Los austriacos frente a los alfareros de la corriente principal y su torno

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¿Es el capital una masa amorfa? ¿Una masa formada a partir del éter, que puede modificarse como se desee y sin esfuerzo? ¿O es el capital una masa física que puede modificarse sólo a través de recursos escasos durante un periodo de tiempo?

La opinión prevaleciente supone que el capital es simplemente uno de los muchos factores empleados en ecuaciones, funciones y modelos. El capital es homogéneo, por lo que a mayor cantidad de capital, mejor se encuentra la sociedad. Y ni siquiera importa cómo se ha formado el capital en el pasado, ya que, una vez formado, puede modificarse donde y cuando se quiera.

Pero, por supuesto, esa no es la realidad. El capital, en todo tiempo y lugar es una reliquia histórica. Es físico, en muchos casos, endurecido, y en otros ligeramente maleable. No es una masa que pueda modificarse libremente para adecuarse a las necesidades del hoy y el mañana.

La vida en un pueblo del norte

Yo crecí en un pueblo del norte. Mientras montaba en mi bicicleta a lo largo de los imponentes ríos del suroeste de Pennsylvania, el paisaje era siempre el mismo: en valles acurrucados en verdes colinas redondeadas, aparecían los restos oxidados de la una vez orgullosa industria del acero de Pittsburg, mientras el lento y deliberado flujo del agua marcaba el paso del tiempo. Estas colosales estructuras de la industria pasada quedaban (y quedan) como un testamento de la enorme cantidad de recursos invertidos en esa área.

Al trasladarse la industria del acero a otros lugares, los negocios abandonaron la mayoría de las fábricas. Sin duda los nuevos emprendedores utilizaron algunos de los componentes del capital para otros fines. Sin embargo, en lo esencial, esas inversiones pasadas se abandonaron para ser reclamadas lentamente por la naturaleza. El polvo al polvo.

Si el capital fuera homogéneo y dúctil, capaz de adoptar nuevas formas sin la necesidad del tiempo y del gasto de bienes escasos, la región de Pittsburg habría permanecido floreciente. Sin embargo, una rápida excursión por la zona revela la naturaleza inmaleable de la mayoría del capital, un coste fijo con pocos usos alternativos o ninguno.

“Hay millones enterrados en esas minas”

Difícilmente.

He pasado mi juventud viviendo cerca de una mina de carbón que ha estado abandonada desde que tengo uso de razón. A la gente del área le gusta hablar sobre todo del equipamiento enterrado cuando se cerraron finalmente los pozos, con lo que la conclusión era que el propietario de la mina había dejado algo de valor.

Sin embargo, el propietario de la mina reconocía que el equipamiento enterrado profundamente en el suelo ya no tenía ningún valor en el mercado. Era tan inútil como la escoria amontonada cerca. El mercado había reducido su valor como capital a cero. El propietario cerró su mina y se fue, no dejando atrás nada de valor.

La tecnología como infraestructura de capital

La tecnología es esencial para la economía moderna, en particular las transacciones de la economía moderna se realizan en autopistas electrónicas construidas con ordenadores y software. Con el fin de satisfacer a los consumidores y seguir siendo rentables, los negocios deben mantener continuamente sus sistemas informáticos y aplicaciones. Y como los negocios atienden los deseos siempre cambiantes de los veleidosos consumidores, deben invertir en tecnologías nuevas y mejores.

El desarrollo de nuevas aplicaciones de software no es nunca un proceso fácil. Juntemos usuarios finales con técnicos en una habitación y pidámosles que busquen la mejor solución. El producto final será un sueño utópico: un plan que no respeta la ley económica de la escasez, la escasez de tiempo y recursos.

Enviemos a esa misma gente de nuevo a la habitación con una lista priorizada de necesidades de negocio, junto con un presupuesto, un calendario y una lista de recursos y el producto final será una solución viable.

Sin embargo, para definir la solución, el equipo de desarrollo tiene que entender este dato esencial: el estado actual de los sistemas informáticos y aplicaciones en la empresa. La infraestructura existente es el producto de inversiones en soluciones pasadas. Pero es una infraestructura que puede ser tan poco maleable como el oxidado armatoste de una acería abandonada.

Aunque es verdad que la compañía ha invertido (supongamos) 100 millones en tecnología, no es cierto que los 100 millones son un recurso que puede rediseñarse para la nueva solución. Los 100 millones son en su mayor parte un coste perdido, una reliquia de previos esfuerzos de desarrollo.

Por tanto, a medida que el equipo de desarrollo se dedica a definir el futuro sistema, no le preocupan los costes de las inversiones previas. Analicemos este ejemplo:

Si el coste del nuevo sistema es de 110 millones, el equipo de desarrollo no afirma que el coste efectivo sean sólo 10 millones adicionales (110 millones menos el actual capital de 100 millones). El equipo reconoce que los 100 millones no se encuentran en algún tipo de montón de capital al que puedan acudir cuando construyan el nuevo sistema. Esos 100 millones se han perdido.

Aunque puede ser cierto que algunos componentes del sistema actual pueden trasladarse al nuevo sistema, reduciendo así el gasto total, el capital es, en su mayor parte, fijo y perdido. Esto es especialmente cierto cuando un sistema está maduro e integrado en otros sistemas y aplicaciones.

Los austriacos frente a los alfareros de la corriente principal y su torno

El punto de vista estándar es que el capital es arcilla lista para que el alfarero le cambie la forma en un momento. Por el contrario, la visión austriaca toma la estructura de capital como algo dado, algo que el empresario debe tomar en consideración al formular sus planes. Si un empresario quiere cambiar la estructura actual del capital, debe blandir dinamita y bulldozers, no agua y un torno.

Las diferentes consideraciones del capital llevan a diferentes consideraciones de las intervenciones del gobierno en el mercado. Si el capital fuera similar a la arcilla del alfarero, no habría una preocupación real por que la expansión del crédito lleve a una mala asignación del capital. Las malas asignaciones no serían más que incomodidades menores, un paso lateral podríamos decir. Una vez que el alfarero descubre una mala asignación, simplemente moja sus manos, gira la rueda y remodela el capital en la forma deseada. Ay, si la vida fuera así.

Nuestra realidad es esta: Las malas asignaciones son recursos desperdiciados, incluyendo el precioso y escaso tiempo. El capital mal asignado no vale a nadie. Es una pérdida para el empresario, el inversor y el consumidor.

Todos defendemos el desarrollo de nuevo capital. Pero si el nuevo capital es el producto directo de gasto del gobierno o el resultado indirecto de su política fiscal, todos estamos peor. Construir estructuras de capital no soportadas por demanda de los consumidores no hace nada para incrementar el capital societario agregado (suponiendo que dicho capital exista). Sólo nos aleja más del camino que nos lleva a nuestro fin deseado: la eliminación de las incomodidades que siente el hombre que actúa.

Publicado el 2 de noviembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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