Cómo compra tu apoyo el gobierno

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How Government Buys Your Support[Extraído del número de enero-febrero de 2016  de The Austrian]

En Iraq y Afganistán, los cargos militares de EEUU entregaban habitualmente fajos de billetes a los residentes locales para comprar influencia y socavar la resistencia a la ocupación estadounidense. Esos pagos resultaban especialmente útiles después de que tropas de EEUU mataran inadvertidamente civiles inocentes u ovejas. Miles de millones de dólares fueron entregados a paletadas con poca o ninguna supervisión por parte del programa “Dinero como sistema de armamento” del Pentágono.

De la misma manera, los políticos hace mucho que confiaron en el dinero como sistema de armamento para comprar votos o socavar la resistencia a Washington. Presidentes y congresistas no están llevando a cabo una contrainsurgencia formal contra el pueblo estadounidense. Pero se dan cuenta de que hacer a los ciudadanos adictos a los regalos del gobierno es la forma más fácil de crear docilidad en la masa y reforzar su poder.

Los políticos están dividiendo a los estadounidenses en dos clases: los que trabajan para vivir y los que votan para vivir. Los programas federales de alimentos dan hoy de comer a más de 100 millones de estadounidenses. Desde 1983, el número de personas que reciben ayuda del gobierno federal superan el doble, pasando de 66 a 153 millones de personas. El número de personas que aprovechan programas de ayuda comprobando su falta de medios ha pasado de 42 a 109 millones. La dependencia se ha disparado durante una época de relativa prosperidad.

De la misma forma que Enrique VIII cimentó su poder distribuyendo monasterios expropiados a sus sostenedores a principios del 1500, los políticos contemporáneos refuerzan su poder regando con cientos de miles de millones de dólares a posibles votantes.

Como los reyes medievales que distribuían tierras a cualquier lacayo favorecido, los políticos actuales se sienten con derecho a redistribuir rentas a cualquier grupo que deseen. Actualmente no hay título de propiedad la mitad de sagrado que un decreto de un político que diga que algún grupo merezca más dinero. Pero cada nuevo programa de prestaciones aumenta el control político sobre los receptores y sobre la gente obligada a financiar las prestaciones.

Los desembolsos proporcionan aureolas fáciles para los políticos. Alguna gente ve los desembolsos como si no fueran nada más que buenas intenciones puestas de manifiesto. Pero toda intervención pública de ayuda traslada los incentivos sobre cómo viven millones de personas. La ayuda federal a los estudios aumentó las matrículas universitarias, lo que está ayudando a engendrar demandas de matrículas gratis pagados por el gobierno para todos los estudiantes. Medicaid y Medicare enturbiaron el sistema de atención sanitaria y provocaron una inflación perpetua que anima las reclamaciones de atención sanitaria nacionalizada. El Obamacare está engendrando millones de nuevo dependientes que verán a los políticos como salvadores en los próximos años.

Políticos y burócratas luchan por socavar las virtudes tradicionales estadounidenses y maximizar el número de personas cobrando prestaciones. El Departamento de Agricultura está financiando propaganda para reclutar para programas de vales de comida. Recientes reformas en la mayoría de los estados permiten a la gente conseguir vales de comida sencillamente haciendo una llamada telefónica y rellenando una solicitud en línea. Esto es mucho menos incómodo que ir a una entrevista de trabajo.

La administración Obama afirma que el aumento en la dependencia de los vales de comida está haciendo próspero a Estados Unidos, porque cada dólar dado en vales de comida supuestamente genera 1,84$ en actividad económica. Si eso fuera verdad, entonces el gobierno podría hacernos ricos a todos dando vales de comida a todos. En realidad, los desembolsos son simplemente multiplicadores políticos.

Los desembolsos de buena fe del gobierno son casi tan raros como las guerras de buena fe. El estado del bienestar se refuerza con una serie de trucos estadísticos pensados para hacer que los ciudadanos se encuentran peor de lo que están. El Departamento de Agricultura de EEUU realiza una encuesta de “seguridad alimentaria” anual cuyos resultados son ampliamente reportados (incluido Obama) como una expresión del número de estadounidenses hambrientos. Si alguien teme quedarse sin comida un solo día (pero no se queda), eso es un indicador de estar “inseguro alimentariamente” durante todo el año. Si alguien desea berza orgánica pero solo puede pagar berza convencional, eso es otro indicador de “inseguridad alimentaria”. Sin embargo las familias que reciben vales de comida es más de 50% de probable que sean “inseguras alimentariamente” que familias de renta baja similares sin vales de comida, según un análisis. Y la “inseguridad alimentaria” estaba mucho más extendida en 2013 (14,3% de todas las familias) que en 2007 (11,1%) aunque el número de receptores de vales de comida aumentó de 26 millones a 47 millones en el mismo periodo.

H.L. Mencken bromeaba diciendo que “toda elección es una especie de subasta por adelantado de bienes robados”. Cuanto más promete un político a ciertas personas, más derecho se da a apropiarse de los demás. El gobierno federal capturó más de 3 billones de dólares en impuestos el año pasado, en su mayor parte para financiar pagos y servicios a sus dependientes.

Cuanta más gente dependa de Washington, más difícil se hará controlar a los políticos. Para varios millones de votantes, el mayor peligro de Washington es que los políticos puedan recortar sus desembolsos. Cuanta más gente reciba ayuda pública, menos atención es probable que se preste a los abusos del gobierno.

Los desembolsos influyen en las elecciones tan eficazmente como entregar billetes de cien dólares delante de las urnas. Por desgracia, usar dólares de los contribuyentes para comprar reelecciones es perfectamente legal bajo las normas federales de financiación de campañas. Y mientras los dependientes del gobierno sean activos políticos, es absurdo esperar que los políticos tomen decisiones razonables o justas sobre quién consigue qué. Irónicamente, algunos de los políticos que quieren en la práctica hacer opcional el trabajo también quieren hacer obligatorio el voto.

Los políticos tienen una larga historia de empobrecer a la gente para perpetuar su poder. Plutarco observaba en los días de la agonía de la República de Roma: “El pueblo en ese momento estaba extremadamente corrompido por los regalos de quienes aspiraban a los cargos y la mayoría hacía un constante comercio de venta de sus voces”. Montesquieu advertía en 1748: “Es imposible tener una gran generosidad con el pueblo son una gran extorsión: y para lograr esto, debe subvertirse el estado. Cuanto mayores parecen los ciudadanos derivar las ventajas de su libertad [de voto], más cerca se aproximan al momento crítico de perderlas”.

Los políticos no pueden socavar la independencia personal sin subvertir el autogobierno. La víctima final de los desembolsos es la propia democracia. La reforma más importante de los derechos sería prohibir a los políticos comprar el voto de alguien con la nómina de otra persona.


Publicado originalmente el 17 de febrero de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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