En mi clase en línea sobre ley y defensa privadas, una de las principales preocupaciones de los estudiantes fue el proceso de apelación. En una sociedad estatista como los Estados Unidos actuales, si a alguien no le gusta la decisión de un tribunal inferior, puede apelar a un tribunal superior. Sin embargo el proceso de apelación tiene lógicamente un punto final en el Tribunal Supremo.
¿Pero cómo funcionarían las apelaciones en un sistema voluntario de ley privada? ¿Serían los acusados capaces de apelar ante condenas claramente injustas? Si es así, entonces ¿qué impediría a un asesino apelar indefinidamente? Sin ninguna organización en lo alto de la pirámide judicial, ¿cómo podría un sistema legal de mercado llegar a cualquier resolución en casos importantes?
Cómo podría funcionar la ley privada
En un artículo previo, repasaba la mecánica de un sistema legal privado. Por recapitular: En una sociedad en la que no hay una institución de robo y violencia organizados (en otras palabras, un estado), la gente seguiría teniendo disputas. Éstas podrían ir de desacuerdos honrados entre empresarios sobre los términos de un contrato comercial a herederos buscando justicia contra el asesino de un miembro de su familia.
En una comunidad civilizada, especialmente si tiene una economía de mercado compleja, la gente no querría que la norma fuera la “justicia vigilante”. En su lugar, la mayoría de la gente querría garantizar a sus vecinos y socios que están justificados en la forma en que manejan su propiedad.
Por ejemplo, si entro un día en mi casa y veo que Thad el ladrón sale por mi puerta trasera con un portátil bajo el brazo, podría sentirme personalmente justificado para ir a su casa y echar abajo su puerta. ¡Es mi ordenador y lo voy a recuperar! También me sentiría justificado en llevar a algunos amigos fornidos, para el caso de que Thad y yo no consiguiéramos entendernos.
Pero en realidad sería una tontería que yo actuara así, al menos si mis vecinos en este escenario hipotético fueran algo similar a mis vecinos en el mundo real. Ellos no podrían estar seguros de que Thad hubiese robado realmente el portátil, especialmente si empieza a acusarme de haber allanado su casa con mis compañeros de banda.
Ahora vemos la muy pragmática función de los jueces desinteresados. Sin un estado monopolizando la industria, en una anarquía de libre mercado los jueces privados ofrecerían sus servicios. En mi escenario, podría presentar a Thad el ladrón una lista de diez jueces respetados en la zona, todos especializados en casos de robos. Diría a Thad que tengo el recibo original del portátil (con su número de serie) y que le he grabado con mis cámaras de seguridad. Luego invitaría a Thad a que eligiera al juez que prefiriera e iríamos al tribunal.
Si Thar está de acuerdo, haríamos nuestras declaraciones, tal vez llamaríamos a testigos, etc., de acuerdo con los procedimientos del juez que ambos hayamos elegido. El juez ajustará sus procedimientos de forma que su “opinión” en el asunto esté probablemente de acuerdo con la noción de justicia sostenida por al menos una parte de la comunidad. Recordemos que en un sistema de ley privada y voluntaria, los acusadores y acusados no tienen asignado un juez concreto a causa de su “jurisdicción”.
Por el contrario, los jueces competirían entre sí para atraer clientes. Por esto los jueces privados (al contrario de los elegidos o nombrados por la administración) tendrían mucho mayores incentivos para dictar sentencias justas. Si se descubriera a cualquier juez privado aceptando un soborno o dictando una sentencia particularmente injusta probablemente estaría acabado. Al menos una de las partes de una disputa futura tendría miedo de someterse al dictado de este juez, así que optaría por la competencia.
¿Pero qué pasa si Thad no está de acuerdo con ninguno de los jueces de mi lista? Supongamos que en su lugar propone que usemos a su cuñado, que en realidad es mecánico, pero, según Thad, “es realmente un tipo de una pieza”. Evidentemente cualquier persona razonable en la comunidad apreciaría casi con seguridad que Thad es un ladrón y que yo estoy diciendo la verdad. Si yo fuera a un juez respetable y presentara mi alegato contra Thad en su ausencia y el juez estuviera de acuerdo conmigo, entonces la comunidad tendría pocas simpatías por Thad si fuera con un oficial de justicia profesional a recuperar mi portátil de la casa de Thad.
¿Qué hay de apelar una sentencia?
En casos legales, es importante recordar que un juez expresa su opinión. Especialmente en sistemas legales voluntarios y privados, estaría claro que los jueces (que proporcionan una guía experta sobre lo que dice la ley en un asunto) son distintos de la gente que aplica la ley. Como los gobiernos modernos monopolizan el sistema de tribunales y controlan los cuerpos más fuertes de aplicación de la ley (es decir, la policía y el ejército), a menudo ponemos a estas instituciones en el mismo saco.
Pero en la anarquía del libre mercado, las empresas que ofrecieran opiniones judiciales no serían necesariamente las mismas que mantienen personal armado para asegurar el cumplimiento de estas opiniones. (De hecho, probablemente les fuera rentable a estas agencias mantener la distinción, por la sencilla razón de que esto sería una garantía añadida para los clientes).
Pero volvamos a nuestra historia. ¿Qué ocurriría en el siguiente escenario? Thad está de acuerdo con uno de los jueces de mi lista. Ambos presentamos nuestras pruebas. Muestro la factura de mi ordenador y muestro mi grabación del día del robo. También testifico que fui testigo personal de ver a Thad saliendo de mi casa.
Pero por su parte, Thad afirma que no es posible que pudiera hacerlo, porque estaba viendo un partido de fútbol en un bar local en el momento en que entré en mi casa. Por desgracia, Thad no tiene más que su testimonio y el camarero, aunque reconoce que Thad es un cliente habitual, no puede estar seguro de que Thad estuviera realmente en el bar en ese momento preciso.
Si el número de serie del portátil coincide con mi factura y mi grabación muestra claramente la cara de Thad, podemos confiar en que el juez decidirá a mi favor. Thad podría entonces buscar a otros jueces (de mi lista inicial) para atender su caso en apelación. Pero éstos revisarían la evidencia y le dirían: “Lo siento, hijo, yo acabaría sentenciando lo mismo. No gastes tiempo y dinero contratándome para atender este caso”.
Sin embargo, alteremos el escenario. Supongamos que no tengo una evidencia tan definitiva. Tal vez el portátil no pudo encontrarse, así que la evidencia contra Thad sólo es mi palabra, además de un vídeo que muestra a alguien que parece que podría ser Thad, pero no está claro porque lleva un pasamontañas.
Durante el juicio, supongamos también que Thad no puede dar una coartada. Y tal vez el juez dictamine a mi favor. Pero luego después del juicio parecen nuevas pruebas: Thad recuerda que paró en un cajero automático antes de ir al bar a ver el partido. El banco comprueba sus registros y cámaras y ¡sí! Alguien sacó dinero con la tarjeta de Thad 15 minutos antes del momento en que Thad afirma que estuvo en el bar y la cámara en el cajero confirma que la persona era de hecho Thad.
Ahora Thad tiene una base sólida para una apelación. Pregunta por ahí y varios jueces le dicen que definitivamente estarían dispuestos a reabrir el caso, porque la sentencia original ahora es sospechosa. Thad acudiría a mí y me ofrecería la lista de estos jueces, en la que de nuevo todos ellos serían expertos en ley de robos y todos ellos tendrían suficiente experiencia en casos de apelación.
Si no estoy de acuerdo con ninguno d ellos, los papeles se intercambiarían: Thad iría al más respetable y haría que se juzgara en mi ausencia. Suponiendo que el juez fuera de la opinión de que Thad debería ser absuelto, la comunidad probablemente asuma ahora que Thad fue siempre inocente. Si en este momento tratara de contratar a un grupo de fornidos agentes judiciales para entrar en la casa de Thad, ninguna empresa respetable estaría de acuerdo con mi solicitud. Perdería prestigio en la comunidad porque estarían ayudando a “aplicar” una sentencia que ha sido claramente revocada.
¿Dónde acaba esto?
En la sección anterior, describía la forma básica en que podrían funcionar las apelaciones en una sociedad comercial basada en relaciones voluntarias. Como vimos, no haría falta ningún gobierno arbitrario, que especifique (por ejemplo): “Tienes derecho a apelar dos veces en un caso civil y cuatro en uno criminal”. Pienso que es un error de los teóricos anarcocapitalistas tratar de planificar centralizadamente la estructura de todo un código legal. Igual que no podemos realmente predecir cómo resultaría ser un mercado libre en la educación o los medios de comunicación, tampoco podemos predecir qué aspecto tendría un libre mercado en las sentencias judiciales.
Por supuesto, los jueces profesionales en una región sin duda llegarían a acuerdos entre sí respecto de las apelaciones. Con el tiempo se desarrollarían procedimientos estandarizados. Por supuesto el objetivo (desde el punto de vista de los jueces) sería atraer a clientes.
Recordemos que en un sistema de ley privada, los clientes potenciales de un juez quieren dos cosas: por un lado, quieren una resolución del asunto. Así que si todos los jueces tienen acuerdos entrelazados, de forma que el perdedor en un juicio pueda apelar el resultado durante años, a la gente en disputa de entrada no se preocuparán por ir a los tribunales. Sabrían que contratar jueces externos no les ayudaría a resolver la discusión y continuarían con su vida.
Por otro lado, los clientes potenciales de juez querrían algún método de apelación si realmente aparecen nuevas pruebas después del juicio o si ocurrió algo verdaderamente escandaloso durante el juicio. En otras palabras, las partes acordarían: “Vale, es evidente que no vamos a resolver solos este conflicto. Llevemos el caso al juez Brown, de quien ambos sabemos que ha dictado sentencias muy justas durante más de una década en casos como el nuestro. Ambos estamos de acuerdo en acatar su opinión, salvo que ocurra algo verdaderamente extraño, como que Brown diga que los extraterrestres se han comunicado con él y por eso se pone de parte de uno de nosotros en la querella. Evidentemente en ese tipo de situación, no estamos moralmente obligados a acatar su decisión y el perdedor normalmente apelará y tratará de encontrar un tribunal distinto que atienda el caso”.
Conclusión
Es muy difícil imaginar una sociedad sin que ninguna institución centralizada declare ser el último árbitro en todas las disputas legales. La mayoría de la gente simplemente supone que necesitamos un estado con el fin de tener un estado de derecho.
Aún así, en la práctica vemos que los funcionarios públicos pertenecen a la profesión más criminal y “fuera de la ley” que hay. Una vez entendamos las bases de cómo podría funcionar un sistema legal privado, las objeciones típicas a una sociedad verdaderamente libre empezarían a desaparecer.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.