Hiperinflación, demanda de dinero y la quiebra del boom

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A principio de la década de 1920, Ludwig von Mises fue testigo de la hiperinflación en Austria y Alemania, desarrollos monetarios que causaron un daño irreparable y (en el caso germano) calamitoso a la civilización.

El consejo político de Mises fue decisivo para ayudar a detener la hiperinflación en Austria en 1922. En sus Memorias, sin embargo, expresaba la opinión de que su consejo (detener la imprenta) se atendió demasiado tarde:

“La divisa austriaca no colapsó, como sí lo hizo la alemana en 1923. No se produjo la quiebra del boom. De todas formas, el país tuvo que soportar las consecuencias destructivas de una inflación continua durante muchos años. Sus sistemas bancario, de crédito y de seguros habían sufrido daños que no podían curarse y no podía detenerse el consumo de capital”. [1]

Como apuntaba Mises, la hiperinflación en Alemania no se detuvo antes de la completa destrucción del marco. Para apreciar la catástrofe monetaria, puede verse el tipo de cambio del marco alemán con el dólar de EEUU. Antes del inicio de la Primera Guerra Mundial, alrededor de 4,2 marcos compraban un dólar de EEUU. Tan pronto como empezó la guerra la convertibilidad del marco se suspendió y se emitieron marcos de papel (papiermark), sobre todo para financiar pagos de guerra. En 1918, después del fin de la Primera Guerra Mundial, 8,4 marcos compraban 1 dólar de EEUU. [2] En diciembre de 1919, el marco se había depreciado hasta 4,8 por dólar y en diciembre de 1920 a 73,4 por dólar.

En julio de 1922, el dólar de EEUU costaba 670 marcos. Sin embargo, cuando las tropas francesas y belgas ocuparon Renania a principios de 1923 el tipo de cambio se desplomó a 49.000 marcos por dólar. El 15 de noviembre de 1923, cuando la hiperinflación tocó fondo, la reforma de la divisa convirtió un billón de marcos de papel (1.000.000.000.000) en 1 marco seguro (rentenmark) y como se cambiaban 4,2 billones de marcos de papel por 1 dólar en ese momento, 4,2 marcos seguros equivalían a 1 dólar de EEUU. [3]

Aumentos en la oferta monetaria

El siglo XX ha sido testigo de muchas hiperinflaciones, incluyendo a la de China en 1949-50, Brasil en 1989-90, Argentina a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, Rusia en 1992, Yugoslavia en 1994 y, más recientemente, Zimbabue en 2006-09. Todas estas hiperinflaciones fueron resultado directo de un sistema de libre moneda fiduciaria bajo el control del gobierno, un sistema que produce moneda de una forma no conforme con el mercado: la oferta monetaria se aumenta desde la nada por bancos que simplemente extienden préstamos (crédito circulante) o monetizan activos.

La hiperinflación quizá sea el lado más oscuro de un régimen de moneda fiduciaria del gobierno. Entre los economistas de la corriente principal, la hiperinflación denota típicamente un periodo de aumentos excepcionalmente fuertes en todos los precios de bienes y servicios, generando así un periodo de erosiones excepcionalmente fuertes en el valor de intercambio de la moneda. Algunos consideran un aumento general de los precios de un 10% mensual como hiperinflación (lo que implica un porcentaje anual de aumento de precios de alrededor del 214%); otros identifican la hiperinflación como un aumento mensual de los precios de al menos un 20% (lo que implica un aumento anual de los precios de casi un 792%).

Sin embargo, cualquier definición numérica puede criticarse, pues se refiere al síntoma en lugar de a la raíz de la causa de la aceleración de la pérdida del poder adquisitivo de la moneda. En términos económicos, la hiperinflación es la consecuencia inevitable de un continuo aumento en la cantidad de dinero. Y eso es exactamente lo que enseña la teoría monetaria de la Escuela Austriaca de economía: de hecho, la teoría austriaca demuestra que la inflación es la consecuencia lógica de un aumento en la oferta monetaria y que la hiperinflación es el resultado lógico de porcentajes de crecimiento cada vez mayores de la oferta monetaria.

De acuerdo con la escuela austriaca, el dinero está, como cualquier otro bien, sujeto a la irrefutable ley de la disminución de la utilidad marginal. Es esta ley, que deriva del axioma de la acción humana, la que está en el corazón de la praxeología de Mises. Con respecto al dinero, la ley de la disminución de la utilidad marginal dice que si hay un aumento en la cantidad de dinero en una unidad adicional inevitablemente ésta será menos valorada que cualquier unidad del mismo tamaño que ya esté en posesión del individuo. Esto es porque el nuevo dinero sólo puede emplearse como medio para eliminar un estado de incomodidad que se ha considerado menos urgente que la incomodidad menos urgente que se haya estado eliminando hasta ahora con el dinero en su posesión.
Demanda de dinero

La gente guarda dinero porque éste tiene poder de compra (que la gente desea, dado que el hecho de la incertidumbre es una categoría innegable de la acción humana) y el poder de compra del dinero se determina por la oferta y demanda de dinero.

Si un aumento de la oferta de dinero se ve acompañado por un aumento equivalente de la demanda de dinero, los precios en general y el poder de compra del dinero permanece sin cambios. Sin embargo, una vez que la gente empieza a intercambiar sus existencias aumentadas de dinero en otros bienes, los precios empezarán a aumentar y el poder de compra del dinero caerá. Dicho esto, es el aumento de la oferta de dinero relativa a la demanda lo que trae a primera plana los evidentes efectos de un aumento en la oferta monetaria: los precios que suben.

Mises mostró que la demanda de dinero desempeñaba un papel esencial en la posibilidad de desarrollar hiperinflación. Si se espera que el banco central aumente la oferta de dinero en el futuro, puede esperarse que la gente refrene su demanda de dinero en el presente, es decir, que entregue más dinero a cambio de bienes vendibles. Esto, rebus sic stantibus, aumentaría los precios del dinero. Mises indicaba que “esto continúa hasta que se llega al punto a partir del cual no se esperan más cambios en el poder de compra del dinero”. [4]El proceso de aumento de los precios llegaría a su fin una vez que la gente se hubiera ajustado completamente al aumento esperado en la oferta monetaria.

Sin embargo, ¿qué pasa si la gente espera que, en el futuro, el porcentaje de crecimiento de la oferta monetaria aumente en porcentajes siempre crecientes? En este caso, la demanda de dinero colapsará antes o después. Esa expectativa llevaría (relativamente rápido) a un punto en el que nadie querría tener ningún dinero, pues la gente esperaría que el dinero pierda completamente su poder de compra. La gente empezaría a abandonar completamente su moneda. Es lo que Mises calificaba de quiebra del boom (crack-up boom):

“Si alguna vez la opinión pública se convence de que el aumento en la cantidad de dinero continuará y nunca terminará y que consecuentemente los precios de todos los productos no dejarán de subir, todos intentarán comprar tanto como puedan y restringir sus existencias de dinero al mínimo. Pues ante estas circunstancias los costes habituales de mantener dinero líquido aumentan por las pérdidas causadas por la progresiva caída del poder de compra. Las ventajas de tener efectivo deben pagarse con sacrificios que se consideran cargas intolerables. Este fenómeno fue llamado en las grandes inflaciones europeas de los años veinte huída a los bienes reales (Flucht in die Sachwerte) o quiebra del boom (Katastrophenhausse)”. [5]

El implacable poder de inflar

Si la gente espera un venidero y drástico aumento de la oferta monetaria (pero si al mismo tiempo esperan que ese aumento sea limitado, es decir, por una sola vez), el banco central puede planear una degradación de la moneda sin causar su completa destrucción.  Siempre que el gobierno y su banco central consigan hacer que la gente crea que cualquier aumento futuro en la oferta monetaria se mantendrá dentro de un límite aceptable, desde el punto de vista del tenedor del dinero, la política monetaria es un efectivo y pérfido instrumento de expropiación y redistribución de ingresos no conforme a mercado.
Esto puede explicar por qué Murray N. Rothbard, en su famoso ensayo The Case for a 100 Percent Gold Dollar, escribía lo siguiente:

“No digo que la moneda fiduciaria, una vez establecida sobre las ruinas del oro, no pueda continuar indefinidamente por sí misma. Por desgracia (…) si la moneda fiduciaria no pudiera continuar indefinidamente, no tendría que estar aquí pidiendo su abolición”. [6]

Rothbard veía el peligro de que el dinero fiduciario controlado por el gobierno pudiera sostenerse y funcionar indefinidamente, que no se dirigiera necesariamente hacia un colapso fatal y final. Mientras la gente no espere que un aumento en la oferta de dinero quede sin control, el banco central está en disposición de  degradar la divisa sin destruirla completamente.

En otras palabras: la hiperinflación sería posible sin destruir la moneda completamente. La quiebra del boom, como apuntaba Mises, se desarrollaría sólo cuando la gente llegara a la conclusión de que el banco central expandiría la oferta monetaria a tipos siempre crecientes:

“Pero finalmente las masas despiertan. Se dan cuenta repentinamente del hecho de que la inflación es una política deliberada y que continuará sin fin. Su producirá una descomposición. Aparecerá la quiebra del boom. Todo el mundo quiere cambiar su dinero por bienes “reales”, sin importar si los necesita o no, sin que importe cuánto tengan que pagar por ellos. En muy poco tiempo, en pocas semanas o incluso días, las cosas que se usaban como dinero ya no se usan como medios de intercambio. Se convierten en papeles sin valor. Nadie quiere dar nada a cambio de ellos”. [7]

Niveles de deuda

Los regímenes actuales de dinero fiduciario se caracterizan por cantidades cada vez mayores de deuda en relación con la producción real, causadas por políticas que intentan resolver los problemas económicos causados por la creación de crédito y moneda de la nada usando cantidades aún mayores de crédito y moneda creados de la nada. Y es justo decir que cuanto mayor es el nivel de deuda de una economía en general, más probable se hace la hiperinflación.
Para demostrarlo, supongamos que después de un largo periodo de creación de moneda mediante una expansión del crédito circulante bancario aparece una crisis de crédito: los prestamistas ya no quieren refinanciar la deuda madura a los tipos de interés existentes. Los prestatarios no pueden devolver sus obligaciones cuando hay que pagar y tampoco pueden permitirse pagar costes de préstamo más altos. Los inversores empiezan a huir de los bonos, haciendo que los tipos de interés aumenten rápidamente y descubriendo inversiones no rentables. Más prestatarios, incluyendo bancos, dejan de cumplir sus obligaciones y se extienden las quiebras. La consiguiente recesión y el aumento del desempleo agravan el colapso de la estructura del crédito.

Si los inversores esperaran en una situación así que el gobierno y su banco central optaran por rescates financiados mediante una creación adicional de dinero, la demanda de dinero y las indemnizaciones fijas se secarían por completo. Esto haría necesario que el banco central extendiera cantidades siempre crecientes de dinero para estrangular a los prestatarios con el fin de evitar la extensión de las quiebras. Cuanto mayor sea cantidad de deuda pendiente, mayor será el aumento potencial de la oferta monetaria. Cuanto más aumenta la oferta monetaria, más probable es que haya hiperinflación y un potencial desplome de la demanda de dinero: la aparición de la quiebra del boom.


[1] Ludwig von Mises, Autobiografía de un liberal (Unión Editorial).
[2] Los tipos de cambio se toman de “Dollarkurs und Goldmark im Verhältnis zur Papiermark 1918–1923”, Wirtschaftsverlag Nerchau (sin fecha de publicación).
[3] Para un estudio instructivo y altamente informativo sobre la hiperinflación alemana, ver F.D. Graham, Exchange, Prices, And Production in Hyper-Inflation: Germany, 1920–1923 (Nueva York: Russell & Russell, 1967 [1930]).
[4] Ludwig von Mises, La acción humana.
[5] Ibid.
(6) Murray N. Rothbard, The Case for a 100 Percent Gold Dollar (Auburn: Ludwig von Mises Institute, 2005 [1962]), p. 149.
[7] Mises, La acción humana.

Publicado el 21 de enero de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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