Una nueva libertad hoy

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[Prólogo a la nueva edición de For a New Liberty: The Libertarian Manifesto – Hacia una nueva libertad: El manifiesto libertario (Instituto Mises, 2006)]

Hay hoy muchas variedades vivas de libertarismo, pero la rothbardiana sigue siendo su centro de gravedad intelectual, su musa y conciencia principal, su centro estratégico y moral y el punto focal de debate incluso cuando no se reconoce su nombre.

La razón es que Murray Rothbard fue el creador del libertarismo moderno, un sistema político-ideológico que propone una vía de escape definitiva de las trampas de la izquierda y la derecha y sus planificaciones centralizadas de cómo debería usarse el poder del estado. El libertarismo es la alternativa radical que dice que el poder del estado es impracticable e inmoral.

Se llamaba a Murray N. Rothbard “Mr. Libertario” y “el mayor enemigo vivo del estado”. Sigue siéndolo. Sí, ha tenido muchos predecesores de los que ha bebido: toda la tradición liberal-clásica, los economistas austriacos, la tradición antibélica estadounidense y la tradición del derecho natural. Pero él fue quien reunió todas estas piezas en un sistema unificado que parece impracticable a primera vista pero inevitable cuando Rothbard los define y defiende. Las piezas individuales del sistema son sencillas (autopropiedad, derechos estrictos de propiedad, mercados libres, anti-estado en todo aspecto concebible), pero las implicaciones son demoledoras. Una vez expones la imagen completa (y For a New Liberty ha sido el medio principal de exposición durante más de un cuarto de siglo), no puedes olvidarla. Se convierte en la lente indispensable a través de la cual podemos ver los acontecimientos en el mundo real con la máxima calidad posible.

Este libro explica más que cualquier otro por qué Rothbard parece crecer cada año (su influencia ha aumentado enormemente desde su muerte) y por que el rothbardismo tiene tantos enemigos en la izquierda, derecha y centro. Sencillamente, la ciencia de la libertad que puso claramente de relieve es tan emocionante en la esperanza que crea respecto de un mundo libre como hostil al error. Su coherencia lógica y moral, junto con su músculo explicativo empírico, representa una amenaza a cualquier visión intelectual que busque utilizar el estado para rehacer el mundo siguiendo algún plan programado previamente. Y en cierto modo impresiona al lector con una visión esperanzadora de lo que podría ser.

Rothbard se puso a escribir este libro poco después de recibir una llamada de Tom Mandel, editor en Macmillan, que había visto un artículo de Rothbard en The New York Times que apareció en la primavera de 1971. Fue el único encargo que recibió nunca Rothbard de una casa editorial comercial. Viendo el manuscrito original, que es tan consistente en su tipografía y casi completo después de su primer borrador, parece que le hubiera resultado una diversión sin esfuerzo el escribirlo. Es acabado, implacable y enérgico.

El contexto histórico muestra algo que se olvida a menudo: el libertarismo moderno no nació como una reacción contra el socialismo o el izquierdismo, aunque es indudablemente anti-izquierdista (como se entiende habitualmente el tñermino) y antisocialista. Por el contrario, el libertarismo en el contexto histórico estadounidense aparece en respuesta al estatismo del conservadurismo y su alabanza selectiva de una planificación centralizada al estilo conservador. Los conservadores estadounidenses pueden no adorar el estado de bienestar o la excesiva regulación empresarial, pero aprecian el poder ejercitado en nombre del nacionalismo, el belicismo, las políticas “pro-familia” y la invasión de la libertad y privacidad personal. En el periodo histórico estadounidense posterior a Lyndon B. Johnson, han sido más los presidentes republicanos que los demócratas los que han sido responsables de las mayores expansiones del poder ejecutivo y judicial. Fue la defensa de una libertad pura contra los compromisos y corruptelas del conservadurismo (empezando por Nixon, pero continuando con las presidencias de Reagan y Bush) lo que inspiró el nacimiento de la economía política rothbardiana.

También resulta sorprendente cómo Rothbard decide no andarse con miramientos en su argumentación. Otros intelectuales al recibir una invitación así habrían tendido a entibiar la argumentación para hacerla más digerible. ¿Por qué, por ejemplo, defender que no exista el esto o el anarquismo cuando una defensa del gobierno limitado podría haber atraído más gente al movimiento? ¿Por qué condenar el imperialismo de EEUU cuando hacerlo solo puede limitar el atractivo del libro para conservadores antisoviéticos que de otra forma podrían apreciar la inclinación hacia el libre mercado? ¿Por qué ocuparse tan en detalle de la privatización de tribunales y carreteras y aguas cuando haciéndolo podría arriesgarse a alejar a la gente? ¿Por qué entrar en la procelosa área de la regulación del consumo y de la moralidad personal (y hacerlo con tal desorientadora coherencia) cuando indudablemente habría conseguido una mayor audiencia dejarla de lado? ¿Y por qué ir tan al detalle acerca de los asuntos monetarios y la banca central y similares cuando una defensa más tibia de la libre empresa hubiera agradado a tantos conservadores de las cámaras de comercio?

Pero achantarse y contemporizar para adaptarse a los tiempos o la audiencia sencillamente no era su estilo. Sabía que tenía la única oportunidad de su vida de presentar el paquete completo del libertarismo en toda su gloria y no pensaba dejarla pasar. Y así leemos aquí: no solo una defensa del recorte del gobierno, sino de eliminarlo completamente, no solo un argumento para asignar derechos de propiedad, sino para dejar al mercado incluso las cuestiones de aplicación de los contratos y no solo una defensa del recorte del bienestar, sino de la prohibición de todo el estado de bienestar y guerra.

Mientras que otros intentos de defensa libertaria, tanto antes como después de este libro, podrían normalmente pedir medidas transitorias o intermedias o estarían dispuestos a conceder lo más posible a los estatistas, no es esto lo que obtenemos de Murray. No son para él planes como los cheques escolares o la privatización de los programas públicos que no deberían de existir en absoluto. Por el contrario, presenta y desarrolla lo que puede ser la libertad con toda su fuerza y vigorosa visión. Por eso muchos otros intentos similares de escribir el Manifiesto Libertario no ha soportado el paso del tiempo y este libro aún sigue siendo muy demandado.

Igualmente, ha habido muchos libros sobre libertarismo en los años intermedios que se han ocupado únicamente de la filosofía, o de la política, o de la economía, o de la historia. Los que han puesto juntas todas estas cosas han sido normalmente compilaciones de diversos autores. Solo Rothbard tuvo la maestría en todos los campos que le permitía escribir un manifiesto integrado, uno que nunca se ha visto superado. Y aún así su aproximación es típicamente modesta: apunta constantemente a otros autores e intelectuales del pasado y de su propia generación, Además, se escriben algunos prólogos de este tipo para facilitar el lector el acceso a un libro difícil, pero no es éste el caso. Nunca habla condescendientemente a sus lectores, sino siempre con claridad. Rothbard habla por sí mismo. Evitaré al lector una enumeración de mis partes favoritas o especulaciones sobre en qué pasajes podía Rothbard haber hecho aclaraciones si hubiera tenido la posibilidad de publicar una nueva edición. El lector descubrirá por sí mismo que cada página exuda energía y pasión, que la lógica de la argumentación es imposiblemente convincente y que el fuego intelectual que inspiró esta obra arde ahora tan brillante como en todos los años anteriores.

Al libro se lo considera aún como “peligroso” precisamente porque, una vez que uno se expone al rothbardismo, ya no puede leerse ningún otro libro sobre política, economía o sociología de la misma manera. Lo que fue una vez un fenómeno comercial se ha convertido verdaderamente en una declaración clásica que predigo que será leída por las próximas generaciones.


Traducido por Mariano Bas Uribe. El original se encuentra aquí.

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