Drogas: El bueno, el feo y el malo

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Los asesinatos sin sentido de Batman en Aurora, Colorado, así como todos los que se produjeron años antes en Columbine, a pocos kilómetros de allí, tienen algo en común con la causa número uno de las muertes por sobredosis en Estados Unidos y una causa potencial de suicidio juvenil: Las drogas con receta aprobadas como seguras y eficaces por la  Food and Drug Administration (FDA).

Como economista austriaco, no estoy diciendo que las drogas aprobadas por la FDA “causaran” estos problemas. La gente que tomó esas drogas e hizo esas cosas son la gente que “causó” esos malos resultados. Lo que estoy diciendo es que la FDA es culpable de manipular la información y las decisiones de la gente y por tanto contribuye a todos estos resultados negativos.[1] Tampoco digo que todas las drogas aprobadas por la FDA sean de por sí dañinas, ineficaces o no deberían usarse nunca.

Lo que es más importante, las drogas y productos aprobados por la FDA ayudan a hacer a los estadounidenses más gordos, más débiles, más tontos, más enfermos, más pobres y en general menos sanos. Hemos sido convencidos para sustituir estilos sanos de vida por drogas con receta. “No necesitas corregir las condiciones poco sanas en tu vida, toma esta pastilla cada día el resto de tu vida. Los expertos de la FDA la han aprobado y tu doctor te ha aconsejado tomarla”. Colectivamente, este proceso es inadmisible, aunque ahora se considere normal.

A medida que las industrias farmacéutica y médica acumulan dinero, la crisis de salud crece y se extiende por el país. Este es el mundo irracional creado por la FDA. Esta poderosa burocracia pública, unida a enormes monopolios públicos (por ejemplo, la American Medical Association, las patentes farmacéuticas, los certificados de necesidad de los hospitales), subvenciones públicas directas como Medicare y Medicaid e indirectas para seguros sanitarios comprensivos, etc., se han combinado para dar a Estados Unidos el sector médico más caro y la población menos sana del mundo desarrollado.

La FDA es una burocracia pública, que Mises demostró que debe ser una institución dirigida por el gobierno, en lugar de por el mercado. “La dirección burocrática es la gestión de asuntos que no pueden controlarse por cálculo económico”.[2] Por tanto, los asuntos gobernados por burocracias se hacen cada vez más irracionales y desconectados con los deseos humanos a lo largo del tiempo. Como demostraba Mises, la burocracia dirigida por el gobierno trata de la violencia, no del progreso: “La base última de todo el sistema burocrático es la violencia”.[3]

Por ejemplo, vimos recientemente que la FDA multaba a GlaxoSmithKline (GSK) con 3.000 millones de dólares por publicitar ilegalmente sus medicinas para usos no aprobados. Han sancionado a otras empresas de medicamentos por prácticas similares. ¿Pero han hecho alguna vez algo?

No, la FDA normalmente es lenta para reaccionar, e incluso cuando lo hace, esas multas son solo parte del coste de hacer negocios con la FDA. Nadie ha sido castigado realmente: las acciones de GSK aumentaron significativamente cuando se anunció la multa y casi nadie advirtió siquiera el evento. Muy al contrario que el mercado libre, donde unas pocas pastillas envenenadas de Tylenol desatan semanas de cobertura de noticias en la televisión por cable, miles de millones de devoluciones del producto, desplomes en precios de acciones y miles de millones gastado corrigiendo la seguridad del producto y aplacando los miedos de los consumidores.[4]

En lo que se refiere a las drogas, están las drogas buenas que se producen y regulan por el mercado libre real. Están las drogas malas que se crean como consecuencia de la prohibición pública. Luego, con la FDA, las cosas se ponen feas. Aquí no hay mecanismos sociales para generar soluciones, solo una burocracia preocupada por protegerse a sí misma y a su poder. El nexo grandes farmacéuticas-FDA es solo un gigantesco conflicto de intereses contra el público en general.[5] Tratemo ahora de dar sentido económico a todo este caos de la FDA.

Las drogas se han usado durante miles de años. Ahora consumimos más bienes que se consideran drogas que nunca antes. No pueden negarse los beneficios y el valor económico de las drogas. Sin embargo el tema plantea una consideración a menudo olvidada de “daño”. Un daño no esperado es el resultado de menospreciar los peligros en el consumo de un bien.

En otras palabras, todos esperan recibir más beneficios que costes cuando compran un bien. Nuestras expectativas incluyen algunas incertidumbre conocidas (¿Va a ser un aguacate bueno o malo?) y otros posibles riesgos (¿Es este un aguacate modificado genéticamente potencialmente peligroso?). Para nuestros fines, el “daño” viene de los riesgos desconocidos de consumir un bien. En el caso de las drogas y productos similares, podemos ver grandes errores sistemáticos por consumidores que se vieron dañados como consecuencia de ello. Por ejemplo, la American Medical Association y los doctores, así como el gobierno EEUU, ayudaron a promover el tabaco, aumentando la cantidad de fumadores y cigarrillos fumados y por tanto aumentaron la cantidad de cánceres de pulmón y enfermedades del corazón.[6]

Los errores sistemáticos en este caso son las decisiones tomadas sobre drogas farmacéuticas en las que el daño físico o psicológico no fue previsto adecuadamente debido a la aprobación de la FDA. Esto incluiría el uso de estas drogas como prescribieron los doctores, así como el uso ilegal por quienes no están bajo supervisión médica. En años recientes, el años por las drogas con receta ha igualado y superado al de las drogas ilegales. Esto sugiere que más gente percibe que la prescripción de drogas es mucho más segura que su equivalente en el mercado negro.

En 2008, más de la mitad de las muertes por sobredosis (el 55%) estuvieron relacionadas con drogas con receta. Los analgésicos opiáceos, como el Oxycontin, suponen el 73% de las muertes relacionadas con drogas con receta. Además, en 2009 hubo 1,2 millones de atenciones en urgencias relacionadas con sobredosis de drogas con receta, comparadas con el millón relacionadas con drogas ilegales como la heroína y la cocaína.[7]

La relación entre drogas antidepresivas y suicidio juvenil es dudosa y la investigación no parece concluyente, pero esto es típico con las drogas aprobadas por la FDA. Las empresas farmacéuticas realizan pruebas que son revisadas por la FDA, pero lo que realmente aparece como “seguro y eficaz” es engañoso para el consumidor final e incluso los doctores que realizan la prescripción. A pesar de las evidencias no concluyentes, un comité asesor de la FDA recomendó una advertencia de “caja negra” para todos los antidepresivos. Esta es la acción más grave tomada por la FDA sin llegar a la prohibición.

La determinación de qué drogas son seguras y eficaces en el mercado abierto estaría más abierta, como mayor supervisión y revisiones, y sometida a aprobación de un tercero. Bien podríamos imaginar que aparecería algo similar a los Consumer Reports o Underwriters Laboratories para proporcionar un sello de aprobación más confiable.

Categorías económicas de las drogas

Para dar algún sentido a este caos causado por la FDA, organicemos nuestro análisis económico sobre la base de categorías económicas, en lugar de las clasificaciones químicas o gubernamentales de las drogas. Como se ha descrito antes, las drogas pueden clasificarse como buenas, malas o feas. Por ejemplo, las drogas “buenas” incluyen las que aparecen en el mercado libre y continúan produciéndose, distribuyéndose y consumiéndose en el mercado sin intervenciones públicas para el producto concreto.

Ejemplos de esta categoría incluyen la aspirina, la leche de magnesia, la “Preparation H” y el láudano (es decir, tintura de opio). Estas drogas se caracterizan como altamente beneficiosas, de bajo coste y de poco “daño” como se describía antes. Esta categoría también incluiría los grandes mercados del alcohol (es decir, cerveza, vino y licores), la marihuana y el tabaco, excepto porque en décadas recientes estos mercados han experimentado una intervención pública masiva en Estados Unidos. En caso contrario, estos mercados se caracterizarían por altos beneficios, bajo coste y poco daño.[8]

La categoría de las drogas “malas” incluye aquellas en las que el mercado libre fue reemplazado por la prohibición del gobierno y el mercado negro. Ejemplos de esta categoría incluyen el crack, la cocaína, el cristal de metanfetamina, la heroína y el martini de desinfectante de manos. Estos mercados se caracterizan por bajo beneficio, alto coste y una gran cantidad de daño. Es importante señalar que parte del “daño” asociado con estas drogas es “esperado”, en el sentido de que se sabe que son peligrosas.[9]

También merece la pena señalar que si estas drogas se colocaran en un entorno “bueno” (es decir, el mercado) el daño disminuiría, los costes disminuirían radicalmente y los beneficios aumentarían radicalmente. Por ejemplo, el empresa farmacéutica Bayer vendía una dosis pura farmacéutica de baja potencia de heroína en forma de píldora que podía incluso prescribirse a los niños, aunque seguía siendo muy adictiva. Coca-Cola vendía millones de unidades de su fórmula original con cocaína como ingrediente activo.

La categoría de las “feas” consiste en drogas farmacéuticas desarrolladas y gobernadas bajo el régimen de la Food and Drug Administration.

Las categorías mala y fea son evidentemente inferiores a la categoría “buena”, pero el juicio sobre cuál es peor debería posponerse por el momento. Más bien los términos deberían entenderse como descripciones del entorno de las drogas y los tipos y fuentes de daño que producen a los consumidores.

Las drogas malas son aquellas con inferioridades y riesgos conocidos. Los esfuerzos por suprimir esas drogas solo sirve para hacerlas más inferiores y arriesgadas. Por ejemplo, con mayores sanciones a la prohibición, las drogas podrían tener menos atributos de los que desean los consumidores; podrían hacerse más potentes y contener más impurezas dañinas: por tanto, una prohibición más estricta reduce la calidad, aumenta la potencia y hace más tóxicas y potencialmente más adictivas las drogas. Por tanto, para nuestros fines, las drogas malas están controladas por leyes económicas que dictan respuestas más o menos predecibles por parte de emprendedores que operan bajo condiciones de mercado negro.

Las drogas feas están menos controladas por las leyes económicas y son más el resultado de un proceso burocrático. Las burocracias están dirigidas por normas que están determinadas políticamente, aunque los resultados están indudablemente influidas por el incentivo de los burócratas. Los resultados de este proceso burocrático nos resultan al tiempo mecánicos en términos de procesos y arbitrarios en términos de resultados. En otras palabras, las cosas se ponen feas en el reino de la FDA.

Ya ha quedado establecido que hay grandes problemas con el control de la FDA sobre las drogas farmacéuticas. Primero, no impiden completamente la introducción de productos dañinos en el mercado (aunque se inclinen en esa dirección y lejos de permitir productos beneficiosos en el mercado). Segundo, aumentan el coste de llevar nuevas drogas al mercado, aumentando así los precios e impidiendo que productos beneficiosos lleguen al mercado. Tercero, retrasan la llegada de productos beneficiosos al mercado durante largos periodos de tiempo.  Esto significa que gente enferma sufre más y muere más a menudo como resultado. Cuarto, prohíbe que lleguen al mercado drogas nicho que tratan condiciones extrañas, porque los altos costes e incertidumbres de los procesos de pruebas de medicamentos de la FDA no pueden distribuirse suficientemente entre ese grupo tan pequeño de pacientes.

Aquí no se trata de que la FDA apruebe drogas muy peligrosas como la talidomida o de que obstaculice la introducción de drogas seguras y eficaces. Se trata de que la propia aprobación de la FDA hace más peligrosas las drogas. La aprobación de la FDA crea un tipo de riesgo moral para farmacéuticas, doctores y consumidores.

Un riesgo moral hace que aumente el comportamiento de riesgo. Por ejemplo, el seguro puede crear un riesgo moral si induce a la parte asegurada a tomar más riesgos o menos precauciones. Por ejemplo, los propietarios de móviles que compran un seguro para su teléfono es más probable que lleven sus teléfonos a situaciones peligrosas (por ejemplo, a la playa) o que tomen menos precauciones (por ejemplo, no usar una cubierta protectora).

En el caso de las drogas aprobadas por la FDA, los consumidores asumen más riesgos; sin embargo no están asegurados contra el riesgo, se les asegura contra el riesgo. La FDA no asume ninguna responsabilidad financiera para los consumidores. Cuando recaudan grandes multas de farmacéuticas, los consumidores no se ven indemnizados. Si la FDA ha aprobado una droga como segura y eficaz, ¿por qué deberían pensar otra cosa los consumidores? Cuando los doctores prescriben estas drogas, ¿cómo se supone que van a reaccionar los pacientes? Tienen una tremenda desventaja en términos de información. Por tanto, es bastante natural que los consumidores bajen su guardia. “¡Tómate tu Lipitor y vamos al KFC!”

La mayoría de las drogas aprobadas por la FDA tienen efectos secundarios; muchas tienen efectos secundarios peligrosos. Tomar más de una droga a la vez introduce la posibilidad de interacciones peligrosas. Muchas drogas no son eficaces para toda la población y muchas no pasan ningún tipo de análisis de coste-beneficio. Es especialmente perturbador que la aprobación de la FDA ayude a proteger a las empresas farmacéuticas ante responsabilidades resultantes por daños. No están exentas de responsabilidad, pero el hecho de que la FDA aprueba la droga y su etiquetado hace difícil demandar a las farmacéuticas.

Sin embargo, el problema más serio podría ser que la gente confía en las drogas aprobadas por la FDA en lugar de aplicar medios más directos para ocuparse de los temas de salud, como cambios en el estilo de vida.

Muchas preocupaciones sanitarias, como presión arterial alta, colesterol alto, problemas de corazón y diabetes de tipo de 2, pueden tratarse con cambios en nutrición, ejercicio y entorno. Incluso el cáncer, las enfermedades hepáticas y la artritis pueden tratarse con estos cambios en el estilo de vida, aunque evidentemente no por completo. Aquí es donde las drogas con receta deberían entran en realidad en juego.

El método del estilo de vida tiene la tremenda ventaja de no solo resolver el problema inicial de salud, sino también de evitar problemas futuros. Por ejemplo, perder peso para tratar la presión arterial o el problema de colesterol también ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiacas.

En lugar de ser responsable de su propia salud, los consumidores estadounidenses se han convertido en absorbedores pasivos de servicios y productos de atención sanitaria. Lo que es peor, si tienen un seguro completo y bajos copagos, se convierten en inmunes al precio como disuasión. El resultado es un exceso de consumo de productos peligrosos. Al sustituir las drogas a estilos sanos de vida, la atención sanitaria, o más bien la “salud”, continúa su declive y de ahí el alto coste de la misma en Estados Unidos.

Los altos costes de la atención sanitaria son uno de los problemas económicos más importantes en Estados Unidos. Podemos haber creado un sistema de “alta calidad”, pero no ha generado  una salud de calidad. En 2010, hubo más de 4.000 millones de recetas escritas, más de 12 recetas por cada hombre, mujer y niño en el país. El riesgo moral de la aprobación de la FDA se exacerba por el seguro, en el sentido de que menos de7% de las prescripciones se pagan en efectivo y los copagos han caído a una media de 10$, haciendo de las drogas un sustitutivo barato de los cambios en estilo de vida.[10]

La Pure Food and Drug Act de 1906 se suponía que haría “pura” nuestra comida y eliminaría esos productos médicos “patentados” calificados como venenosos. Se creó la FDA para alcanzar esos objetivos. Lo que han alcanzado es una población que come alimentos venenosos y engulle toneladas de medicinas patentadas.



[1] El proceso de aprobación de la FDA representa un riesgo moral creado por el gobierno y es una violación de la doctrina del derecho común de la desmesura procedimental. Esta doctrina se aplica a procesos que son tan desiguales, injustos y dañinos que su aplicación violaría la conciencia del tribunal. Los tribunales son muy opuestos a invocar la doctrina de la desmesura en casos civiles porque los fundamentos para hacerlo son vagos. Invocar la doctrina en casos civiles crea de por sí un riesgo moral, porque la gente no es responsable de sus acciones en circunstancias similares. Los libertarios se oponen por lo general al uso de esta doctrina y la consideran fuera de la ley. Sin embargo es parte del derecho común y podría ser bastante útil contra actividades del gobierno si los tribunales públicos estuvieran dispuestos a asumir casos como el proceso de aprobación de la FDA o las loterías del estado.

[2] Mises, Bureaucracy, p. 48. [Burocracia]

[3] Mises, Bureaucracy, p. 104.

[4] Las autoridades todavía tienen que resolver los asesinatos del Tylenol de Chicago de 1982 y la FDA no ha advertido adecuadamente al público de los peligros de Tylenol no adulterado y otra medicación analgésica.

[5] “Collusion Between Pharmaceutical Industry and Government Deepens“, Mercola.com, 2 de Agosto de 2012.

[7] “Vital Signs: Overdoses of Prescription Opioid Pain Relievers — United States, 1999–2008”, Morbidity and Mortality Weekly Report 4 de noviembre de 2011 / 60(43); 1487-1492.

[8] El daño puede aumentar bruscamente debido a la intervención pública. Por ejemplo, la propiedad y gestión pública de las carreteras ha llevado a un número desastrosamente alto de accidentes de automóvil incluyendo el consumo de alcohol y otras drogas.

[9] Este “daño esperado” es el daño experimentado por consumidores que eran plenamente conscientes de los riesgos y las tomaron de todas maneras. Esos individuos son personas con preferencias temporales extremadamente altas, así que el daño no debería atribuírsele completamente a la droga o a la prohibición sino más bien a este tipo de persona problemática.

[10] “The Use of Medicines in the United States: Review of 2011“, IMS Institute for Health Infomatics, Abril de 2012.


Publicado el 3 de octubre de 2012. Traducido del inglès por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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