Cómo funcionan realmente la bolsa y la economía

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La bolsa no funciona de la manera en que piensa la mayoría de la gente. Una creencia muy extendida (tanto en Main Street como en Wall Street) es que un auge bursátil es el reflejo de una economía que progresa: al mejorar la economía, las empresas ganan más dinero y su volar en bolsa aumenta de acuerdo con el aumento en su valor intrínseco. Una suposición importante que subyace esta creencia es que la confianza del consumidor y el consiguiente gasto del mismo son los que impulsan el crecimiento económico.

Por otro lado, una baja en la bolsa se cree que es el resultado de una caída de la confianza y gasto de consumidores y empresas  (debido a inflación, aumento en los precios del petróleo, tipos altos de interés, etc., o por ninguna razón en concreto) que lleva a disminuir los beneficios empresariales y aumentar el desempleo. Sea cual sea la causa, en la visión común se genera una economía debilitada al caer los ingresos empresariales y rebajar más de lo esperado las ganancias futuras, lo que ocasiona una caída en los valores intrínsecos y los precios de las acciones.

Esta comprensión de los mercados alcistas y bajistas, aunque mantenida en universidades, profesionales de inversión e inversores individuales, es técnicamente correcta si se ve superficialmente, pero es sustancialmente errónea porque se basa en teoría financiera y económica defectuosa.

De hecho, la única fuerza real que en definitiva hace que aumente la bolsa o cualquier mercado (y, en buena medida, que disminuya) a largo plazo es simplemente el cambio en la cantidad de dinero y el volumen del gasto en la economía. Las acciones suben cuando hay inflación de la oferta monetaria (es decir, más dinero en la economía y en los mercados). Esta verdad tiene muchas consecuencias que deberían considerarse.

Como las bolsas pueden bajar (y bajan a menudo) en diverso grado por numerosas razones (incluyendo una disminución en la cantidad de dinero y gasto), aquí nos centraremos solo en por qué son capaces de subir de forma constante a largo plazo.

El origen fundamental de todos los precios crecientes

Para ponernos en perspectiva, dejemos aparte los precios de las acciones por un momento y asegurémonos primero de entender cómo aumentan los precios del consumo. En pocas palabras, los precios en general solo pueden aumentar si la cantidad de dinero en la economía crece más rápido que la cantidad de bienes y servicios. (En países en retrocesión económica, los precios pueden aumentar cuando disminuye la oferta de bienes mientras la oferta de dinero permanece igual o incluso aumenta).

Cuando la oferta de bienes y servicios aumenta más rápido que la oferta de dinero (como ocurrió durante la mayoría del siglo XIX), bajo el precio por unidad de cada bien o servicio, ya que una oferta dada de dinero tiene que comprar, o “cubrir” una oferta creciente de bienes y servicios. George Reisman nos ofrece la fórmula crítica para la derivación de precios en toda la economía:[1]

En esta fórmula el precio (P) se determina por la demanda (D), dividida por la oferta (O). La fórmula nos muestra que es matemáticamente imposible que los precios agregados aumenten por ningún medio que no sea (1) aumentando la demanda o (disminuyendo la oferta, es decir, o gastando más dinero para comprar o bienes o vendiendo menos bienes en la economía.

En nuestra economía desarrollada, la oferta de bienes no está disminuyendo, o al menos no a un ritmo suficiente como para aumentar la tasa usual del 3-4% anual; los precios aumentan porque entra más dinero en el mercado.

La misma fórmula de los precios antes indicada puede aplicarse igualmente a los precios de activos: acciones, bonos, materias primas, vivienda, petróleo, arte, etc. También atañe a ingresos y beneficios empresariales. Como dice Fritz Machlup:

Es imposible que los beneficios de todas o de la mayoría de las empresas aumenten sin un aumento en la circulación efectiva de dinero (mediante la creación de nuevo crédito o desatesorando).[2]

Para volver a nuestro tema sobre la bolsa en particular, ahora debería verse que el mercado no puede aumentar continuamente de forma sostenida sin que entre más dinero (en concreto, crédito bancario).

Hay otras formas por las que el mercado puede subir, pero sus efectos son temporales. Por ejemplo, un aumento en los ahorros netos, que implica menos dinero gastado en bienes de consumo y más invertido en bolsa (generando precios más bajos de bienes de consumo) podría hacer subir los precios de las acciones, pero solo en el grado concreto de los nuevos ahorros, suponiendo que todo se redirija a la bolsa.

Lo mismo se aplica a la reducción de los tipos impositivos. Habría efectos temporales que generen un aumento finito y terminal en los precios de las acciones. El dinero proveniente del “banquillo” podría asimismo levantar el mercado, pero una vez se inserte todo el dinero del banquillo en el mercado, no habría más fondos con los que aumentar los precios. La única fuente de combustible constante que puede impulsar al alza al mercado (cualquier mercado de activos) es nuevo crédito bancario adicional. Como escribe Machlup:

Si no fuera por la elasticidad del crédito bancario (…) un auge en los valores no podría durar mucho tiempo. En ausencia de crédito inflacionario, los fondos disponibles para prestar al público para compras de valores se agotarían rápidamente, ya que incluso una gran oferta está en definitiva limitada. La oferta de fondos derivada únicamente de nuevos ahorros actuales y márgenes actuales de amortización es bastante inelástica. (…) Solo puede desarrollarse un auge duradero si la organización de crédito de los bancos (por medio de crédito inflacionista) o el desatesoramiento a gran escala por parte del público hicieran altamente elástica la oferta de fondos prestables. (…) Un aumento en el mercado de valores no puede durar si el público no quiere y puede hacer más compras.[3] (Cursivas añadidas)

La última línea de la cita ayuda a revelar que ni el crecimiento de la población ni el sentimiento consumidor pueden por sí solos aumentar los precios de las acciones. Sea cual sea la población, está usando una cantidad finita de dinero; sea cual sea el sentimiento, debe estar acompañado por la capacidad del público de añadir fondos adicionales al mercado para llevarlo más arriba.[4]

Entender que el flujo de dinero recientemente creado es lo que impulsa el aumento en los mercados de activos tiene numerosas implicaciones. El resto de este artículo se ocupa de algunas de estas implicaciones.

La relación entre la economía y la bolsa

La relación principal entre la bolsa y la economía (en lo agregado) es que un aumento en el dinero y el crédito empujan al alza simultáneamente tanto el PIB como la bolsa.

Una economía en progreso es una en que se producen con el tiempo más bienes. Son las “cosas” reales, no el dinero en sí, las que representan la riqueza real. Cuantos más coches, neveras, alimentos, ropa, medicinas y hamacas tengamos, mejor será nuestra vida. Vemos por encima de todo que si los bines se producen a un ritmo más rápido que el dinero, los precios bajarán. Con una oferta constante de dinero, los salarios permanecerían constantes, mientras que caerían los precios, porque aumentaría la oferta de bienes, mientras que la oferta de trabajadores no lo haría.  Pero incluso cuando los precios aumentan debido a que el dinero se crea más rápido que los bienes, los precios siguen cayendo en términos reales, porque los salarios aumentan más rápido que los precios. En ambos escenarios, si aumentan productividad y producción, los bienes se hacen más baratos en términos reales.

Así que, entonces, una economía en crecimiento consiste en precios bajando, no subiendo. No importa cuántos bienes se fabriquen, si la cantidad de dinero permanece constante, el único dinero que puede gastarse en una economía es la cantidad concreta de dinero existente en ella (y la velocidad o el número de veces que se gasta cada dólar, no podría cambiar mucho si la oferta monetaria permanece sin cambios).

Esto revela por sí solo que el PIB no nos cuenta necesariamente mucho acerca del número de bienes y servicios reales que se producen; solo nos dice que si el PIB (incluso real) está aumentando, la oferta monetaria debe estar aumentando, ya que un aumento en el PIB solo es matemáticamente posible si el precio monetario de bienes individuales producidos está aumentando en alguna medida.[5] En caso contrario, con una oferta constante de dinero y gasto, la cantidad total de dinero que ganan las empresas (los precios totales de venta de todos los bienes producidos) y por tanto el propio PIB permanecerían todos constantes año tras año.

El mismo concepto se aplicaría a la bolsa: si hay una cantidad constante de dinero en la economía, la suma total de todas las acciones juntas (o un índice bursátil) no podría aumentar. Además, si los beneficios de una empresa, en el total, no están aumentando, no habría aumento agregado en ganancias por acción a imputar a los precios de las acciones.

En una economía en la que las cantidad de dinero sea estática, los niveles de los índices bursátiles, año a año se mantendrían aproximadamente equilibrados o caerían ligeramente[6], dependiendo de la tasa de aumento en el número de nuevas participaciones emitidas. Y, en general, las empresas (en el agregado) estarían vendiendo un mayor volumen de bienes a precios más bajos y los ingresos totales permanecerían igual. De la misma manera, las empresas, en general, comprarían más bienes a precios más bajos cada año, manteniendo aproximadamente igual la diferencia entre costes e ingresos, lo que mantendría aproximadamente iguales los beneficios agregados.

Bajo estas circunstancias, las ganancias de capital (beneficiarse de comprar activos baratos y venderlos caros) solo podrían conseguirse eligiendo acciones: invirtiendo en empresas que estén expandiendo su participación en el mercado, trayendo nuevos productos al mercado, etc., obteniendo así de verdad más ingresos y beneficios a costa de aquellas compañías que sean menos innovadoras y eficientes.

Los precios de las acciones de las empresas que ganen dinero aumentarán, mientras que otros disminuirán. Como la acción media no aumentaría realmente en valor, la mayoría de las ganancias realizadas por inversores en acciones serían en forma de pagos de dividendos. Por el contrario, en nuestro mundo actual, la mayoría de las acciones (buenas y malas) aumentan durante mercados alcistas inflacionistas y disminuyen durante mercados bajistas. Las buenas empresas simplemente aumentan más rápido que las malas.

De forma similar, los precios de la vivienda bajo una moneda estática en realidad bajarían lentamente, salvo que su valor aumentara significativamente por renovaciones y remodelaciones. Las casas antiguas se venderían por mucho menos que las nuevas. Para poner esto en perspectiva, consideremos que si nuestra tasa de inflación fuera suficientemente alta, los coches usados aumentarían de precio, igual que los nuevos, solo que a un ritmo inferior, pero aproximadamente al mismo nivel que aumentaría todo de precio, como pasa en países con hiperinflación. La cantidad en la que una casa “aumenta de valor” en 30 años en realidad solo representa la cantidad de poder adquisitivo que han perdido los dólares que poseemos: mientras los dólares pierden poder adquisitivo, la casa (y otros activos más limitados en crecimiento de la oferta) mantiene su poder adquisitivo.

Como hemos visto que ni el mercado bursátil ni el PIB pueden aumentar de forma sostenida sin más dinero empujando al alza, podemos ahora entender con claridad que una economía que mejora no consiste en un aumento del PIB ni causa que suba la bolsa en general.

Esto no equivale a decir que no hay ninguna relación entre el dinero que ganan las empresas y su valor en la bolsa en nuestro mundo inflacionista actual, sino que los parámetros de esa relación (relaciones de valoración como tasa de ganancias o capitalización bursátil como porcentaje del PIB) son bastante flexibles y, como veremos después, cambian con el tiempo. El dinero a veces fluye más en las acciones y otras veces más en las empresas subyacentes, cambiando el equilibrio de las relaciones de valoración.

Inversión forzosa

Como hemos visto, todo el concepto de aumento en los precios de los activos e inversiones bursátiles aumentando constantemente en valor es una ilusión económica. Lo que estamos viendo realmente es nuestra divisa devaluándose con el añadido de nueva moneda emitida por el banco central. Los precios de acciones, casas, oro, etc., en realidad no aumentan; simplemente les va mejor en mantener su valor que los billetes de papel y las cuentas corrientes digitales, ya que su oferta no aumenta tan rápido como estos últimos.

El hecho de que tengamos que ahorrar para el futuro es, en realidad, una atrocidad. Donde no hubiera dinero impreso por el gobierno y los bancos, las cosas serían más baratas con el tiempo y no necesitaríamos mucho dinero para jubilarnos, porque entonces costaría mucho menos que ahora vivir cada día. Pero nos vemos obligados a invertir en el mundo actual de creación de inflación manipulado por el gobierno para tratar de mantener constante nuestro poder adquisitivo.

En la medida en que algunos incluso llegamos a acercarnos a tener éxito en ello, se nos aprieta aún más al estar gravadas nuestras “ganancias”. Todo el sistema de inflación existe solamente para el fin del robo y la redistribución de riqueza. En un mundo ausente de imprentas del gobierno e impuestos a la riqueza, los ejércitos de consejeros de inversión, administradores de fondos de pensiones, planificadores urbanos, abogados y contables asociados con ayudarnos a planificar el futuro prácticamente no existiría. Esta gente por el contrario se dedicaría a otros sectores que produzcan bienes y servicios que realmente aumenten nuestros niveles de vida.

Los fundamentales no son los fundamentales

Si entonces lo principal es el dinero recién impreso que fluye y empuja al alza los precios de las acciones y otros activos, ¿qué importancia real tienen los llamados fundamentales: ingresos, ganancias, flujos de caja, etc.? En el caso de los fundamentales, también es el dinero recién impreso por el banco central, en su mayor parte, lo que impacta en estas variables en su agregado: los fundamentales financieros están determinados en buena parte por los cambios económico.

Por ejemplo, los ingresos y, especialmente, los beneficios, suben y bajan con el reflujo del dinero y el gasto de deriva de la creación de crédito del banco central. Cuando el gobierno crea nuevo dinero lo inserta en la economía, dicho nuevo dinero aumenta los ingresos por ventas de empresas antes de que aumente sus costes; cuando los ingresos por ventas aumentan más rápido que los costes, aumentan los márgenes de beneficio.

En concreto, lo que ocurre es que ese nuevo dinero, creado electrónicamente por el gobierno y prestado a través de bancos, se gasta en empresas de préstamo.[7] Sus gastos aparecen en las empresas como ingresos nuevos y adicionales de ventas. Pero muchos de los costes adicionales correspondientes relacionados con los nuevos ingresos les siguen en el tiempo debido a procedimientos de técnica contable, como la distribución de los costes del activo a lo largo de la vida útil del mismo (depreciación) y el retraso en el reconocimiento de los costes de inventario hasta que se vende el producto (coste de los bienes vendidos). Estas prácticas retrasan el reconocimiento de los costes en las partidas de pérdidas y ganancias (es decir, partidas de renta).

Como estos costes se reconocen en las partidas de renta de las empresas meses o años después de haber incurrido realmente en ellos, su valor monetario disminuye por la inflación para cuando se reconocen. Por ejemplo, si una empresa reconoce 1 millón de dólares en costes por equipamiento comprado en 1999, ese millón vale hoy menos que en 1999, pero en la partida de renta, los ingresos correspondientes hoy reconocidos tienen el poder adquisitivo actual. Por tanto hay una cantidad equivalentemente mayor de ingresos gastados hoy por las mismas cosas que hace diez años (ya que hace falta más dinero para comprar el mismo bien, debido a la devaluación de la divisa).

Otra forma de verlo es que, con más dinero creado a lo largo del tiempo, la cantidad de ingresos es siempre mayor que la cantidad de costes, ya que se incurre en la mayoría de los costes cuando existe menos dinero. Así que, debido a la inflación, el valor monetario total de los costes de negocio en un periodo dado es más pequeño que el valor monetario total de los ingresos empresariales correspondientes. Donde no hay inflación, los costes se igualarán más con los ingresos, aunque su reconocimiento se haya retrasado.

En resumen, la expansión del crédito aumenta la diferencia entre ingreso y costes, aumentando los márgenes de beneficio. La tremenda cantidad de dinero creado en 2008 y 2009 es la responsable de los fantásticos beneficios delos que están informando actualmente las empresas (a pesar de que la cantidad de dinero prestado fue baja, en relación el aumento en la base monetaria).

Como los ingresos empresariales por ventas aumentan antes que los costes empresariales, con cada ronda de nuevo dinero impreso, se amplían los márgenes empresariales de beneficios; también aumentan en línea con una tasa creciente de inflación. Esta es una razón por la que los países con altas tasas de inflación tienen esos porcentajes de beneficio tan grandes.[8] En los malos tiempos económicos, cuando el gobierno ha dejado de imprimir dinero a un ritmo alto, los beneficios se encogen, y durante tiempos de deflación, los ingresos por ventas caen más rápido que los costes.

También el nuevo dinero que fluye a la industria desde el banco central es la causa principal de los cambios positivos que llevan a indicadores económicos como la producción industrial, el gasto duradero en consumo y las ventas al por menor. Al irse creando nuevo dinero, estas variables aumentan, basándose en la nueva demanda monetaria, no porque se reanude un crecimiento económico real.

Un último ejemplo de dinero que afecta a los fundamentales son los tipos de interés. Se dice que cuando bajan los tipos de interés, el método normal de descontar futuros flujos esperados de caja con tipos de interés del mercado significa que el mercado bursátil aumentaría, ya que las futuras ganancias deberían valorarse más. Esto es verdad, tanto lógica como matemáticamente. Pero, en el agregado, si no hay más dinero con el que pagar más por las acciones, es difícil que aumente los precios, salvo que el tipo de interés disminuya debido a un aumento en los porcentajes de ahorro.

En realidad, la ayuda necesaria para elevar el mercado proviene del hecho de que cuando se rebajan los tipos de interés, es por medio del banco central creando nuevo dinero que llega a los mercados de fondos crediticios. Esto aumenta la oferta de fondos crediticios y así rebaja los tipos. Es este nuevo dinero insertado en el mercado el que ayuda luego a impulsarlo aún más alto.

(Yo argumentaría personalmente que la mayoría del descuento de valores futuros [cálculos VP] demostrado el libros de texto de finanzas y asumidos en Wall Street también se interpretan mal. En un mundo de oferta constante de dinero y precios a la baja, el valor monetario futuro de la renta de la empresa media sería aproximadamente el mismo que el valor presente. Los valores futuros apenas tendrían que descontarse por preferencias temporales [y matemáticamente no tendrían sentido], ya que precio más bajos del consumo en el futuro se ocuparían de esto. Aunque los analistas de inversión crean que deberían descontar valores futuros, creo que no deberían hacerlo. Lo que deberían estar descontando en su lugar son la inflación en ganancias y la inflación en activos, cada una de las cuales crece a ritmos diferentes).[9]

Inflación de activos frente a inflación de precios del consumo

El dinero recién impreso pude afectar a los precios de los activos más que a los precios del consumo. La mayoría de la gente cree que la Reserva Federal ha hecho un buen trabajo impidiendo la inflación en los últimos veintitantos años. La realidad es ha creado una tremenda cantidad de dinero, pero ese dinero ha fluido desproporcionadamente en los mercados financieros en lugar de en la economía real, donde habría creado muchísima más inflación de precios.

Hay dos razones principales para esta canalización del dinero en activos financieros. La primera son los cambios en el sistema financiero de mediados y finales de la década de 1980, por los que  se abrió paso en los mercados financieros un crecimiento explosivo de los canales de crédito doméstico fuera de las préstamos de la banca tradicional. La segunda son los cambios en el déficit comercial de EEU a finales de la década de 1980, que lo agrandaron, y las cartas de crédito recibidas por los extranjeros se fueron reconduciendo cada vez más de bancos extranjeros a los mercados de activos de EEUU.[10] Como dice el economista financiero Peter Warburton:

una diversificación del proceso de crédito ha desplazado el centro de gravedad lejos del préstamo bancario convencional.  La supremacía de los mercados financieros y la proliferación de canales de crédito doméstico fuera del sistema monetario [tradicional] han disminuido mucho las relaciones entre (…) expansión del crédito e inflación de precios en las grandes economías occidentales. La impresionante reducción de la inflación es una ilusión peligrosa; se ha obtenido principalmente sustituyendo una serie de problemas graves por otros.[11]

Y, como decía el gurú de los fondos de bonos, Bill Gross:

Lo que ahora parece confirmarse como una burbuja inmobiliaria, fue sustancialmente inflada con casi 1 billón de dólares de reservas anuales volviendo al Tesoro de EEUU y los mercados hipotecarios con rendimientos subvencionados. (…) Esta repatriación extranjera produjo rendimientos artificialmente bajos. (…) Probablemente haya casi unanimidad en que es responsable actualmente por inyectar anualmente casi 800.000 millones de dólares de flujo de caja en nuestro mercado de bonos y valores.[12]

Esta idea de la explicación de una falta de inflación de precios en décadas recientes debería asimismo demostrar que la cantidad masiva de reservas de la Fed creada en 2008 y 2009 (en respuesta a la recesión) podría no llevar a la inflación desbocada de precios del consumo que todos esperan cuando acabe abandonando el sistema bancario, sino a la inflación desbocada de precios de los activos.

Un efecto del nuevo dinero fluyendo desproporcionadamente hacia los precios de los activos es que la Fed no puede “hacer crecer la economía” tanto como solía, ya que más del nuevo dinero creado en el sistema bancario fluye hacia precios de activos en lugar de al PIB. Como se piensa comúnmente que es necesario crear dinero para hacer crecer la economía, y como se cree que la Fed crea demanda real (en lugar de solo demanda monetaria), la Fed inyecta más y más dinero en la economía para “hacerla crecer”.

Eso también significa que se “filtra” más dinero (en relación con el tamaño de la economía) de lo que suele ser normal en los precios de los activos. El resultado es no solo una explosión de los precios de los activos en Estados Unidos, como pasó en las burbujas del NASDAQ y el mercado inmobiliario, sino también en otros países en todo el mundo, al abrirse paso el nuevo dinero a mercados de activos de países extranjeros.[13]

Un segundo efecto de más dinero nuevo canalizado a precios de activos es, como se insinuaba antes, que genera que el tradicional rango de valoraciones de las acciones se mueva a un nivel superior. Por ejemplo, la relación entre precios de acciones y ganancias de acciones (relación P/E) ahora es de media unos 20 puntos, mientras que solía ser de media 10-15. Ahora tiene un mínimo en un nivel de 12-16 en lugar del 5 histórico. Una situación elevada similar se aplica a l Q de Tobin, una medición del valor de mercado de las acciones de una empresa en relación con su valor en libros. Pero el cambio en el flujo relativo de nuevo dinero en los precios de activos en años recientes quizá se vea mejor en el gráfico inferior, que muestra el impresionante aumento en la capitalización total de la bolsa como porcentaje del PIB (figura 1).


Figura 1: Tamaño de la bolsa respecto del PIB
Fuente: Thechartstore.com

Los cambios en estos indicadores de valoración que he mostrado antes revelan que las relaciones fundamentales entre ganancias empresariales y su valoración en el mercado pueden alterarse simplemente con flujos de dinero originados en el banco central.

¿Puede el gasto público reavivar la bolsa y la economía?

La respuesta es que sí y no. El gasto público no restaura ninguna demanda real, solo una demanda monetaria nominal. La demanda monetaria no tiene en absoluto ninguna relación con la economía real, es decir, con la producción real, la creación de bienes y servicios, el aumento en los salarios reales y la capacidad de consumir cosas reales, frente a una cifra calculada de PIB.

El gasto público daña la economía e impide que se cure. La idea de que el gasto en estímulo, es decir, tomar dinero del sector productivo (una desacumulación de capital) y usarlo para consumir bienes existentes de consumo o usarlo para dirigir bienes de capital hacia usos no rentables, podría a su vez crear nueva riqueza real neta (bienes y servicios reales) es absurda.

Lo que hace más falta durante las recesiones es que se permita que la economía empeore, pues esto purga los excesos y la repone sobre una base firme. Las economías estropeadas sufren por una mala asignación de recursos derivada de anteriores intervenciones públicas y puede por tanto sanarse solo permitiendo que se restaure el equilibrio natural de la economía. La bajada de precios y la falta de gasto público y de consumo son parte de este proceso.

Dado que el gasto público no puede ayudar a la economía real, ¿puede ayudar el indicar concreto llamado PIB? Sí que puede. Como el PIB es principalmente un medidor de inflación, si los bancos están dispuestos a prestar y los prestatarios a tomar prestado, entonces el dinero recién creado que el gobierno esté gastando se abrirá paso en la economía. Al prestar los bancos el nuevo dinero en cuanto lo reciben, el multiplicador del dinero actuará y aumentará la oferta monetaria, que aumentará el PIB.

Respecto de la idea de que el gasto público ayude al mercado bursátil, el análisis es un poco más complicado. El gasto público por sí mismo no puede ayudar a la bolsa, ya que poco o nada del dinero gastado llegará a los mercados financieros. Pero la creación de dinero que se produce cuando el banco central compra (indirectamente) nueva deuda pública, indudablemente puede hacer subir la bolsa. Si se presta nuevo dinero creado por el banco central a través de los bancos, mucho del mismo acabará en la bolsa y otros mercados financieros, empujando al alza los precios.

Resumen

El indicador económico y financiero más importante en el mundo inflacionista actual es la oferta monetaria. Tratar de prever movimiento de la bolsa y el PIB analizando los indicadores económicos y financieros tradicionales puede llevar a pronósticos incorrectos. Confiar en estos “fundamentales” es en buena medida ignorar las fuerzas económicas concretas que afectan más significativamente a esos mismos fundamentales, más notablemente los cambios en la oferta monetaria. Por tanto, seguir los indicadores monetarios sería la mejor visión de los precios futuros de las acciones y del crecimiento futuro del PIB.


[1] Ver G. Reisman, Capitalism: A Treatise on Economics (1996), p.897, para una demostración más completa. La mayoría de las ideas de este trabajo derivan de los principios esenciales establecidos por Reisman. Para ideas adicionales relacionadas con esta lógica, ver Reisman, “The Stock Market, Profits, and Credit Expansion”, “The Anatomy of Deflation” y “Monetary Reform”.

[2] F. Machlup, The Stock Market, Credit, and Capital Formation (1940), p. 90.

[3] Ibíd., pp. 92, 78.

[4] Para una visión holística en términos matemáticos sencillos de cómo el precio de todas las cosas en economía puede aumentar o no, dependiendo de la cantidad de dinero, ver K. Kelly, The Case for Legalizing Capitalism (2010), pp 132-133.

[5] Los aumentos de precios supuestamente se ajustan, pero los “deflactores”, no deflacionan completamente. Una prueba de esto es el mismo hecho de que, aunque se ha culpado a los precios al alza se han considerado como un deflactor de precios, los precios siguen aumentando (el PIB real sigue aumentando). Sin un aumento en la cantidad de dinero, ese aumento sería matemáticamente imposible.

[6] Para comprender cómo se gana interés (dividendos en este caso) mientras los precios caen, ver Thorsten Polleit “Free Money Against ‘Inflation Bias’”.

[7] La mayoría de los fondos se prestan para inversión empresarial; solo una pequeña cantidad se presta para consumo. Incluso tomar prestado para consumo a largo plazo, como la compra de viviendas o automóviles, es una minoría de los préstamos totales de los bancos.

[8] La otra razón principal para esto, si el país es pobre, es el hecho de que hay una falta de capital: cuanto más capital, más bajo será el porcentaje de beneficio y viceversa (aunque nunca puede llegar a cero).

[9] Cualquier lector interesado en explorar y descubrir agujeros en esta teoría conmigo es libre de contactarme para discutirla.

[10] Este reconducimiento es lo que el amigo de Mises, el economista francés Jacques Reuff, llamaba “un juego infantil en el que, después de cada turno, los ganadores devuelven sus canicas a los perdedores” (citado por Richard Duncan, The Dollar Crisis (2003), p. 23).

[11] P. Warburton, Debt and Delusion: Central Bank Follies that Threaten Economic Disaster (2005), p. 35.

[12] William H. Gross, “100 Bottles of Beer on the Wall”.

[13] No son realmente los dólares estadounidenses (tanto billetes en papel como cuentas bancarias) los que se abren paso por el mundo, ya que la mayoría de los dólares deben permanecer en estados Unidos. Para para la mayoría de los dólares recibidos por exportadores extranjeros los bancos centrales extranjeros crean divisa local adicional para mantener los tipos de cambio. Esta nueva divisa extranjera (junto con más, cuya creación deriva de  políticas monetarias “coordinadas” entre países), empuja al alza los precios de los activos en países extranjeros al unísono con los precios de activos nacionales.


Publicado el 1 de septiembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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