El alegato empírico contra el estímulo público

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Los economistas de tradición misesiana destacan la primacía de la teoría en las ciencias sociales. Por ejemplo, cuando tratamos de entender la Gran Depresión no podemos acercarnos a ella con una pizarra en blanco y dejar que los hechos “hablen por sí mismos”. Mises argumentaba que para que al menos entendamos qué hechos considerar como relevantes, necesitamos un cuerpo previo de ideas deductivas.

A pesar de todo, es un buen ejercicio (así como algo sencillamente divertido) mirar a los economistas keynesianos tratando de reconciliar sus descabelladas prescripciones políticas con los datos históricos. No importa por dónde lo mires, la “austeridad fiscal” tiene un registro constante de éxitos, mientras que el gasto de “estímulo” de la inversión nunca lo ha logrado.

Los recortes de gasto público funcionan en la práctica, no sólo en la teoría

Paradójicamente, un alegato (empírico) reciente por la austeridad fiscal vino del boletín de junio del Banco Central Europeo (BCE). Al producirse la crisis de la deuda griega, los gobiernos europeos están naturalmente dispuestos a controlar sus déficits. El informe del BCE observa episodios históricos en que Bélgica, Irlanda, España, Holanda y Finlandia redujeron sus déficits presupuestarios. Tres de los países vieron mejoras inmediatas en su crecimiento económico, pero todos se beneficiaron a largo plazo de fortalecer las finanzas públicas.

Lo que es realmente asombroso en la publicación del BCE es que se remarca que los recortes en el gasto fueron una forma mucho mejor de cerrar un agujero presupuestario que aumentar los impuestos. ¡Es el tipo de análisis que uno esperaría de un think tank conservador de Washington, no de un Banco Central Europeo!

¿Cómo tratan los keynesianos conocidos este aparente éxito del antikeynesianismo? Aquí está la reacción de Paul Krugman:

Es realmente asombroso ver lo rápidamente que se está extendiendo la idea de que una política fiscal contraccionaria es realmente expansionista. Como advertí ayer, la opinión panglosiana se ha convertido ahora en doctrina oficial del BCE.

¿En qué se basa esta opinión? En parte en ideas vagas acerca de la credibilidad y la confianza, pero en buena medida en las supuestas lecciones de la experiencia, de países que han visto una expansión económica después de grandes programas de austeridad.

Aún así, si miramos estos casos, cada uno parece incluir elementos clave que los hacen inútiles como precedentes para nuestra situación actual.

Aquí hay una lista de cambios fiscales bruscos [una lista distinta de la del boletín del BCE], que se supone que sirven como modelos. ¿Qué podemos decir de ellos?

Canadá 1994-1998: la contracción fiscal tuvo lugar cuando ya se estaba produciendo una fuerte recuperación y las exportaciones estaban en auge y el Banco de Canadá estaba recortando los tipos de interés. Como explica Stephen Gordon, todo esto significa que la experiencia ofrece pocas lecciones políticas cuando el mundo entero está en depresión y los tipos de interés ya están tan bajos como es posible.

Dinamarca 1982-86: Sí, aumentó el gasto privado… principalmente gracias a una caída de 10 puntos porcentuales en los tipos de interés a largo plazo, algo difícil de aplicar cuando los tipos en las principales economías están actualmente en el 2%-3%.

Finlandia 1992-2000: Sí, puedes tener una fuerte contracción fiscal con una economía en expansión si también ves una oscilación hacia un superávit por cuenta corriente de más de un 12% del PIB. Si todos en el mundo pudieran conseguir un superávit comercial masivo, todos estaríamos bien.

Irlanda 1987-89: Nada nuevo bajo el sol. ¡Devaluemos todos! Además, el desarrollo del tipo de interés es parecido al de Dinamarca.
Suecia 1992-2000: De nuevo una oscilación hacia un superávit comercial.

Así que cada una de estas historias dice que puede haber una contracción fiscal sin deprimir la economía Si estos efectos depresores se contrapesan con grandes cambios en superávit comercial o bajadas acusadas en los tipos de interés. Como el mundo en su conjunto no puede tener superávit y como las grandes economías ya tienen tipos de interés muy bajos, ninguna de ellas es relevante para nuestra situación actual.

No merece comentar aún la reacción de Krugman, veamos más ejemplos.

Una gran deuda pública es mala en la práctica, no sólo en la teoría

Ya hemos visto algunos ejemplos de éxitos aparentes al recortar el gasto público. ¿Qué pasa con lo contrario? ¿Qué tienen que decir los “datos en crudo” acerca de los grandes déficits públicos y el crecimiento económico?

En un trabajo ampliamente citado, “Growth in a Time of Debt”, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff

estudiamos el crecimiento económico y la inflación a diferentes niveles de la deuda pública y externa. Nuestro análisis se basa en nuevos datos de cuarenta y cuatro países a lo largo de unos doscientos años. La base de datos incorpora más de 3.700 observaciones anuales, cubriendo un amplio rango de sistemas políticos, instituciones, disposiciones de tipos de cambio y circunstancias históricas. Nuestras principales conclusiones son: Primero, la relación entre deuda pública y crecimiento del PIB real es débil para relaciones deuda/PIB por debajo del umbral del 90% del PIB. Por encima del 90% la mediana de tipos de crecimiento cae en un 1% y el crecimiento en general cae considerablemente más. Descubrimos que el umbral de la deuda pública es similar en economías avanzadas y emergentes.

Cuando los expertos financieros empezaron a recibir las conclusiones de Reinhart-Rogoff, rápidamente las resumieron así: si la deuda (pública) de un país se sitúa por encima del 90%, entonces cruza un punto de inflexión y dificulta significativamente el crecimiento.

¿Qué tiene que decir nuestro keynesiano de guardia, Paul Krugman, acerca del trabajo de Reinhart-Rogoff? Citémosle:

Continuando con el Chatauqua sobre Reinhart-Rogoff: una observación bastante devastadora es que las únicas observaciones de deuda alta / bajo crecimiento para Estados Unidos aparecen en los años inmediatos a la posguerra, cuando la desmovilización de posguerra llevó naturalmente a la caída del PIB real. ¿Qué pasa con el escenario general?

R-F no han presentado toda su serie de datos. Pero por lo que puedo saber, todas o casi todas las observaciones de países avanzados con deuda bruta por encima del 90% del PIB entran en cuatro grupos principales:
1. EEUU y Reino Unido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.
2. Japón tras 1995.
3. Canadá a mediados de la década de 1990.
4. Bélgica e Italia desde finales de la década de 1980.

Ya hemos visto que (1) es un caso de correlación falsa. Indudablemente (2) es en buena medida un caso de causa en sentido contrario, con Japón deslizándose a un crecimiento lento y deflación por su deuda creciente. Respecto de (3) los defensores de la austeridad que han estado usando al Canadá de mediados de la década de 1990 como ejemplo de caso de éxito, sin duda no pueden mostrarlo de ambas formas. Esto deja a (4), pero mi primera impresión sería que tanto Bélgica como Italia tienen problemas que a la vez impidieron el crecimiento y llevaron a un aumento de la deuda.

Puedo haber olvidado algunos ejemplos de países pequeños, pero sin duda no cambiarían el escenario. Realmente no hay nada que rascar.

Ahora las cosas ya empiezan a verse poco firmes para el Dr. Krugman y sus aliados keynesianos. Se han visto arrinconados, teniendo que explicar (al menos) nueve episodios históricos que contradicen sus teorías. Es verdad que tal vez uno, dos, tres o incluso cuatro de esos ejemplos son realmente irrelevantes, ¿pero los cinco? ¿En qué punto deberíamos empezar a cuestionar la premisa keynesiana básica, que es que dejar que los políticos den prestado y gasten un montón de dinero es una forma de ayudar a la economía?

La mayoría de los estadounidenses saben bien que ocurrió con el paquete de “estímulo” de Obama. Es conocido que su equipo económico keynesiano predijo que el desempleo no superaría el 8% si se aprobaba el paquete. Después de que lo hiciera, los keynesianos, por supuesto, simplemente declararon: “Caramba, ¡la economía estaba peor de lo que pensábamos! Es bueno que hayamos aumentado el déficit tanto como hicimos, aunque era demasiado poco”. (Por cierto, el propio Krugman se equivocó en sus predicciones, aunque le guste decir a sus lectores, “Os lo dije”, respecto del efecto del estímulo).

Pero ahora vemos que el patrón se ajusta también a nueve casos más. No podemos realizar experimentos controlados en macroeconomía, así que es posible (si simplemente miramos a la historia sin usar la lógica económica) que los keynesianos tengan razón. Aún así, las contorsiones empiezan a acumularse.

¿Cuál es la evidencia del estímulo fiscal?

A la vista de todos los aparentes contraejemplos (que deben despreciarse con los inteligentes argumentos de Krugman), ¿qué evidencias tienen los keynesianos para sus prescripciones políticas?

Paradójicamente, apuntan a la década de 1930 como evidencia de lo bien que “funcionó” el gasto en déficit. Por ejemplo, Christina Romer apunta el periodo de 1933-1936 como un caso de éxito keynesiano, que sólo se vio empañado cuando FDR se asustó e intentó reducir el déficit presupuestario federal en 1937.

Y por supuesto, los keynesianos de hoy en día apuntan a nuestra economía actual como “prueba” de lo buenos que son los déficits masivos. Vaya, esto debería haber sido la Segunda Gran Depresión, pero gracias a la disposición de Obama a gastar (en contraste con lo que hizo Herbert Hoover) sólo estamos sufriendo la Gran Recesión. ¡Menos mal!

¿Se han dado cuenta? Los antikeynesianos apuntan casos de éxito real como evidencia de la potencia de sus políticas. Los keynesianos, por el contrario, apuntan economías terribles y afirman que habrían sido aún peores si no fuera por la “medicina” keynesiana.
Para acabar, podrían ustedes pensar: “¿Qué pasa con la Segunda Guerra Mundial? ¿No es un gran ejemplo del multiplicador keynesiano en funcionamiento?”

Bueno, Roberto Barro hizo números y dijo que no, no lo fue. Y en su respuesta, ¿refutó Paul Krugman las cuentas? No, Krugman dijo que sólo un “estúpido” habría pensado que la Segunda Guerra Mundial demostraría el poder del multiplicador. Así que no podemos usar éste como ejemplo para justificar los modelos keynesianos.

Conclusión

La economía keynesiana es absurda hasta el tuétano. Afirma literalmente que hay que tirar por la ventana las leyes convencionales de la economía en una “trampa de liquidez”. (Krugman llega a decir explícitamente que el mercantilismo funciona en nuestro mundo actual).

Como se basan en una falsedad, las políticas keynesianas fracasan empíricamente, de forma muy evidente para cualquiera con una mente abierta. Los chicos listos como Krugman han llegado a un puñado de razones ad hoc para explicar todos los casos de éxito de sus opositores y siempre pueden apuntar a una realidad alternativa no observable para “probar” la eficacia de sus propios remedios.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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