Una tragedia griega en progreso

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El paquete de rescate de la Eurozona recientemente aprobado, diseñado para comprar más tiempo para las naciones con problemas fiscales como Grecia, España y Portugal es como una tragedia griega en progreso. Por supuesto, muy al contrario, juzgando la respuesta de los mercados bursátiles globales, uno tendría la impresión de que los buenos tiempos están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, quienes entendemos de economía austriaca y creemos en los mercados libres y las divisas sólidas podemos ver un clavo más en el ataúd de las divisas de papel fiduciario como el euro, el dólar de EEUU, la libra esterlina y el yen japonés.

Los planes de rescate hoy día no parecen generar mucha confianza salvo que sean de al menos un billón de dólares. Es verdad que el paquete anunciado queda por debajo del billón de dólares, en un esfuerzo para que, en el mejor de los casos, podamos patear la lata a lo largo del camino durante tres años. En total, la UE y sus miembros aportarán 500.000 millones de euros (650.000 millones de dólares), mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pondrá 250.000 millones de euros (325.000 millones de dólares). Además de estas medidas, la reserva Federal acepto un acuerdo ilimitado de swap de dólares con el banco Central Europeo (BCE) para ayudar a contener cualquier sorpresa inesperada en los próximos meses por la crisis de la deuda europea. El precio final es casi seguro que estará por encima del billón de dólares: los gobiernos son famosos por sus optimistas pasadas previsiones de déficit en el actual año fiscal.

Como expuso Frederic Bastiat, un buen pensador económico mira no sólo lo que se ve sino también lo que no se ve con el fin de evaluar la eficacia de una política en su totalidad. No nos equivoquemos, esta supuesta “contención” inútil era otro rescate más de los mayores bancos del mundo. La mayoría de la deuda de los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) está en poder de los grandes bancos franceses y alemanes. Un impago directo habría puesto en cuestión la solvencia de estos bancos por segunda vez en dos años. Además de ser un rescate de los bancos, ofrece un respiro a los gobiernos de los PIIGS que estaban experimentando o a punto de experimentar disturbios civiles. Y da aire a los miopes y nerviosos mercados bursátiles. Esas son las razones más evidentes para el rescate.

Sin embargo, el rescate crea un marco de mayores problemas a la vista que si se hubiera permitido a los PIIGS impagar y reestructurar sus obligaciones deudoras. La lección de los disturbios de los sindicalistas del sector público en Grecia no se escapa a los dependientes del gobierno en el resto de los PIIGS. Observando a sus equivalentes griegos, pueden conjeturar que si se queman los suficientes edificios y vehículos y se mata a la suficiente gente, sus cobardes gobiernos se plegarán a sus demandas. El riesgo moral vuelve a asomar su feo rostro. Por tanto, una conclusión previsible es que las supuestas medidas de austeridad para controlar el gasto están condenadas al fracaso. Después de todo, si estas medidas hubieran podido tener éxito, habrían sido implantadas hace cinco años, cuando la economía mundial no hubiera patinado todavía.

Grecia también está intentando aumentar los impuestos en combinación con las medidas de austeridad para reducir el déficit. Aumentar los impuestos impactará negativamente en la recaudación fiscal del gobierno griego de dos maneras. Los impuestos más elevados reducirían el crecimiento económico y por tanto rebajarían los ingresos fiscales. Además, los altos impuestos también echarían por tierra a más empresas griegas. Actualmente se calcula que el 25% de la economía griega está sumergida. Por tanto, a largo plazo las consecuencias negativas de aumentar los impuestos serán mucho mayores que el aumento inicial nominal en ingresos.

La participación de la Reserva Federal y el FMI en el rescate de la Eurozona no se perderá en sindicalistas y políticos de los estados fuertemente endeudados de EEUU, como California e Illinois. Cuando llegue el día del juicio para los estados de EEUU que sean incapaces de cerrar sus agujeros presupuestarios, se levantarán para reclamar también su rescate. ¿Cómo podría el gobierno de EEUU defender políticamente su rescate de Grecia a través del FMI y la Reserva Federal y rechazar hacer lo mismo para sus propios ciudadanos? Es impensable la idea de que se tolerará el impago de las obligaciones de California cuando no se ha tolerado a Grecia. Por tanto, el rescate de los PIIGS crea el marco para rescates similares de estados y ciudades de EEUU en bancarrota.

La implicación de la Reserva Federal merece un examen más cercano. La Fed ha indicado que participaría en unos acuerdos de swap de dólares con el BCE, similar a uno realizado en 2008. Sin una auditoría de la Fed, sólo podemos especular sobre qué conlleva exactamente este swap. Sin embargo, una posibilidad razonable es un intercambio de euros recién impresos por parte del BCE por dólares de EEUU recién impresos por la Fed a los tipos de cambio actuales.

La Fed usaría luego los euros para comprar directa o indirectamente la deuda de las naciones de la Eurozona. El BCE usará a su vez los dólares para comprar deuda del Tesoro de EEUU. Por tanto, es sólo un plan enrevesado para monetizar la deuda gubernamental. Es fácil que los fondos necesarios para este rescate se creen de la nada en lugar de obtenerse mediante impuestos o emisión de deuda. Sólo en el mundo de la banca centralizada y la creación de dinero de la nada puede una entidad quebrada rescatar a otra.

Gracias a la mayúscula inflación esperada en el rescate de Europa y de estados como California, los ahorros reales en Europa y EEUU podrían convertirse en especies en inminente peligro de extinción. Con mucho, la erosión de los ahorros reales es el aspecto más dañino del rescate. Por desgracia, los ahorros reales no pueden medirse fácilmente y por tanto es difícil medir el daño realizado durante el periodo inflacionario. Sin embargo, sí veremos los resultados del capital consumido cuando la inevitable recesión se produzca después del periodo inflacionista.
Los ahorros reales se definen como los bienes de consumo finales deseados por los trabajadores, dejados aparte para el sostenimiento por los fabricantes de estos bienes a cambio de que los trabajadores utilicen métodos de producción más indirectos. Los ahorros reales son la sangre de los negocios. Con el fin de que se lleven a cabo más proyectos a largo plazo, debe haber un exceso de producción de bienes de consumo finales que posteriormente se ahorren.

Por ejemplo, un minero del carbón sería reticente a trabajar si al final del día no fuera capaz de intercambiar los frutos de su labor en la mina por bienes y servicios como comida, ropa, alojamiento y ocio. Dejaría de inmediato su trabajo en la mina y buscaría otro sector para trabajar, uno para el que pudiera no estar preparado, sólo para adquirir los bienes inmediatos que desea. En un caso extremo en el que los ahorros reales hayan desaparecido completamente, se vería obligado a cultivar su propia comida. Por tanto, la sociedad en su conjunto es más pobre debido a su elección.

La inflación para rescatar a usuarios de recursos ineficientes o sobrevalorados, como el gobierno o los sindicatos, desvía los ahorros reales de los creadores de riqueza a estas entidades. Al contrario que el dinero y el crédito bancario, que se mantienen en circulación (erróneamente considerados como productivos por la teoría multiplicadora keynesiana), los ahorros reales sólo pueden consumirse una vez. Los receptores de los rescates se imponen a los creadores de riqueza en la obtención de dichos ahorros frustrando sus intentos de mantener o expandir los niveles de producción. Si no hubiera suficientes ahorros reales para cubrir ni siquiera el mantenimiento y los gastos de amortización de los negocios, la cantidad de bienes y servicios producidos, la riqueza real de la sociedad, empezaría a disminuir. Ésta es la razón principal por la que los países que experimentan una inflación desbocada también sufren una caída en la actividad económica.

El aspecto más exasperante es que la Eurozona, California y los demás lleguen a este mismo momento en unos 3 años, cuando deban pagar intereses por su deuda actual más el billón en dólares de rescate y refinanciar la deuda vencida. Además, probablemente emitan nueva deuda para financiar los continuos déficits. También es muy posible que los acreedores rechacen refinanciar la deuda vencida, momento en que este proceso volvería a empezar.

Dado que los gobiernos son reticentes a tragarse sapos ahora, ¿cuáles son las posibilidades de que hagan lo correcto (el impago directo y la reestructuración de la deuda) dentro de tres años cuando la burbuja de deuda sea mucho mayor, la economía esté en peor estado y el dolor por el impago y la austeridad sería mucho mayor que ahora? Las palabras “escasas” y “ninguna” me vienen a la mente. El mundo se dirige decididamente por el camino hacia una depresión inflacionista.

A la vista de esta oscura perspectiva, ¿qué hay que hacer? Empezar o adquirir un negocio, preferiblemente uno que no sea intensivo en capital y que pueda seguir funcionando en un entorno altamente inflacionista, es la forma más segura de preservar y quizá aumentar nuestra riqueza. Para la vasta mayoría para la que el emprendimiento no sea fácil, un plan de acumulación de capital en metales preciosos como el oro y la plata y seleccionar otras materias primas no es mala idea para proteger los ahorros de toda una vida. Las depresiones inflacionistas transfieren riqueza de los tenedores de activos en papel a los tenedores de activos reales. El rescate ha comprado una pizca de tiempo para los PIIGS antes de que el lazo vuelva a cerrarse. Por suerte, también ha ofrecido tiempo a los prudentes e informados para prepararse para la crisis y adquirir activos reales cuando todavía son asequibles.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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