sobre un sistema politizado de obligaciones del gobierno favoreciendo intereses de corporaciones privadas.

Pero la idea de que debemos elegir entre sanidad pública y sanidad privada politizada es falsa. También podemos despolitizar la industria de la sanidad. Un mercado libre y despolitizado en la sanidad se gestionaría basándose en el beneficio que en su mayor parte se ganarán a través de la eficiencia en los costes y el servicio al cliente.

Una industria de la sanidad verdaderamente en competencia de este tipo serviría mejor a los consumidores estadounidenses. Desafortunadamente, estamos tan lejos de acercarnos a esta situación como el Presidente Obama de entender sus ventajas.


Publicado el 2 de octubre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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