Qué hay detrás de la brecha salarial del género

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A algunos mitos les cuesta desaparecer. El mito de la brecha salarial del género es uno que tiene las piernas especialmente largas. Después de ganar un premio de la Academia, Patricia Arquette proclamaba que “Es el momento de que de una vez por todas tengamos igualdad salarial y derechos iguales para las mujeres en los Estados Unidos de América”, recibiendo un estruendoso aplauso. En sus “11 mandamientos del progresismo”, Elizabeth Warren está tan fuera de sí que escribe: “No puedo creer que tenga que decir esto en 2014: creemos en una paga igual por un trabajo igual”. El presidente Obama estableció una Fuerza Laboral de Igual Paga y una de sus primeras acciones fue aprobar la Ley de Paga Justa Lilly Ledbetter.

Esto se da por hecho. Las mujeres ganan 77 centavos frente al dólar que gana un hombre por el mismo trabajo en comparación. Se me ha enseñado esto desde el instituto. De hecho, parecería que la única gente que está en desacuerdo con esto son los economistas reales que han estudiado el asunto.

Como han advertido muchos, se plantea de inmediato una pregunta cuando se discute sobre las discrepancias salariales entre dos grupos: si a los empresarios les preocupa tanto el dinero (de lo que parecen convencidos los progresistas), ¿por qué contratarían a un hombre cuando pueden contratar a una mujer para hacer lo mismo por tres cuartas partes del coste?

Los trabajos no son homogéneos

Pero aparece un segundo problema después de rascar ligeramente los datos: ¿por qué esta diferencia salarial no es ni cercanamente constante entre sectores? No son solo las modelos (que ganan 10 veces más que sus colegas masculinos), sino también en una variedad (aunque sea minoritaria) de distintos campos. Forbes publicó recientemente un artículo basado en la Oficina de Estadísticas Laborales titulado “15 trabajos en los que las mujeres ganan más que los hombres”.  Estos trabajos incluían panaderos (104%), ayudantes de pedagogía (105%), nutricionistas (101%) y terapeutas ocupacionales (102%). ¿Resulta que los que contratan a panaderas son unas de las pocas personas en este país que no son sexistas?

¿Qué pasa con la ubicación? El Huffington Post publicó un artículo similar sobre datos del censo, titulado “Las 11 ciudades en las que las mujeres ganan más que los hombres por el mayor margen”. Estas incluyen a Atlanta (121%), Nueva York (117%) y San Diego (115%).

Y, como señala Warren Farrell, la Encuesta de población actual de la oficina del Censo de 2003 mostraba que “Cuando mujeres y hombres trabajan menos de 40 horas semanales, las mujeres ganan más que los hombres”.[1] El 134% para entre 25 y 34 horas y el 107% para entre 35 y 39 horas.

Añadamos a esto otro hecho interesante. Un estudio de la American Association of University Women, un grupo que cree firmemente en la brecha salarial, descubría que

En general el análisis de regresión de las ganancias un año después de la graduación, sugiere que permanece una brecha del 5% entre hombres y mujeres después de contabilizar todas las variables conocidas que afectan a las ganancias.

Dejemos aparte el hecho de que los análisis de regresión no pueden tomarse como un evangelio. Simplemente no hay forma de controlar todas las variables (ver aquí una buena explicación sobre este tema). Aun así, el 5% es mucho menos que la supuesta brecha salarial del 23%. ¿Por qué discriminarían más los empresarios a medida que las mujeres se hacen mayores? Así que la brecha salarial no solo en incoherente con el interés del empresario, también es inconstante según sectores, ubicaciones, horas trabajadas y edades. Sí, esto no suena sospechoso en absoluto.

Como he explicado anteriormente, las diferencias no equivalen automáticamente a discriminación. Después de todo, a los asiático-americanos se les paga más que a los blancos. Y a los japoneses-americanos les paga más que a los coreanos-americanos. ¡Por Dios, las mujeres lesbianas ganan más que las mujeres heterosexuales! Hay que profundizar más antes de considerar a la discriminación como la explicación definitiva.

Hombres y mujeres a menudo tienen diferentes objetivos de carrera

Y una vez se profundiza un poco más, resulta meridianamente claro que hombres y mujeres no tratan el trabajo o la vida de la misma manera. Ya sea por cultura, biología o una mezcla de ambas, los hombres dan un mayor valor a los ingresos. Por ejemplo, una encuesta sobre la razones de hombres y mujeres para obtener un MBA concluía que

Los hombres que consiguen un MBA aspiran a convertirse en presidentes o CEO de empresas públicas y privadas. (…) Sin embargo, las mujeres con MBA listan la consultoría de gestión, los cargos de dirección general a nivel ejecutivo y la gestión ejecutiva en empresas sin ánimo de lucro entre sus objetivos de carrera. (…) Los hombres esperan acceder a las posiciones más altas de liderazgo y, para las mujeres, esto sigue siendo la excepción.

Esto también explicaría por qué es más probable que los hombres acepten trabajos peligrosos con un salario más arriesgado. Así, los hombres suman el 93% de todos los fallecimientos laborales. El profesor James Bennett encontraba 20 diferencias entre lo que hacen hombres y mujeres en el lugar de trabajo que influyen en la renta y no aparecen en las cifras en bruto (que es todo los que tienen en cuenta los “77 centavos por dólar”. Estas razones incluyen:

  • Los hombres optan por la tecnología y las ciencias duras más que las mujeres.
  • Los hombres tienden a aceptar trabajos más estresantes que no son “de nueve a cinco”.
  • Los hombres es más probable que trabajen en horarios más largos y la brecha salarial aumenta para cada hora que pase de las 40 semanales.
  • Las mujeres es más probable que tengan “pausas” en sus carreras, principalmente debido a la educación y atención de los hijos. Menos experiencias significa menor paga.

La razón por la que las mujeres es más probable que tengan una pausa en su carrera es lo que el economista Walter Block bautizó como la Hipótesis de la Asimetría del Matrimonio en un estudio criticando la brecha salarial ya en 1981. En concreto, cuando un hombre y una mujer se casan, lo que ocurre normalmente es que el hombre se queda con la mayor obligación de ganar dinero y la mujer con la de criar a los hijos (un hecho que se ha demostrado una y otra vez).

El que esto sea bueno o malo es irrelevante para la discusión actual. Lo único que importa ahora es si la brecha salarial se debe a la discriminación. Y las diferencias principales entre hombres y mujeres en el comportamiento en el trabajo (principalmente como resultado del matrimonio) plantean muchas dudas sobre la hipótesis de la discriminación.

Como señala Denise Verable en su análisis de la brecha salarial, “en general, las mujeres casadas preferirían un trabajo a tiempo parcial en proporción de 5 a 1 por encima de los hombres casados”. (Por esto probablemente las mujeres que trabajan a tiempo parcial ganan más que los hombres que trabajan a tiempo parcial). Además, las mujeres con más de veinticinco años han mantenido su trabajo actual durante una media de 4,4 años, frente a los cinco años para los hombres, y los aumentos salariales se asocian a la veteranía.

Además, expectativas y planes de futuro desempeñan un papel importante en estas decisiones. Como observa el economista Thomas Sowell:

Las mujeres tienden a no dedicarse a profesiones en las que hay una tasa muy alta de obsolescencia. Si eres ingeniero informático y te tomas cinco años para tener un hijo y [criarlo] hasta la edad en que puedes llevarlo a una guardería, bueno, por Dios, el mundo ha cambiado. Tiene que empezar desde lejísimos. Por otro lado, si te haces bibliotecario, maestro u otra profesión similar, te puedes tomar cinco años y luego volver muy cerca de donde lo dejaste.

Los ingenieros informáticos por lo general ganan más dinero que los bibliotecarios.

Las mujeres que nunca se han casado ganan más que los hombres

De hecho, cuando se compara a mujeres que nunca se han casado con hombres que nunca se han casado, la brecha salarial no solo desaparece, sino que se invierte. Ya en 1971, las mujeres que nunca se han casado y entre los treinta y los cuarenta años estaban ganando un poco más que los hombres n situación similar.[2] En 1982, las mujeres que nunca se han casado en su conjunto ganaban un 91% de lo que ganaban los hombres.[3] Hoy, entre mujeres y hombres entre veintiuno y treinta y cinco años, no hay brecha salarial.[4] Y entre hombre y mujeres universitarios no casados entre cuarenta y sesenta y cuatro años, los hombres ganan de media 40.000$ al año y las mujeres ¡una media de 47.000$ al año![5]

Y cuando se tiene en cuenta todo esto, la brecha salarial no hace sino desaparecer, como han descubierto muchos estudios:

  • Un estudio de CONSAD Research Corp. para el Departamento de Trabajo de EE. UU. descubría que una vez controlaban las variables, había “una brecha salarial del género ajustada que está entre el 4,8% y el 7,1%”.[6]
  • Un estudio de June y Dave O’Neill para la National Bureau of Economic Research descubría que “la brecha de género deriva en buena medida de las decisiones tomadas por mujeres y hombres con respecto a la cantidad de tiempo y energía dedicados a una carrera”.
  • Warren Farrell realizó un estudio completo expuesto en su libro Why Men Earn More y no encontró ninguna evidencia de brecha salarial.
  • Un estudio de 1983 de Walter E. Williams y un estudio de 1981 del antes mencionado Walter Block rebatían la idea de que la brecha salarial se debiera a la discriminación.
  • Carrie Lukas señala que “En un estudio de 2010, de trabajadores urbanos solteros sin hijos entre 22 y 30 años, la empresa de investigación Reach Advisors descubrió que las mujeres ganaban de media un 8%  más que sus equivalentes masculinos”.

Incluso PolitFact clasificaba la afirmación de que “a las mujeres se les paga 77 centavos por dólar por hacer el mismo trabajo que los hombres” como “Bastante falsa”.

Es indudablemente posible que la pequeña brecha restante en el informe del CONSAD se deba a la discriminación, aunque es igualmente probable que haya otras variables que no se contabilizaron, ya que ningún estudio puede tener controles perfectos. Por ejemplo, ¿cómo se controla la motivación y los objetivos personales de trabajo/vida? En todo caso, la mayoría de la brecha tiene que ver con las decisiones. No hay nada malo en las decisiones de las mujeres; de hecho puede que haya algo malo en los hombres, ya que buscar un equilibrio trabajo/vida probablemente sea una decisión más sabia. Aun así, esas decisiones son la razón primaria para la brecha salarial, no la discriminación. Este hecho terco podría explicar por qué, a pesar de todas sus manifestaciones, la Casa Blanca pagaba a las mujeres solo 88 centavos por dólar comparadas con los hombres e incluso la propia Hillary Clinton solo pagaba a las mujeres de su personal 72 centavos comparadas con los hombres. La realidad simplemente no parece preocuparse mucho por la retórica.

 


[1] Warren Farrell, Why Men Earn More, Amacom. Copyright 2005, p. 79.

[2] “The Economic Role of Women”, The Economic Report of the President, 1973. Washington D.C.: U.S. Government Printing Office, 1973, p. 103.

[3] “Current Population Reports”, Series P-60, No. 132, Bureau of Labor Statistics, Washington D.C.: U.S. Government Printing Office, 1982, p. 161.

[4] Anita U. Hattiangadi and Amy M. Kahn, “Gender Differences in Pay”, Journal of Economic Perspective (Otoño de  2000): 58.

[5] Farrell, Why Men Earn More, pp. 16–17.

[6] “An Analysis of Reasons for the Disparity in Wages Between Men and Women”, CONSAD Research Corp, 12 de enero 2009, p. 1.


Publicado originalmente el 23 de marzo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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