La publicación de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, en 1776 se considera a menudo el punto de inicio de la ciencia de la economía. Sin embargo, fue Grundsitze, de Menger (1871), junto con las obras de Leon Walras y William Stanley Jevons la que empezó el periodo moderno del pensamiento económico. Significativamente, las ideas de Menger generaron la fundación de lo que hoy se clasifica como la Escuela Austriaca de Economía. Este importante libro de Menger no se tradujo al inglés hasta casi ochenta años después de ser escrito. [El Mises Institute lo ofrece de nuevo – Nota del Editor]
Quizá Menger sea más conocido por su desarrollo de la teoría de la utilidad marginal, descubierta casi simultáneamente por Jevons y Walras. Sin embargo, para comprender completamente la importancia del logro de Menger, debe entenderse el contexto en que se produce. Fue Menger quien desarrolló los fundamentos lógicos de la teoría de de la utilidad marginal y fueros específicamente sus Principios, los que sirvieron como libro básico de texto para los economistas austriacos (Böhm-Bawerk, Mises y Hayek en particular) que le siguieron.
Menger empieza sus formulaciones centrándose en la metodología. Trataba la economía como una ciencia: “Los fenómenos de la vida económica, como los de la naturaleza, están estrictamente ordenados de acuerdo con leyes definidas”.
El propósito del estudio de la economía es comprender “las condiciones bajo las que los hombres emprenden actividades previsoras dirigidas a la satisfacción de sus necesidades”.
Debido a la escasez de medios disponibles, especialmente el tiempo, pero también el trabajo y los recursos, los individuos deben elegir qué fines intentan satisfacer. Menger califica esta elección como “economizar” y enfoca su estudio en el individuo economizador.
La teoría del valor es el centro de la economía: ¿qué da valor a un objeto? ¿Es el valor intrínseco en un objeto, (como conjeturaban los primeros economistas)? No, replica Menger, porque “los bienes del mismo tipo y en el mismo lugar pierden su carácter económico cuando cambian las circunstancias”.
¿Está el valor de un bien relacionado con la cantidad de trabajo necesario para producirlo, como pensaba Ricardo? Tampoco, dice Menger, pues “la experiencia nos enseña que muchos bienes en los que no se ha empleado trabajo muestran un carácter económico siempre que estén disponibles en cantidades que no alcancen nuestros requerimientos”.
Menger concluye que:
“el valor de los bienes es completamente subjetivo en su naturaleza. El valor, por tanto no es inherente a los bienes, ni a la propiedad de éstos, ni a una cosa independiente que existe por sí misma. Es un juicio que los hombres economizadores hacen acerca de la importancia de los bienes a su disposición para el mantenimiento de sus vidas y su bienestar. Luego no existe valor fuera de la conciencia del hombre”.
El pasaje anterior contiene lo que Israel Kirzner llama la Ley de Menger. Es un aspecto importante de la economía austriaca. El valor que una persona atribuye a un bien a su disposición se basa en el valor que da al fin que le permite satisfacer: si ciertos bienes no pueden en modo alguno satisfacer los fines de una persona, ésta no dará valor a esos bienes. Sin embargo, si a alguien le falta sólo un bien que es necesario para satisfacer un fin específico que actualmente valora más que cualquier otro fin y no hay disponibles sustitutivos de ese bien, el valor que da a ese bien (el medio para el fin) será considerable.
De la Ley de Menger se sigue que los bienes recurso y los bienes producidos se valoran de acuerdo con el valor de los fines a los que sirve. Más aún, los fines a los que sirve en último término vienen determinados por el consumidor. Por tanto, el consumidor es la fuente de valor y la fuerza que guía a una economía de mercado. El pensamiento económico austriaco pone la demanda del consumidor en el papel de guía de la producción en un sistema económico sin interferencias.
Aunque Menger es aclamado principalmente por su papel en desarrollar lo que ahora se conoce como la teoría de la utilidad marginal, sus escritos sobre individualismo metodológico, valor subjetivo y el carácter económico de los bienes (“Ley de Menger”) merecen más atención. Sus Principios son tan lúcidos y compresibles que pueden servir como una introducción a la economía para un lego inteligente sin formación en la materia.
Esta nueva edición [con una introducción de F.A. Hayek y un nuevo prólogo de Peter G. Klein – Nota del Editor] debería garantizar que la obra que ha servido como texto básico de sucesivas generaciones de estudiantes y estudiosos austriacos y continúe mejorando la compresión de la economía en los años venideros.
[Publicado originalmente en The Freeman, 1982]Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.