Póngase a cubierto cuando oiga a un líder político hablando de asuntos económicos. Puede apostar a que está a punto de llegar a una mala decisión. Por suerte para los líderes, su mediación normalmente tiene un efecto lento y erosivo en la economía. Sin embargo, demasiado a menudo, los grandes se las arreglan para imponer un verdadero gran error que les derriba junto con todo su país. Aquí van diez ejemplos de la historia.
1. Cobra demasiado y morirás
En el año 301, el emperador romano Diocleciano dictó el Edictum De Pretiis Rerum Venalium, es decir el Edicto sobre Precios Máximos, que reequilibraba el sistema de acuñación y fijaba máximos en salarios y precios de muchos tipos de bienes, especialmente alimentos. La multa por vender por encima de los precios estipulados era la muerte. Se grabaron copias del edicto en monumentos en piedra por todo el imperio. Aquí va un consejo para dictadores futuros: nunca inscriban sus errores en piedra, salvo que quieran que la gente se ría de ustedes el resto de la eternidad. El edicto fue un desastre. Los vendedores retiraron de la venta sus productos, al no desear vender a los precios fijados o incluso arriesgarse a ser acusados falsamente de vender por encima del precio máximo y ser así objeto de ejecución. Los trabajadores respondieron a los edictos de salarios desapareciendo o quedándose sin hacer nada. El edicto acabó ignorándose y se convirtió en objeto de burla y mofa que rebajó permanentemente el prestigio y la autoridad del imperio.
2. Esquilando al lobo inglés
Sabes que estás haciendo algo mal cuando tus enemigos se convierten en héroes populares como Robin Hood. El sentido común dicta gravar a los débiles y dar dinero a los fuertes, pero después de su fracaso en política forestal, el Rey Juan de Inglaterra intentó lo contrario. Relevó a los caballeros del reino de sus obligaciones de servicio militar, pero luego les ordenó a pagar un considerable impuesto de escudos. Pronto hubo 10.000 Robin Hoods tratando de matarle y moviéndose de forma organizada. Firmar la humillante Carta Magna en 1215 le dio algo de tiempo, pero al año siguiente estaba huyendo de la justicia. Después de que su mal ganado tesoro se lo llevara la corriente al cruzar un río en un momento equivocado, se volvió loco y murió poco después.
3. El papel moneda es asombroso
El quinto kan de Persia se llamaba “Gaikhatu”, que significa “asombroso” en mongol. Después de derrochar el dinero que le dejaron sus predecesores no estaba en disposición de afrontar una epidemia masiva de peste bovina que empezó a devastar los ganados de sus súbditos en 1294. Asombroso ideó una solución asombrosa para sus problemas financieros: el papel moneda. Inventado por su jefe, Kublai Khan, la idea del papel moneda fue una bendición. Podía imprimir certificados iguales que los chinos, decretar la muerte a quienes los rechazaran y todos sus problemas se resolverían. ¡Asombroso! Desgraciadamente para Asombroso, éste no se preocupó mucho por los detalles técnicos como la convertibilidad y los controles del capital, sobre los que Kublai Khan había dado muchas vueltas y el resultado fue el total fracaso del proyecto. Se produjo un caos económico. Asombroso fue depuesto y muerto al año siguiente.
4. Compraré cualquier espada que tengáis
En el periodo Muromachi (1336 a 1573), los mandarines de la dinastía Ming en China adoptaron una política de comprar e importar espadas de los japoneses con el objetivo de privar a los problemáticos “bárbaros” de ocupar esas islas con sus armas. La alegre reacción de los japoneses iba en la línea del anuncio de Doritos con Jay Leno: Compren todo lo que quieran, haremos más.
5. Prohibido el contrabando
Los controles de precios son siempre estúpidos, pero requiere verdadera idiocia aplicarlos en medio de un asedio. En 1584, las fuerzas controladas por Alejandro Farnesio, duque de Parma, asediaban la mayor ciudad de Holanda, Amberes, en la Guerra de Independencia Holandesa. Al principio, el asedio no fue efectivo porque las líneas del duque eran porosas y Amberes podía ser abastecida por mar, pero el duque tuvo suerte porque la propia ciudad decidió bloquearse voluntariamente. Los magistrados de la ciudad declararon un precio máximo del grano. Los contrabandistas que habían venido burlando el bloqueo hasta entonces se mostraron considerablemente menos entusiastas para hacer envíos de alimentos después de esto. La ciudad se rindió por hambre al siguiente año.
6. La fábrica de oro de Venecia
En 1590, la República de Venecia estaba en decadencia. Diecinueve años antes había rechazado gloriosamente a los turcos otomanos con una tremenda victoria en la batalla de Lepanto, pero sin embargo había perdido Chipre, la mayor posesión de la república. En 1585 el recién elegido dux arrojó monedas de plata en lugar del oro tradicional tras su elección. Aplastada por tasas, impuestos, aranceles, cargas, diezmos, gravámenes y tarifas, la economía había visto mejores días. De entre esta oscuridad apareció inesperadamente una nueva esperanza. Un olvidado veneciano llamado Marco Bragadini, actualmente residente en la cercana Lombardía, había descubierto cómo fabricar oro. Sin embargo, la república tenía que actuar rápido, porque el duque de Mantua estaba tratando de poner sus manos en esta valiosa gallina. Se envió inmediatamente un séquito de soldados y Bragadini fue trasladado sano y salvo a la ciudad en tres galeras. El senado ordenó realizar pruebas científicas rigurosas para verificar el poder del “anima d’oro”, que sólo Bragadini poseía. El alquimista llenó un crisol con mercurio, añadió una pizca del polvo secreto y encendió el fuego. Pronto el mercurio se transformó en oro: era cierto. El precio de las capas y retortas de alquimistas se disparó. El Signor Bragadini informó serenamente al senado que podía fabricar seis millones de ducados o lo que pidieran. No quería nada para él, salvo ser un humilde servidor de su país. Naturalmente, el senado puso todos los recursos de Venecia a su disposición. Los nobles acudieron a Bragantini por docenas, implorándole compartir el negocio. Pasaron los meses, pero la producción de la nueva fábrica de oro era decepcionantemente pequeña. Aparentemente había límites a la velocidad en que el oro podía fabricarse. Al apreciar una creciente impaciencia respecto de sus operaciones, Bragadini huyó a Munich, donde el duque Guillermo el Pío le estaba apoyando. Para desgracia del maestro, entretanto había muerto el papa Sixto y le había reemplazado el moralista Gregorio XIV que consideró al alquimista y sus perros engendros del diablo y ordenó su ejecución, que Guillermo llevó a cabo. El senado de Venecia decidió hacer como si nunca hubiera pasado nada.
7. Cómo ocuparse de los acaparadores
Cuando la Revolución Francesa espoleada por la hambruna iba quedando fuera de control, un grupo reducido llamado “Comité de Salud Pública”, encabezado por Maximilien Robespierre, tomó el poder. El comité decidió resolver el problema de la comida alistando al “general máximo”, una serie de políticas decretando el precio máximo del pan y otros bienes comunes. Cuando esas medidas fracasaron en aumentar la oferta de comida, enviaron soldados al campo a apropiarse por la fuerza del grano de los “malvados” agricultores que lo estaban “acaparando”. Robespierre y el comité fueron a la guillotina al siguiente año.
8. El sueño de un vagabundo, el fin de un imperio
En 1880, la tecnología ferroviaria estaba avanzando rápidamente y los rusos recibieron varias solicitudes privadas para una concesión en el Extremo Oriente. Para los patricios paranoicos de Moscú, no bastaba con negárselo simplemente a estos inversores extranjeros: tenían que construir su propio ferrocarril al este para mantenerlos lejos. Bajo el liderazgo de Su Paranoica Mejestad, el zar Alejandro III, el estado ruso empezó a obtener enormes préstamos en el extranjero y a construir la Ferrocarril Transiberiano, de 5.000 millas, el mayor proyecto de obra civil desde la Gran Pirámide de Gizeh. Alejandro (y su imperio) murió más tarde por las lesiones sufridas en un accidente de ferrocarril. Cuando se terminó el inútil proyecto corroído por la corrupción en 1904, el hijo de Alejandro, Nicolas II, estaba técnicamente quebrado. Las guerras y revueltas empezaron a extenderse en el imperio. En lugar de traer bienes para comerciar, el nuevo ferrocarril traía prisioneros políticos y suministros para los soldados. Cuando Rusia refinanció su deuda en 1907 era evidente para los grandes bancos que el imperio estaba condenado financieramente y sólo pudieron encontrar pequeños inversores que suscribieran los nuevos préstamos. Incluso suspendiendo esos préstamos, la economía rusa era tan débil que no sobreviviría a la próxima guerra. Nicolás fue ejecutado el 16 de julio de 1918.
9. Hace falta una villa para crear una hambruna
La mala cosecha de 1984 en Etiopía generó una serie de problemas nuevos para la junta marxista, llamada el “Derg”, que controlaba el gobierno. Los programas de nacionalización y controles de precios con los que habían estado experimentando durante años parecían menos eficaces que nunca. Evidentemente, los restos del capitalismo seguían infectando la economía, así que adaptaron medidas vigorosas como prohibir el comercio del grano. Curiosamente, esto no detuvo la hambruna. El presidente, Mengistu Haile Mariam, inspirado por los grandes éxitos agrícolas del Secretario Stalin en la década de 1930, defendió inmediatamente después una nueva idea apodada “villanización”. Bajo este plan, los dispersos habitantes rurales de Etiopía se reunirían en villas modernas con la más moderna infraestructura civil. Como cabía esperar, no todos los beneficiarios de este plan se dieron cuenta de la utopía que serían estas villas, así que tuvieron que ser conducidos a ellas a punta de pistola por su propio bien. Por desgracia, los esperados aumentos en la producción agrícola nunca se materializaron y millones murieron de hambre. El país se sumió en un estado permanente de guerra civil, que sólo acabó en 1990, después de que la Unión Soviética dejara de apoyar al Derg. Mengistu huyó a Zimbabwe, donde se ha convertido en un importante asesor de los gobernantes de esa nación.
10. Rublos: Ahora los ves, ahora no los ves
En 22 de enero de 1991, Mijail Gorbachov, presidente de la Unión Soviética, decretó que todos los billetes de 50 y 100 rublos ya no eran de curso legal y que podían ser intercambiados por nuevo billetes en sólo tres días y sólo en pequeñas cantidades. Esto tuvo el efecto de eliminar instantáneamente grandes cantidades de ahorros y capital acumulados por ciudadanos privados. Continuó con este movimiento genial el 26 de enero al ordenar que la policía tuviera autoridad para buscar cualquier negocio y pedirle sus registros en cualquier momento. Los problemas económicos de la unión se aceleraron en una espiral mortal. Gorbachov dimitió el 25 de diciembre y al día siguiente, el Soviet Supremo se autodisolvió y con él la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.