Dimensiones positivas y normativas de la ciencia económica: el papel de los juicios de valor

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De acuerdo con la postura tradicional, es posible establecer una clasificación de las proposiciones en positivas y normativas. Las primeras se refieren a lo que es, era o será; las segundas, a lo que debe ser (77). Las proposiciones, afirmaciones o teorías positivas pueden ser sencillas o extremadamente complejas, pero versan básicamente sobre lo que es. De esta manera los desacuerdos sobre proposiciones positivas podrán propiamente solventarse a través del procedimiento de validación o contrastación que se estime adecuado. Por el contrario, las proposiciones normativas se basan en lo que debe ser y están, por tanto, expuestas a la “ideología” del investigador. Es decir, las proposiciones normativas dependen de los juicios de valor del investigador, de manera que los desacuerdos sobre las mismas no pueden solventarse dentro del campo estrictamente científico:(78)

Siguiendo a T.W. Hutchison, existen tres clases de juicios de valor:(79)

Primero, el juicio de valor implicado en la elección de los problemas a estudiar, o en la elección o adopción de los criterios o reglas de procedimiento mediante las cuales se han de estudiar los problemas.

Segundo, los juicios de valor y las formulaciones persuasivas de carácter ético o político, abiertamente expuestos o latentemente implícitos, referentes a las elecciones, objetivos o fines de las distintas políticas en el sentido más amplio.

Tercero, la parcialidad subjetiva en las explicaciones teóricas y empíricas y en sus posibles puntos de inserción y modos de funcionamiento en las varias fases del proceso científico, en el cual los juicios de valor éticos o políticos no tienen cabida legítima o lógica pero, sin embargo, influyen y dan forma a hipótesis, teorías, explicaciones y predicciones.

En cuanto al origen o motivaciones de los juicios de valor cabe distinguir, en primer lugar, los juicios de valor en torno a las selecciones y decisiones sobre la materia u objeto de investigación. Se trata de los “juicios de valor preliminares” que aparecen en todas las ciencias. En segundo lugar, los juicios de valor se manifiestan a través de la parcialidad de las hipótesis. Y en tercer lugar, los juicios de valor surgen como resultado de las ideologías, que pueden ser consideradas como explicaciones amplias y a gran escala del universo económico, social y político y que se ven inspiradas por juicios de valor sobre el mismo, a menudo defendidos apasionadamente(80).

El problema de los juicios de valor en economía puede sintetizarse siguiendo la polémica acaecida en los años 50 entre Friedman y Myrdal en torno a los mismos.

Para Friedman “la economía objetiva es en principio independiente de cualquier posición ética o cualesquiera juicios normativos. Su objeto es proporcionar un sistema de generalizaciones que puedan usarse para hacer predicciones correctas sobre las consecuencias de cualquier cambio de circunstancias, su función debe ser juzgada por la precisión, fin y conformidad con la experiencia de las predicciones realizadas (81).

Por el contrario Myrdal asigna un papel importante a los juicios de valor en los análisis sociales, abandonando incluso la creencia en lo posible y deseable que resulta la separación de proposiciones y juicios de valor. Así, frente a la postura de Robbins defendida en su Ensayo sobre la naturaleza y significación de la Ciencia Económica(82), según la cual la distinción entre elementos positivos y normativos es esencial, existiendo un abismo lógico entre ambos tipos de proposiciones y debiendo ser la economía totalmente neutral en cuanto a sus fines, Myrdal defiende que las valoraciones entran no sólo en el momento último o inicial de las decisiones relativas a grupos de fines dados, sino en todo momento, de manera que los valores están unidos a los medios, y las condiciones requeridas por la aceptación de los fines se hacen necesarias en todo momento (83).

H.G. Johnson (84), por su parte, ha manifestado que en economía la creencia de que el individuo puede ser completamente neutral se ha superado hace tiempo, y ha terminado nuestra ciencia por basarse en la mutua vigilancia de los miembros de la profesión y de los efectos demostrativos de las tendencias contrapuestas que luchan por llamar la atención. De manera que aunque la economía surgió desgajándose de las ciencias morales y tratando de hacer su contenido positivo, es decir, eliminando la contaminación normativa, esta aparente independencia respecto de los juicios de valor ha sido cuestionada no sólo por lo teóricos que siguen la posición de Myrdal ya vista, sino también por el anarquista metodológico P.K. Feyerabend para quien la ciencia, precisamente por ser una comunidad de expertos, no tiene opinión que merezca mayor crédito que la del pueblo en general a quien debe someterse la decisión incluso sobre qué investigación merece o no la pena. Esta posición, en todo caso, es extrema y rechazable y, en nuestra opinión, la sociedad tiene la importante responsabilidad de mantener la tradición científica tan wertfrei, es decir, tan apolítica e incomprometida, como sea posible, de manera que permita que la ciencia siempre se desarrolle con el objetivo inalienable de buscar la verdad.


(78)Richard G. Lipsey, Introducción a la Economía Positiva, Editorial Vicens Vives, 1973, pp. 4-5.
T.W. Hutchison, Economía Positiva y Objetivos de Política Económica, Editorial Vicens Vives, Barcelona, 1971, pp. 58 y ss.

(80)“Ideology is the totality of our doctrines concerning individual conduct and social relations. Both, world view and ideology, go beyond the limits imposed upon a purely neutral and academic study of things as they are. They are not only scientific theories, but also doctrines about the ought, i.e., about the ultimate ends which man should attain at in his earthly concerns.” Ludwig von Mises, Human Action, ob. cit., p. 178. Mises señala, igualmente, que es en el ámbito de la Historia donde más difícil se plantea el problema de evitar la indebida influencia de los juicios de valor sobre el investigador (pp. 48-49).

(81)Milton Friedman, “La Metodología de la Economía Positiva”, Revista de Economía Política, mayo-diciembre de 1958, p. 357.

(82)Lionel Robbins, An Essay on the Nature and Significance of Economic Science, ob. cit., pp. 24-28 y 147-151.

(83)Ver en este sentido la obra de P. Streeten “Programs and Prognoses”, Quarterly Journal of Economics, nº 68, agosto de 1954.

(84)H.G. Johnson, “Los Estilos Nacionales de Investigación Económica: Estados Unidos, Reino Unido y diversos países europeos”, en Economía y Sociedad, tomo I, Editorial Orbis, Madrid, 1985, p. 165.


Publicado originalmente en JHS (www.jesushuertadesoto.com).

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