Obama y el Acueducto

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Los estadísticos del Departamento de Comercio han determinado que la economía de EEUU se ha dado la vuelta gracias a los incentivos gubernamentales empujando a los consumidores a gastar dinero en coches y viviendas. Superficialmente, el Nuevo New Deal funciona como planificó Washington, con un incremento del 3,5% del PIB y aumentando las compras de casas un 3,4% en el tercer trimestre, las mayores en dos años, según Bloomberg. El economista principal del Vicepresidente Joe Biden, Pared Bernstein, predicó a una audiencia de la CNBC que la Ley de recuperación del gobierno federal ha creado o salvado millones de puestos de trabajo reaccionando ante “el fallo del mercado” y que se crearán o salvarán 3,5 millones de puestos de trabajo el año que viene con un coste de sólo 92.000$ cada uno.

Pero, como apunta John Williams en shadowstats.com, el 92% del crecimiento del último trimestre viene de capítulos no recurrentes como el aumento de ventas del programa “Dinero por Chatarra”, casas compradas por primeros compradores aprovechando las ventajas de los créditos fiscales de 8.000$ y la acumulación de existencias. “Como el consumo personal y el alojamiento disminuyan de nuevo, por falta de estímulos y tal y como han operado los excesos de inventario, una buena apuesta es un renovado decline en el PIB del cuarto cuatrimestre”, escribe Williams.

Así que la administración Obama no descansará hasta que la tasa de desempleo no se aleje de ese tenazmente alto 9,8%. Y las noticias en ese frente no son buenas, con el índice de ayuda solicitada en los periódicos del Conference Board llegando a nuevo mínimo en 58 años y 5,8 millones de estadounidenses que continúan cobrando el paro. Es sólo cuestión de tiempo antes de que se pida de nuevo una Works Progress Administration (WPA) o cualquier otro programa parecido a los de la era de la Depresión con la idea de que el Tío Sam ponga de nuevo a trabajar a la gente.

La mala inversión del gobierno en monumentos, producto de que los políticos se entrometan en el mercado en lugar de dejar que la economía se cure, está presente en todo el mundo. Al sur de Las Vegas está la Presa Hoover, un proyecto por la Ley del Proyecto del Cañón de Boulder de 1928.

Normalmente a las presas no se les pone el nombre del presidente vigente, pero Herbert Hoover estaba haciendo campaña para su reelección y quería el crédito de crear los empleos.

La enorme estructura costó 49 millones de dólares (o 736 millones en dólares ajustados a la inflación) y mide más de 221 metros de altura y de 365 metros de longitud: llevó cuatro años y más de 3 millones de metros cúbicos de cemento construirla y se demoró dos años por encima de lo planeado. Para construir la presa, trabajaron alrededor de 16.000 personas, muriendo más de 100 en el proceso. “Me produce un extraordinario placer ver que el gran sueño que tenía desde hace tiempo tomó forma en una verdadera realidad de piedra y cemento”, escribió Hoover en sus memorias. “Ahora hace diez años que me convertí en presidente de la Comisión del Río Colorado (…). La presa es el mayor trabajo de ingeniería de este tipo nunca intentado por la mano del hombre”.

Pero los romanos no necesitaron ningún cemento para completar el Acueducto de Segovia, en España, apilando los enormes bloques de granito como si fueran ladrillos en una estructura que llega a una altura de más de 28 metros. Aunque no se sabe con seguridad, se estima que el acueducto se construyó en algún momento del reinado del Emperador Vespasiano o Nerva para transportar agua del manantial de la Fuenfría, a 17 kilómetros de la ciudad. El acueducto tiene 167 arcos y alcanza su mayor altura en la Plaza del Azoguejo.

Aunque esta impresionante construcción romana sólo sirve para atraer turistas a la ciudad de 55.000 habitantes hoy día, no hace mucho que seguía transportando agua. Pero, como nos dijo nuestro guía, Jerry, la población de Segovia no aprobó esos gastos cuando se construyó. “Los romanos construyeron el acueducto principalmente como una muestra de poder”, explicó Jerry, algo que no era una sorpresa para un grupo de partidarios de Mises que visitaban Segovia después de atender una conferencia en Salamanca.

En su libro, The New Deal in Old Rome, H.J. Haskell escribe que se inspiró para estudiar la intervención del gobierno en el mundo antiguo después de viajar por Europa con su mujer. Haskell escribió que la “mano de Roma está en todas partes”. El pueblo de Segovia seguía recibiendo su suministro de agua a través del acueducto cuando el Sr. Y la Sra. Haskell pasaron por la histórica ciudad a finales de los 1930.

E igualmente que los trabajadores de la WPA construyeron el Cow Palace en San Francisco, el Aeropuerto La Guardia en Nueva York y el River Walk de San Antonio, los romanos construyeron acueductos en pequeños pueblos, lugares industriales y grandes ciudades desde Francia a Estambul. Pero los acueductos fueron sólo una pequeña parte de los programas del New Deal al estilo romano.

El interesante libro de Haskell es una guía de viajes vista bajo los ojos de un observador curioso que se preguntaba cómo se extendieron los tentáculos de Roma a través de toda Europa y qué programas económicos eran necesarios para mantener tranquilos a quienes vivían en los territorios conquistados. El libro es una excelente introducción a la historia de Roma y, para quienes planeen un viaje por Europa, ofrece un escenario que no encontrarán en las guías Fodor’s.

Para quienes piensan que FDR inventó la idea de los programas de granjas federales en los 1930, Haskell apunta que Domiciano creó una Administración de Ajuste Agrícola y una Administración del Crédito Agrícola en el año 91.

Y el desmoronamiento del dólar de la Reserva Federal tiene un precedente siglos antes con la devaluación del denario, que cayó en valor más de un 95% desde el gobierno de Augusto a principios del siglo I hasta el final del siglo III bajo Diocleciano.

The New Deal in Old Rome lo tiene todo: de las expansiones y consecuentes depresiones a los grandes negocios en la política. La munificencia política de Roma cobra vida en la prosa de Haskell. Escrito en los 1930, el autor busca “llamar la atención sobre ciertas señales de alarma del pasado”. Pero sus advertencias cayeron en el saco roto, igual que ahora. “El gasto en obras públicas improductivas para la burocracia y el ejército llevaron a una fiscalidad excesiva, inflación y ruina para la esencial clase media y sus dirigentes”, escribía Haskell, destruyendo a los hombres que el historiador francés Léon Homo califico como “el báculo general de la civilización”.

Lo que dice Washington es que las cosas van mejor. Los ciudadanos de Segovia solían oír lo mismo de Roma.

Publicado el 3 de noviembre de 2009.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.