Indulto a Sanz. Una vez más, la democracia no funciona

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Siempre que digo: “la justicia pública ha de ser abolida para sustituirla por una privada”, me dicen: “¡pero entonces los ricos y poderosos siempre ganarán!“.

Ayer volvimos a ver cómo la justicia de la democracia no es más que una tomadura de pelo cuando depende de la arbitraria ley del Estado. El caso del indulto a Alfredo Sanz, vicepresidente y CEO del Banco Santander, es un caso claro que la separación de poderes y propio funcionamiento de la justicia estatal no son más que un gran error intelectual y no aguantan ni el más ligero test de imparcialidad.

Muchos afirman que eso ocurre porque no hay separación de poderes real. Mientras haya Estado, no hay separación de nada. Es lógicamente imposible establecer separación entre Estado y justicia, como separación entre lobbies y Estado o empresas y Estado. El Estado siempre lo abarca todo. Incluso de existir la separación de poderes, tampoco garantizan nada. Aún recordamos los dramáticos veredictos de OJ Simpson y Strauss Kahn (el primero absuelvo por asesinato, y el segundo por violación). No fueron los políticos quienes los “indultaron”, sino un sistema que no funciona. Ahí no tuvo nada que ver la separación de poderes y se cometieron injusticias.

¿Y qué tal si dejamos de criminalizarlo todo y nos centramos en una justicia arbitral basada en principios éticos concertados donde cada demanda sea individual? Si la libre competencia crea una sociedad, productos y servicios más eficientes, ¿por qué ha de ser diferente con la justicia? La ley solo es un sistema para llegar a la justicia, pero no funciona. Y si la ley se une al Poder del Gobierno y lobbies de los jueces, solo servirá para crear injusticias a un elevado coste para el ciudadano. Pedimos que los políticos que nos defiendan de los atropellos de los poderosos, pero por ese mismo canal abierto, los poderosos usan la ley y al Gobierno para crear privilegios. Cuando un lobby domina un sector de servicio en monopolio por ley, creará continuas injusticias. No hay competencia ni opciones. Todos, menos el Poder publico-privado, somos clientes cautivos de aquella organización que más injusticias comente. La justicia estatal, solo sirve a su jefe, el Poder. Y encima, con nuestro dinero

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