Hay un hecho fundamental acerca del mundo que tiene profundas implicaciones para el suministro de recursos naturales y la relación entre producción y actividad económica por un lado y el entorno humano por el otro. Es el hecho de que toda la tierra consiste en elementos químicos sólidamente apretados. No hay un solo centímetro cúbico ni encima ni dentro de la tierra que no sea un elemento químico u otro, o alguna combinación de elementos químicos. Cualquier cucharada de tierra, tomada de cualquier lugar se revela bajo análisis como una mezcla de elementos que van del aluminio al zirconio. Medidos desde las capas superiores de su atmósfera 4.000 millas hasta su centro, la magnitud de los elementos químicos que constituyen la tierra en de 260.000 millones de millas cúbicas.
Esta enorme cantidad de elementos químicos es la oferta de recursos naturales que proporciona la naturaleza. A ella se unen todas las fuerzas energéticas dentro y alrededor de la tierra, desde el sol y el calor proporcionados por miles de millones de millas cúbicas de hierro fundido en el centro de la tierra al movimiento de las placas tectónicas que forman su corteza a los huracanes y tornados que salpican su superficie.
Por supuesto, en sí mismo, esta oferta de recursos naturales es en buena parte inútil. Lo importante desde la perspectiva de la actividad y la producción económica es el subgrupo de recursos naturales que la inteligencia humana ha identificado como poseedores de propiedades capaces de servir a las necesidades y deseos humanos y sobre los cuales los seres humanos han obtenido realmente el poder de dirigirlos a la satisfacción de sus necesidades y deseos y hacerlo sin gastar cantidades ingentes de trabajo. Es la oferta de recursos naturales económicamente utilizables.
La oferta de recursos naturales económicamente utilizables es siempre sólo una pequeña fracción de la oferta general de recursos naturales proporcionados por la naturaleza. Con la excepción del gas natural, incluso ahora, después de más de dos siglos de rápido progreso económico, el total de la oferta de minerales extraídos por el hombre cada año suma considerablemente menos que 25 millas cuadradas. Es un ritmo que puede sostenerse durante los próximos 100 millones de años antes de que se aproxime al 1% de la oferta que representa la tierra. (Estas estimaciones se basan en hechos como el que el total anual global de la producción de petróleo, hierro, carbón y aluminio pueden respectivamente suponer 1,15, 0,14 0,5 y 0,04 millas, basándonos en el número de unidades producidas y la cantidad que corresponde a un metro cúbico. La producción de gas natural supone más de 600 millas cúbicas, pero se reduce a 1,1 millas cúbicas cuando se licua). En la misma línea, toda la oferta de energía producida por la raza humana en un año es aún mucho menor que la generada por un solo huracán.
A la vista de estos hechos, no debería sorprender que la oferta de recursos naturales económicamente utilizables no sea algo que sea fijo y dado y que se agota por las actividades económicas del hombre. Por el contrario, no sólo es una muy pequeña fracción de la oferta de recursos naturales ofrecida por la naturaleza sino una fracción que es susceptible de un agrandamiento sustancial durante un tiempo futuro considerable. Las operaciones de minería podrían multiplicarse por 100 a la escala presente durante un millón de años y seguir afectando a menos del 1% de la tierra.
La oferta de recursos naturales económicamente utilizables se expande a medida que el hombre aumenta su conocimiento de la naturaleza y su poder físico sobre ella. Se expande cuando avanza en la ciencia y la tecnología y mejora y aumenta su oferta de equipos de capital.
Por ejemplo, la oferta de hierro como recurso natural económicamente utilizable era de cero para la gente de la Edad de Piedra. Se convirtió en recurso natural económicamente utilizable sólo después de que se descubrieran usos para él y se dieran cuenta de que el hierro podía contribuir a la vida y el bienestar humanos una vez forjados los distintos objetos. La oferta de hierro usable era una cuando sólo podía extraerse cavando con palas. Se hizo sustancialmente mayor cuando las excavadoras sustituyeron a las palas manuales. Se hizo aún mayor cuando se encontraron métodos para separarlo de componentes que contenían azufre. Y así ha seguido y puede continuar haciéndolo con cualquier recurso natural económicamente utilizable. Su oferta ha aumentado y puede continuar aumentando por tiempo indefinido.
El hecho de que la tierra esté hecha de elementos químicos que el hombre ni crea ni destruye implica que, desde el punto de vista de la ciencia física, la producción y la actividad económica pueden entenderse como constitutivas de meros cambios en las ubicaciones y combinaciones de los elementos químicos. Así, por ejemplo, la producción de automóviles representa el movimiento de parte del hierro del mundo de ubicaciones como el Mesabi Range en Minnesota al resto del país y, en el proceso, la separación del hierro de elementos como el oxígeno y el azufre y su recombinación con otros elementos como el cromo o el níquel.
Los cambios en las ubicaciones y combinaciones de los elementos químicos que constituyen la producción y la actividad económica no son en absoluto al azar sino que se dirigen precisamente a mejorar la relación de los elementos químicos con la vida y el bienestar humanos. El hierro en automóviles y electrodomésticos y en las vigas metálicas que sostienen edificios y puentes tienen una relación mucho más útil y valiosa con la vida y el bienestar humanos que el hierro que está en el suelo. Lo mismo pasa con el petróleo y el carbón cuando se ponen de disposición de ser usados para dar calor y luz a los hogares y ofrecer energía para las herramientas y máquinas del hombre. Lo mismo pasa con la relación entre todos los elementos químicos que constituyen el material de los productos comparados con aquellos elementos que están en el suelo.
En la medida en que la naturaleza esencial de la producción y la actividad económica es mejorar la relación entre los elementos químicos que constituyen la tierra y la vida y el bienestar humanos, también es necesario mejorar el medio ambiente del hombre que no es otra cosa que esos mismos elementos químicos y sus fuerzas energéticas asociadas. La idea de que la producción y la actividad económica son dañinas para el medio ambiente se basa en el abandono del hombre y su vida como fuente de valor en el mundo y su sustitución por un patrón de valor no humano, es decir, la creencia de que la naturaleza es intrínsecamente valiosa.
Con el hombre y su vida como patrón de valor, el medio ambiente mejora por tanto cuando se llena de casas, granjas, fábricas y carreteras, todas las cuales sirven directa o indirectamente para hacer la vida más fácil. Cuando la naturaleza se ve en sí misma como valiosa, entonces el medio ambiente se daña siempre que el hombre crea o hace cualquier cosa que cambie el estado de naturaleza existente, pues entonces está destruyendo sus supuestos valores intrínsecos.
Una consecuencia final que puede deducirse es que un problema importante de nuestro tiempo no es la contaminación medioambiental sino la corrupción filosófica. Es la que subyace bajo la creencia de que precisamente la mejora en las condiciones materiales externas de la vida humana es de alguna forma dañina medioambientalmente.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.