Cautiverio y esclavitud

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Leyendo sobre libertad, me encontré con un dato que asusta: USA congrega el 25% de la población carcelaria mundial. Esta cifra relativa y escalofriante viene a complementar otro dato, igual de escalofriante, y absoluto: USA aloja 2.7 millones de presos.

Uno podría sentirse derrotado ante tal superioridad. Sin embargo, el patriotismo pudo más, y decidí tratar de confrontar esas cifras con las nuestras. Diligentemente, nuestro parlamento ha designado un Comisionado Parlamentario Penitenciario, que emite informes anuales sobre la situación de las cárceles y los presos uruguayos. Por otra parte, el Ministerio del Interior, a cargo de la policía y las cárceles, tiene la deferencia de publicar un censo de la población carcelaria, elaborado por la Universidad de la República.

El censo es claro y conciso. Consta fundamentalmente de cuadros y sus correspondientes descripciones en castellano. De él surgen las tres cifras que quiero comentar, y, en la medida de lo posible, contraponer a las del gigante del norte, que en este caso no es Brasil.

En Uruguay hay más de 8.000 presos. Más de 8.400 personas encerradas por decisión del estado. 8.492 ciudadanos que el estado ha decidido confinar en condiciones infrahumanas, según lo que declara el propio estado por medio de su integrante, el mencionado Comisionado. En una población de 3.2 millones de habitantes, esto es aproximadamente un cuarto de un uno por ciento. De cada mil ciudadanos uruguayos, más de dos y menos de tres están presos. Si sirve de consuelo, en esto estamos mejor que USA, donde de cada mil ciudadanos, casi nueve están presos por decisión del gobierno.

Otro aspecto en que podemos medirnos con el mayor matón de la historia es la reincidencia, y ahí también ganamos. Si el estudio de la universidad oficial, que publica el Ministerio del Interior, no se equivoca, casi la totalidad de los reclusos es reincidente. Además, casi 43% fue confinado por decisión del gobierno cuatro o más veces. Es en esto que nuestro gobierno aparece como benevolente, en comparación con la mayor maquinaria bélica de todos los tiempos. En efecto, el sistema penal de USA se inspira en el béisbol: tres faltas y afuera. Es decir adentro: cualquier ciudadano americano que recibe una tercera condena penal no saldrá nunca más de la cárcel.

Pero que no se avergüencen los uruguayos de bien. Todo parece indicar que la creciente inseguridad ciudadana permitirá a nuestros celosos representantes escribir otra ley, que asegurará un crecimiento más acelerado de la población carcelaria, amén de una reducción en su edad promedio. Toma cada vez más cuerpo el clamor popular por una reducción en la edad mínima de imputabilidad penal. Hay dos partidos políticos juntando firmas, y la cosa promete.

Hay un aspecto que no puedo comparar, ya que no dispongo del dato correspondiente al policía global. Mi intuición me dice que en esto estaremos peor que ellos, aunque usted no lo crea. En Uruguay, casi 48% de la población carcelaria no tiene condena. Sí, oyó bien. El gobierno decidió privar de su libertad y recluir en condiciones infrahumanas a más de 4.000 personas, confesando que no está seguro de su decisión. Basta que un juez, representante del gobierno, conceda que hay indicios para creer que un ciudadano pueda ser culpable, para que se lo encierre sin límite de tiempo. Basta la “semiplena prueba”, dicen, mostrando su desamor por el conciudadano y el castellano. Una vez más: la mitad de los ciudadanos uruguayos tras las rejas por orden del estado está allí sin una condena. Para colmo, no hay distinción entre condenados y “procesados”. Todos están hacinados, mal alimentados, mal cuidados, y librados a su suerte por igual, en el ambiente más peligroso que cualquier hombre libre puede imaginar.

Si bien lejos de ser tema corriente, sería injusto afirmar que la sociedad uruguaya no es consciente de esta situación. Tanto los gobernantes como la población conocen el problema, y cada tanto lo discuten. Los uruguayos de bien nos conformamos con condenarlo en los cafés, con señalarlo como defecto endémico de nuestro ordenamiento jurídico. Sí, sí. Es espantoso que en Uruguay los presos vivan como animales maltratados. Es inconstitucional, sí, sí, y doblemente para la mitad, que no sabe si lo creen culpable, ni sabe cuánto durará su estadía.

En Uruguay, en el mayor imperio que haya visto la humanidad, y en los demás países occidentalizados, la esclavitud es norma. Vivir en el país significa estar obligado a entregar al gobierno más de la mitad de lo que es suyo, so pena de estar fuera de la ley y como tal sujeto a los rigores de la cárcel. La forma de eludir la esclavitud es abandonar el país, con la poco estimulante perspectiva de caer en las garras de otro estado. Los ciudadanos libres somos esclavos, aunque no estemos en cautiverio.

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