Los avances en tecnología farmacéutica y médica no dependen de las patentes

1

Los fabricantes de productos farmacéuticos se consideran habitualmente como los éxitos del régimen de propiedad intelectual. Se supone que su voluntad de asumir riesgos invirtiendo fuertemente en I+D se justifica por la obtención de patentes sobre sus descubrimientos que salvan vidas. Los defensores de la propiedad intelectual afirman que sin patentes no existirían muchas medicinas que salvan vidas. Afirman que los fabricantes de medicinas genéricas disminuirían los márgenes de beneficio y disiparían la porción de mercado del fabricante original y la innovación se quedaría prácticamente paralizada. Además, los fabricantes que antes deseaban crear nuevas medicinas ya no lo harían con retorno suficientes sobre la inversión. Sin embargo, la investigación sobre el asunto sugiere que la protección de la patente puede no ser necesaria para avances médicos.

Tecnologías médicas no patentadas

La idea de que las tecnologías médicas no patentadas no son viables es históricamente falsa. Análisis de importantes innovaciones médicas dan idea de si las patentes son absolutamente necesarias y propicias para la innovación en medicina. En 2006, el British Medical Journal pedía a sus lectores a enviar una lista de las invenciones médicas y farmacéuticas más notables a lo largo de la historia. La lista original contenía más de 70 descubrimientos diferentes antes de rebajarse a 15. La lista es la siguiente, sin orden concreto: penicilina, rayos-x, cultivo de tejidos, anestesia con éter, clorpromazina, higiene pública, teoría de los gérmenes , medicina basada en evidencias, vacunas, la píldora, informática, terapia de rehidratación oral, estructura del ADN, tecnología monoclonal de anticuerpos y riesgo de fumar para la salud. De estos descubrimientos, solo dos tienen remotamente algo que ver con patentes: la clorpromazina y la píldora.[1] En otra investigación llevada a cabo por los United States Centers for Disease Control, los resultados son sorprendentemente similares. De los diez descubrimientos médicos más importantes del siglo XX, ninguno tiene nada que ver con patentes.[2]

Ventajas del mercado natural y secreto comercial

Frente a la creencia popular, las grandes empresas farmacéuticas pueden mantener una importante porción del mercado después de la introducción de genéricos con la ayuda de barreras naturales de entrada. Las grandes empresas farmacéuticas tienen una ventaja del primer actor y una estructura interna y externa establecida que no tienen competidores, grandes y pequeños. Independientemente de lo rápido que puedan fabricar los competidores una medicina genérica, no hay que olvidar el hecho de que deben contratar nueva mano de obra, formar a nuevos empleados, comprar materias primas, crear suministradores, organizar logísticas, crear un plan de mercadotecnia y publicidad y competir por espacio en las estanterías, por lo que puede ser extraordinariamente difícil hacer mella en el dominio del mercado de una medicina ya establecida. Los datos de competencia de la India sugieren que lleva aproximadamente cuatro años a las medicinas genéricas entrar en el mercado.[3] Además, la Oficina de Presupuesto del Congreso calculó que un fabricante original de medicinas podía seguir manteniendo una porción de mercado de más del 20% después de la introducción de genéricos. Expandiendo el ámbito de investigación más allá de los productos farmacéuticos, una encuesta de directores de laboratorios y empresas de I+D revelaba que entre el 23% y el 25% creen que una patente es una forma eficaz de obtener un retorno de inversión. Al mismo tiempo, el 51% creen que los secretos comerciales con una forma eficaz de asegurarse retornos.[4]

La verdad sobre los costes del I+D y las medicinas genéricas

Los fabricantes de productos farmacéuticos disfrutan de grandes márgenes a pesar de sus grandes I+D. La afirmación de que el I+D para las farmacéuticas es alto no deja de tener fundamento. El coste de llevar una nueva medicina al mercado se estima que varía entre los 402 millones de dólares por lo bajo y 800 millones en el extremo superior.[5][6] Independientemente de sus altos costes de I+D, las empresas farmacéuticas siguen teniendo altos márgenes. Durante las últimas dos décadas, los productos farmacéuticos han sido uno de los sectores más rentables en Estados Unidos, nunca por debajo del tercer lugar.[7] La rentabilidad de las farmacéuticas puede explicarse bajo la suposición de que la gente vive más y consume más productos farmacéuticos. Puede también suponerse que la población humana está menos sana que en el pasado y la demanda de productos farmacéuticos es inelástica. Pero el análisis del beneficio marginal en los productos farmacéuticos y la falta de alguna innovación seria sugieren que no es siempre así.

El sector farmacéutico mantiene globalmente en torno a un 25% de margen operativo frente al 15% de los bienes de consumo. En Estados Unidos, esta cifra llegó a su máximo en casi el 35%. El alto margen en las medicinas no puede tampoco deberse directamente a los altos costes de I+D. En 2006 la proporción entre I+D e ingresos por ventas fue en torno al 0,19.[8] Además, las 30 farmacéuticas más importantes del mundo incurren en costes de promociones y publicidad que son casi el doble de los costes de I+D. Esto no quiere decir que haya una cantidad perfecta de gasto en I+D en que deba incurrir cada empresa, sino que demuestra que la incapacidad de recuperar costes de I+D se exagera mucho.

Las medicinas genéricas no son solo fabricadas por pequeñas empresas que buscan prosperar en los faldones de los gigantes. Se cree que los genéricos no añaden nada innovado en el ámbito de las medicinas que salvan vidas, simplemente fabrican medicinas en competencias que ya son de dominio público: la innovación real provendría de las empresas dispuestas a invertir en investigación y desarrollo. El National Institute of Health Care Management realizó una encuesta sobre medicinas que recibieron la aprobación de la FDA de 1989 a 2000 con resultados reveladores. Poco más de la mitad de las medicinas de la encuesta, un 54%, usaban ingredientes activos que ya estaban en uso en el mercado. De las medicinas que fueron aprobadas por la FDA, al 23% se les dio una clasificación prioritaria basándose en que había suficiente mejora clínica comparada con alternativas existentes. Como corolario, el 77% de las medicinas aprobadas no mostraron ningún tipo de mejora clínica significativa.[9] En otras palabras, estas medicinas son funcionalmente medicinas genéricas, que no ofrecen ningún tipo de ventaja sobre tratamientos existentes. Las grandes empresas de medicinas están paradójicamente llevando a cabo el tipo de comportamiento que aborrecen al desarrollar medicinas funcionalmente genéricas mientras desperdician recursos valiosos de I+D.

Conclusión

En un mercado verdaderamente libre, se permite a quien tenga los recursos para fabricar un invento hacerlo y las empresas que entran primero en el mercado con una nueva medicina disfrutan de una ventaja importante. Además, permanece el hecho de que la mejor forma de proteger una idea es mantenerla en secreto, razón por la que el método del secreto comercial sigue siendo eficaz. Sin embargo el estado ha hecho rentable concluir que la mejor forma de proteger una idea es retorcer muñecas y hombros de los competidores con la fuerza pública. Aun así, a pesar de la abrumadora intervención pública, prevalecen la innovación y el ingenio, aunque sea en un grado inferior.


[1] Esto significa que los inventos no fueron patentados, debido a alguna patente previa o descubiertos sin deseo de obtener una patente. Michele Boldrin and David K. Levine, Against Intellectual Monopoly, (Cambridge University Press, January 2010), 258, 259.

[2] Ibíd, 259.

[3] Ibíd. 266.

[4] Ibíd. 186.

[5] Los 402 millones son el dólares de 2000. James Bessen y Michael J. Meurer, Of Patents and Property, Boston University Shool of Law, 2008)

[6] Los 800 millones son el dólares de 2000. Michele Boldrin and David K. Levine, Against Intellectual Monopoly, (Cambridge University Press, January 2010), 241.

[7] Ibíd. 256.

[8] Ibíd. 255.

[9] Ibíd 261.


Publicado el 31 de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email