Ocupa Wall Street: Una historia sin héroes

1

El movimiento “Ocupa Wall Street” se está extendiendo. Se han producido manifestaciones en Los Ángeles y Washington DC. El dramatismo se ha hecho palpable, incluyendo una marcha al ayuntamiento de LA, enfrentamientos con la policía y arrestos masivos.

A la luz de dicho espectáculo, quienes valoran alto el papel de las ideas en el cambio social se ven tentados de decantarse por un lado u otro. Quieren ver reflejada su propia ideología en gente e instituciones prominentes y en cada enfrentamiento resulta tentador buscar un héroe. No es divertido ser neutral cuando se está haciendo historia.

Los que vean a los manifestantes como una banda de jóvenes quejicas izquierdistas que se oponen a los grandes símbolos del capitalismo estadounidense, estarán tentados de alinearse circunstancialmente con Wall Street. Aún así, mucha de la rabia contra Wall Street está justificada, aunque mal dirigida, incluso reflejando una conciencia de clase vagamente liberal clásica. Confabulados con los políticos, estas empresas gigantes están realmente arruinando a las clases medias y a los estadounidenses más pobres. La economía política actual parece más alguna forma de fascismo que un sistema de libre empresa, y de los negocios en confabulación con el estado para avanzar en el corporativismo. Los atacados por los manifestantes con especial hostilidad, probablemente estén entre los más culpables. Algunos de los activistas, agitando pancartas oponiéndose a rescates, guerras y abusos policiales, llevan un mensaje libertario.

Pero en general el mensaje de los manifestantes es demasiado vago y heterogéneo (en el mejor de los casos) como para suscitar mucho entusiasmo. Como en los tea parties con los que se ha comparado, muchos en este movimientos están condenando una concepción nebulosa del status quo sin muchas visiones alternativas inspiradoras.

Es peor. Aunque no hay una sola ideología que unifique el movimiento, parece tener un impulso filosófico general y no uno demasiado bueno. OccupyWallStreet.org tiene una lista de demandas y aunque el sitio web no representa a todos los manifestantes, uno podría apostar con seguridad que se alinea con la mayoría de ellos: Una garantía de “salario vital” para trabajadores y desempleados, sanidad universal, escolarización gratis para todos, prohibición de los combustibles fósiles, un billón de dólares en nuevas infraestructuras, otro billón en “restauración ecológica”, “derechos” de raza y género, reforma electoral, condonación universal de la deuda, prohibición de las agencias de informes de créditos y más poder para los sindicatos. De más de una docena de demandas, sólo hay una con la que estoy de acuerdo (apertura de fronteras) y, curiosamente, probablemente muchos en Wall Street también estén a favor.

En general, esta lista de deseos es una receta terrible para avanzar por el camino hacia el socialismo. Serían necesarios controles totalitarios de la población durante el camino para alcanzar estos objetivos. Algunas de estas demandas son meramente ideas horribles que dañarían seriamente la economía (como la enorme expansión de las infraestructuras públicas). Pero otras son tan caprichosamente utópicas (como una salario vital garantizado para todos, especialmente combinado con la libre inmigración) que intentar implantarlas generaría los muchos desastres y horrores que hemos visto en toda nación que ha probado seriamente el socialismo. Esas políticas expandirían enormemente el gobierno, incluyendo sus manifestaciones como estado corporativo y poder policial que estos manifestantes encuentran tan desagradables. Toda la corrupción y brutalidad a la que creen oponerse son síntomas de la misma ideología política esencial de la que están a favor.

En realidad, los verdaderos miembros de la clase dirigente no tienen nada que temer de estas protestas, que en conjunto fortalecen a la élite en el poder, se atiendan o no las demandas de los activistas. Porque no tienen un programa coherente para una verdadera libertad. El mismo principio que hay detrás de vivir libremente donde y como quieras, y expresar tu opinión sin verte acosado por el gobierno, subyace en la libertad de comprar a corto, de hacer compras hostiles, de las fusiones y la especulación. Igualmente importante es que estos manifestantes no consiguen entender que la economía de mercado que quieren que conquiste el estado es el principal motor de la prosperidad.

Para ser justo, algunos de los manifestantes probablemente no firmarían este tipo de lista de deseos. Pero hay también muchos entre ellos que irían incluso más allá en la dirección del estado socialista. En todo caso, todo movimiento lleno de gente que quiere tanto del gobierno está condenado a equivocarse en apuntar lo que está mal en el sistema actual.

Sin embargo, a pesar de sus problemas ideológicos, la mayoría de estos manifestantes han sido pacíficas, lo que no lleva al siguiente actor en el drama al que indudablemente no podemos alabar: la policía. En Nueva York, han acorralado a la gente en áreas acotadas, se les ha rociado con pimienta indiscriminadamente sin provocación y se ha golpeado al menos a un manifestante pacífico contra un coche. Setecientos manifestantes marcharon sobre el Puente de Brooklyn, muchos o la mayoría de ellos aparentemente pensando que la policía quería que fueran por este camino, sólo para verse arrestados. Mientras que los manifestantes ven su causa como algo contra la violencia y la explotación institucionales, la policía está haciendo más por reafirmar esto que los propios activistas.

Hicieron falta esas atrocidades para que los grandes medios de comunicación dieran gran cobertura a estas manifestaciones y tal vez esto no hubiera ocurrido nunca si no estuviéramos en una época de medios sociales y ubicuas cámaras en los teléfonos celulares. Sin duda la prensa ha sido otro actor que no merece nuestro apoyo. Dada la mezcolanza de partidismos en los medios (normalmente se da una cobertura favorable al colectivismo económico, el estatus quo político y los reformistas de izquierda, así como a la policía) la mayoría verá cualquier cobertura con la suposición preconcebida de que está sesgada para hacer que la gente que no le gusta parezca mejor de lo que es.

Respecto de la administración Obama, hasta ahora ha guardado silencio sobre todo este asunto. Sus partidarios, sin embargo, han empezado a utilizar estos incidentes para ganar apoyos para un programa de democracia social e impuestos más altos. MoveOn.org, esencialmente una rama del Partido Demócrata, ha estado tomando parte en las manifestaciones, igual que instituciones ligadas a los republicanos han tomado parte en los tea parties, en ambos casos ofreciendo muy pocas razones para creer que sus políticos favoritos lleven realmente a cabo reformas de una naturaleza radicalmente diferente del programa del partido opuesto. Aunque Obama pueda promover más impuestos, más regulaciones, más gasto y más gobierno, los manifestantes no se sentirán definitivamente satisfechos con esto. Para quienes ven el gobierno como un fin en sí mismo, incluso Obama es un socialista de estado demasiado moderado en su opinión. Y para quienes buscan utilizar la democracia social como un medio para un fin noble (abolir los privilegios, el corporativismo, el imperialismo o la violencia policial) supondrán una gran decepción los años que vienen, ya que Obama, una activo de Goldman Sachs y un belicista entusiasta, encarna la mayoría de lo que desprecian del sistema estadounidense. Más esencialmente, como el ideal de la democracia social contiene las semillas de la misma explotación a la que se oponen, están impulsando una agenda política contradictoria que nunca podrá satisfacerles.

Hay quienes han pedido a los conservadores del tea party que se unan a los manifestantes en Nueva York y en todo el país. Si un único punto de unión fuera la oposición sin dirección al status quo, esto no sería suficiente como para animar a los libertarios, y mucho menos una fórmula para un cambio positivo. Idealmente, habría suficientes liberales clásicos en las calles, opuestos a la guerra, al corporativismo estatal, al socialismo de estado, a la brutalidad policial, a todo el programa interno de Obama y a la política exterior de EEUU. Podríamos imaginarnos como un punto de convergencia de populistas de izquierdas y conservadores para participar. Pero dado el paisaje ideológico de Estados Unidos, sería sólo eso: una imaginación.

Un movimiento correctamente centrado en resistir el corporativismo y los rescates de Washington podría ser sin embargo potencialmente mucho más fuerte y amplio, uniendo al menos a parte de la derecha anti-Obama, elementos de la izquierda anti-Wall Street y también libertarios. Los conservadores tendrían que estar de acuerdo en dejar en casa sus pancartas anti-emigrantes y pro-guerra y los izquierdistas dejar aparte sus demandas de sanidad nacional y prohibiciones respecto de la gasolina.

Un movimiento así, implicando a los mejores de ambos bandos, tal vez podría ser diferente, pero haría falta un espíritu mucho más cooperativo del que veamos probablemente pronto. Con los progresistas alineados firmemente con Obama cuando éste demoniza los tea parties y los conservadores alabando a los policías cuando golpean a los ocupantes de Wall Street para que se rindan, parecería que es más que una teoría económica lo que separa a estos grupos de disidentes desafectos. Llamémoslo guerra cultural o partidismo, sea lo que sea que es lo que divide a los estadounidenses entre sí (distrayéndoles del problema real en Washington DC), tampoco es ningún héroe en esta historia.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email