El engaño del “perro come perro”

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Cuando la gente quiere añadir un “aúpa” extra a las descripciones negativas de propietarios actuando sin coacción (es decir, la competencia del merado bajo el capitalismo), recurre al insulto. Una de las formas más efectivas de describir esa competencia es como “perro come perro”. Cuando se acepta esa caracterización, las montañas de evidencias a favor de la coordinación social voluntaria pueden rechazarse diciendo que implica un proceso malvado y feo tan dañino para la gente que sobrepasa cualquier beneficio.

Por desgracia, la imaginería de perro como perro para la competencia del mercado es completamente errónea. No solo representa mal la competencia del mercado como teniendo propiedades que están ausentes en acuerdos verdaderamente libres, sino que esas propiedades son características esenciales del gobierno, la “solución” habitual ofrecida a los males de la competencia perro come perro. Además, enmarca el asunto de tal manera que impide que la mayoría de la gente entienda por qué falla la analogía.

Para empezar, perro como perro es una extraña manera de caracterizar cualquier cosa. Nunca he visto a un perro comer a otro. No sé de nadie que lo haya visto. De hecho, algunos remontan el origen de la expresión al latín, canis caninam not est o “perro no come perro”, que dice todo lo contrario (y tiene más sentido, ya que un animal puede tratar de proteger sus alimentos frente a depredadores en competencia, pero no se come a esos competidores). No tiene sentido apoyarse en una analogía de algo que realmente no se produce en el comportamiento animal como premisa central para condenar el sistema de mercado como despiadado e implacable.

El intercambio de mercado es completamente voluntario

La caracterización del capitalismo como perro come perro es exactamente lo contrario de la realidad. La propiedad privada en la que se basa el capitalismo ordena solamente acuerdos voluntarios. Como el débil no consiente voluntariamente la agresión que viola sus derechos, le protege contra la coacción basada en la mayor capacidad de dañar a otros. En palabras de Herbert Spencer, es “una insistencia en que debe protegerse a los débiles contra los fuertes”, que impide la depredación perro come perro, lo que hay por defecto en ausencia de respeto a los derechos individuales.

Además, cuando se ve coacción en el sector privado, representa el fracaso del gobierno en atender los únicos medios concebibles por los que podría avanzar en el bienestar de todos: uniendo a los ciudadanos en la defensa mutua de su propiedad para proporcionar a todos una base más segura sobre la que construir acuerdos mutuamente beneficiosos. Como decía John Locke, “el fin del gobierno” es “la conservación de la propiedad”, protegiendo los derechos de todos los ciudadanos contra la depredación, incluyendo la impuesta por el gobierno. Cuando se permite fuerza o fraude, el gobierno ha alquilado o vendido su fin al mayor postor político. Sin embargo, el problema no está en acuerdos mutuamente aceptables, sino en un gobierno que permite la piratería, cuya prevención es su única justificación defendible.

“Perro come perro” describe los acontecimientos fuera del mercado conocidos como guerra y política

Perro come perro puede describir el comportamiento durante la guerra, que puede causar atrocidades inducidas por la desesperación. Pero la guerra no es un fallo del mercado. Es una agresión por un gobierno o gobiernos contra otros. En el proceso, también implica la agresión del gobierno contra sus propios ciudadanos mediante impuestos más altos, “impuestos” implícitos en la inflación y expropiación pública de recursos y ciudadanos, como pasa en los reclutamientos militares.

El lenguaje de perro come perro es también cada vez más descriptivo de la política. Como señalaba Bruno Leoni, la política se ha usado cada vez más “simplemente como un medio de someter a minorías para tratarlas como perdedores en el campo”, igual que en la guerra. En ese mundo, como señalaba  Friedrich Hayek en Camino de servidumbre, las recompensas masivas a la hegemonía política llevan a que los peores lleguen a lo más alto. A lo largo del tiempo, observamos un continuo aumento de lo que el antiguo presidente Clinton llamaba “la política de la destrucción personal”, en marchas electorales de tierra quemada a Washington.

Todo lo anterior puede verse como perro come perro en naturaleza: humanos atacando a otros humanos. Pero son así debido a que el gobierno los hizo así, no porque sean en modo alguno propios de disposiciones libremente elegidas.

A pesar de la utilidad de la analogía de perro come perro a la hora de describir el comportamiento del gobierno, ¿cómo se ha hecho picar a la gente y hacer que culpe a la libertad los mercados libres? Dirigiendo la atención lejos de dos cosas esenciales en las que el mercado libre difiere de los depredadores en el mundo animal. La competencia en el mercado animal es una lucha de suma cero por recursos fijos proporcionados por la naturaleza. Pero esa suma cero se produce solo porque los animales no comercian y por tanto no producen para otros animales. Pero la gente sí produce para otros y todas las partes pueden beneficiarse entonces mediante el comercio. Eso hace de la competencia del mercado un “juego” de suma increíblemente positiva. En el que todos se benefician encontrando formas de beneficiar a otros, lo que se hace necesario por la necesidad de llegar a acuerdos mutuos. Como señalaba George Reisman, el resultado es muy distinto: “la ganancia de un hombre es positivamente la ganancia de otros hombres”.

La gente intercambia bienes porque le beneficia

Estas ideas centrales son de importancia fundamental. Y sin la distracción del perro come perro y otro leguaje igualmente equívoco, la gente que prestara la mínima atención a la economía no las olvidaría. Después de todo, son el tema del segundo capítulo de La riqueza de las naciones de Adam Smith: “Del Principio que da lugar a la división del trabajo”.

Adam Smith destacaba allí la propensión de las personas “al transporte, el trueque y el intercambio”, como “común a todos los hombres y no se encuentra en ninguna otra raza de animales”. ¿Y cuál era su ejemplo? “Nadie ha visto a un perro hacer un intercambio justo y deliberado (…) con otro perro”. Otras especies no hacen contactos ni tienen un medio para convencer a otros ofreciendo o negociando mutuamente acuerdos voluntarios beneficiosos. Pero para el hombre, la mayor parte de sus deseos ocasionales se suministran por (…) tratado, por trueque y por compra”, lo que a su vez, “da lugar a la división del trabajo” y a la expansión masiva de producción que hace posible las expansiones masivas de consumo.

Lo que veía Smith era que los recursos fijos dados por la naturaleza que informan la imaginería del “perro come perro” se ven completamente invalidados por la capacidad humana de crear e intercambiar con otros y las consecuentes ganancias de la especialización para producir más eficazmente para otros de lo que pueden producir para sí mismos. Y Smith no es el único economista que lama la atención sobre esto. Por ejemplo, el libro de texto que usé como estudiante de los principios de la economía (Exchange and Production, de Alchian and Allen) ponía esos asuntos en el mismo núcleo del análisis económico.

La imaginería de perro come perro sí ofrece alguna idea para entender la guerra, la política y los fallos del gobierno, todo debido a su subversión de la libertad. Pero no tiene sentido retratar la libertad económica, limitada a respetar los derechos de los participantes, como creadora de una batalla desesperada por la supervivencia, donde “pasa de todo”. Ese comportamiento “yo gano, tú pierdes” se remonta a recursos dados y limitados, que es la limitación que se afronta solo en ausencia de producción e intercambio voluntario. Pero eso no pasa nunca en el capitalismo, que ha hecho más que ningún otro “descubrimiento” social para reemplazar ese comportamiento con posibilidades de ganancia mutua. Mientras la gente sea propietaria de sí misma y se respete su producción, es decir, mientras los acuerdos sean voluntarios, la producción y el intercambio son el proceso por el que todos ganan. Y los seres humanos beneficiándose entre sí está lejos de un mundo en el que los perros se comen a los perros.


Publicado originalmente el 3 de enero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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