Después de Obama, ¿un nuevo amanecer o más de lo mismo?

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Man looking which direction[Extraído de The Austrian (Enero  – Febrero 2017)]

Hace casi cuatro décadas, los expertos políticos se vieron sorprendidos cuando los votantes abandonaron al presidente Jimmy Carter y votaron por Ronald Reagan, que prometía traer un cambio esencial a Washington y al establishment político que moraba en él. En ese momento el desempleo estado aumentando rápidamente y la inflación se encontraba en dobles dígitos y Reagan había prometido ocuparse de los fracasos económicos rebajando los tipos del impuesto de la renta, recortando el gasto público y reduciendo la carga regulatoria.

Como sabemos, Reagan consiguió convencer al Congreso para hacer una de estas tres cosas (rebajar los tipos del impuesto de la renta) pero el monstruo regulatorio y de gasto continuo creciendo. La administración Carter ya había iniciado la mayoría de las iniciativas de desregulación y el papel de Reagan en ese aspecto fue menor en el mejor de los casos. Reagan en 1982 tuvo que ocuparse de otra cosa que amenazaba con convertir su presidencia en un fracaso de un solo mandato: una importante recesión en la que la tasa de desempleo de la nación aumentó por encima del 10% y la desaparición de partes completas del sector industrial de la nación, generando lo que se ha llamado el “cinturón oxidado” del norte de Estados Unidos.

Acabar con la inflación al estilo de la década de 1970

Sabemos el resto de la historia. La economía se recuperó (a pesar de que los tipos de interés estaban por encima del 10%) y Reagan consiguió la reelección en 1984 con un gran triunfo electoral. También sabemos que aunque la administración Reagan tuvo muchos fallos, las inversiones de capital se dirigieron hacia los sectores de la “alta tecnología” y las telecomunicaciones.

Lo que no estaba en una agenda política en 1980 estaba en la mente del presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker: como expulsar a la inflación del sistema y restablecer algún equilibrio en el sector monetario. Reagan afirmaba que rebajando tipos impositivos, las empresas realizarían nuevas inversiones y aumentarían la oferta de bienes disponibles para los consumidores, reduciendo así la inflación por el “lado de la oferta”. Por eso los seguidores de Reagan llamaban a su plan “economía del lado de la oferta”.

Sin embargo Volcker entendía que aunque podría decirse que los estímulos del lado de la oferta serían una manera de acabar con la inflación sin dolor, estarían claramente condenados al fracaso, algo que economistas austriacos como Murray Rothbard y otros también entendían. La inflación es ante todo un fenómeno monetario y reducir la inflación es algo que no se producirá solo reduciendo impuestos y fabricando más bienes. Por el contrario, Volcker y la Fed tenían que dejar de expandir la oferta monetaria de la economía y también de aumentar los tipos de interés, aunque los siguieron aumentando.

Por desgracia, los expertos (junto con la mayoría los economistas, que deberían saber más) emplearon la falacia post hoc ergo propter hoc, afirmando que los tipos de interés más altos causaron la grave recesión de 1982. Por el contrario, los tipos de interés más altos pusieron a la vista las malas inversiones económicas que tenían que liquidarse antes de que la economía pudiera tener una recuperación real y aunque los economistas austriacos no estén necesariamente satisfechos con lo que hicieron la Fed y el gobierno de EEUU durante la década de 1980, se produjeron algunas cosas positivas en la economía en esa década.

¿Trump hará estallar la burbuja?

Donald Trump se enfrenta a una situación muy diferente tras las elecciones de la de Ronald Reagan, pero aún así amenaza una recesión, ya que las políticas de la Reserva Federal de las últimas dos décadas han acumulado una montaña de malas inversiones, especialmente desde 2008, cuando estalló finalmente la burbuja inmobiliaria.

Desde entonces, el “plan de juego” para la Fed y la administración de Barack Obama ha sido estimular los sectores débiles de la economía a través de una combinación de subvenciones directas y compras de títulos por la Fed. El imponente diagrama que aparece a continuación explica en parte tanto por qué los tipos de interés son extraordinariamente bajos como por qué la economía de EEUU sigue arrastrándose.

Federal Reserve Asset CompositionComo se puede ver claramente, las compras de la Fed anteriores al desmoronamiento de 2008 consistían principalmente en títulos del Tesoro de EEUU a seis meses, siendo la cantidad en dólares aproximadamente el 5% del Producto Interior Bruto (PIB) de EEUU. Sin embargo, las compras tras el desmoronamiento se han disparado y la Fed, al tiempo que ha recortado en valores del Tesoro a seis meses, se ha dedicado a dos actividades muy cuestionables, incluyendo la compra de un número masivo de valores hipotecarios para continuar lo que queda de la burbuja inmobiliaria y la compra de bonos de EEUU a largo plazo para disminuir la diferencia de tipo de interés entre los títulos a corto y largo plazo. Esto es algo que el ex Presidente de la Fed, Ben Bernanke, llamó “operación twist”.

Las compras tendieron a estabilizarse después de 2014, pero no hasta que la Fed estuviera componiendo hasta una cuarta parte del PIB de EEUU a través de sus compras. Sí, la tasa oficial de desempleo en este país es menor del 5%, pero nadie (ni siquiera Paul Krugman) está afirmando que todo vaya bien. Indudablemente, tanto Bernie Sanders como Donald Trump fueron capaces de generar mucho entusiasmo político por decir que la economía está en peligro.

Los problemas reales que subyacen a esta “expansión”

Como los keynesianos están esposados a la “teoría” falsa de la demanda agregada y la oferta agregada, son incapaces de entender los asuntos reales que enfrenta la economía y nadie debería sorprenderse. Después de todo, los líderes políticos y empresariales de Japón se han visto engañados durante un cuarto de siglo, ya que el gobierno ahora está tratando de “estimular a” la economía a través de tipos negativos de interés, algo que realmente pone al gobierno en guerra contra la naturaleza. En ese sentido, las afirmaciones recientes de Krugman de que medidas futuras de “austeridad” (presumiblemente impuestas por la futura administración Trump) llevarían a una recesión demuestran en realidad una terrible ignorancia de lo que realmente causa las recesiones económicas.

Está claro que la economía de EEUU se está arrastrando, pero los tipos de interés son muy bajos, gracias a programas de la Fed como la flexibilización cuantitativa. Aun así, mientras los keynesianos reclaman mayores cantidades de préstamos públicos y gasto (algo llamado “política fiscal” en jerga keynesiana), el problema no es una falta de “estímulo” alimentado por el gobierno. El problema es el de las malas inversiones a gran escala. Cuando la Fed considera necesario usar su gran libreta de cheques para manipular grandes porciones de la economía a través del juego con los tipos de interés, no cabe duda de que hay grandes debilidades subyacentes en todo el sistema económico. Combinemos esto con las enormes subvenciones públicas a la energía “verde” y las cantidades pantagruélicas de dinero lanzadas sobre las improductivas Fuerzas Armadas de EEUU y podremos ver que el gobierno está jibarizando los sectores productivos para estimular los improductivos.

Qué hay que hacer

¿Qué hay que hacer o, más concretamente, quien debe el gobierno no hacer para que se pueda producir una recuperación económica real? Primero, y lo más importante, la Fed debe dejar de comprar valores hipotecarios y títulos a largo plazo. Eso significa que tanto los tipos hipotecarios como los tipos de interés a largo plazo aumentarían y esto también tiraría de los tipos a corto plazo. La economía no puede tener una recuperación si la Fed no hace esto.

Todo esto parece ser contraintuitivo, ya que tanto los keynesianos como los austriacos están de acuerdo en que el efecto inmediato de la interrupción de dichas compras por la Fed significaría una recesión aguda a corto plazo. Permitir que los tipos de interés aumenten significa que tanto el sector inmobiliario como los relacionados con él recibirán un fuerte impacto (como pasó en 1982, cuando el sector reclamó un rescate). La actual economía (en su estado de arrastre) es adicta a los tipos bajos y esto no puede continuar si EEUU quiere evitar el destino de Japón y Europa, donde la economía también es débil.

Austriacos frente a keynesianos

Sin embargo, austriacos y keynesianos difieren a la hora de interpretar qué está ocurriendo realmente después del aumento de los tipos de interés. Los keynesianos afirman que la demanda agregada está cayendo y continuará cayendo hasta que la economía toque fondo, salvo que el gobierno intervenga a través de gasto y creación de más dinero. Los austriacos, por el contrario, creen que a corto plazo se liquidarían las malas inversiones que se produjeron durante el auge causado por el crédito y si el gobierno y las autoridades monetarias permiten la liquidación y no bloquean la redirección de recursos, los empresarios llevarían a la economía a una recuperación real.

En ese sentido, austriacos y keynesianos no están ni siquiera en el mismo planeta en lo que se refiere interpretar el papel del interés. Los austriacos señalan que los tipos de interés están relacionados con las preferencias temporales de los prestatarios y ahorradores y que los tipos de interés mandan señales con respecto a la dirección de los bienes de capital y los bienes de consumo. Los keynesianos, por el contrario, ven a los tipos de interés como la entrada para la demanda agregada y sugieren que los tipos de interés en general debería ser inferiores de los que serían si los estableciera el mercado.

Esta diferencia de pensamiento es esencial. Los keynesianos reclaman una versión económica de la supuesta definición de locura de Einstein: hacer la misma cosa repetidas veces y esperar resultados diferentes. Japón se ha dedicado tanto al gasto público masivo (léase construir túneles, carreteras y puentes a ninguna parte) y a la manipulación monetaria, incluso recurriendo a tipos negativos de interés, y aun así sufre un crecimiento económico anémico… y continuará experimentando lo mismo hasta que alguien esté dispuesto a admitir que 25 años de “estímulo” no hacen que funcione una economía.

Donald Trump se enfrentará a este momento, lo quiera o no. Barack Obama se enfrentó a él y decidió patear la lata por el camino y optar por todavía más “estímulo”. Como lo trate Trump determinará si la economía de EEUU se recupera o no de malas políticas o sigue el camino de Japón y Europa

Lo irónico (al menos para los keynesianos y sus verdaderos creyentes) es que lo mismo que los keynesianos creen en que crearía una recesión económica a largo plazo (aumentar los tipos de interés) que es lo que más necesita la economía de EEUU. Más de una década de tipos de interés artificialmente bajos ha distorsionado las estructuras de producción de la economía hasta el punto de que hará falta una aguda recesión para devolver un balance productivo, por muy contraintuitivo que esto pueda parecer a muchos lectores. No cabe duda de que si Trump aceptara un aumento de tipos pagaría un importante precio político, ya que no cabe ninguna duda de que el índice Dow Jones se vendría abajo y la liquidación a corto plazo de las malas inversiones crearía cierto caos.

¿Qué debería hacer Trump cuando los tipos de interés más altos muestren muchas de las dislocaciones? En una palabra, nada. Cuando la recesión de 1982 estaba en su apogeo y muchos de los cargos de Washington, junto con periodistas, estaban reclamando la reflación de la economía, rescates y otras medidas “correctivas”, el presidente Reagan simplemente replicó: “Mantened el rumbo”. Aunque, como hemos señalado antes, Reagan hizo algunas cosas que fueron dañinas tanto política como económicamente a lo largo de su presidencia, tenía sin embargo razón en ese punto y en último término su terquedad produjo algún fruto económico.


El artículo original se encuentra aquí.

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