Dar una oportunidad al capitalismo

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En el mundo actual es habitual suponer que el capitalismo está, en el mejor de los casos, fuera de control y, en el peor, que es directamente malvado. Todos saben que causa la mayoría de nuestros problemas financieros, económicos y sociales, y que necesitamos un árbitro (el gobierno) para asegurarnos de que todo es justo y que nosotros, los inocentes ciudadanos, no nos vemos relegados por compañías y depredadores capitalistas.

Por supuesto, la realidad es que todos se equivocan.

Mi objetivo urgente al escribir The Case for Legalizing Capitalism era crear una refutación completa de todos los argumentos anticapitalistas utilizando la simple lógica económica y aplicando tanto los argumentos del libre mercado (es decir, liberales clásicos) como las leyes económicas a la escena política actual, a lo largo de todo el espectro político. En resumen, el objetivo era condensar el mundo del Instituto Mises en un libro.

Durante mi estudio a través de los años de la economía del libre mercado, se me ocurrió que este fascinante razonamiento económicamente sólido sobre cómo funciona realmente el mundo y lo que puede ayudar de verdad a nuestras vidas se explicaba ampliamente en el mundo procapitalista de tipo académico, mientras que la gente en general desconocía completamente estas asombrosas ideas.

Quería explicar los mercados libres en inglés corriente al ciudadano medio, de forma que pudiera entender qué políticas públicas le ayudan o le dañan y, en consecuencia, que pudieran votar de forma que mejoren sus vidas.

Mi mensaje principal es que la mayoría de nuestros problemas económicos derivan de la intervención previa del gobierno en la economía. En sus intentos por “ayudarnos”, el gobierno ha gestionado y regulado la economía a la vez que ha aprobado leyes que parecían constructivas cuando en realidad dañaban la economía y a nosotros mismos.

La realidad de la economía política está repleta con la ley de las consecuencias no pretendidas. Nuestros problemas económicos son resultado natural de las fuerzas políticas, no resultado natural de las fuerzas del (supuestamente malvado) mercado. Hemos votado que existan nuestros problemas actuales eligiendo a políticos que prometieron ayudarnos mediante la intervención y la regulación económica.

Como saben los austríacos, la mayoría de la gente cree que tenemos mercados libres, pero no los tenemos. Esto es verdad a pesar del hecho de que políticos de todo pelaje (y la mayoría de los medios) afirman que sí. El gobierno tiene mano en toda compañía y toda industria de la nación, controlando qué cosas se producen y con qué medios. De hecho, incluso manipula directamente los precios de mercado y la producción.

Los expertos de la izquierda ridiculizan a quienes califican como “socialismo” a esa manipulación y control del gobierno, pero en realidad es precisamente eso. El socialismo implica el control del gobierno de los medios de producción y su propósito real es redistribuir la propiedad en beneficio de la “sociedad” (siendo la sociedad los receptores, no los aportantes). Controlar la producción y redistribuir la riqueza son precisamente los objetivos y justificaciones de nuestra constante intervención gubernamental en la economía.

Pero esta constante “ayuda” mediante el intento de “gestionar” ha generado un constante declive en nuestra capacidad de producir riqueza real y por tanto de mejorar nuestros niveles de vida. Ahora mismo, vemos un constante aumento en la riqueza de los ricos, una mejora moderada en la riqueza de la clase media y un estancamiento en los niveles de vida de los pobres. Como ha ocurrido en otros países en distintos momentos de la historia, estamos a punto de retroceder económicamente.

Reparen en esta notable paradoja: la mayoría de los ciudadanos ponen su fe en el gobierno, la entidad que nos roba, causa guerras, encarcela y mata de hambre a ciudadanos inocentes, y que es un monopolio absoluto, para proveernos y mantenernos seguros.

Al mismo tiempo, ven a las empresas, que han erradicado enfermedades y hambre, se han dedicado a los intercambios pacíficos en lugar de a la guerra, han producido prácticamente todo lo que poseemos y disfrutamos actualmente, nos pagan nuestros salarios y no ofrecen capital para mejorar nuestra productividad, al tiempo que se ven restringidas por competidores hambrientos (en los mercados libres), como enemigos ante los cuales necesitamos protección. Estos prejuicios comunes pero irracionales a favor del gobierno y en contra de las empresas son el verdadero fundamento de los argumentos defendidos por los “pensadores” anticapitalistas profesionales.

Aún así, cuando se ha permitido florecer al capitalismo hasta alcanzar un grado moderado ha tenido éxito en mejorar las vidas de todos los afectados: ricos, pobres, negros, blancos, hombres o mujeres. Sólo el capitalismo con sus mercados verdaderamente libres y su verdadera libertad para los individuos puede resolver nuestros problemas económicos y traer la prosperidad.

El “capitalismo” no es ni la economía nepotista del bienestar corporativo de la derecha, ni la redistributiva economía del bienestar social que tenemos hoy. En una sociedad verdaderamente capitalista las empresas nunca reciben dinero o privilegios especiales del gobierno: tienen éxito si agradan a los consumidores ofreciéndoles lo que éstos quieren y fracasan si no es así. Por la misma razón, en una sociedad verdaderamente capitalista, los individuos nunca reciben privilegios especiales o transferencias de pagos. En su lugar, tienen abundancia de empleos y de salarios ajustados al valor de su trabajo (más que un “salario de subsistencia”).

La economía real (es decir, la economía del libre mercado) prueba que bajo el capitalismo son virtualmente imposibles cosas como la inflación, la escasez, auges y declives, recesiones, desempleo, hambre y sanidad inasequible. La competencia y la amenaza de competencia sirven como trabas inevitables para las compañías. Por un lado, impiden que paguen salarios bajos, cobren mucho u ofrezcan poco. Por el otro, garantizan los productos más seguros, de menor precio y de más calidad que puedan producirse en cualquier situación tecnológica y de desarrollo concreta.

The Case for Legalizing Capitalism empieza con los conceptos básicos de economía, explicando trabajo, producción, intercambio, ahorro, comercio y progreso económico. Entretanto, se refutan muchos argumentos anticapitalistas comunes: que la mano de obra es explotada, que es “natural” algún desempleo involuntario, que la externalización es dañina, que deberíamos “comprar americano”, que necesitamos “independencia energética”, que los talleres clandestinos y la mano de obra infantil deberían eliminarse, que hay una amenaza económica de China y que los trabajados o las empresas deberían estar protegidos.

En la segunda sección, tras haber ofrecido una explicación completa de cómo funcionan los mercados libres, analizo cómo el gobierno ha interferido en el mercado y causado los mismos problemas de los que normalmente se acusa al libre mercado. Se hace un examen pormenorizado de la banca y el ciclo económico para demostrar que nuestro sistema bancario patrocinado por el gobierno es artificial, innecesario y la única fuente de nuestras crisis y recesiones económicas.

Además, explico por qué nuestras industrias más perjudicadas (incluyendo sanidad, líneas aéreas y petróleo) funcionan tan ineficazmente y por qué regulaciones como controles de precios, monopolios otorgados por el gobierno, restricciones a la producción y la prohibición de la competencia y del libre intercambio entre empresas y consumidores sólo daña a estos últimos (es decir, a todos nosotros) y beneficia a compañías selectas favorecidas por el gobierno.

En la tercera sección, compara los resultados históricos de la gestión del gobierno frente a los mercados libres. Analizo varios “casos de estudio” en mercados relativamente libres que fueron arruinados por la manipulación y el control de los gobiernos, incluyendo la Gran Depresión, la caída del imperio romano y la transición de varios países al comunismo.

Luego, mediante comparaciones de países libres con países no libres demuestro desde un punto de vista empírico y estadístico la correlación directa entre mercados libres y niveles de vida más altos. También en esta sección examino el concepto de corporación malvada para revelar que las empresas (salvo que el gobierno les autorice a hacerlo) no sólo no pueden dañarnos, sino que sólo pueden beneficiarnos.

En la cuarta sección me sumerjo en varios temas especiales: moralidad, guerra y ecologismo. Un principio central de la promoción izquierdista del socialismo es que éste es moral, mientras que el capitalismo es inmoral. No sólo demuestro que esto es completamente opuesto a la realidad, sino que revelo que los socialistas son hipócritas, deshonestos, ladrones y perjudican a quienes supuestamente tratan de ayudar (normalmente a sí mismos). En una larga subsección, me ocupo con detalle de las causas y soluciones de la pobreza.

Las ideas de que la mayoría de las guerras son necesarias, que nos mantienen a salvo y que están justificadas se refutan en detalle mediante ejemplos históricos. Además de ofrecer un fuerte alegato a favor de la secesión de grupos individuales o áreas geográficas de sus dirigentes nacionales actuales, también desarrollo argumentos propios originales defendiendo el antipatriotismo y el desmantelamiento intencionado de países concretos, incluyendo el nuestro.

Finalmente, debido a los populares sentimientos “verdes” que han amenazado con detener o retroceder nuestro progreso económico, defiendo que, primero, el medio ambiente está en mejor estado de lo que creemos (¡y está mejorando!) y, segundo, que sea real o no el calentamiento global, estaríamos mejor aumentando, no disminuyendo, las emisiones de carbono.

En la última sección del libro reúno todo el conocimiento obtenido hasta ahora para permitir al lector evaluar nuestras políticas sociales y económicas, así como la errónea visión actual del capitalismo en el mundo. Rebato los argumentos básicos y más importantes del keynesianismo (incluyendo la idea de que el PIB es un indicador económico relevante), demostrando que el mundo actúa de forma opuesta a la que indican los economistas actualmente más reconocidos. Finalmente, explico titulares de noticias e historias populares en términos de su significado político y económico real, ideas que normalmente se ocultan debido a una falta de conocimiento económico por parte tanto de escritores como de lectores.

Los temas principales en el libro incluyen ideas como:

  1. La regulación normalmente no protege a los consumidores, sino que simplemente beneficia a un grupo a costa de otro;
  2. Redistribuir la riqueza no puede beneficiar a los receptores a largo plazo, sino que sólo les perjudica;
  3. Los políticos no pueden ayudarnos económicamente, no tienen ni idea de lo que están haciendo y de todas formas no les importa, pues su objetivo es simplemente comprar votos vendiendo la propiedad de otros.

Más importante es el argumento de que si como ciudadanos entendiéramos mejor la causa y el efecto económico real, no sólo tendríamos el poder de exigir políticas beneficiosas a nuestros políticos, sino que, como nos darían lo que quisiéramos si les ponemos en el poder, podríamos forzarles a permitir la libertad y así mejorar las vidas de todos.

Espero que disfruten el libro, que ofrezca algo de “luz” real y que sirva en alguna medida a ayudar a dirigir la marea contra el destructivo pensamiento de progreso antihumano tan preeminente en el mundo de hoy.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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