Reservas fraccionarias e inestabilidad económica

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[Testimonio ante el Subcomité de Política Monetaria Nacional y Tecnología del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de EEUU; 28 de junio de 2012]

La banca de reserva fraccionaria ha sido considera históricamente por algunos economistas y la mayoría de los monetaristas como una panacea para la economía, una fuente de crédito fácil y nuevo poder adquisitivo para agilizar el comercio. Sin embargo, mejores economistas reconocieron que la banca de reserva fraccionaria con su capacidad de crédito, el crédito de circulación de Mises (1971, pp. 268-269) o la banca de depósito de Rothbard (1994), como una fuente importante de inestabilidad financiera y económica. La creación de un banco central fue a menudo, cuando no estuvo motivada por prioridades fiscales del gobierno, un intento de lograr lo primero mientras se mitigaba o eliminaba lo segundo. Para Estados Unidos, en particular, el esfuerzo estuvo quizá mal dirigido. Decía Vera Smith (1990 [1936], p. 166):

Una consideración retrospectiva del trasfondo y circunstancias de los fundamentos del Sistema de Reserva Federal parecería sugerir que muchos, tal vez la mayoría de los defectos de la banca estadounidense, podría, en principio, haberse remediado más naturalmente de otra forma que no fuera la creación de un banco central; que no fue la ausencia de un banco central, por sí misma, lo que estaba en la raíz del mal (…) permanecían [incluso con un banco central] ciertos defectos esenciales que no podrían superarse completamente o en gran medida, por el Sistema de la Reserva Federal.

Rothbard (2002) se ocupa de la historia del dinero y la banca en Estados Unidos y documenta ampliamente periodos de inestabilidad generados por pánicos bancarios asociados con banca de reserva fraccionaria sans un banco central explícito. Sin embargo, comparada con este época anterior, la banca de reserva fraccionaria apoyada por la gestión “científica” de la divisa por un banco central no ha conseguido proporcionar la estabilidad prometida. Aparte de la continua inestabilidad, la Fed ha dirigido un importante (masivo) declive en el poder adquisitivo del dólar. El dólar tiene actualmente un poder adquisitivo menor del 5% de un dólar de 1913. Selgin, Lastrapes y White (2010), “Has the Fed Been a Failure?”, resumen:

A partir de un amplio rango de investigación empírica reciente, descubrimos lo siguiente: (1) Toda la historia de la Fed (de 1914 hasta hoy) se ha caracterizado por más en lugar de menos síntomas de inestabilidad monetaria y macroeconómica que las décadas que llevaron a su creación. (2) Aunque el rendimiento de la Fed ha mejorado sin duda  desde la segunda Guerra Mundial, incluso su rendimiento de posguerra ha sobrepasado claramente el de su indudablemente defectuoso predecesor, el sistema de Banca Nacional, antes de la Primera Guerra Mundial. (3) Algunos acuerdos alternativos propuestos podrían posiblemente hacerlo mejor que la Fed tal y como está constituida ahora mismo. Concluimos que la necesidad de una indagación sistemática de alternativas al sistema monetario establecido es hoy tan acuciante como lo era hace un siglo.

Durante un periodo conocido como la Gran Moderación, aproximadamente 1983-2000, la economía de EEUU experimentó un periodo de relativa estabilidad y prosperidad aparentes. La economía de EEUU estuvo entonces sacudida por dos ciclos de auge-declive ligados directamente a la expansión del crédito y los bajos tipos de interés generados por la banca de reserva fraccionaria apoyada por la actividad del banco central (Garrison 2012 y 2009, Salerno 2012, Ravier y Lewin 2012 y Cochran 2011). La recesión más reciente y la lenta recuperación rivalizan o exceden la inestabilidad de la década de 1970 y principios de la de 1980 en gravedad y probablemente sea la crisis más importante desde la década de 1930. Aunque muchas de las discusiones tras la crisis reciente se han centrado en por qué la recuperación ha sido tan lenta, una lección que debería aprenderse es que el crecimiento económico generado por creación de dinero y crédito es solo a corto plazo: un auge artificial no puede durar. En definitiva la creación de crédito es un poder destructivo importante que dirige erróneamente la producción, falsifica el cálculo (incluso en un periodo de precios relativamente estables) y destruye la riqueza (Salerno 2012, pp. 32-36). Una economía con un sistema financiero complejo como el actual sistema bancario, que a su vez depende de un monopolio público de oferta de moneda, tiende a ciclos y crisis incluso con la mejor de las direcciones, ya sea discrecional o basada en normas. Bajo nuestro sistema actual de objetivo de tipos de interés, “Los auges inducidos políticamente tienden a arrastrar a cualquier evolución económica que se esté produciendo” (Garrison 2009). Esto sería verdad aunque el banco central siguiera un solo mandato (en lugar del dual actual),, como un objetivo político de estabilidad de precios o adoptar un objetivo de PIB nominal (Garrison 2012, pp. 435-436). Bajo banca de reserva fraccionaria apoyada por un banco central, se acaba neutralizando en la práctica el freno del tipo de interés que normalmente detendría esos acontecimientos antes de que se convirtieran en burbujas o auges  (Hayek, 1941, pp. 406-410). Debido a esta neutralización, auges y declives mantienen una amenaza importante en un marco político de “aprender sobre la marcha”.

Sin la base de un dinero fuerte, una moneda determinada por el mercado, los ciclos son inevitables y destructivos no solo para el bienestar económico a corto plazo, sino potencialmente destructivos para la libertad y la prosperidad a largo plazo. Es urgente por tanto que los políticos se tomen en serio la propuesta de Hayek, desarrollada durante la crisis económica de la década de 1970, de una drástica reforma monetaria, para una “desnacionalización del dinero”. Esta llamada se repite en Garrison (2012, p. 436), que argumenta que futuras perspectivas para  “alcanzar un crecimiento sostenible a largo plazo solo pueden basarse en las perspectivas de descentralizar el negocio de la banca”.

Moneda fuerte[1]

Después del declive de antiguos países socialistas y bajo la influencia de la aparente prosperidad en la mayoría de las economías de mercado durante la Gran Moderación, la mayoría de los economistas advirtieron la importancia de los mercados y la propiedad privada para la prosperidad económica a largo plazo.[2] Pero los mercados y la propiedad privada generan prosperidad porque solo en un orden como ese puede el cálculo monetario facilitar una planificación económica racional. Pero para que funcione el cálculo monetario de una forma más coherente con la soberanía del consumidor, cálculo y precios deben encontrarse en un sistema monetario fuerte. Como expresaba Salerno (2010 [1998], p. 468):

Aunque hoy hay un reconocimiento básico por los economistas de que la asignación racional de recursos necesita reformas institucionales que devuelvan los recursos a manos privadas y restauren los mercados verdaderos para actividades productivas, no existe esa comprensión de la importancia de la moneda fuerte para los procesos de cálculo económico.

Salerno (p. 473) continúa: “Por tanto el dinero fuerte es simplemente uno que no lleva a una falsificación o anulación sistemática del cálculo económico”. El cálculo económico requiere precios en dinero, pero para el cálculo logre más adecuadamente el objetivo de resolver el problema económico, los precios monetarios utilizados para el cálculo deben reflejar las valoraciones de productores/consumidores que se basen en sus preferencias, conocimientos y recursos individualmente únicos.

Así que el dinero fuerte es dinero cuyo poder adquisitivo y cantidad son determinados por las valoraciones, preferencias, conocimientos y recursos de consumidores y productores, es decir, un dinero material determinado por el mercado sin intervención del gobierno. Como expresaba  Mises (1998, p. 225):

El cálculo económico no requiere estabilidad monetaria en el sentido en que usan este término los defensores del movimiento de estabilización. El hecho de que la rigidez en el poder adquisitivo de la unidad monetaria se impensable e incomprensible no impide los métodos del cálculo económico. Lo que requiere el cálculo monetario es un sistema monetario cuyo funcionamiento no esté saboteado por la interferencia del gobierno. Los esfuerzos por expandir la cantidad de dinero en circulación para aumentar la capacidad de gastar del gobierno o para producir una rebaja temporal del tipo de interés desintegran todos los asuntos monetarios y trastornan el cálculo económico.

Intermediación financiera y banca de reserva fraccionaria y ciclos[3]

La teoría austriaca del ciclo económico (TACE) es una mezcla de teoría monetaria yd e capital y destaca problemas de coordinación relacionados con “tiempo y dinero”. En el marco desarrollado por  Ludwig von Mises, los bancos crean dinero creando crédito. Este crédito creado financia inversión por encima de los ahorros, distorsiona la estructura de producción y prepara el escenario para el ciclo de auge-declive.

¿Pero qué crea el crédito y cuándo y cómo crean crédito los bancos? Diferentes respuestas a esta pregunta generan implicaciones distintas para la teoría del ciclo económico, la investigación y la política monetaria. Así como distintas propuestas de reforma monetaria. En la TACE, los bancos y la banca centralizada proporcionan el enlace entre mercados de capitales, dinero e inestabilidad económica.

Los bancos de reserva fraccionaria evolucionaron a partir de dos actividades independientes de negocio aparentemente legítimas: los bancos de depósito o almacenamiento ofreciendo servicios de transacción por una tarifa y los bancos de circulación o intermediarios financieros. Los economistas descubrieron pronto que la banca de circulación, la intermediación financiera, reducen los costes de transacción y potencian la eficacia de los mercados de capital, llevando a más ahorro, inversión y crecimiento económico.[4] La banca de reserva fraccionaria combinaba estos dos tipos de instituciones bancarias en una institución, una institución que ofrecía tanto servicios de transacción como servicios de intermediación.[5] Con el desarrollo de un sistema de banca de reserva fraccionaria, la creación de dinero, ya sea mediante emisión de billetes o expansión de los depósitos, y la creación e crédito quedaron ligados institucionalmente.

En un análisis austriaco del dinero y del crédito, importan los efectos de la inyección. La forma en que entra el dinero en el sistema económico (esa es la inyección) afecta al proceso de ajuste dinámico. El gasto de quienes se ven inicialmente afectados por la perturbación monetaria cambia antes que los planes de gasto de quienes reciben balances adicionales de dinero solo al irse extendiendo los efectos del cambio monetario en toda la economía. En una economía con un sistema bancario desarrollado, lo más habitual es que los cambios monetarios entren en la economía como cambios en la disponibilidad del crédito. Este análisis, que el fundamento de la teoría austriaca del ciclo económico, combina la proposición teórica de que importan los efectos de la inyección con la observación empírica de que estos efectos tienen lugar a medida que el sistema bancario extiende crédito.

Los cambios monetarios que se originan a través del sistema bancario alteran no solo el crédito bancario sino el crédito total disponible en la economía y por tanto presionan a la baja los tipos de interés. No es que el cambio en el tipo de interés por sí mismo sea importante, sino en cambio en el tipo relativo al tipo natural o de equilibrio.[6] Un tipo de equilibrio refleja la

relación del valor asignado a la satisfacción de deseos en el futuro inmediato con el valor asignado a la satisfacción de deseos en periodos más remotos del futuro. Se manifiesta en la economía de mercado como el descuento de bienes futuros frente a bienes presentes. (Mises 1998, p. 523)

Normalmente, argumenta Mises (1998, p.534), “El mercado del préstamo no determina el tipo de interés. Ajusta el tipo de interés de los préstamos al tipo de interés originario, manifestado en el descuento de bienes futuros”. La creación de crédito suspende temporalmente este proceso de ajuste. La creación d crédito altera el tipo de interés del dinero en relación con el tipo de equilibrio e interrumpe el equilibrio entre la “oferta y demanda” de capital.[7]

Mises desarrolló una argumentación explicando claramente por qué y cómo tiene lugar la creación de crédito. Mises (1978, p. 119) advertía:

Debe tenerse cuidado en no hablar simplemente de los efectos del crédito en general sobre los precios, sino en especificar claramente los efectos del “crédito incrementado” o la “expansión del crédito”. Debe hacerse una clara distinción entre (1) crédito que concede un banco prestando sus fondos propios o fondos puestos a su disposición por depositantes, al que llamaremos “crédito producto” y (2) el que se concede por la creación de medios fiduciarios, es decir, billetes y depósitos no cubiertos por dinero, al que llamaremos “crédito de circulación”.

El crédito de circulación es crédito creado porque “el crédito de circulación se concede con fondos creados especialmente para este propósito por los bancos. Para conceder un préstamo, el banco imprime billetes o créditos al deudor en una cuenta de depósito. Es creación de crédito a partir de la nada” (Mises 1978, p. 218). Otros en la tradición austriaca que trataron seriamente de definir la creación de crédito fueron Machlup y Selgin. Machlup concretamente llama al crédito de circulación de Mises “crédito creado”.

Uso el término crédito de transferencia si el poder adquisitivo que adquiere el prestatario se compensa con el poder adquisitivo perdido por algún otro, como un ahorrador voluntario o un productor que desinvierte. Mi término “crédito de transferencia” se corresponde con el de “crédito producto” de Mises. Para el término de Mises “crédito de circulación”, lo he sustituido por “crédito creado”, que conlleva claramente el significado de que el poder adquisitivo que adquiere el prestatario no se compensa con el poder adquisitivo perdido por algún otro. (Machlup 1940, p. 224n)

Selgin (1988, p. 66) define el crédito creado como “crédito concedido independientemente de cualquier abstinencia voluntaria por tenedores de balances monetarios”.

El modelo misesiano de creación del crédito ve a los bancos modernos de reserva fraccionaria como instituciones híbridas. Algunas transacciones de estos bancos son intermediación financiera y como tales mejoran la eficacia del proceso de ahorro e inversión. Otras transacciones de estas mismas instituciones crean crédito. Mises (1971, p. 261) describe estos dos papeles distintos como “la negociación del crédito mediante el préstamo del dinero de otros y la concesión de crédito mediante la emisión de medios fiduciarios, es decir, billetes y saldos bancarios que no están cubiertos con dinero”. Las transacciones en las que tanto un depositante como un prestatario retienen, temporalmente, derechos actuales a dinero pueden no ser intermediación, sino creación de crédito. Según Mises (1971):

El usual considerar la aceptación de un depósito que puede retirarse en cualquier momento por medio de billetes o cheques como un tipo de transacción de crédito y jurídicamente esta visión está, por supuesto, justificada; pero económicamente, este caso no es una transacción de crédito (…) pero esto no es una transacción de crédito porque está ausente el elemento esencial, el intercambio de bienes presentes por bienes futuros. (pp. 268-269)

La transacción es diferente in naturaleza de una verdadera transacción de crédito. En una verdadera transacción de crédito, el prestamista entrega temporalmente “dinero o bienes cuya entrega es una fuente de satisfacción y cuya renuncia es una fuente de insatisfacción” (Mises 1971, p. 264).

En este marco, el dinero como medio de intercambio es el bien presente por excelencia. Como la tenencia de existencias de caja, ya sea en forma de depósitos a la vista o en billetes bancarios, no requiere el sacrificio de bienes presentes, los cambios en las existencias de caja financiados con renta actual son parte de la asignación de renta para proporcionar utilidad presente. Las familias pueden usar renta actual para bienes presentes o futuros. Si se prefieren los bienes presentes, la familia puede elegir bienes concretos de consumo o dinero en efectivo. Por tanto, la interpretación económica apropiada de un depósito a la vista o un billete de banco es que el depósito o el billete  de banco son un recibo de consignación o almacenamiento, no un instrumento de crédito. [8] El depositante no ha realizado un verdadera transacción de crédito porque no se ha producido ningún sacrificio de utilidad presente. La banca de reserva fraccionaria combinada con la creación de crédito circulante expande la oferta de crédito más allá de los límites establecidos por el ahorro previo. Las instituciones bancarias pueden empujar los tipos de interés por debajo del tipo natural y lo hacen, lo que genera gasto de inversores definitivos excediendo el ahorro.

El crédito creado acaba causando una crisis económica. Las operaciones normales del dinero y las instituciones bancarias, apoyado por un banco central genera ciclos económicos al intentar mantener los tipos de interés del mercado demasiado bajos demasiado tiempo. La fase de recesión del ciclo económico es la corrección económica de excesos monetarios previos y de las malas inversiones y el exceso de consumo resultantes (Salerno 2012).

Visiones alternativas de la banca de reserva fraccionaria

En un marco keynesiano (Cochran y Call 1998), los bancos se ven como intermediarios financieros y el dinero se considera un bien futuro, no presente (un almacén de valor). Este marco keynesiano es lo que Selgin (1996, p. 119) ha calificado como la “nueva visión” del dinero y la banca, donde los bancos “son puros intermediarios: actúan como brokers, en lugar de creadores, de fondos prestables y no son una causa independiente de inversión en exceso de ahorro ex ante”. Los bancos son intermediarios financieros que emiten un derecho que el público utiliza voluntariamente como medio de intercambio. El problema de ese sistema bancario pueden no ser los ciclos de auge-declive causados por la creación del crédito y las malas inversiones, sino el estancamiento secular. Una economía así sufriría de desempleo crónico, ya que el dinero y las instituciones bancarias operarían de forma que el tipo de interés del mercado sería demasiado alto. El ahorro excedería la inversión.[9]

En esta visión keynesiana, la intermediación financiera debería facilitar el flujo de fondos de ahorradores a inversores. Los derechos bancarios que no sirven como medio de intercambio son claramente de este tipo. El propietario del derecho bancario ha prestado los fondos al banco para consideraciones futuras. Esa intermediación se considera habitualmente como mejoradora de la eficiencia.[10] Igual que en una transacción de crédito sin intermediación, el prestamista definitivo tiene un derecho a dinero futuro y el prestatario ha adquirido dinero actual. En la nueva visión, la banca de depósitos es también intermediación. El ahorrador prefiere liquidez a retorno y decide invertir en dinero. El depositante presta fondos al banco y recibe un pagaré del banco, un depósito bancario pagadero a la vista. El banco posee ahora fondos prestables adicionales. Al irse prestando las reservas, los fondos se transfieren de un prestamista definitivo (el depositante) a un inversor definitivo (el prestatario).

Los bancos, por razones legales o económicas, mantienen reservas de efectivo para respaldar estos derechos a corto plazo (depósitos a la vista o billetes). Como consecuencia, el total prestado será menor que el total ahorrado. Un dólar mantenido en reserva es un dólar ahorrado pero no prestado a un inversor definitivo. La oferta de crédito será menor que el ahorro disponible y el tipo de interés del mercado aumentará por encima del tipo natural. La inversión será menor que el ahorro y la economía puede permanecer por debajo de su capacidad productiva. Los bancos de reserva fraccionaria y otros intermediarios proporcionan servicios de intermediación que aumentan la inversión con respecto a un sistema sin banca, pero cuando estas instituciones mantienen reservas importantes de capital, la cantidad de inversión puede ser constantemente inferior a la ideal. En esta visión, no existe proceso de mercado que garantice que el ahorro será igual a la inversión a niveles de pleno empleo. Puede existir un tipo “natural” de interés, pero es un tipo de equilibrio solo en el sentido de que conserva un status quo, un status quo que puede no ser el ideal. Un banco central es un añadido necesario al sistema bancario. Los bancos centrales pueden proporcionar nuevo dinero y crédito, dinero de alto poder, para compensar las tendencias contraccionistas generales debidas a un fetichismo por la liquidez que es parte del funcionamiento normal de los mercados financieros (Garrison 2001, capítulos sobre Keynes y los keynesianos).

Selgin (1988 y 1996) ofrece una “defensa cualificada de la nueva visión” que puede considerarse una postura intermedia entre la visión misesiana y la nueva. Aunque la banca de rfeserva fraccionaria sea intermediación, los bancos siguen pudiendo crear crédito. El crédito se crea cuando se “concede independientemente de cualquier abstinencia voluntaria de gasto por poseedores de existencias de dinero” (Selgin 1988, p. 60). La creación extensiva de crédito requiere no solo banca de reserva fraccionaria, sino banca central. En este marco, la creación de medios fiduciarios que se une a una voluntad de guardar los medios fiduciarios adicionales no es creación de crédito sino intermediación financiera. Esas transacciones facilitan el flujo de ahorro hacia la inversión. En el caso en que el aumento del ahorro (gasto reducido en bienes presentes) toma la forma de una demanda aumentada de efectivo en forma de moneda “interior”, se difiere el consumo y los fonods de prestan a los banco al menos por periodos cortos. La extensión de crédito bancario y la creación de nuevos medios fiduciarios, en este caso, no reducen el tipo de mercado por debajo del tipo natural, sino que más bien permiten que el tipo de mercado siga a la baja al tipo natural. La inversión se mantiene alta con un mayor nivel de ahorro en lugar de excediendo un nivel fijo de ahorro. La creación de crédito puede tener lugar si los bancos emiten medios fiduciarios y crédito en exceso de la demanda de medios fiduciarios. ¿Pero qué mecanismo impide una creación excesiva de crédito? Aquí Selgin y White (1996, p. 103) se basan en Mises (1998, p. 440) y construyen a partir de él:

La banca libre es el único método para la prevención de los peligros propios de la expansión del crédito. Es verdad que no obstaculizaría una lenta creación del crédito, mantenida dentro de límites muy estrechos, por parte de bancos cautelosos que proporcionen al público toda la información requerida acerca de su estado financiero. Pero bajo la banca libre habría sido imposible que la expansión crediticia con todas sus consecuencias inevitables se hubiera desarrollado como una característica habitual (me tienta decir normal) del sistema económico. Solo la banca libre habría asegurado la economía de mercado frente a crisis y depresiones.

La existencia de un banco central con la capacidad de crear dinero de alto poder o básico es un prerrequisito necesario para la creación excesivo crédito y el resultante ciclo de auge-declive. La banca libre sin banca centralizada podría proporcionar servicios de intermediación que podrían mitigar las presiones contraccionistas que derivan del desequilibrio monetario proporcionando asimismo suficiente disciplina de mercado para impedir una creación excesiva de crédito. Los ciclos económicos de tipo austriaco son por tanto un fenómeno de la banca centralizada, no de la banca libre de reserva fraccionaria.[11]

La síntesis del mercado

Las diferencias entre la nueva visión de base keynesiana y la de Mises, Machlup y Selgin son significativas y llevan a distintas explicaciones de inestabilidades macroeconómicas y propuestas políticas. En la forma keynesiana de la nueva visión, los bancos, incluyendo un banco central necesario y benevolente, no crean dinero. Con un “fetichismo por la liquidez”, una expansión del crédito del banco central y menores tipos de interés ausentes en la economía estarán sujetos a estancamiento económico ya que el tipo de interés excede el tipo natural y la inversión cae por debajo del nivel necesario para alcanzar y sostener el pleno empleo. La banca central es una solución fuera del mercado necesaria para una enfermedad del mismo (Garrison 2001).

Por el contrario, Mises (1971) desarrolló la explicación de que la banca de reserva fraccionaria crea crédito. El crédito creado es la fuente de las malas inversiones de la fase de auge del ciclo. Pero las malas inversiones importantes en el ciclo misesiano dependen de la acción del banco central o los privilegios especiales respaldados por el gobierno, ya sea explícita o implícita. El banco central o bien proporciona activamente nuevo dinero base que usan los bancos para crear crédito o pasivamente pone a disposición  nuevo dinero base para proporcionar la necesaria liquidez (en reservas) a un sistema bancario sobreextendido.[12] Sin actividad del banco central, la creación de crédito por bancos de reserva fraccionaria estaría limitada en su ámbito. Un gran desvío de la producción causado por creación de crédito requiere o dinero base recién creado o la promesa de crear nuevo dinero base en caso de una crisis por parte de un banco central.[13] Los bancos centrales son el origen de crédito recién creado o eliminan las barreras de mercado para crédito creado por iniciativa del banco.[14]

La libertad bancaria puede potencialmente limitar el ámbito y corregir rápidamente o echar atrás cualquier crédito creado que se origine por la banca de reserva fraccionaria. Una creación de crédito extendida y dañina es el resultado de la actividad de la banca centralizada. La enfermedad está fuera del mercado. El crédito creado distorsiona la estructura de producción causando el ciclo de auge-declive y el remedio, realmente el preventivo, es una vuelta a los mercados libres en la creación de dinero. La solución: eliminar el banco central y restaurar un mercado libre en dinero y banca (Herbener, 2012).[15]

La libertad bancaria permitiría a los participantes en el mercado juzgar en definitiva qué usar como medio de intercambio y dónde trazar la línea entre dinero como bien actual y dinero como almacén de valor. Los banqueros juzgarían la proporción de sus depósitos (o billetes) que representan ahorro y la proporción que estén sirviendo actualmente como dinero actual para los poseedores de depósitos. Solo los fondos considerados como ahorros pueden “invertirse” o prestarse con garantías. Los consumidores de servicios bancarios juzgarían la seguridad y solidez de las instituciones bancarias con las que tratan. Los bancos de éxito proporcionarían la mezcla de servicios que atiendan las necesidades de sus clientes.

Reforma monetaria[16]

En una introducción al número más reciente del Cato Journal, “Monetary Reform in the Wake of Crisis”, el editor James A. Dorn escribe:

En ningún momento desde la fundación de la Reserva Federal hace casi un siglo ha sido tan importante revisar el papel de la política monetaria en una sociedad libre. En particular, como señalaba F.A. Hayek: “Todos los que deseen detener la deriva hacia un creciente control público deberían concetrar sus esfuerzos en la política monetaria”.

La respuesta del banco central a la crisis más reciente y su lenta recuperación ha ido en la dirección de una mayor, no menor, implicación del banco central en la economía. Las tendencias preocupantes recientes incluyen creación de dinero para financiar enormes déficits públicos,[17] la Fed dedicada a la “política mondustrial”[18] y convertida en una gigantesca planificadora financiera centralizada.

Cochran (2011) describe la reacción de la Fed:

Con este segundo declive, a contrario que la primera recesión del siglo XXI, la ralentización económica real estuvo acompañada por una importante crisis financiera y, si no por un pánico público, definitivamente por un pánico político. Los políticos temían que la crisis financiera llevara a un colapso en el sistema bancario y del crédito. El miedo era a la deflación. El modelo eran los acontecimientos monetarios de 1929 y 1932. La Fed y el gobierno federal respondieron con un rescate sin precedentes tanto de empresas financieras como no financieras con la creación y uso de nuevas herramientas políticas y coordinación Fed-Tesoro, acompañada por un uso agresivo de instrumentos políticos más tradicionales (Ducca et al. 2009). El resultado ha sido una expansión masiva del balance de la Fed, así como reestructuración masiva de los activos tipo en poder de la Fed. La elección de ganadores y perdedores ha llevado a la Fed muy cerca de una política que es incluso más peligrosa para la libertad y la prosperidad que un sistema ordinario de banca de reserva fraccionaria apoyado por un banco central; una política mondustrial; la política monetaria como medio no solo para una política fiscal irresponsable, sino también para la política industrial”.

En un importante trabajo publicado en la Independent Review, “Ben Bernanke versus Milton Friedman: The Federal Reserve’s Emergence as the US Economy’s Central Planner“, Jeffrey Rogers Hummel proporciona, sin mencionafr explícitamente la expresión, los fundamentos intelectuales de una “olítica mondustrial”. Hummel desarrolla su explicación señalando las importantes diferencias en las “aproximaciones a la crisis financiera” entre la aproximación de Bernanke y la de Friedman. Además de exponer el fundamento teórico de esta política errónea y peligrosa, Hummel proporciona un uso muy detallado, casi paso a paso, de este tipo de política en respuesta a los principales acontecimientos de la crisis reciente. De obligada lectura para cualquiera interesado en los detalles de cómo y por qué el balance de la Fed se expandió tanto y cuánto de lo que se hizo no se mostraba y no se muestra explícitamente en agregados monetarios reportados “regularmente”, en sus subcomponentes o en los informes del balance de la Fed.

Hummel argumenta que las diferencias apenas se han notado. El impacto al

Generar las diferencias otro fracaso de la Fed (no tan grave como el de la Gran Depresión, es verdad, pero aun así bastante grave), también ha generado una transformación dramática del papel de la Fed en la economía. Bernanke también ha expandido tanto las acciones discrecionales de la Fed más allá de controlar la existencia de dinero que se ha convertido en una gigantesca planificadora financiera centralizada.

Debería estar claro que esta repuesta política fallida para la situación actual ha establecido condiciones monetarias futuras que pueden ser muy difíciles de evitar sin inflación importante o un continuo patrón de auge-declive.

Estas tendencias hacen imperativa una vuelta a la moneda fuerte, que “implica abolir la banca centralizada y el papel moneda fiduciario y restaurar un dinero material elegido y completamente sometido al mercado” (Salerno 2010 [1998], p. 474). Sin embargo hay polémica sobre los medios. ¿Un dinero fuerte requiere una banca de reserva 100% o permite libertad bancaria? Mises (1998, p. 440) opinaba: “Solo la banca libre habría asegurado la economía monetaria contra crisis y depresiones. [Y] no hay razón alguna para abandonar el principio de libre empresa en el campo de la banca”.

Sin embargo, Rothbard, Salerno, Herbener, Huerta de Soto, Block y Reisman, entre otros, están a favor e reservas del 100%: una calara separación de la banca de depósito de la banca de préstamo, sobre la base de propuestas de reforma realizadas por Mises (1971, pp. 448-457 y 1978, pp. 17-21 y 44-47). En estas propuestas, Mises argumentaba a favor de un respaldo del 100% para cualquier billete o depósito a la vista recién creado. Para una reforma de un sistema monetario al borde del colapso o como propuesta sobre cómo debemos pasar de nuestro sistema actual a un sistema de moneda fuerte, ese paso puede ser esencial. Sin embargo, tras la reforma, es también esencial que “la cuestión de la libertad en la banca deba discutirse entonces una y otra vez, sobre principios básicos” (Mises 1978, p. 45).

H.R. 1094 es coherente con la reforma recomendada en este testimonio. H.R. 4180 sería una gran mejora sobre las operativas actuales de la Fed, igual que H.R. 245, pero ambas dejarían a la economía sometida a ciclos de auge-declive que lleve a sus espaldas un crecimiento inducido por el crédito creado a partir de un crecimiento dirigido por la productividad. Un movimiento en la dirección correcta incluiría la eliminación de todas las leyes que restrinjan iniciativas del sector privado para desarrollar medios de intercambio en competencia con los billetes de la Reserva Federal. Podrían facilitarse nuevas divisas competitivas con la privatización de todas las existencias públicas de metales preciosos. Propuestas más detalladas de reforma pueden encontrarse en Rothbard (1991 [1962], pp. 65-72), Salerno (2010, pp. 333-363), White (2102) o Herbener (2012). El Cato Journal (Primavera/Verano de 2012, volumen 32, número 2) está dedicado a la “reforma monetaria tras la crisis”. Si una reforma importante como la H.R. 1094 fuera políticamente imposible, la propuesta de Selgin (1997) de una norma de productividad, que reduciría enormemente la probabilidad de creación importante de crédito en respuesta a una sacudida en la productividad, debería recibir fuerte consideración como una guía apropiada para mejorar la política bajo las disposiciones bancarias existentes.


Referencias

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Tabla 1: Sumario de reformas: Sin banco central

a. Patrón material con banca libre

Mises (1998, 440): “Solo la banca libre habría asegurado el mercado contra crisis y depresiones. No hay razón ninguna para abandonar el principio de libre empresa en la banca”.

Banca libre significa bancos operando en un entorno en que están sometidos s las reglas generales del derecho mercantil y civil que obligan y no reciben privilegios especiales ni protección concedida por el estado, poniendo “al negocio bancario bajo las reglas generales de las leyes mercantiles y civiles que obligan a cada apersona y empresa a cumplir como completa aceptación de los términos del contrato”.

b. Patrón material con reservas 100%

De Huerta de Soto (2012): “El análisis teórico lleva a la conclusión de que el actual sistema monetario y bancario es incompatible con una verdadera economía de libre empresa (…) y eso es una fuente continua de inestabilidad financiera y perturbaciones económicas”.

Tres reformas recomendadas: 1. El restablecimiento de un requisito de reserva del 100% como principio esencial de derechos privados de propiedad con respecto a todo depósito a la vista de dinero y equivalentes; 2. La abolición de todos los bancos centrales (que se harían innecesarios como prestamistas de último recurso si la reforma 1 se implantara y que como auténticas agencias de panificación central financiera son una fuente constante de inestabilidad) y la revocación de las leyes de curso legal y la constante intromisión de regulaciones de gobierno que derivan de ello; y 3. Una vuelta al patrón oro clásico, como único patrón monetario mundia que proporcionaría una oferta monetaria que las autoridades no podrían manipular y que podría restringir y disciplinar los anhelos inflacionistas de los distintos agentes económicos.

c. Desnacionalización del dinero

Hayek (1978): Eliminación del banco central con desnacionalización del dinero y divisas en competencia.

La propuesta de Hayek para una reforma monetaria drástica: En respuesta a acontecimientos en la década de 1970, Hayek era partidario “de proponer la desnacionalización del dinero y volver a un “dinero terminado por el mercado” (Hayek en Pizano 2009, 10)

Tabla 2: Reformas manteniendo el banco central

d. Norma de productividad

Selgin (1997, 10): “Creo que una constante que un nivel constante de precios, incluo implantado, estaría lejos de lo ideal. Por el contrario, el nivel de precios debería permitirse que variara para reflejar cambios en costes de producción de unidades de bienes [las cursivas son mías]. Llamo (…) a esta regla para cambios en precio individual una ‘norma de productividad’. Bajo una norma de productividad, los cambios en velocidad (como bajo una inflación cero) influirían en el nivel de precios  compensando ajustes en la oferta monetaria”.

La norma de productividad es coherente con Hayek en la década de 1930.

e. Normas políticas

Taylor (2012, 2): “Por todas estas razones, hay una gran necesidad de mejora en el grado en que la Reserva Federal siga reglas en lugar de discreción”. Y

“Sin embargo, una aproximación más práctica y eficaz, en mi opinión, es reformar la Reserva Federal y crear fuertes incentivos para un comportamiento reglado.

El punto de partida para esa reforma es el reconocimiento de que un objetivo claro y bien especificado normalmente genera una estrategia coherente y eficaz para alcanzar ese objetivo”. Y

“En el caso de la política monetaria, múltiples objetivos permiten a los políticos apoyarse en el banco central para hacer su oferta y desviarse así de una estrategia de dinero fuerte.

Más de un objetivo puede asimismo causar que la Reserva Federal exceda los límites normales de la política monetaria (dirigiéndose a una política fiscal o de asignación de crédito) al buscar los instrumentos adicionales necesarios para alcanzar objetivos múltiples”.

Taylor /2012, 4): “Reformas legislativas que aclaren el mandato de la Fed, mejoren los requisitos de reporte acerca de su estrategia o gobierno de los instrumentos monetarios, restrinjan la naturaleza de sus compras de valores y equilibren los derechos de voto en el FMC, permitirían al Congreso ejercitar un control político apropiado sin estar envuelto en las operaciones de política monetaria del día a día o microgestionando en otro caso la Fed. En mi opinión las reformas [H.R. 4180] potenciarían la independencia de la Fed al añadir garantías de responsabilidad apropiadas para una agencia independiente del gobierno y aclarando que su responsabilidad total es política monetaria, no política fiscal o política de asignación de crédito. La historia y la economía básica nos dicen que dichas reformas mejorarían enormemente el empleo y la estabilidad de precios y ayudarían a restaurar la prosperidad de Estados Unidos”.

f. Estabilización de precios (mandato único) con discreción en crisis u objetivos nominal de PIB

Estabilización de precios:

De  Hayek (1979 de lecciones impartidas en 1974 y 1975, 17): “aunque la política monetaria debe impedir amplias fluctuaciones en la cantidad de dinero o en el volumen del flujo de entrada, el efecto en el empleo no debe ser una consideración dominante. El objetivo principal debe de nuevo ser la estabilidad del valor del dinero [cursivas originales]”. Pero:

Donde la política sigue generando un auge-declive, para impedir “crisis de liquidez o pánico” hay por tanto una necesidad de “garantizar la convertibilidad de todo tipo de casi-dinero en dinero real”. Para esto, “a las autoridades monetarias debe dárseles cierta discreción” (Hayek 1979, 18).

Pero (Hayek 1979, 10): “no creo que recuperemos un sistema de estabilidad internacional sin volver a un sistema de tipo fijo de cambio [las cursivas son mías] que imponga a los bancos nacionales centrales la restricción esencial para resistir con éxito la presión de los defensores de la inflación en sus países”.

PIB nominal: “En el momento en que haya cualquier señal de que el flujo nominal de entrada pueda encogerse realmente [durante crash deflacionista posterior a un declive], sin duda no solo debería tratar de hacer todo lo posible para impedir que decreciera, sino que debería anunciar por anticipado que lo haría en el caso de que apareciera el problema”. F. A. Hayek en 1975, en respuesta a una pregunta de su viejo amigo Gottfried Haberler en una charla realizada en el American Enterprise Institute. Publicada en http://hayekcenter.org/?p=5401.


[1] Esta sección se basa en Cochran 2004.

[2] Andrei Shleifer resumía: “Entre 1980 y 2005, mientras el mundo adoptaba políticas de libre mercado, los niveles de vida aumentaron enormemente, mientras que la expectativa de vida, los logros educativos y la democracia mejoraban y la pobreza disminuía”. De “The Age of Milton Friedman”, Journal of Economic Literature: 2009, 47:1, pp. 123–135.

[3] La siguiente sección se basa en buena parte en ochran y Call 2000 y 1998 y Cochran, Call y Glahe 1999.

[4] Para una contraargumentación sobre la palabra intermediación, ver Barnett y Block.

[5] Selgin (1988, cap. 2) argumenta que la banca de reserva fraccionaria evoluciona naturalmente en una economía libre como “un resultado de individuos encontrando nueva formas de promover su propio interés”. Los bancos son puros intermediarios (Selgin 1996, p. 120). Otros austriacos han argumentado que los bancos de reserva fraccionaria son instituciones híbridas que solo podrían desarrollarse como consecuencia de los privilegios concedidos a los bancos por el gobierno. Las actividades de estos híbridos no son pura intermediación. El asunto económico crítico es: ¿es intermediación financiera o creación de crédito el crédito emitido por un banco de reserva fraccionaria? Ver Mises (1971, pp. 268-277) y Cochran y Call (1998, pp. 33-35).

[6] El término “tipo natural” es polémico. Siguiendo a Mises (1971, p. 359 y 1978, pp. 120-130), cuando lo use será para distinguir un tipo de equilibrio y un tipo que ha sido alterado por manipulación del crédito.

[7] Aunque Mises argumentaba que el dinero no era ni un bien de consumo ni un bien de producción (1971, pp. 79-92), clasificaba definitivamente al dinero como un bien presente en su explicación del dinero y del crédito (pp. 268-277). Ver especialmente (p. 268): “El dercho que ha adquirido por su depósito es también un bien presente para él. El depósito del dinero no significa en modo alguno que haya renunciado a la disposición inmediata de la utilidad que conlleva” y “el billete es un bien presente tanto como el dinero” (p. 272).

[8] Ver Rothbard (1978, pp. 148-149). Si los depósitos bancarios se consideraran un préstamo a corto plazo desde un punto de vista legal, entonces los fondos se considerarían legalmente propiedad del banco, no propiedad del depositante. Pero la estructura legal no cambia el impacto económico de la transacción. Si esos depósitos (o billetes) se utilizan como medio de intercambio, son una fuente disponible de poder adquisitivo actual.

[9] Selgin y White (1996, p. 101) argumentan que una aplicación coherente del marco wickselliano reconocería no solo que la creación de dinero puede rebajar los tipos por debajo de tipo natural, sino que “la destrucción imprevista de dinero (o una caída en la ‘velocidad’) puede llevar el tipo de interés a corto plazo por encima de su nivel natural y por tanto recortar artificialmente las inversiones garantizadas”. Aquí, de nuevo, el análisis misesiano lleva a una conclusión muy distinta. Ver Mises (1971, p. 360): “El caso opuesto, en el que el tipo de interés cobrado por los bancos aumenta por encima del tipo natural, no tiene que tenerse en cuenta; si los bancos actuaran de sta manera, simplemente saldrían de la competencia en el mercado del préstamo, sin ocasionar ninguna otra consecuencia notable”.

[10] Para una crítica austriaca del término intermediación, ver Barnett y Block 2011, 2009a y 2009b.

[11] El argumento anterior depende de la condición de que banca libre signifique que los bancos operan en un entorno en el que están sujetos a las reglas generales del derecho mercantil y civil y no reciben privilegios y protecciones especiales concedidos por el estado. Como expresaba Mises (1998, p. 440): “Lo que se necesita para impedir cualquier expansión añadida del crédito es poner al negocio bancario bajo las normas generales de las leyes mercantiles y civiles que obligan a cada persona y empresa a cumplir con todas las obligaciones con pleno cumplimiento de las condiciones del contrato”.

[12] Machlup (1940, pp. 247-248) argumenta: “El profesor Mises cree, además, que los bancos comerciales sin ayuda del banco central no pueden producir nunca una inflación peligrosa del crédito”. Mises (1998, p. 788) es muy rotundo sobre esto: “Pero hoy la expansión del crédito es una prerrogativa exclusiva del gobierno”.

[13] Ver White (2011, p. 497) para una explicación de por qué, respecto a la crisis más recuiente, “un patrón material con banca libre y sin banco central que distorsione el sistema financiero [las cursivas son mías] habría evitado ese ciclo de auge y declive del crédito”.

[14] La existencia de un prestamista de último recurso que pueda y quiera crear crédito con base recién emitida o dinero de alto poder lleva a un problema de riesgo moral que da a los bancos de reserva fraccionaria un incentivo para sobreextender el crédito, que puede aparecer o bien como más crédito extendido a tipos más bajos de interés o préstamos más arriesgados extendidos a tipos de interés sin cambios.

[15] Herbener recomienda reservas del 100% para depósitos que sirvan como medio de intercambio o para billetes de banco emitidos privadamente. Las reservas del 100% también eliminarían más claramente las amenazas de corridas y pánicos bancarios.

[16] Ver Tabla 1 (eliminación de banca centralizada) y Tabla 2 (reforma manteniendo un banco central) para un resumen de reformas sugeridas. Las reformas se listan de un formato a-f en orden de capacidad de generar una mayor estabilidad económica, aunque en este caso a y b son indistinguibles con quizá una ligera inclinación hacia b y con b llevando quizá a mayor estabilidad financiera. Las reformas a, b y c son coherentes con HR 1094. La reforma e es coherente con HR 4180 o HR 245. La reforma f es coherente con HR 245. Si se adoptara la reforma a o b, se debería continuar la discusión sobre banca libre frente reservas 100%.

[17] Según John B. Taylor, la reserva Federál compró el 77% del incremento neto de la deuda por parte del gobierno federal en 2011. Ver este post del 8 de junio de 2012.

[18] A principios e 2009 en las reuniones de la AEA, el economista de Stanford, JohnTaylor utilizó al expresión “política mondustrial” para criticar la respuesta de la Fed y al Tesoro a la crisis financiera. Taylor, según cita en un post del blog de WSJ de Jon Hilsenrath, utilizaba este “término despectivo” para describir un entorno político que no era “un marco monetario. Es un marco de intervención financiada por creación de dinero”.


Publicado el 12 de julio de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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