La pregunta de los FMMM de Krugman

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Déjeme que se lo busque en Google, Paul

Por Mark Thornton

Paul Krugman atacaba a Ron Paul, Paul Ryan y el “dinero honrado” y también disparaba contra los economistas austriacos recientemente en su blog. Llamaba al dinero honrado un “silbato de perro de Ron Paul” y luego continuaba preguntando a los economistas austriacos sobre su postura sobre los fondos mutuos del mercado monetario (FMMM). No parecía esperar una respuesta seria.

¿Cómo proponen los austriacos tratar los fondos del mercado monetario? Quiero decir, siempre ha sido una peculiaridad de esa escuela de pensamiento que alaba los mercados y se opone a la intervención pública, pero al mismo tiempo reclama que el gobierno actúe para impedir que el mercado libre proporcione cierto tipo de servicios financieros. Tal y como yo lo entiendo, el truco intelectual está aquí en convencerse de que la banca de reserva fraccionaria, en la que los bancos no mantienen un 100% de los depósitos en sus arcas, es en cierto modo una creación artificial del gobierno. Esto es históricamente erróneo, pero tal vez la historia de la banca sea lo suficientemente profunda en el pasado para que ese error se olvide.

Pero consideremos una innovación más reciente: los fondos del mercado monetario. Esos fondos solo son un tipo particular de fondo mutuo e indudablemente los austriacos no quieren prohibir la intermediación financiera (¿o sí?). Aun así, las participaciones en un FMM son muy claramente una forma de dinero (puedes incluso emitir cheques sobre ellos) creado de la nada por instituciones financieras, con muy pocos billetes verdes tras ellos.

¿Son entonces legítimos esos fondos?

En la visión austriaca, los FMMM no son técnicamente dinero y por tanto los dueños de depósitos no tienen reservas totales, sino que más bien invierten esos depósitos en papel comercial a corto plazo. Los FMMM pueden perder valor y los dueños pueden recuperar menos de lo que depositaron sin que el dueño del depósito vaya a la quiebra. Técnicamente no son redimibles instantáneamente y no son un medio final de pago.

Según Joseph Salerno,

Aunque las cuentas compartidas FMMM a primera vista parezcan CDMM [cuentas de depósito del mercado monetario] son claramente excluibles de la OMR [oferta monetaria real], porque ni son redimibles instantáneamente, por demandas de valor en efectivo, ni medios finales de pago en intercambios. Esto requiere una breve explicación de la naturaleza de los FMMM.

Cada participación del FMMM representa un derecho de una parte a prorrata de una cartera de inversión gestionada que contiene activos financieros a corto plazo, como papel comercial de calidad, certificados de depósito y letras del Tesoro de EEUU. Aunque el valor de una participación esté fijado nominalmente, normalmente en un dólar, el número total de participaciones propiedad de un inversor (dejando aparte los dividendos reinvertidos) fluctúa de acuerdo con las condiciones del mercado que afecten al valor general de la cartera del fondo. Bajo circunstancias extremas, como un aumento estratosférico de los tipos de interés a corto plazo o la quiebra de una gran empresa en cuyo papel el fondo haya invertido mucho, los inversores del fondo pueden sufrir una pérdida de capital en forma de una reducción real de número de participaciones de valor fijo que posean. Por tanto, al contrario que un cheque sobre un depósito a la vista o un CDMM, una retirada de dinero de un FMMM no representa sencillamente una transferencia directa de derechos actuales a moneda, sino una orden dual al gestor del fondo de que venda una porción específica de las existencias de activos del participante y luego transfiera los resultados monetarios a un tercero nombrado en el cheque. Advirtamos que el proceso de pago no se completa hasta que el pagado recibe dinero, normalmente en forma de crédito en su depósito a la vista.  (Austrian Economics Newsletter 6, no. 4).

No, Paul, no queremos prohibir los FMMM.

Esta cita de Joseph Salerno estaba en lo primero que aparecía en una búsqueda de Google de “Austrian economics money market mutual fund”.

 

Primero te ignoran…

Por Peter Klein

Paul Krugman escribe un artículo típicamente idiota sobre la postura de la Escuela Austriaca a la hora de definir la oferta monetaria. Como es habitual, su propósito no es informar o analizar, sino ridiculizar a quien esté en desacuerdo con Paul. Unas pocas reacciones:

  • La pregunta sustancial de si los austriacos consideran que los fondos mutuos del mercado monetario como parte de la oferta monetaria se responde fácilmente con una investigación de 30 segundos, lo que aparentemente es más de lo que podría hacer Paul. ¡Paul, usa Google!
  • Krugman frecuentemente se burla de ideas que no entiende, así que su tono y estilo aquí apenas sorprenden. Pero es interesante que encuentre las opiniones de Ron Paul sobre “moneda fuerte” lo suficientemente influyentes como para mencionarlas.
  • Krugman parece creer que el establishment republicano y Paul Ryan en particular, son esclavos de la Escuela Austriaca, lo que sería una noticia para todos en el establishment republicano y la Escuela Austriaca. En su defensa, creo que Krugman solo distingue entre Krugman y no-Krugman, así que no puede entender bien que pueda haber alguna diversidad entre sus críticos.
  • Krugman reconoce vagamente que los austriacos tienen algunas objeciones a la banca de reserva fraccionaria en relación con la intervención pública y se burla de que “esto es históricamente incorrecto, pero tal vez la historia de la banca sea lo suficientemente profunda en el pasado para que ese error se olvide”. También parece pensar que los austriacos querrían prohibir el uso de fondos mutuos del mercado monetario. Por supuesto, Krugman nunca ha leído nada escrito por un economista austriaco y no ofrece citas, así que es difícil saber de dónde saca esas ideas. Hasta donde yo sé, ningún austriaco ha pedido que se prohíban los FMMM. Sobre la banca de reserva fraccionaria, la opinión entre los investigadores austriacos va de los que piensan que la banca de reserva fraccionaria es de por sí impracticable e ilegítima y no podría sobrevivir sin intervención pública (la mayoría de los rothbardianos) a quienes piensan que la banca privada de reserva fraccionaria es legítima y practicable, pero que el sistema actual de garantía pública de depósitos, la moneda fiduciaria como dinero base, la Fed como prestamista de último recurso, etc., es impracticable e ilegítima (Larry White, George Selgin). No hace falta decir que los investigadores austriacos han escrito miles de páginas sobre estos asuntos, incluyendo estudios detallados de la historia de la banca. Krugman aparentemente piensa que los austriacos son sencillamente periodistas o propagandista, como en lo que él se ha convertido.

 

Una pregunta para Krugman, de un profesor austriaco “renegado”

Por Joseph Salerno

El inmaduro artículo[1] de Paul Krugman preguntando a los austriacos sobre su visión de los FMMM (como si nunca se hubiera pensado o escrito sobre el tema) ha sido acribillado por los austriacos. Pero tengo una pregunta para Krugman: ¿Por qué Paul estarías interesado en lo más mínimo acerca de lo que piensan los austriacos sobre algo?

Para entender la importancia de esta pregunta y las implicaciones cruciales de la respuesta de Krugman, tenemos que remontarnos a la tipología de los economistas de Krugman. Esta pregunta es importante porque, de acuerdo con la opinión de Krugman en su libro Vendiendo prosperidad (1994), “hay dos tipos distintos de economistas (…) profesores y emprendedores políticos” y son “especies radicalmente distintas”.

Los “profesores” sin economistas académicos. Como “las avestruces y los pingüinos”, los profesores son “ligeramente ridículos”. Escriben trabajos que están llenos densamente de matemáticas y jerga indescifrable y “la mayoría de estos trabajos no merecen la pena ser leídos”. De hecho no se escriben para ser leídos ampliamente, sino solo para impresionar a los colegas del autor con su inteligencia. Las ideas incluidas en estos trabajos no son explicaciones originales o definitivas de cómo funciona realmente la economía, sino más bien “ingeniosas elaboraciones sin innovación fundamental: “vino viejo en botellas nuevas, normalmente con etiquetas financieras de moda”.

Todo esto lo reconoce abiertamente Krugman.

Ah, pero si uno pudiera remontarse lo suficiente y ver los registros desde lejos, vería que los profesores se han dedicado a una “empresa que aumenta constantemente nuestro conocimiento”. La verdad es que la economía es una “ciencia primitiva”, equivalente a la ciencia médica de finales del siglo XIX, cuando los médicos sabían básicamente cómo funcionaba el cuerpo y poco más. Es verdad que estos científicos médicos primitivos eran capaces de aconsejar cómo prevenir algunas enfermedades y qué procesos de matasanos y medicinas evitar, pero no podían curar muchas enfermedades. Lo mismo pasa hoy con los profesores de economía que saben mucho acerca de cómo funciona la economía. Podemos incluso aconsejar definitivamente cómo evitar la hiperinflación y en la mayoría de los casos cómo evitar las depresiones. Pero hay mucho que sigue siendo un misterio para estos practicantes primitivos de la ciencia lúgubre. En particular, “no saben cómo hacer rico a un país pobre o recuperar la magia del crecimiento económico cuando parece haber desaparecido”.

Oh, sí, y una cosa más acerca de los miembros del profesorado: escriben principalmente para otros profesores y raramente aparecen en TV. Cuando se dirigen al público general raramente hacen pronunciamientos definitivos sobre temas políticos. Son más que otra cosa humildes ante su aguda consciencia de las limitaciones de conocimiento impuestas por el estado primitivo de su ciencia. (Por cierto que esto no recuerda al Krugman columnista de “Conscience of a Liberal” del New York Times tan amado por la izquierda demócrata, pero eso es un tema para otro día).

Los “emprendedores políticos”, según Krugman, son una raza completamente distinta. Escriben libros principalmente para el público y para aparecer en televisión. Tratan de influir en la opinión pública y la política económica. Aunque muchos son periodistas, expertos financieros y abogados, algunos tienen doctorados en economía y trabajos como profesores universitarios de economía, pero no en las instituciones académicas correctas. Por ejemplo, pueden habitar en “entornos heterodoxos, como la Escuela Kennedy de Harvard”. Pero la característica que distingue especialmente a un emprendedor político de un profesor es el lenguaje que habla y la audiencia a la que se dirige principalmente. Cuando se dirige al público, el primero habla sin ambages y ofrece “diagnósticos sin ambigüedad”, mientras que el segundo “no está seguro”. La mente del emprendedor político no se ve nublada por “teorías económicas existentes”, mientras que el profesor vacila entre las inhibiciones impuestas por estas teorías frente a expresar algo con certidumbre. Krugman señala a los teóricos del lado de la oferta Arthur Laffer y Robert Mundell en la derecha y a Lester Thurow, Robert Reich y John Kenneth Galbraith como ejemplos de “emprendedor político” académico. En un punto se refiere a la academia del lado de la oferta como “profesores renegados”.

Ahora bien, en el artículo de Krugman antes mencionado, está claro que considera a los economistas austriacos como nada menos que los ignorantes “emprendedores políticos”, orquestando la campaña de Ron Paul a favro de un dinero fuerte y un sistema bancario de libre mercado. Así que repito mi pregunta a Krugman de una manera ligeramente distinta: ¿Por qué un eminente “profesor” de la Ivy League y premio Nobel como usted se preocupa por la opinión de supuestos “profesores renegados” como los austriacos que rechazan desde su raíz la macroeconomía moderna y buscan agresivamente diseminar esta opinión entre el público, así como entre el resto de la profesión económica?

Aunque Krugman elija responder a esta pregunta (y espero que lo haga) está claro que las “teorías económicas existentes” que defendía tan vehementemente en la década de 1990 han fracasado estrepitosamente a la hora de impedir o explicar la crisis financiera. Como consecuencia, Krugman y el resto de los “profesores” macroeconómicos del establishment se han visto catapultados atrás en el tiempo para adoptar la cruda y desacreditada política ultrakeynesiana de inflar nuestro camino de vuelta a la prosperidad. En realidad los profesores austriacos renegados tenemos el único diagnóstico y cura correctos para el presente estancamiento económica, estoy seguro de eso.


Publicado originalmente el 8 de octubre de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] George Selgin a Paul Krugman: Soy un exaustriaco y creo en la banca de reserve fraccionaria, ¡de verdad! Bueno, no exactamente en sus palabras, pero esto era lo esencial del extraño e irrelevante comentario de George sobre el artículo de Krugman preguntando a los austriacos su postura sobre los fondos mutuos del mercado monetario. En su prisa por establecer su buena fe ortodoxa para Krugman, George sin embargo se ciega ante el hecho de que Krugman se ha visto obligado a reconocer y ocuparse de los argumentos austriacos precisamente de aquellos a quienes George denigra en su comentario como “la muchedumbre antireserva fraccionaria autocalificados como austriacos, liderados Murray Rothbard”. Pero fue debido a los prodigiosos esfuerzos de los rothbardianos, incluyendo especialmente a Ron Paul, por lo que hemos empezado a ver un cambio radical entre el público, los medios de comunicación del establishment e incluso algunos economistas académicos con respecto a la supuesta beneficencia de la Fed y la eficacia de las políticas macroeconómicas convencionales. Era este desafío el que preocupó a Krugman e inspiró su insípido artículo. No le importa nada el apoyo de George a la banca de reserva fraccionaria y no se inmutaría ni si supiera que George apoyara la Q1 y (tal vez) la Q2 y defendiera un obejtvo nominal de renta agregada para la política monetaria de la Fed, aunque a un nivel inferior de aquél en que se encuentran cómodas la mayoría de los macroeconomistas contemporáneos. Una cosa más: Tanto Rothbard como Krugman se hubieran reído a gusto juntos con la idea peculiar de George de que, en ausencia de un banco central y una garantía pública de depósitos, un sistema bancario de reserva fraccionaria sería estable y florecería en un mercado libre.

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