Cómo crear una escasez

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La gente no está contenta con esta última ronda de aumentos en el precio de la gasolina y no es sorprendente que esté reclamando respuestas (y “soluciones”) a la gente incorrecta: las clases políticas. A la vanguardia está Hawái, donde los precios de la gasolina pronto estarán controlados por ley, no por los mercados.

Los hawaianos están a punto de descubrir en un futuro cercano que las “soluciones” que han apoyado van a tener el efecto opuesto al que supuestamente pretendía.

La gente en el estado del aloha paga más por la gasolina que cualquier otra en Estados Unidos y cualquiera con una compresión aunque sea básica de la economía entiende por qué. Hawái es un grupo de islas situado a miles de millas de los EEUU continentales y los hawaianos que compran gasolina deben estar dispuestos a pagar por los altos costes de transporte de llevar combustible a ese estado. (A más de 57 centavos el galón, los hawaianos además pagan los mayores impuestos a la gasolina en EEUU, un centavo más que sus equivalentes californianos y unos 13 centavos más que la media nacional, según el American Petroleum Institute).

Los hawaianos creen que esto es una serie de circunstancias muy injustas y han acudido a su legislativo para lo que creen que es un alivio. Sí, aunque los precios que la gente en Hawái paga por la gasolina se deben a esa cosa incómoda llamada Ley de la Escasez, los ciudadanos de ese estado están convencidos de que los políticos pueden eliminar dicha escasez por decreto. Están a punto de descubrir lo equivocados que están en realidad.

Según John W. Schoen, de MSNBC:

Los conductores hawaianos, que pagan los precios más altos en EEUU, pueden conseguir algo de alivio al convertirse el estado en el primero en la nación en poner un precio máximo a la gasolina. La nueva ley, que entrará en vigor el 1 de septiembre, permite a la Comisión de Servicios Públicos del estado establecer un precio máximo al por mayor para la gasolina en Hawái, basado en la media semanal de precios spot en Los Ángeles, Nueva York y la Costa del Golfo de México. La ley no pondrá un máximo en los precios de venta al público.

Para un político o periodista, este parecería un plan razonable. Al mantener bajo el precio de venta al por mayor de gasolina, el gobierno de Hawái está “rebajando los costes” que los vendedores al por menor tendrán que pagar por el combustible, permitiéndoles “trasvasar” el ahorro a sus clientes. Aun así, todo el programa se basa en una falacia económica (una que ha acosado a la economía durante siglos) e incluso aunque los economistas han desprestigiado esta falacia desde hace más de 130 años, sigue viva. La falacia es esta: el precio de un bien final (de consumo) está determinado por su coste de producción.

Adam Smith y los llamados economistas clásicos de la Gran Bretaña del siglo XIX se veían obstaculizados en su análisis económico porque sostenían esta falacia. Aunque algunas personas en el continente europeo fueron capaces de evitar este dilema, el problema no se resolvió hasta la publicación de los Principios de economía política de Carl Menger.[1]

Menger no solo “resolvió” la llamada paradoja del agua y los diamantes que había aturdido a los economistas, sino que también hizo una importante contribución al pensamiento económico al identificar correctamente el origen del valor para lo que llamaba bienes de “orden superior” o bienes de capital. (Los bienes de orden superior también son bienes intermedios que están en un “estado inacabado”, como un tronco antes de convertirse en leña o el crudo antes de refinarse en bienes como gasolina, nylon y otros combustibles).

En el lenguaje de Menger, la gasolina al por mayor sería un bien de orden superior. El crudo también sería un bien de orden superior, por no mencionar todos los diversos factores de producción que están implicados en la producción y transporte de petróleo y derivados del petróleo. El valor para esos bienes de orden superior está determinado por el valor que los consumidores dan a los productos finales, como gasolina, queroseno y otros derivados del petróleo, como la ropa de nylon.

¿Qué tiene que ver la teoría del valor de Menger (en realidad austriaca) con el precio actual de la gasolina en Hawái (o en cualquier otro sitio)? Nos dice que el valor de la gasolina al por mayor está determinado por el valor que la gente está dispuesta a pagar en el surtidor, no al contrario.

La confusión sobre esto no se encuentra solo en el gobierno de Hawái. Una visita al sitio web del American Petroleum Institute produce la misma información falaz que están empleando los legisladores de Hawái. En respuesta a la pregunta sobre los precios más altos de la gasolina, el sitio del API nos dice que estos aumentos de precios se deben al “mayor coste del petróleo crudo”. Así, en este tipo de lengua, los costes más altos se “trasvasan” a los consumidores debido a un supuesto “poder de monopolio” de los productores de petróleo.

¿Pero qué está ocurriendo realmente y por qué? Las respuestas habituales incluyen la demanda en EEUU, la inestabilidad política en Oriente Medio y el aumento de la demanda en Asia. Todo esto es verdad, en un sentido. Por ejemplo, la atmósfera política que rodea a la ocupación de Iraq por EEUU indudablemente va a afectar a los suministros de petróleo en esa región y crea graves incertidumbres acerca del suministro futuro. Los comerciantes de petróleo, que quieren estar seguros de tener un suministro constante de petróleo en el futuro, están dispuestos a pagar precios más altos ahora como garantía.

(Otras razón para que estén aumentando los precios del crudo [y esto es solo un aparte, ya que merece otro artículo completo] es que el petróleo es una materia prima y los precios de las materias primas aumentan a menudo cuando se inflan las divisas dominantes [como el dólar]. La gente con dólares está buscando inversiones con buenos réditos y el petróleo resulta ser una de ellas ahora mismo).

Sin embargo (y este es un sin embargo muy grande) la única razón por la que los intermediarios están dispuestos a pagar esos precios por el crudo es porque creen que los individuos están dispuestos a comprar combustibles refinados del crudo a precios que permitan que esas compras originales sean rentables. De hecho, el precio del crudo no puede aumentar independientemente del valor de los productos finales refinados. Aunque veamos un patrón en el que el precio del curo aumenta, lo que es seguido por aumentos en los precios de la gasolina al por menor, deben recordarse los procesos económicos que se están produciendo.

Por ejemplo, cuando el presidente Jimmy Carter anunció en 1980 que su administración estaba empezando a eliminar gradualmente los controles de los precios del petróleo, grupos izquierdistas como la Citizen/Labor Energy Coalition predijeron que en 1990, los precios del crudo aumentarían hasta casi 600$ el barril, una predicción repetida por unos impasibles medios de comunicación de masas. (Antes de la invasión de Kuwait por Iraq en el verano de 1990, los precios del petróleo estaban en torno a los 18$ el barril, así que los “expertos en energía” solo se equivocaron en 582$).

Todo esto nos lleva de vuelta al plan de precios de Hawái, pero hay que tener algo en mente. Esta fue aproximadamente la misma política que el gobierno de EEUU siguió en la década de 1970, cuando controlaba los precios en los pozos nacionales y en los surtidores. Cualquier lector que estuviera conduciendo un vehículo en esa década puede recordar el caos que se produjo, especialmente cuando había agitación en el extranjero.

La lógica del gobierno era esta: si mantenemos bajo el precio en el pozo, los ahorros se trasladarán a los consumidores. Sin embargo, al poner controles de precios al crudo, el gobierno consiguió dos cosas. Primero, creó escasez de crudo, ya que los productores no veían incentivos para tomar muchos riesgos para perforar en busca de más petróleo. (Sí, el gobierno afirmaba que tenía “incentivos” incluidos en sus políticas, pero normalmente eran series bizantinas de incentivos burocráticos que no tenían ningún fundamento en la realidad económica). Segundo, dirigió a los productores a comprar el crudo más asequible disponible en Oriente Medio. Con todo lo que se habló de la “dependencia” del “petróleo extranjero”, las políticas públicas fueron las impulsoras para que las petroleras buscaran en el extranjero los suministros de crudo.

Las políticas que dirigían el precio en el surtidor fueron igual de malas. Utilizando la lógica de la economía “clásica”, el gobierno pensó que si llevaba aproximadamente un mes al crudo, después de ser extraído del suelo hasta encontrar realmente su camino hasta un vehículo, entonces los precios en los surtidores no podían aumentar hasta dentro de un mes aproximadamente después de que subieran los precios del crudo. Así que los consumidores, anticipando los aumentos de precios, se dedicaban a “comprar ahora”, lo que agotaba rápidamente los suministros existentes, causando colas en gasolineras y las infames señales de “gasolina agotada” que abarrotaban las estaciones de servicio.

Igual que la desastrosa planificación del gobierno federal de hace 30 años, el gobierno hawaiano ha intentado crear algunos supuestos mecanismos de mercado en su plan. Como se señaló antes, a los vendedores al por mayor se les permitirá cobrar “precios” administrados basados en precios medios en otros lugares. Por supuesto, con este plan, los precios ya no servirán para su función, sino que serán solo puntos de datos. Cualquier ajuste que harían naturalmente los vendedores al por mayor cuando el mercado lo dictara están verboten. Por el contrario, deben esperar el permiso del gobierno o ser culpables de cometer “delitos económicos”.[2]

Mientras el mercado se mantenga relativamente tranquilo, Hawái no tendrá ningún problema real, igual que durante la mayoría de la década de 1970 no hubo largas colas en las gasolineras. Sin embargo, tan pronto como haya perturbaciones en el mercado, ya sea una sacudida en el precio del crudo, guerras, rumores de guerra, mal tiempo o problemas en las refinerías, el plan de precios del gobierno se derrumbará rápidamente.

Si se desarrollan escaseces de gasolina al nivel de la venta al por mayor, entonces es casi seguro que los precios en los surtidores se disparen rápidamente. Así que es posible que los precios de venta al por mayor de Hawái causen que los precios de venta al público sean superiores a los que serían en un mercado libre. Cuando ocurre esto (y ocurrirá casi con seguridad) entonces indudablemente podemos esperar que el gobierno hawaiano se ponga duro con los vendedores al detalle y les culpe de los problemas. En ese momento, el legislativo impondrá controles de precios en las gasolineras y las escaseces continuarán, acompañadas por colas en estas y con conductores irritados reclamando que el gobierno “haga algo”.

Las legislaturas raramente derogan las malas leyes, igual que los presidentes rechazan admitir que sus aventuras militares sean errores. Los controles de precios del petróleo y la gasolina  de la década de 1970 empezaron con una orden ejecutiva en 1971 (como parte de la “Fase Uno” de Nixon de congelación de salarios y precios que acompañó al colapso del sistema monetario internacional de Bretton Woods) y duraron aproximadamente una década antes de ser eliminados. Espero que el nuevo sistema de Hawái no dure tanto tiempo, pero que no nos sorprenda si los legisladores continuando ignorando el mercado libre y escupiendo contra el viento.


Publicado originalmente el 29 de agosto de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] El año 1871 vio también la publicación de Teoría de economía política, de William Stanley Jevons, que adoptaba una visión marginalista de la acción económica. Sin embargo, buena parte del análisis de Jevons era matemático y dependía de mediciones cardinales de utilidad, al contrario que Menger, que vía la útlidad como ordinal. Así que la obra de Menger era y es más útil.

[2] No se si el derecho de Hawái tiene alguna sanción penal, aunque no me sorprendería que fuera así, dado que los legisladores han recurrido cada vez más a las sanciones penales como forma de empujar a la gente a actuar de acuerdo con la voluntad de aquellos.

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