El hegelianismo de las elecciones de 2008

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Si los mercados de predicción política tienen razón, vamos a acabar con un concurso presidencial entre dos personas que están de acuerdo en la necesidad perentoria de expandir todo el estado de bienestar y guerra. Pueden discutir prioridades, pero están de acuerdo en el objetivo general. Con una campaña con ausencia de temas serios, algo me dice que la gran obsesión estadounidense sobre la raza va a desempeñar un papel importante, lo que es desgraciadamente desafortunado, ya que la discusión es improbable que resulte ilustrativa.

Por supuesto, todo es política, es decir, disimulo e ilusión a partes iguales, pensados para conferir a algunos grupos más poder sobre otros.

Pero sí plantea cuestiones importantes: ¿qué es el racismo y cómo podemos decir que existe? No hablo de alguien a quien no le gustan los afroamericanos o los blancos o los latinos. Podríamos llamar a eso racismo al nivel de la ética individual, pero no hay consecuencias sociales inevitables y extendidas de una mala actitud. Definir el racismo, una noción muy cargada de implicaciones políticas, también invoca el fantasma de la Policía del Pensamiento: ¿tienes o no pensamientos políticamente incorrectos?

Profundicemos y ampliemos la discusión a la vista de lo que dice Ludwig von Mises acerca del racismo en contraste con la visión progresista del orden social. En Gobierno omnipotente, demuestra que la doctrina moderna del racismo se origina en el francés Joseph Arthur, conde de Gobineau, como una forma de justificar el privilegio aristocrático. En manos de los nazis, la doctrina se extendió a la supuesta superioridad de los arios frente a cualquier otro. Afirmaban que las razas eran inherentemente incompatibles y defendían políticas estatales para producir el resultado deseado.

Mises considera primero el racismo como un caso particular de una teoría social general que plantea la existencia de conflictos intratables en sociedad y por tanto que la sociedad no puede funcionar adecuadamente en ausencia de algún cambio estructural fundamental producido por el estado. En la variedad marxista antigua, este conflicto era entre capital y trabajo. Esta opinión no tiene ya muchos seguidores, ya que los acontecimientos del mundo real han refutado la visión marxista durante más de un siglo. Los pobres no se hicieron más pobres bajo el capitalismo: se hicieron más ricos que nunca en la historia humana.

De forma similar, los racistas deben afrontar también la realidad de la economía de mercado. Como decía Mises, en una economía de mercado no hay discriminación legal contra nadie. La libertad prevalece y “a quien no le gusten los judíos puede en ese mundo evitar a vendedores, doctores y abogados judíos”. El problema es que esto no produce los resultados que quieren los racistas. De hecho, el mercado siempre tiende a aunar a la gente en paz, sin obligar y prohibir intercambios.

“Muchas décadas de intensa propaganda antisemita no impidieron que los ‘arios’ alemanes compraran en tiendas propiedad de judíos, consultaran a médicos y abogados judíos ni leyeran libros de autores judíos”. Lo que querían los racistas requería más. “Quienes querían librarse de sus competidores judíos no podían confiar en un supuesto odio a los judíos: tenían la necesidad de pedir una discriminación legal contra ellos”.

Así que el resultado final es una política de intervencionismo. Este intervencionismo es necesario si hay que producir un resultado racista y resolver definitivamente el conflicto supuestamente intratable. Si esta lógica se lleva a su punto final, el resultado es sufrimiento masivo y muerte. Los judíos eran el problema en Alemania, así que tenían que ser erradicados. Los kulaks en Rusia igualmente tenían que ser destruidos. Lo mismo pasaba con cualquiera con tendencias occidentales o burguesas en la China de Mao o la Camboya de Pol Pot. La síntesis hegeliana en cada uno de estos casos se lograba mediante matanzas masivas. El conflicto supuestamente persistente entre grupo se limpiaba con ríos de sangre.

Incluso cuando los marxistas abandonaron su antigua visión de las relaciones capital-trabajo, promovieron la visión conflictual de la sociedad (algo completamente opuesto a la vieja idea liberal) en otras formas. Esto se debe a que la propia visión marxista tiene raíces profundas en la visión de Hegel de que la historia debe tender hacia una síntesis de dos fuerzas opuestas, culminando en algún momento transformador. El socialismo es una forma de traducir la visión hegeliana a términos materiales. Pero hay otras formas. Mientras se tenga la percepción de un conflicto de guerra a degüello, la historia reclama una resolución.

Así la visión marxista muta fácilmente para enfrentarse a una casta distinta dependiendo del momento político. La visión sexista del mundo, por ejemplo, sostiene que hombres y mujeres tienen intereses opuestos y que una ganancia de un sexo siempre se produce a costa del otro. Creen que hace falta una redisposición forzosa de las instituciones sociales para arreglar el problema.

Ahora, tengamos en cuenta que esta visión de la sociedad no es defendida necesariamente por un grupo u otro. Pensamos en mujeres activistas contra los hombres que creen que las mujeres solo pueden avanzar mediante acción política, pero la visión también pueden tenerla varones. El varón misógino podría creer que las mujeres son el problema clave del mundo y por tanto las estructuras tienen que reordenarse por la fuerza a favor de los hombres.

La visión de conflicto es también parte del programa ecologista. La idea de que los humanos no pueden progresar sin matar la naturaleza se sostiene hoy ampliamente. La gente ve la economía en desarrollo de China y su primer pensamiento no es el florecimiento humano, sino una catástrofe medioambiental. Pensad también en quienes aceptan como artículo de fe que los cambios en los patrones climáticos se deben a que los humanos vivimos demasiado bien.

Vemos también esto hoy en el área de la religión. Alguna gente se empecina en el idea de que una sociedad libre es incompatible con una multiplicidad de fes religiosas. Esta visión es especialmente popular entre fundamentalistas cristianos, que afirman que el Islam nunca se verá satisfecho hasta eliminar el cristianismo y que toda nueva mezquita es una amenaza moral para el cristianismo. Lo pueden imaginar que la gente pueda vivir en paz, tolerancia y comercio, dejando la religión a la conciencia personal.

Lo mismo pasa con la raza. Décadas después de Gobineau, en la década de 1930, se puso de moda intelectualmente creer que hacía falta una eugenesia estatal para sacrificar la población de sus elementos inferiores, de forma que pudieran prosperar los elementos superiores. Detrás de esto había un argumento complejo acerca de la evolución humana y la necesidad de una reproducción planificada. Esta visión se ampliamente compartida en la izquierda y la derecha, en círculos cultos y populares. ¿Por qué era necesaria la planificación estatal? Porque se creía que había una competencia genética que enfrentaba a todos los grupos raciales entre sí y solo un grupo podía ganar.

Así que la visión racista tomó del marxismo, cambiando el conflicto planteado del capital y el trabajo a las razas. Lo que no entendieron, o entendieron pero detestaban, era la capacidad de las instituciones voluntarias para armonizar intereses raciales. Estados Unidos demostró que esto era verdad. Después de la espantosa Guerra de Secesión llegó la bendita abolición de la esclavitud y luego el fin de las leyes que determinaban la segregación racial. Vimos cómo el mercado libre podía producir relaciones comerciales cooperativas entre toda la gente. (Por supuesto, las leyes que obstaculizaban la libertad de asociación y contrato en nombre del antirracismo retrasaron la cooperación social).

Lo que ha demostrado la libertad es que las diferencias entre las personas no tienen que llevar a conflictos intratables. Cada vez es posible más cooperación social y esta resulta fructífera en la medida en que se conceda a la gente la libertad de asociarse, comerciar, hacer contratos y trabajar junta en beneficio mutuo.

Sin embargo, tristemente, entre mucha gente en este país, sigue existiendo la impresión de que hace falta un cambio institucional, incluso una revolución, ordenada por el estado para acabar con conflictos intratables. Creen que la misma esencia de la estructura social captura este conflicto racial. Algunos negros tienen esta opinión, algunos blancos tienen esta opinión, algunos latinos tienen esta opinión: la ideología del racismo no evita a ningún grupo.

Así que no debería ser ninguna sorpresa que la ideas de Mises hayan encendido a los racistas blancos que insisten en que al hablar de mercados y libertad, estamos eludiendo el tema real, que es quién va a mandar. Y está la visión de que la prosperidad no se relaciona con la cuestión de la libertad, sino con la pureza de la carga genética. Esas visiones no se limitan a los blancos: también los activistas negros hablan como si lo único que importara fuera conseguir preferencias legales para su grupo. En todo caso, el programa es todo con respecto a quién tiene el poder sobre quién, en lugar de con acabar con la capacidad de cualquier grupo de tener poder sobre cualquier otro grupo.

El estado no es un observador neutral. Aprobará legislación medioambiental. Regulará relaciones entre razas y sexos. Perjudicará a esta religión para favorecer a esa otra. En cada caso, la intervención solo exacerba los conflictos, lo que a su vez crea la impresión de que realmente hay un conflicto intratable en marcha. Por ejemplo, si el estado grava a un grupo para dar a otro, alimenta el conflicto y da la impresión de que la legislación es la ruta a la liberación.

¿Pero quién es el verdadero ganador en este juego? El estado y solo el estado. Pretendiendo ser el gran árbitro social, acumula más poder en sí mismo y deja a los demás con menos libertad para resolver sus propios problemas. Y aquí está el problema real con el racismo y cualquier ismo que no entiende la capacidad de la sociedad libre para resolver sus propios problemas mediante el intercambio y el beneficio mutuo.

Así podemos ver que el racismo no es un problema único en la sociedad, sino parte de una mala concepción mayor acerca de la base de la cooperación social.

Por supuesto, es esencial mantener la vieja visión liberal incluso en medio de todos los conflictos que lleguen, tanto en retórica como en política. Siempre y en todo lugar, el único asunto político serio es qué debería hacer el estado y qué no. Todo el resto distrae.


Publicado originalmente el 27 de febrero de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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