Religión y libertad: pocas cosas son más polémicas entre los libertarios de hoy en día. Pueden distinguirse al menos cuatro posturas. Una postura sostiene que religión y libertad son esferas separadas que están herméticamente separadas entre sí, mientras que cualquier punto de contacto histórico es puramente accidental o casual. De acuerdo con otra postura extendida, religión y libertad son directamente antagónicas. Sus defensores ven en la religión el enemigo mortal de la libertad individual, un enemigo de la humanidad mayor incluso que el estado.
Una tercera postura cree que religión y libertad son complementarios: por un lado, los hombres piadosos facilitan la operación de una sociedad con un gobierno mínimo o sin ninguno y, por el otro, las libertades políticas facilitan la vida religiosa como cada uno crea adecuado.
Finalmente, algunos pensadores defienden una cuarta postura, que es que la religión (y en particular la fe cristiana) es fundamental para la libertad humana, tanto respecto de la historia como a nivel conceptual.
En nuestra cultura altamente secularizada, la tercera postura se ha considerado como atrevida y la cuarta como insolente. Aun así hoy creo que son ambas ciertas y que la tercera es un tratamiento superficial del asunto, mientras que la cuarta va a la raíz del asunto. Durante un tiempo intervencionista pagano, vi por primera vez las verdades de la teoría política libertaria y acabé dándome cuenta de que la luz de esas verdades no era sino el reflejo de la enorme luz eterna que irradia de Dios a través de Su Hijo y el Espíritu Santo. La culminación de esto ha sido un lento proceso y no puedo ahora decir cuándo y dónde terminará. Pero puedo identificar al escritor que hizo que empezara a rodar esta piedra en mi interior.
Al principio de mi carrera tuve la fortuna y el privilegio de traducir el magnífico ensayo de Ralph Raico sobre la historia del liberalismo alemán en mi lengua materna. Este libro muestra brillantemente las virtudes de su autor: su erudición, su agudeza, su rectitud y su coraje. Me abrió los ojos. Explicaba de forma directa a los principales protagonistas. En particular a Friedrich Naumann, un hombre con inmerecida fama de libertario, que era echado del Olimpo de los defensores de la libertad, mientras que a Eugen Richter, hoy prácticamente desconocido, fue elevado a su lugar correcto como el líder principal del partido alemán de la libertad del fin-de-siècle. Ralph Raico explica que los liberales alemanes fracasaron no en poca medida porque en algún punto empezaron a equivocar su objetivo. En lugar de oponerse al estado, empezaron a ver el enemigo en la religión organizada. Achacaron a la Iglesia Católica las leyes represivas de Bismarck diseñadas para crear una cultura bélica.
Un ejemplo clásico fue Rudolf Virchow, cirujano, profesor y líder del partido liberal, que mostró la mismísima actitud altanera e ignorante hacia la religión moderna que es asimismo la plaga intelectual de la cultura moderna y del libertarismo en particular. El libro de Ralph Raico destaca las líneas de continuidad entre los Virchow de todos los tiempos y la ilustración francesa. Los escritos completamente anticlericales de Voltaire, Rousseau, Diderot, d’Alembert, Helvétius y muchos otros aparentes defensores de la libertad individual y oponentes de la opresión habían creado una cultura europea continental de liberalismo en la que el antagonismo entre fe y libertad se daba por sentado. En consecuencia, la gente religiosa siempre había sido sospechosa en este movimiento. Parecía como si uno tuviera que elegir entre religión y libertad.
Sin embargo, el profesor Raico también destaca que había otra tradición dentro del pensamiento liberal clásico, una que reconocía la interdependencia entre religión y libertad. Esta tradición incluye de forma destacada a los tres grandes pensadores que el profesor Raico retrata en su tesis doctoral de 1970, explicando cómo el pensamiento político de Benjamin Constant, Alexis de Tocqueville y Lord Acton derivaba de sus convicciones religiosas.
Esta obra temprana se reimprime y pone a disposición de toda la gente de buena voluntad. Al inicio del siglo XXI, no ha perdido su actualidad e importancia como herramienta para reentender la historia del liberalismo. Me congratulo de su publicación y preveo que abrirá muchos ojos.
[Prólogo a The Place of Religion in the Liberal Philosophy of Constant, Tocqueville, and Lord Acton de Ralph Raico]
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.