Por qué soy un austriaco

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Recientemente di con “Putting Economics in Its Place”, un artículo escrito por Robert L. Heilbroner, un declarado socialista influido por Schumpeter. El propósito principal de Heilbroner es argumentar que el ámbito explicatorio de la economía se ha exagerado demasiado. Afirma que la economía no ofrece una ciencia universal y subyacente de la sociedad. Ejemplifica este asunto apuntando al (supuesto) fracaso de la profesión económica en predecir y explicar el repentino colapso de la Unión Soviética.

Pero mientras leía el mordaz ejemplo de Heilbroner de las deficiencias que percibía en la ciencia económica, sólo me sentía reforzado en mis convicciones austriacas. Es decir, sigo fascinado con el hecho de que ninguna de las desaprobaciones de Heilbroner parece aplicarse al marco teórico de la Escuela Austriaca.

No es sólo que la Escuela Austriaca no sufra las debilidades de las que acusa Heilbroner a la economía, sino que los austriacos arreglaron muchos de los asuntos que éste sugiere que aún estropean la ciencia. No es menos importante que, al leer su artículo bajo un cristal austriaco, uno se da cuenta de lo completo que es el marco austriaco. Por ejemplo, Heilbroner repite la discusión sobre el ámbito y naturaleza de la ciencia: esta discusión debería haberse resuelto con las contribuciones de gente como Lionel Robbins y Ludwig von Mises. Finalmente, una unión analítica entre las críticas de Heilbroner y sus propias conclusiones incorrectas entierra los marcos económicos no austriacos y como consecuencia eleva a la teoría austriaca por encima de su oposición. Si Heilbroner hubiera poseído un mejor entendimiento de las muchas contribuciones austriacas al debate, las conclusiones a las que llegaba habrían sido considerablemente distintas.

Como la tesis central de Heilbroner gira en torno a sus opiniones sobre la capacidad y calidad de la ciencia económica, debo explicar brevemente la contribución austriaca a este asunto fundamental. Al hacerlo, espero explicar por qué la Escuela Austriaca es mucho más radicalmente completa que cualquiera de los marcos alternativos disponibles.

La afirmación central de Heilbroner es que la economía sólo puede describir el sistema capitalista y por tanto no tiene nada que ofrecer respecto a la descripción de órdenes no capitalistas, como sociedades prehistóricas o autoritarias. Esta tesis es un corolario de su creencia en que lo que define a la economía es una técnica concreta por la que el hombre alcanza fines buscados, es decir la mezcla de trabajo y “los materiales y fuerzas de la naturaleza”. A partir de esto, uno puede inferir que Heilbroner cree que son distintas las técnicas que el hombre puede emplear en la búsqueda de fines en una sociedad precapitalista, en una sociedad autoritaria y en una sociedad capitalista.

Pero los austriacos nos muestran lo completamente absurda que es la postura de Heilbroner. La sociedad no se moldea mediante la técnicas empleadas por la humanidad, más bien las técnicas se moldean por la naturaleza subyacente de la sociedad. De hecho, todo el propósito de la economización es organizar medios y fines como un método de ocuparse de la escasez esencial que caracteriza a la sociedad (si no hubiera escasez, no tendría sentido la economización). La naturaleza de esta escasez no es distinta si una sociedad es precapitalista, capitalista o autoritaria: le técnica de economización utilizada es la misma en todas partes. ¡De hecho, la economización es la técnica! No hay alternativa y los intentos de planear una alternativa sólo pueden acabar en fracaso.

En lo que se refiere al ámbito de la economía, Heilbroner tiene razón, en la medida en que la economía se ocupa de fenómenos relacionados con la técnica de la economización. Pero si la economización es una característica natural de cualquier sociedad basada en la escasez, de ello se deduce que el ámbito de la economía abarca toda acción humana. Y de eso se deduce que la economía sí tiene algo que decir respecto de lo que Heilbroner llama las “sociedades autoritarias” y de hecho Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek emplearon buena parte de sus carreras dilucidando qué implicaciones tiene la teoría económica para la viabilidad del socialismo.

Lo que hace aún más increíbles las conclusiones de Heilbroner (y sólo puedo considerar a esto como negativo) es que es muy consciente de las contribuciones de Mises y Hayek, igual que lo es de todo el debate del cálculo socialista. Además, expresa estar de acuerdo con las refutaciones de Oskar Lange, que concedía a Mises la necesidad de economizar recursos escasos. Si incluso las sociedades autoritarias se distinguen por una escasez de bienes, y por tanto incluso las sociedades autoritarias requieren medios de economización, ¿cómo puede Heilbroner argumentar que las técnicas empleadas por los individuos que crearon una sociedad así sean distintas de las usadas bajo el capitalismo? Heilbroner escribe como si las mismas naturalezas de las sociedades subyacentes fueran diferentes. Pero incluso Lange admite que el socialismo busca reemplazar el método natural de economización con una planificación centralizada. Por su propia definición, el socialismo es antinatural.

Lo que importa es que la tesis de Hilbroner se derrumba cuando consideramos la escasez de medios en toda la sociedad. Y es la Escuela Austriaca la que mejor llama nuestra atención sobre los mismos hechos a los cuales Heilbroner es aparentemente ajeno.

“Para los austriacos, la economía no es una mezcolanza de generalizaciones basada en la observación empírica: la economía es una estructura teórica integrada”.

Es importante destacar otro aspecto del análisis de Heilbroner del lugar de la economía en las ciencias sociales. Se llega a un momento en su examen en el que Heilbroner afirma que los conceptos económicos no disfrutan de “una base causal inviolable, comparable a la física newtoniana”. El que Heilbroner llegue a esta conclusión es intrigante, dado que una de sus mayores influencias fue Adolph Lowe, que sostenía la opinión de que la teoría económica tradicional tenía que ser reemplazada por “leyes y reglas que nos permitan predecir qué medios son apropiados para alcanzar un fin concreto”.

La justificación de Heilbroner es sorprendentemente misesiana, ya que reconoce al individuo como el todo más pequeño en el sistema económico. Sostiene que las “generalizaciones” económicas no están sujetas a causalidad, porque “la relación entre estímulo social y respuesta siempre contiene los elementos semi-indeterminados de reconocimiento, evaluación y respuesta”. Tal vez el rechazo de Heilbroner a la causalidad económica derive de un rechazo de la visión de Lowe de un nuevo marco: ¿Cómo podemos establecer reglas y leyes que predigan qué medios son apropiados para alcanzar un fin concreto si, en definitiva, una empresa así se basa necesariamente en valoraciones subjetivas del individuo?

Ahora podemos apreciar el esplendor del marco austriaco. En muchos sentidos, la escuela de pensamiento que nació en 1871 con la publicación de los Principios de economía política de Carl Menger fue más radical y revolucionaria que sus movimientos marginalistas hermanos. Es verdad que, hablando en general, toda la revolución marginalista representa un derrocamiento de las erróneas teorías objetivas del valor de la escuela clásica. Sin embargo, el grado en que el movimiento subjetivista buscaba reemplazar a las teorías de la escuela clásica difiere mucho entre las distintas ramas. En este sentido, el marco mengeriano era el más revolucionario y rompedor. Buscaba esencialmente reinventar la ciencia económica.

La base de este nuevo marco se encuentra exactamente en lo que Heilbroner trataba de rechazar: la causalidad. Pero no es una causalidad que se ocupe de qué medios deberían economizarse hacia qué fines. Por el contrario, es una causalidad que explica lo que puede esperarse lógicamente que ocurra si un individuo hace A en lugar de B. En un reconocimiento del hecho de que los acontecimientos económicos están sometidos a causa y efecto y de que estos fenómenos son todos consecuencia del hombre que economiza. La completa brillantez del marco austriaco está en que, dada esta conexión causal lógica y deductiva, toda la economía austriaca está, en este sentido, unificada. Para los austriacos, la economía no es una mezcolanza de generalizaciones basada en la observación empírica: la economía es una estructura teórica integrada.

En “Putting Economics in Its Place”, Heilbroner buscaba investigar lo importante que era la economía en comparación con sus ciencias sociales hermanas en su aplicación en la explicación de la sociedad. El argumento de Heilbroner se quedó corto, porque su marco económico era insuficiente para la tarea que buscaba realizar. El modelo causal dinámico austriaco era el apropiado.

Si estamos de acuerdo en que la idea económica fundamental gira alrededor del hombre que economiza o, más adecuadamente, la acción humana con un fin, y en que el desarrollo de la sociedad ha sido una función de la acción humana, entonces el papel de la economía a la hora de explicar los fenómenos sociales es mayor de lo que Heilbroner está dispuesto a admitir. De hecho, solo a través de la economía podemos entender completamente cómo se coordinan los recursos en el mercado (siendo el mercado la sociedad) para alcanzar lo que la humanidad ha podido lograr hasta ahora.

Artículos como “Putting Economics in Its Place”, de Heilbroner me recuerdan por qué soy un austriaco. Quienes puedan ser considerados apropiadamente como austriacos están en la vanguardia de la ciencia económica (mejor, praxeológica). Todos los demás, con el tiempo, vendrán a nosotros.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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