Ganas de paz

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A Will To Peace[Este artículo es un extracto del libro de John Denson A Century of War: Lincoln, Wilson and Roosevelt]

La Tregua de Navidad, que se produjo principalmente entre los soldados británicos y alemanes a lo largo del frente occidental en diciembre de 1914, es un acontecimiento que no incluyen las historias oficiales de la “gran Guerra” y que los historiadores orwellianos esconden al público. Stanley Weintraub ha roto esta barrera de silencio y escrito un relato conmovedor de este importante acontecimiento recopilando cartas enviadas a casa desde el frente, así como diarios de los soldados implicados. Su libro se titula Silent Night: The Story of the World War I Christmas Truce. El libro contiene muchas imágenes de los acontecimientos reales mostrando a las fuerzas opuestas mezclándose y celebrando juntas esas primeras navidades de la guerra. Esta historia notable empieza a desarrollarse, según Weintraub, en la mañana del 19 de diciembre de 1914:

El teniente Geoffrey Heinekey, nuevo en el 2º de Fusileros de la Reina de Westminister, escribía a su madre: “Ha ocurrido algo de lo más extraordinario. (…) Algunos alemanes salieron y levantaron sus brazos y empezaron a recoger a algunos de sus heridos e inmediatamente nosotros salimos de nuestras trincheras y empezamos a llevarnos también a nuestros heridos. Los alemanes luego nos hicieron señas y muchos de nosotros fuimos y hablamos con ellos y nos ayudaron a enterrar a nuestros muertos. Esto duró toda la mañana y hablé con varios de ellos y debo decir que parecían hombres extraordinariamente buenos. (…) Parecía demasiado paradójico como para expresarlo con palabras. La noche anterior habíamos tenido una batalla terrible y a la mañana siguiente, nosotros estábamos fumando sus cigarrillos y ellos fumando los nuestros”.

Weintraub reporta que franceses y belgas reaccionaron de forma distinta a la guerra y con más entusiasmo que los británicos al principio. La guerra estaba teniendo lugar en su territorio y “Los franceses habían vivido en una atmósfera de revancha desde 1870, cuando Alsacia y Lorena fueron conquistadas por los prusianos” en una guerra declarada por los franceses. Los soldados británicos y alemanes, sin embargo, veían poco sentido a la guerra respecto de sí mismos y, después de todo, el rey británico y el káiser alemán eran ambos nietos de la reina Victoria. ¿Por qué debían estar en guerra u odiarse alemanes y británicos porque una pareja real de Austria fuera asesinada mientras estaban en Bosnia? Sin embargo, desde agosto, cuando empezó la guerra, cientos de miles de soldados habían muerto o estaban heridos o desaparecidos en diciembre de 1914.

Se estima que más de ocho mil jóvenes alemanes habían ido a Inglaterra antes de la guerra para emplearse en trabajos como camareros, cocineros y taxistas y muchos hablaban muy bien inglés. Parece que los alemanes fueron los instigadores de este movimiento hacia una tregua. Se habían producido tantos intercambios a través de las líneas en el momento en que se aproximaba Nochebuena que el general de brigada G.T. Forrestier-Walker publicó una orden prohibiendo la confraternización.

Pues desanima la iniciativa en los comandantes y destruye el espíritu ofensivo entre las filas. (…) La interacción amistosa con el enemigo, los armisticios no oficiales y el intercambio de tabaco y otras comodidades, por muy tentadores y ocasionalmente divertidos que puedan ser, están absolutamente prohibidos.

Se emitieron órdenes estrictas posteriores indicando que cualquier confraternización supondría ir al tribunal militar. La mayoría de los soldados alemanes veteranos habían sido enviados al frente ruso, mientras que los alemanes jóvenes y poco entrenados, que fueron reclutados en primer lugar y se apresuraron a presentarse voluntarios, fueron enviados al frente occidental al principio de la guerra. Igualmente, en Inglaterra los jóvenes se apresuraron a unirse a la guerra por la gloria personal que pensaban que podían alcanzar y muchos temían que la guerra pudiera terminar antes de que llegaran al frente. No tenían idea de que esta guerra se convertiría en una guerra de desgaste y de levas o que establecería la tendencia para todo el siglo XX, el más sangriento de la historia, que iba a ser conocido como el siglo del estado de guerra y bienestar.

Al caer la noche en Nochebuena, los soldados británicos advirtieron  que los alemanes ponían pequeños árboles de navidad con velas en lo alto de sus trincheras y muchos empezaban a gritar en inglés “No dispararemos si no disparáis”. Se detuvieron los disparos en los muchos kilómetros de trincheras y los británicos empezaron a darse cuenta de que los alemanes estaban saliendo de las trincheras hacia los británicos, que respondieron saliendo a encontrarse con ellos. Se mezclaron en tierra de nadie y pronto empezaron a intercambiar chocolate por cigarrillos y varias noticias de periódicos sobre la guerra, que contenían la propaganda de sus países respectivos. Muchos de los oficiales de ambos bandos trataron de impedir que se produjera el evento, pero los soldados ignoraron el riesgo de un tribunal militar o de ser disparados.

Algunos de los encuentros recogidos en los diarios fueron entre anglosajones y sajones alemanes y los alemanes bromeaban sobre que deberían unirse y luchar contra los prusianos. La enorme cantidad de confraternización, o tal vez solo el espíritu de la Navidad, hizo que los oficiales no tomaran medidas y muchos empezaron a acudir a la tierra de nadie y a intercambiar felicitaciones navideñas con los oficiales enemigos. Cada bando ayudó a enterrar a sus muertos y a retirar a los heridos, de forma que en la mañana de navidad había una gran área abierta tan amplia como dos campos de fútbol separando las trincheras enemigas. Los soldados salieron de nuevo en la mañana de navidad y empezaron a cantar villancicos, especialmente “Noche de paz”. Recitaron juntos el Salmo 23 y jugaron al fútbol. Se volvieron a intercambiar regalos de navidad y se prepararon comidas a la vista de todos, servidas por las fuerzas enemigas. Weintraub cita la observación de un soldado del acontecimiento: “Nunca (…) fui tan profundamente consciente de la locura de la guerra”.

La primera historia oficial británica de la guerra se publicó en 1926 e indicaba que la Tregua de Navidad fue algo muy insignificante, afectando a solo unas pocas personas. Sin embargo Weintraub dice:

Durante un debate de la Cámara de los Comunes  el 31 de marzo de 1930, Sir H. Kingsley Wood, un ministro del Gabinete durante la siguiente guerra y mayor “En las trincheras del frente” en las navidades de 1914, recordaba que “tomé parte en lo que fue muy conocido en ese momento como una tregua. Salimos delante de las trincheras y estrechamos las manos con muchos de nuestros enemigos alemanes. Una gran cantidad de gente piensa [ahora] que hicimos algo degradante”. Rechazando suponer eso, continuaba: “El hecho es que lo hicimos y por tanto llego a la conclusión que he sostenido con firmeza desde entonces, de que si nos hubieran dejado elegir, nunca se hubiera realizado ningún disparo más. La tregua duró una quincena. Estábamos en los términos más amistosos y solo el hecho de que estuviéramos controlados por otros lo que hizo necesario que empezáramos a dispararnos de nuevo”. Culpó de la reanudación de la guerra al “látigo del sistema político, que era malo y yo y otros que estuvimos allí entonces decidimos allí y entonces no descansar nunca. (…) Hasta que hubiéramos visto si podíamos cambiarlo”. Pero no pudieron.

Desde la Revolución Francesa, una de las principales ideas del siglo XIX y que se convirtió en dominante al inicio del siglo XX fue el nacionalismo con una democracia sin restricciones. Por el contrario, las ideas que llevaron a la Revolución Americana fueron las de una federación de estados soberanos aunados bajo la Constitución con poderes severamente limitados e independientes del gobierno nacional o central para proteger la libertad individual. La democracia nacional estaba restringida por la Declaración de Derechos. Estas ideas entraron en conflicto directo con el inicio de la Guerra de Secesión, de la cual emergió victorioso el nacionalismo. Una idea esencial del nacionalismo era que el individuo tenía una obligación de autosacrificio por “el mayor bien” de su nación y que la acción más noble que podía realizar una persona era dar su vida por su país durante una guerra, lo que, a su vez, le daría fama inmortal.

Dos soldados, uno británico y otro alemán experimentaron los horrores de la guerra de trincheras en la Gran Guerra y ambos escribieron relatos conmovedores que desafiaban la idea de la gloria del sacrificio del individuo a la nación en una guerra innecesaria o injusta. El soldado británico, Wilfred Owen, escribió un famoso poema antes de morir en las trincheras siete días antes de que se firmara el armisticio el 11 de noviembre de 1918. Cuenta el horror de la guerra con gases, que mató a muchos en las trincheras y acaba con las siguientes líneas:

Si en algún sofocante sueño tú también puedes caminar
Tras la carreta en la que lo pusimos,
Y mirar sus blancos ojos moviéndose
En su desmayada cara, como un endemoniado.
Si pudieses escuchar a cada traqueteo
El gorgoteo de la sangre saliendo de sus destrozados pulmones,
Repugnante como el cáncer, nauseabundo como el vómito
De horrorosas, incurables llagas en lenguas inocentes,
Amigo mío, no volverías a decir con ese alto idealismo
A los ardientes jóvenes sedientos de gloria
La vieja mentira: “Dulce et decorum est pro patria mori”.[1]

El soldado alemán era Erich M. Remarque, que escribió una de las mejoras novelas antibelicistas de todos los tiempos, titulada Sin novedad en el frente, que se convirtió posteriormente en una película estadounidense que ganó el óscar de 1930 a la mejor película. También atacaba la idea de la nobleza de morir por tu país en una guerra innecesaria y describe el sufrimiento en las trincheras:

Vemos a hombres que viven con sus cráneos abiertos; Vemos a soldados correr con sus dos pies cortados; Se arrastraran sobre sus muñones astillados hacia el próximo agujero de obús; Un soldado de primera se gatea una milla y media sobre sus manos arrastrando tras él su rodilla machacada; Otro va a la enfermería y sobre sus manos enlazadas lleva sus intestinos; vemos hombres sin bocas, sin mandíbulas, sin caras; Encontramos a un hombre que ha mantenido la arteria de su brazo en sus dientes durante dos horas para no desangrarse.

El poema de Thomas Hardy “El hombre al que mató” se publicó en 1902 y se inspiró en la Guerra de los Boers, pero captura el espíritu de la Tregua de Navidad de 1914:

Si él y yo nos hubiéramos conocido

En alguna antigua taberna

Nos habríamos sentado a tomar

Unas cuantas pintas

Pero alistados en la infantería

Y mirándonos cara a cara,

Le disparé y él a mí,

Y le maté allí mismo.

Le maté porque…

Porque era mi enemigo,

Solo eso: era mi enemigo, por supuesto;

Está bastante claro, pero

Pensaba tal vez que se alistaba

Sin prepararse porque (como yo)

Estaba sin empleo (había vendido sus trampas)

Sin ninguna otra razón.

¡Sí, la guerra es singular y curiosa!

Disparas a otra persona

A la que tratarías en cualquier bar,

O a la que ayudarías con media corona.

El último capítulo del libro de Weintraub se titula “¿Y si…?” Es historia contrafactual de primer orden e incluye lo que cree que habría sido el resto del siglo XX si los soldados hubieran podido hacer que la Tregua de Navidad de 1914 hubiera detenido la guerra ene se momento. Como muchos otros historiadores, cree que con un final temprano de la guerra en diciembre de 1914, probablemente no habría habido Revolución Rusa, ni comunismo, ni Lenin, Ni Stalin. Además, no habría habido una paz despiadada impuesta a Alemania por el Tratado de Versalles, ni, por tanto, Hitler, ni nazismo y ni Segunda Guerra Mundial. Con la tregua temprana no habría habido entrada de Estados Unidos en la Guerra Europea y Estados Unidos podría haber tenido una posibilidad de seguir siendo, o volver a ser, una república en lugar de dirigirse a la Segunda Guerra Mundial, la Guerra “fría” (Corea y Vietnam) y nuestra situación actual de matón mundial.

Weintraub dice que:

Franklin D. Roosevelt, solo un oscuro subsecretario de marina (de una flota que no iba militarmente a ninguna parte) habría vuelto a la aburrida abogacía y nunca habría sido el candidato vicepresidencial perdedor pero atractivo de 1920, un papel ganado por su visibilidad en la guerra. Wilson, que no se habría presentado a la reelección en 1916 con un programa de mantener a Estados Unidos fuera de la guerra, habría perdido (solo gano por un estrecho margen) a un poderoso nuevo presidente republicano, Charles Evans Hughes.

También sugiere otro resultado de la paz temprana:

Alemania, en paz en lugar de en guerra, se habría convertido en la nación dominante en Europa, posiblemente en el mundo, competencia de unos Estados Unidos que se despertaban más lentamente y de un Japón cada vez más ambicioso y agresivo. No se habría creado ninguna Sociedad de Naciones wilsoniana. (…) Aun así podría haberse desarrollado una comunidad europea relativamente benigna y encabezada por Alemania décadas antes de la genuina Comunidad Europea y bajo líderes no destruidos en la guerra o posteriormente.

Muchos líderes del Imperio Británico veían a la Alemania nacionalista (desde 1870-1871) como una amenaza para su comercio mundial, especialmente la nueva armada alemana. La idea de que la economía desempeñó un papel importante en traer la guerra fue confirmada por el presidente Woodrow Wilson después de dicha guerra en el que daba su valoración de su causa real. Estaba haciendo campaña en St. Louis, Missouri, en septiembre de 1919, tratando de hacer que el Senado aprobara el Tratado de Versalles y dijo:

Bueno, conciudadanos, ¿hay aquí algún hombre o alguna mujer, o dejadme decir, algún niño que no sepa que la semilla de la guerra en el mundo moderno es la rivalidad industrial y comercial? (…) Esta guerra, en su concepción, fue una guerra comercial e industrial. No fue una guerra política.[2]

Weintraub alude a una obra de teatro de William Douglas Home titulada A Christmas Truce, en la que los personajes que representan a soldados británicos y alemanes acaban de terminar un partido de fútbol en tierra de nadie el día de navidad e inician una conversación que bien podría representar los sentimientos de los soldados ese día. El teniente alemán reconoce la imposibilidad de que la guerra acabe como acaba de hacerlo el partido de fútbol, sin malas consecuencias:

“Porque el káiser y los generales y políticos en mi país nos ordenan pelear”

“Lo mismo hacen los nuestros”, coincide  Andrew Wilson (el soldado británico).

“¿Qué podemos hacer entonces?”

“La respuesta es ‘nada’. Pero si hacemos algo (…) como lo que estamos haciendo ahora y seguimos haciéndolo, no podrán hacer otra cosa que enviarnos a casa”.

“O fusilarnos”.

La Gran Guerra mató a más de diez millones de soldados y Weintraub dice: “Tras el armisticio final llegó una paz impuesta en 1919 que creó nuevas inestabilidades que llevaron a otra guerra”. Esta guerra siguiente mató a más de cincuenta millones de personas, de las que más de la mitad eran civiles. Weintraub escribe:

 Para muchos, el fin de la guerra y el fracaso de la paz validarían el alto el fuego de la navidad como el único episodio sensato del apocalipsis. Este contradijo los lemas belicosos y sugirió que los hombres luchando y a menudo muriendo fueron, como es habitual, representantes de gobiernos y asuntos que tenían poco que ver con sus vidas cotidianas. Una vela luce en la oscuridad de Flandes, la tregua destelló brevemente y sobrevive solo en recuerdos, cartas, canciones, obras de teatro e historia.

Weintraub concluye su notable libro con lo siguiente:

Una celebración del espíritu humano, la Tregua de Navidad sigue siendo una manifestación conmovedora del absurdo de la guerra. Un poeta escocés muy menor de la época de la Gran Guerra puede que tuviera razón en su “Un villancico desde Flandes”, que terminaba:

Quienes lean esta rima verdadera desde Flandes, arrodillaos y decid:

Que Dios acelere el tiempo para que todos los días

Sean un día de Navidad.


Publicado originalmente el 25 de diciembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] La traducción está tomada de aquí (N. del T.). La frase en latín puede traducirse aproximadamente por “Es dulce y honorable morir por la patria”, un verso del poeta romano Horacio utilizado para estimular el celo patriótico en las antiguas guerras romanas.

[2] The Papers of Woodrow Wilson, Arthur S. Link, ed. (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1990), vol. 63, pp. 45-46.

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