Los banqueros privados suizos deberían ser un modelo para los banqueros del resto del mundo

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La posición de fortaleza de las acciones bancarias puede mostrar algún optimismo tras la victoria de las elecciones presidenciales de Donald Trump. Pero solo se afianzará un futuro sano para la banca de EEUU si ese sector se adecúa al propósito original que se supone que tiene la banca: la gestión de la riqueza. Así, la gran banca estadounidense de las próximas generaciones no sería del tipo calamitoso de Wells Fargo o Bank of America, ni siquiera como la licencia de la Electronic Money Institution de Facebook o la Mobile Wallet de Google. Los bancos más sólidos serían reconstrucciones de ese clásico de toda la vida: el banquero privado suizo. Esta filosofía de la banca de “regreso al futuro”, ya prevaleciente en algunos de los bancos de mejor rendimiento y menos conocidos de la pasada década en EEUU, es la que debe hacerse predominante para que ese sector pueda resistir.

Los analistas han atribuido el aumento del precio de las acciones bancarias a la promesa de relajación de las regulaciones financieras tras la crisis, incluyendo la ley Dodd-Frank de 2010 y el papeleo del Consumer Financial Protection Bureau, a un equipo de transición de Trump compuesto en parte por empresarios y economistas conservadores y a la promesa de Mr. Trump de un fuerte gasto en infraestructuras. Pero a la vista de la persistente omnipotencia de la Fed y de la estratosférica deuda nacional del país, estas medidas por sí solas no sostendrían un sector bancario robusto.

El foco por el contrario debería estar en el fomento de bancos locales, centrados en la comunidad pero nacionalmente ambiciosos, de los que se haya hablado poco entre las historias de rescates sin sentido, escándalos de cuentas falsas, políticas de tipos cero de interés y comercio informático. Extraordinariamente bien gestionados y a menudo de propiedad familiar, estos bancos obtuvieron beneficios a lo largo del periodo posterior a la crisis, resistiendo la pesadilla regulatoria, la ampliación de la misión de la Fed y el auge de las “fintech” de la “banca alternativa” y las tecnologías móviles. Lo hicieron ateniéndose a fundamentos fiscales sólidos y no infravalorando nunca la preferencia “psicológica” por parte del público hacia instituciones recias cuyos propietarios o gestores son miembros o descendientes de la propia familia fundadora del banco. Aunque PriceWaterhouseCoopers predijera lúgubremente que la banca tradicional no sobreviviría más allá de 2025, son precisamente bancos de gran éxito como el Beal Bank de Dallas o el centenario Bank of Fayette County de Tennessee los únicos que sobrevivirán a las próximas décadas y más allá.

¿Qué es un banquero privado suizo?

Para entender la banca real de la nueva generación, veamos el modelo de nuestros antepasados que mejor encarna los principios bancarios ultratradicionales: la leyenda nacional de Suiza, el banquier con responsabilidad ilimitada. Ningún banco estadounidense, incluidos los dos ejemplos antes mencionados, sigue este “severo” modelo suizo. Aun así, esa gente fiable y aristocrática que vive en Ginebra, Zúrich y Basilea y es experta del arte de la gestión de riqueza y la banca sin florituras (ni siquiera en línea) constituye el tipo de instituciones donde el dinero sigue significando oro y las maquinaciones de Ms. Yellen son una divertida curiosidad estadounidense, pero confortablemente distante.

Para empezar, un detalle de la definición. La expresión es “banquero privado suizo” y no “banco privado” o “banca privada”. Este primero se refiere a una institución muy concreta, definida por una ley suiza de 1934 y, como expresión (“banquero privado suizo”), es una marca registrada. Estos no son bancos del tipo del UBS o el Credit Suisse (que son, a todos los efectos y fines, bancos estadounidenses) ni tampoco sencillamente instrumentos menos conocidos para la evasión de impuestos y cubiertos de un atractivo secreto. Por el contrario, el término se refiere a unas pocas “casas” privilegiadas estrictamente definidas, a menudo con siglos de historia y casi siempre todavía de propiedad familiar, que, por ley, deben aceptar una responsabilidad personal inaudita (en estas tierras) entre sus socios y altos requisitos de reserva, entre otras cosas. De hecho, solo en los últimos tres años, el número de estos bancos ha disminuido de doce a seis, ya que las presiones de la crisis económica global obligaron a varios de ellos a convertirse en sociedades de responsabilidad limitada.

Son una clase por sí misma, equivalente a una responsabilidad ilimitada. Los que quedan son: Baumann et Cie.; Bordier et Cie.; E. Gutzwiller et Cie; Mouge d’Algue et Cie; Rahn & Bodner y Reichmuth & Co. Son “banqueros privados” porque están: (1) organizados exclusivamente en la forma legal de una sociedad o sociedad limitada; (2) dirigidos por socios que son normalmente descendientes o familiares de los fundadores de los bancos; (3) invierten su propio capital en sus bancos y mantienen altos coeficientes de reserva en efectivo; (4) definidos por un estatus especial de banquero privado que depende de la presencia dentro de la dirección de uno o varios socios con responsabilidad ilimitada para obligaciones de inversión. Esta última es su diferencia más característica. Otros bancos suizos ofrecen servicios de gestión de riqueza, pero su responsabilidad máxima se limita al capital social. Con los banqueros privados, la responsabilidad no se limita únicamente al capital social de la empresa, sino que los socios son también responsables con sus activos privados.

Así que en su primera obligación es para con sus clientes, sus propias familias y sus propias responsabilidades asumidas (una idea pintoresca en estos tiempos, verdaderamente). Se dirigen con una estructura plana de gestión; las cadenas de toma de decisiones son cortas; no desarrollan sus propios productos y por tanto no están sujetos a ningún conflicto de intereses en el asesoramiento inversor. Las inversiones deben ser comercializables y líquidas en todo momento; los banqueros no pueden actuar como intermediarios y no son bancos en línea. No se les permite vender sus propios instrumentos, tienden a no invertir en activos inmobiliarios globales y, como se ha mencionado antes, tienen normas estrictas sobre sus reservas.

Una preferencia por diferentes tipos de inversiones

Además, estos bancos comparten una preferencia esencial por la inversión en activos reales. En general, tienden a seguir la filosofía de inversión del tradicional “estilo suizo de riqueza” centrándose principalmente en el oro y los sectores basados en materias primas, la inversión en arte y la propiedad de terrenos. El efectivo sigue siendo el rey en Suiza; la deuda se considera como tal y no como una forma de riqueza; los derivados y la especulación de tipo casino están mal vistos. La mayoría de estos bancos no ofrecen préstamos o hipotecas comerciales y las inversiones casi siempre se eligen a partir de registros históricos de rentabilidad.

Como le gusta señalar a la Asociación de Banqueros Privados Suizos de Ginebra, en el pasado se confiaba tanto en el banquero privado suizo que muchos llegaron a convertirse en asesores de ministros y reyes y algunos llegaron a ser ministros ellos mismos. Albert Gallatin se convirtió en secretario del Tesoro de EEUU después de negociar la compra de Luisiana en el siglo XVIII; George Prevost se convirtió en gobernador general de Canadá; Pierre Telluson se convirtió en director del Banco de Inglaterra y Jaques Necker, en ministro de finanzas bajo Luis XVI en Francia. Todavía están más orgullosos por el hecho de que la categoría de socio pasar de generación a generación tratando de proteger la permanencia del negocio.

En EEUU, hay tres motores del cambio del sector (tecnología, clientes y regulación) que han amenazado con destruir el modelo bancario tradicional. Han aparecido proveedores alternativos en casi todos los aspectos del sector (salvo los depósitos garantizados, que siguen siendo dominio exclusivo de los bancos con licencia) y la rápida expansión de la banca móvil, unida a la introducción de mejores infraestructuras inalámbricas y de banda ancha, están amenazando al modelo basado en sucursales. Incluso entre los bancos físicos, el auge de las cadenas bancarias amables pero impersonales, cómodas pero ligeramente poco serias ha convertido la “banca” en poco más que en acudir a gloriosos cajeros automáticos.

Sin embargo, los bancos tradicionales del viejo mundo mantienen y ganarán cada vez más ventaja en ese entorno. La reputación sigue siendo todo. Experiencia, confianza e imagen, todo importa. Los proveedores de banca alternativa siguen teniendo que pelear con la falta de confianza en su seguridad. El cambio de una distribución física y tangible a canales basados en la tecnología sigue teniendo que preocuparse por crear una fiabilidad de marca, por no mencionar el reconocimiento de la integridad, la seguridad y la calidad del servicio (no solo la amabilidad de los cajeros) hacia el cliente. Por citar de nuevo a PWC: “Mientras que las marcas [de los bancos] se han visto tradicionalmente como una parte relativamente limitada de su valor, en el futuro pueden convertirse en esenciales”.

Introduzcamos el modelo del banquero privado suizo como inspiración para esa tendencia tan bienvenida. El sector bancario de EEUU podría usar una fuerte dosis de esta buena y antigua medicina suiza.


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