La escritura en la pared

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A mediados del siglo XIX apareció un nuevo movimiento político: el socialismo. El alemán Karl Marx era su principal pensador y el Partido Socialdemócrata de Alemania su principal organización. Los socialistas denunciaban la desigualdad socialista y argumentaban que la solución obvia era la propiedad pública de los medios de producción.

Desde el principio, muchos cuestionaron la viabilidad de la solución de los socialistas. Después de igualar ingresos, ¿quién se llevará la basura? Aún así, casi nadie cuestionó el idealismo socialista. Sin embargo en 1961 los descendientes del ala radical del Partido Socialdemócrata habían construido el Muro de Berlín y estaban disparando a quien tratara de huir de su “paraíso de los trabajadores”. Un movimiento fundado para liberar a trabajador dirigía sus armas hacia la misma gente que había prometido salvar.

¿Quién podía haber previsto una transformación tan fabulosa? De todas las críticas al socialismo, hay una que aparece como especialmente presente: la de Eugen Richter (1838-1906).[1] Durante las últimas décadas del siglo XIX era el principal liberal del Reichstag alemán y el redactor jefe del Freisinnige Zeitung. Setenta años antes del Muro, la distopía de Richter, Imágenes del futuro socialista, predecía audazmente que el victorioso socialismo alemán inspiraría un éxodo masivo y que los socialistas responderían prohibiendo la emigración y castigando a los infractores con fuerza letal.

El éxodo masivo:

gente útil y gente que realmente ha aprendido algo, se va, cada vez en mayor número a Suiza, a Inglaterra, a América, países en los cuales el Socialismo no ha tenido éxito en establecerse. Arquitectos, ingenieros, químicos, doctores, profesores, directores de factorías y fábricas, y todo tipo de trabajadores cualificados emigran en manadas. La causa principal de esto podría ser cierta exaltación del ánimo que resulta muy lamentable. Esa gente imagina que de alguna manera son mejores y no pueden soportar la idea de obtener la misma remuneración que un simple trabajador de a pie. (Capítulo XV).

La prohibición de la emigración:

se ha emitido un decreto contra toda emigración sin permiso de las autoridades. (…) Los viejos que ya no tienen que trabajar y los niños son libres de irse, pero el derecho de emigrar no puede concederse a gente robusta que tiene obligaciones para con el Estado por su educación y cultura, siempre que estén en edad de trabajar. (Capítulo XV).

La fuerza letal:

Bajo estas circunstancias se ha encomendado al Gobierno desarrollar medidas estrictas para evitar la emigración. Con el fin de hacerlo de la forma más eficaz, se ha estimado la medida de enviar grandes contingentes de tropas a las fronteras y los puertos de mar. Las fronteras con Suiza han recibido una especial consideración por parte de las autoridades. Se ha anunciado que los destacamentos se verán incrementados con varios batallones de infantería y escuadrones de caballería. Las patrullas fronterizas tienen instrucciones estrictas de disparar sin previo aviso a todos los fugitivos. (Capítulo XV).

Lord Acton y F.A. Hayek han inspirado las dos explicaciones más populares para los crímenes del socialismo realmente existente. Aunque Acton no vivió para ver a los socialistas llegar al poder, su comportamiento parece ilustrar a la perfección su aforismo de que “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.[2] A pesar de todo su idealismo, incluso los socialistas harán cosas malas si no están controlados. Hayek, gracias a su experiencia, sugirió una explicación ligeramente diferente: bajo el socialismo “los peores llegan a la cumbre”.[3] Según esta teoría, los fundadores idealistas del socialismo fueron eliminados gradualmente por cínicos brutales a medida que aumentaba el poder de su movimiento.

La novela de Richter anticipa una explicación muy diferente para la “decadencia moral” del socialismo: el movimiento había nacido mal. Aunque los primeros socialistas eran realmente “idealistas”, su ideal era el totalitarismo. Sus objetivos primordiales eran construir una nueva sociedad y un Nuevo Hombre Socialista. Si esto significaba tratar a los trabajadores como esclavos (privándoles de la libertad de elegir su ocupación o residencia, prohibiéndoles cambiar de trabajo, dividiendo familias sin su consentimiento e imponiendo castigos draconianos a los descontentos), se haría.

Es verdad que Richter presenta algunas de las peores políticas socialistas (aumento de horas de trabajo, racionamiento estricto, gasto militar masivo, castigos corporales) como huidas hacia delante en respuesta al deterioro de las condiciones. Pero muchos de sus peores ataques ocurren al principio de la novela y Schmidt, el narrador socialista del libro, las apoya con alegría. En el capítulo VI, los trabajadores pierden la libertad de elegir su área de trabajo. La reacción de Schmidt:

¿qué debe hacer el Gobierno para hacer que su plan de organización de la producción y el consumo tenga algo de armonía con lo que ha solicitado la gente? ¿Debe el Gobierno establecer un nivel más bajo de salarios para aquellas labores que estén sobresaturadas y uno más alto para aquellos trabajos que no sean tan codiciados? Eso sería una subversión de los principios fundamentales del Socialismo. (Capítulo VI).

En el capítulo VII, el gobierno impone pasaportes internos para impedir que los granjeros se trasladen a las más confortables ciudades. La reacción de Schmidt:

Sin duda hubiera sido mejor que las normas que acaban de promulgarse se hubieran dictado desde el principio. De acuerdo con esas normas ahora nadie puede abandonar temporalmente su lugar de residencia sin tener un permiso de ausencia, y nadie puede quedarse permanentemente sin autorización de la autoridad. (Capítulo VII).

En el capítulo XV, mucho después de que las condiciones se hayan vuelto desesperadas, los socialistas alemanes prohíben la emigración y amenazan a los fugitivos con la muerte. La reacción de Schmidt:

El socialismo se basa en el principio de que el trabajo es una obligación de todas las personas por igual, tal como en el antiguo régimen la obligación del servicio militar estaba reconocida universalmente. E igual que en el anterior régimen a los jóvenes que eran aptos para el servicio militar nunca se les permitía emigrar sin autorización, nuestro Gobierno por la misma razón puede no permitir la salida de nuestras fronteras de aquellas personas que se encuentren en edad de trabajar. (Capítulo XV).

¿Qué inspiró a Richter a hacer estas lúgubres (aunque asombrosamente precisas) predicciones acerca del “futuro socialista”? La hipótesis más probable es que Richter conocía personalmente a los principales socialistas del Reichstag alemán y les veía tal y como eran.[4] Yo sostengo que picaba constante a los socialistas con preguntas hipotéticas molestas, como “Bajo el socialismo, ¿quién sacará la basura?” o “¿Qué harán cuando los trabajadores cualificados abandonen el país?” Cuando los políticos socialistas respondían con histerismo y evasivas, Richter realizaba la dedución natural: “Si es así como los ‘idealistas’ se ocupan de las preguntas críticas antes de estar en el poder, ¡imagínense cómo se ocuparían de las acciones críticas después de alcanzar el poder!” Como explica el alter ego de Richter en el discurso del clímax de la novela,

Esforzándose en evitar las desventajas del método de fabricación socialista, establecen tales restricciones en la libertad de las personas y del comercio que han convertido Alemania en una gigantesca prisión. (…)Para aquéllos que estaban en la cárcel existía, al menos, la posibilidad de indulto, que podría algún día abrir una puerta a la libertad, incluso para los condenados a cadena perpetua. Pero los que se encuentran sometidos a su prisión socialista están sentenciados de por vida, la única vía de escape es el suicidio.(Capítulo XXIX).

A pesar de su atractivo intuitivo, las teorías del “poder corruptor” de Acton y de “los peores llegan a la cumbre” de Hayek, acerca de la decadencia moral socialista parecen peores que la postura del “mal nacimiento” de Richter. Es verdad que el poder lleva a los políticos a traicionar sus ideales, pero desde la perspectiva del socialismo del siglo XIX, los verdaderos “vendidos” eran los socialdemócratas moderados que gradualmente iban aceptando el sistema capitalista. Es verdad que los peores llegan a la cumbre en los regímenes totalitarios. Pero si los primeros socialistas no hubieran justificado intelectualmente la brutalidad extrema, su movimiento probablemente no hubiera atraído a los muchos sádicos y psicópatas que llegaron a dirigirlos. Sólo la teoría richteriana puede explicar correctamente por qué los hijos supervivientes más devotos del socialismo alemán crecieron hasta ser el estado prisión de la Alemania del Este: la brutalidad con aires de superioridad era el plan de los puristas desde el principio.

Décadas antes de que los socialistas obtuvieran el poder, Eugen Richter vio la escritura en la pared. La gran tragedia del siglo XX es que el mundo tuviera que aprender acerca del socialismo totalitario a través de la amarga experiencia, en lugar de a través de la inspirada novela de Richter. Muchos no vieron la verdad hasta que apareció el Muro de Berlín. Pero entonces, desgraciadamente, era demasiado tarde.

[1] Para una excelente explicación de la vida, pensamiento e influencia de Richter, ver Ralph Raico, “Eugen Richter and Late German Manchester Liberalism: A Reevaluation”, Review of Austrian Economics 4 (1990): pp. 3–25, y Ralph Raico “Authentic German Liberalism of the 19th Century”,Mises Daily (2005).
[2] Correspondencia Acton-Creighton, Carta 1.
[3] F.A. Hayek, The Road to Serfdom (Chicago: University of Chicago Press, 1994), pp. 148–67. Publicada en español como Camino de servidumbre(Madrid: Alianza Editorial, 1995).
[4] Las Leyes Antisocialistas de Bismarck (1878-1890) hicieron difícil la existencia del Partido Socialdemócrata de Alemania, pero nunca impusieron una prohibición directa. El partido tuvo un mínimo de 9 escaños en el Reichstag en 1878 y saltó a 35 en 1890 cuando se dejaron de aplicar las Leyes Antisocialistas. Ver Wikipedia: German Elections, 1871–1945.

[Prólogo a Imágenes del futuro socialista]

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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