Inflación, escaseces y democracia social en Venezuela

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La tormenta económica en Venezuela ha recibido una creciente atención de los medios internacionales de comunicación en los últimos meses. En septiembre, la escasez de papel higiénico (a la que siguieron escaseces de alimentos y cortes de electricidad) acabó con la “ocupación temporal” de la empresa Manufactura de Papel, mientras que se enviaban tropas armadas para asegurar la “justa distribución” de las existencias disponibles. Acciones similares se produjeron hace unos pocos días contra tiendas de electrónica: El presidente Nicolás Maduro acusó a los vendedores de electrónica de hinchar los precios y los encarceló con la advertencia de que “esto es solo el principio de lo que voy a hacer para proteger al pueblo venezolano”.

Este mismo mes, en otro intento de asegurar “la felicidad para todo el pueblo”, Maduro empezó a regalar bonus de navidad ante las próximas elecciones de diciembre. Pero hacer campaña política no es la única razón para la generosidad del gobierno. La tasa anual de inflación en Venezuela ha estado aumento rápidamente en meses recientes y ha llegado a un tremendo 54% (sin contar posibles infravaloraciones). Aunque no esté aún oficialmente en hiperinflación, la expansión monetaria está empujando al abismo a Venezuela.

En un entorno así, los cheques tienen que distribuirse rápido, antes de dar tiempo a los precios para que aumenten; por tanto, bonus anticipados. Este tipo de política no es nuevo en la historia económica: el episodio hiperinflacionista de Venezuela se está desarrollado de forma muy parecida al de Alemania hace casi un siglo.

Consecuentemente, la política económica de Venezuela resulta ser otro ejemplo de la argumentación de Ludwig von Mises de que la intervención económica, si no tiene control, lleva a un completo socialismo. Los siempre crecientes controles de precios atestiguan el hecho de que los gobiernos siempre buscan chivos expiatorios en el mercado en lugar de admitir el fracaso de sus propias políticas y de que siempre es más fácil aumentar el control del gobierno que reducirlo.

Está claro que Maduro conoce el paño en lo que se refiere a la propaganda anti-mercado; como su predecesor, Hugo Chávez, ha echado la culpa de los aumentos de precios a los especuladores y los “burgueses parásitos”. Pero ninguna caja de brujas de “aumentadores de precios” impedirá el colapso final de la economía que generará una mayor expansión monetaria combinada con crecientes controles de precios. Inevitablemente, como argumentaba Mises, “una vez la opinión pública se convence de que el aumento en la cantidad de dinero continuará y no acabará nunca, y de que consecuentemente los precios de todos los productos y servicios no dejarán de aumentar, todos ansiarán comprar tanto como sea posible y restringir su efectivo al mínimo”.

Mientras hablamos, los compradores venezolanos están haciendo cola fuera de las tiendas nacionalizadas, tratando de gastar su divisa en rápida depreciación y la economía marcha directamente hacia un desenlace cuando los bolívares (la divisa de Venezuela) sean útiles para poco más que para hacer fuego.

Venezuela ha estado en la práctica alimentando el fuego del desastre económico durante bastante tiempo. Los programas socialistas de la administración Chávez desperdiciaron el escaso capital del país en producciones despilfarradoras. Al ir apareciendo escaseces crónicas, el gobierno recurrió a controles de precios, capitales y cambio de moneda para mantener a flote la economía, cada uno de los cuales llevó a un mayor caos. Actualmente, la administración de Maduro está planeando extender los controles a todos los precios de todos los productos, en otro esfuerzo condenado más por arreglar los preocupantes problemas económicos del país, pero los nuevos controles solo empeoran las cosas. La única forma de impedir realmente que aumenten los precios es parar las imprentas y dar las riendas de la economía al mercado eliminando los controles de precios. La nacionalización de empresas privadas y el establecimiento de controles totales de precios no cubrirán las desastrosas políticas monetarias, sino que solo prolongarán y agravarán sus efectos. Simplemente aumentan los siempre crecientes aumentos de precios y la siempre decreciente oferta de bienes de consumo y de más consumo de capital, erosionando aún más las bases económicas del país.

Los malos tiempos de Venezuela podrían parecer muy alejados de los problemas afrontados por otras naciones y es fácil creer que la hiperinflación en imposible “aquí”. Pero, como advertía Mises, las semillas del desastre se siembran desde el inicio de la intervención pública en el mercado, aunque “la primera etapa del proceso inflacionista puede durar muchos años”. Pero las etapas finales del colapso económico se producen mucho más aprisa: como apunta el escritor y comentarista político hispano-peruano Álvaro Vargas Llosa, “ir del 60% [de inflación] al 1.000% es mucho más fácil que ir del 3% al 40% o 50%”. Por muy perturbador que sea el pensamiento, la diferencia entre EEUU y otras economías occidentales y Venezuela es meramente de grado, no de tipo.

Después de todo, Chávez desarrolló sus Misiones Bolivarianas mediante un programa de nacionalizaciones, subsidios y santidad asequible. Es un estribillo familiar en economías occidentales.

Los problemas de Venezuela son más fácilmente visibles y han aumentado más rápidamente porque sus existencias de capital se han visto en buena parte mermadas por un compromiso desatado de 15 años con políticas económicas socialistas. Otros estados como EEUU siguen confiando grandes existencias de capital acumulados en años de mercados más libres. Por tanto las economías occidentales pueden no ver desaparecer su papel higiénico de las estanterías del supermercado aún, pero los precios en aumento y las numerosas quiebras indican que la tendencia es la misma. Esto cimenta de nuevo la idea de Mises de que ningún país encontrará una “tercera vía” de política económica estable. Todos los movimientos llevan hacia un extremo: mercados o socialismo. Las economías mixtas son solo paradas técnicas intermedias. Los juegos a los que juegan todos los bancos centrales con el poder adquisitivo del dinero pueden ser más sutiles, pero en definitiva son tan dañinos como el socialismo conspicuo.

Algunos han argumentado que la crisis en Venezuela probablemente “socave la viabilidad del chavismo” como programa político. Pero el tema crítico no es político, sino el hecho económico de que Venezuela está desperdiciando frenéticamente sus recursos, consumiendo su capital y empobreciendo a su pueblo. Si persisten las políticas de Maduro, y si después del aparentemente inevitable colapso, el legado de los chavistas pierde su viabilidad (“vacunando” a los venezolanos contra una vuelta a esos destructivos regímenes) será lo único bueno que derive de estos trágicos acontecimientos.

Aunque las posibilidades estén en contra, esperemos que otros países aprendan algo de este episodio antes de que también se aproximen al abismo del desastre económico.


Publicado el 29 de noviembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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