Dígame: ¿cuánto pago, de impuestos?

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¿Quién no tiene amigos economistas? Yo, tengo muchos, y de lo más encumbrados. Altos dignatarios del mundo de las finanzas, las empresas, la academia, los gremios, y hasta el gobierno. Cada tanto vuelvo al ataque con la misma pregunta, y siempre sin éxito. La respuesta es inevitablemente condescendiente, paternal. No es un tema del que deba ocuparme. Para eso están ellos. Pero ellos no me dan la respuesta. Para eso están ellos: para que yo no sepa. Cuentan con sus poderosísimos métodos econométricos, pero voluntariamente se abstienen de usarlos, con el único fin de dejarme bien a oscuras. Todo economista lleva un gobernante adentro.

Les planteo ahora la pregunta, a ver si alguno de ustedes se apiada de mí. ¿Cuánto cuesta el gobierno? Dicho de otra manera: ¿cuánto pagamos, de impuestos? O, si quieren mayor respeto y objetividad: ¿cuánto pago, de impuestos?

Tal vez podamos ponernos de acuerdo en que la creencia popular ubica la carga impositiva que soportamos los uruguayos en 40%. Es decir, que de cada 100 pesos que nos entran, cuarenta se los queda el gobierno.

Ya en este punto empiezan mis dudas. Este cuarenta por ciento parece venir exclusivamente de un dedo chupado y elevado al viento, forma moderna y marítima del ojo de buen cubero, en un mundo que ha abandonado las cubas. Algunas veces parece que la falsedad de la afirmación es evidente y contundente. Aunque no lo puedan creer, muchas de las veces en que alguien comete la indiscreción de dar una aproximación al total de impuestos que paga la sociedad uruguaya, sólo toma en cuenta los impuestos nacionales. De pique, nomás, se descarta la órbita municipal, con 19 departamentos dispendiosos que mantener. Mi aproximación primaria, y de buen cubero, es que los 19 gobiernos departamentales deben costar no menos de la mitad de lo que cuesta el gobierno nacional, con lo cual los uruguayos llegaríamos rutilantemente a la cifra de sesenta por ciento de impuestos. Es decir: de cada cien pesos que recibimos, sesenta se los queda el estado.

Hay dos tipos de impuestos declarados: el IVA, y los demás.

El IVA se calcula de modo de evitar duplicaciones. Nadie paga IVA sobre algún otro IVA. El proveedor emite su factura desglosando el IVA. El que la recibe, cuando a su vez emite su factura, calcula el IVA que cobra sobre el monto sin IVA. Esto sucede infinidad de veces, sin que jamás aparezca un IVA que haya sido calculado sobre algún IVA previo.

Esto no sucede con los demás. Los impuestos que no son IVA están sujetos a IVA. Impuestos sobre los combustibles, impuestos a la renta de las empresas, impuestos a la renta de los asalariados, impuestos para la educación, impuestos específicos, patentes de rodados, contribución inmobiliaria, son algunos ejemplos. El consumidor final paga la totalidad de los impuestos que no son IVA. Paga directamente los que le son asignados, y paga indirectamente los que fueron pagados por algún productor de algún bien o servicio. Además, paga IVA sobre la parte de los impuestos no IVA que no pagó directamente. El productor incluye en sus costos los impuestos no IVA, y les carga el IVA.

Así, una parte nada despreciable del IVA recaudado es calculado sobre impuestos. Impuestos de impuestos. Cuanto más impuestos no IVA cobra el gobierno, más recauda a su vez en IVA. Parece mágico. El efecto multiplicador de los impuestos.

Hasta aquí los impuestos declarados. El gobierno nos cobra el IVA y los otros impuestos sin disimular. “Estos son los impuestos que hay que pagar”, nos dice. “Estos son los montos y tasas y porcentajes que hay que desembolsar”, nos dice. No se nos concede la gracia de tener opinión al respecto, cosa que no preocupa ni al gobernado ni al gobernante.

Además de la larga lista de gravosos impuestos oficiales, los uruguayos pagamos impuestos no declarados. Unos surgen de las actividades económicas del estado, en calidad de monopolio legal o de facto. Otros toman la forma de contribuciones, es decir compras forzosas. Entre ellas la seguridad social obligatoria, y los llamados seguros médicos. Y no olvidemos los impuestos que surgen de la pérdida de valor de la moneda de curso legal.

Los productos y servicios que provee el estado y nada más que el estado cuestan necesariamente más de lo que deberían. El sobrecosto funciona exactamente igual que los impuestos declarados no IVA: todos ellos son pagados por los consumidores finales, sumándoles el IVA, faltaba más.

La inflación, el mayor y más injusto de los impuestos, se paga de manera desigual. Lo cargan aquellos que, por obligación o desconocimiento, terminan teniendo en su poder moneda que emite el gobierno, y que sistemática y deliberadamente desvaloriza. El que tiene ahorros en pesos, y el que espera a fin de mes para cobrar un sueldo en pesos. Los asalariados y los ahorristas son las víctimas a las que apunta el gobierno con la inflación, sin sombra de piedad.

Todo esto es para mostrarles que sí he pensado al respecto. Para que vean que no vengo a ustedes con la pregunta de perezoso, nomás. Sé que lo único que hice fue enumerar. Sé que falta la cuantificación. Una vez más: que algún economista se apiade de mí. Quiero saber qué porcentaje de mis ingresos no son míos sino del ogro.

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