La esencia del pensamiento keynesiano

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Arthur F. Burns, ahora presidente del Consejo de asesores Económicos es uno de los principales estadísticos del país. Aún así hay en su filosofía económica implícita muchas cosas que pueden causar recelo. Es verdad que ha criticado bastantes veces el “pensamiento keynesiano” (ver The Frontiers of Economic Knowledge, Princeton University Press) [Las fronteras del conocimiento económico(Aguilar, 1960)]. Aún así en su misma crítica me parece que acepta los cuatro presupuestos fundamentales, en lo que se refiere a política práctica, de la doctrina keynesiana:

  1. – Que el “pleno empleo” es el objetivo económico esencial;
  2. – que una economía competitiva privada, dejada a sí misma, tiende a generar por misteriosas fuerzas internas un ciclo perpetuo de auges y declives;
  3. – que es “responsabilidad” del gobierno (del que se supone tácitamente que es inteligente, desinteresado y benevolente) realizar políticas “contracíclicas” para eliminar o mitigar estos de otra forma inherentes auges y caídas y
  4. – que la política contracíclica básica es el gasto en déficit.

Veamos esos presupuestos más en detalle.

El objetivo del pleno empleo

En Las fronteras del conocimiento económico, el Dr. Burns declara:

El principal problema de nuestra propia generación es el mantenimiento del empleo y ahora se ha convertido (como debería haberlo sido desde hace tiempo) en el principal problema de la teoría económica. Esta transformación de la teoría económica se debe en buena medida a los escritos de John Maynard Keynes.

Esto sin duda resume la actual doctrina de moda. ¿Pero es cierto?

Nuestro principal problema económico, como el de las generaciones precedentes, es la creación del máximo de bienestar material para la mayor parte de la gente. Esto puede lograrse principalmente maximizando la producción y el consumo de las cosas correctas (incluyendo el ocio). Mantener el empleo es, por supuesto, uno de los medios necesarios para este fin. Pero erigirlo en el mismo fin “principal” es una confusión desafortunada.

Y como escribí en Una Lección hace ocho años:

Nada es más fácil de conseguir que el pleno empleo, una vez que se (…) considera un fin en sí mismo. Hitler produjo pleno empleo con un enorme programa armamentístico. La guerra produjo pleno empleo para todas las naciones afectadas.

Los campos de trabajo esclavo en la Rusia actual producen pleno empleo.

La inestabilidad del libre mercado

En un discurso en Detroit hace unas semanas (el 18 de octubre), el Dr. Burns hizo lo que me parece otra declaración perturbadora. “Como nuestro sistema de empresa libre y en competencia está en tela de juicio”, dijo, “el gobierno no puede distanciarse de la economía privada, sino que debe estar listo para dar pasos decididos para mantener una prosperidad estable”.

En los últimos dos siglos el sistema de empresa libre y en competencia ha demostrado ser el más productivo nunca conocido por el hombre. ¿En qué sentido está “en tela de juicio”, excepto en el de que puede decirse que toda institución humana y ser humano están en tela de juicio?

¿Está más en tela de juicio que el socialismo? ¿O la planificación estatal? ¿O la amada “política contracíclica” del Dr. Burns?

Los presupuestos tácitos de la declaración de Burns no son sólo que no puede confiarse en que una economía privada libre y en competencia sea razonablemente estable, sino que se puede confiar en que el gobierno (es decir, los políticos en el poder) sepa y haga exactamente lo que se necesitaría para mantenerlo estable. Ambos presupuestos son debatibles.

Política contracíclica

“Políticas contracíclicas” es una expresión de moda y favorecedora, pero no puedo recordar ningún ejemplo, histórico o contemporáneo, de su constante aplicación inteligente, desinteresada y con éxito. Por el contrario, los resultados de casi todos los gobiernos en el mundo en nuestro tiempo son de inflación monetaria recurrente o continua. Es a esta inflación monetaria a la que se deben los visibles “éxitos” de las políticas de pleno empleo.

Gasto en déficit

El Dr. Burns parece estar de acuerdo con los keynesianos, a pesar de sus reservas, en considerar la financiación en déficit como una de las principales “armas” de la “política contracíclica”. Pero esta superstición moderna, si se persiste en ella, debe llevar a la catástrofe económica y política. En buena parte como consecuencia de su dominio, hemos tenido déficits presupuestarios en 22 de los últimos 25 años, y el fin de la orgía deficitaria no está a la vista.

[Este artículo apareció originalmente como “Keynesian Thinking” en Newsweek, el 11 de agosto de 1954]

El artículo original se encuentra aquí.